Después de primero abordar los asuntos importantes, Camilo lanzó algunas indirectas.Era bien sabido que Luis y Camilo no se soportaban.—Tus fuentes son rápidas en trasmitir todo tipo de información y chismes. Empiezo a sospechar que tienes a alguien dentro del Grupo Jurado —dijo Camilo con calma.—Sigue sospechando —replicó Luis con una sonrisa tensa—. Señorita Marina, tengo hambre. ¿Vamos a comer? ¿Nos acompaña, señor Camilo?Camilo asintió, sorprendiendo a Luis, que solo había hecho la invitación por cortesía.Marina envió la dirección del restaurante a Quiles.Ellos decidieron ir en su propio auto, mientras que ella subió con Luis.Marina llamó al restaurante para ajustar la reserva.—¿Por qué habrá decidido Camilo unirse? —preguntó Luis, tras colgar la llamada.Masticando chicle, lanzó una mirada curiosa a Marina.—Ni idea —respondió ella con indiferencia.Luis la miró de reojo, fijándose en su cuello, y sonrió con cierta insinuación.—Parece que tienes una vida nocturna bastante
Luis decidió ir a Residencial La Felicidad por impulso.Leticia, con un vestido suelto, se miró el vientre.—Luis, qué sorpresa verte. ¿Qué te trae por aquí? —sonrió.Al ver su rostro radiante, Luis se tranquilizó.—Pensé que estarías deprimida y quise pasar entonces a verte.—¿Por qué? —preguntó ella, extrañada.—Por Diego y Marina —respondió él sin rodeos.Leticia bajó la mirada y apretó los labios.—Estoy bien, Luis.No dijo más.Luis se levantó.—Si necesitas algo, solo avísame.Leticia lo despidió, observó el auto alejarse y volvió a la casa.Con una mano sobre el vientre, reflexionó en silencio....En la casa de los Vásquez, la cena era especialmente generosa.—Cariño, mañana Marina hará la transferencia —dijo Mafalda, sirviendo a Jorge su plato favorito con afecto.—Has trabajado duro estos días —comentó Jorge, satisfecho con su dedicación.—Tú también. Un día de estos, invitemos a Marina a cenar. Al final, seguimos siendo familia —añadió con una sonrisa.—Mamá, estaba antes mu
Marina no se dio cuenta de cuándo Diego colgó la llamada.Seguía recostada en su pecho, su cuerpo temblando ligeramente, aún sensible después del clímax.—Dime, ¿qué te puso tan animada hoy? —preguntó Diego, apoyando su mentón en su hombro y rodeándola por la cintura.—Es que te veías de veras increíblemente atractivo hablando por el celular —respondió Marina entre jadeos, con los ojos entrecerrados, sin decir la verdad—. Quiero darme un baño.Diego le sujetó el mentón, girando su rostro hacia él, mirándola fijamente.Marina le devolvió una mirada desafiante.—Voy a bañarme. No tomaré la iniciativa la próxima vez. Lo complicas todo.Diego no notó nada inusual en su expresión.Ambos se ducharon juntos.Después, aún era temprano, y se acurrucaron en el sofá para ver una película.En realidad, Marina veía la película, Diego solo la acompañaba.—Esta película de terror da mucho miedo —dijo Marina, fingiendo estar asustada mientras se aferraba a la bata de Diego.—Oh, ahí está el fantasma.
Mafalda apenas había subido al auto cuando recibió un mensaje de otro desconocido, distinto al que le había comprado las fotos.Desconocido: [Señora Mafalda, ofrezco diez millones de dólares por información sobre Marina en el orfanato.]Al leer esa cifra, una mezcla de sorpresa y satisfacción la invadió. Pensó: ¿Cuántos enemigos habrá hecho mi hija mayor? ¡Qué mala suerte!Mafalda: [Por veinte millones te vendo una foto.]Desconocido: [Una foto no vale tanto. ¿Tienes los negativos?]Mafalda dudó un instante y respondió: [Por treinta millones te los doy.]Desconocido: [Hecho.]Alberto, el guardaespaldas asignado a Marina tras el accidente, le mostró el celular. Marina revisó el mensaje y se lo devolvió.—Gracias. Transfiérele los treinta millones y ve a recoger los negativos.Sabía que había dado muchas vueltas solo para asegurarse de recuperar los negativos. Si desde el principio hubiera accedido a pagar los setecientos millones por las fotos, Mafalda jamás los habría entregado. Ahor
Marina no sabía cómo describir lo que sentía.Al salir de la comisaría tras dar su declaración, se subió al auto, todavía empapada en sudor.Sus labios estaban pálidos.Esas personas tarde o temprano descubrirían que fue ella quien los delató.Años atrás, cuando dejó el orfanato, Marina y César pensaron ingenuamente en ir a la policía, pero algo los frenó.Esa gente no era buena. Para ellos, una vida solo representaba una cifra en sus bolsillos.Marina encendió el auto, mordiéndose los labios suavemente, tratando de bloquear los recuerdos dolorosos de esos años....Mafalda había vendido las fotos y los negativos de Marina, obteniendo treinta y dos millones de dólares.Al llegar a casa y ver a Jorge, no supo cómo explicarle lo sucedido.—¿Cuándo harán la transferencia? —preguntó Jorge, frunciendo el ceño.—Cariño... ella me engañó —respondió Mafalda, tensándose un instante antes de continuar, incómoda.Jorge, furioso, respiraba con dificultad.—Entonces, Marina no nos dará los setecien
Por la mañana, alrededor de las ocho, todos se apresuraban al trabajo, provocando un atasco.En ese momento, quienes tenían bicicleta o moto se sentían privilegiados, avanzando ágilmente entre los autos.Un deportivo rojo, muy llamativo, avanzaba a paso lento.Marina observó de nuevo la moto que la había adelantado y decidió que quería una.Se puso el manos libres.—¿Has encontrado buenos candidatos para la escuela?Carlos tomó un sorbo de café.—He encontrado tres, pero Proestrellas nos está presionando lo suficiente.Marina sonrió con desdén.—Eso era de esperarse. Hay que seguir muy de cerca el progreso de Blanca.Tras hablar un rato sobre temas laborales, colgó la llamada.Marina estacionó su auto en el aparcamiento subterráneo de TechNova.Al entrar en la empresa, se cruzó con Enzo.En la familia Vásquez apenas se hablaban y se trataban como extraños.Sabía por qué él la buscaba.—Marina, ¿podemos hablar?La reciente situación familiar había dejado a Enzo con un aspecto cansado.C
Por suerte, en la sala de descanso había varios trajes de repuesto. Después de terminar su sándwich, Luis fue a cepillarse los dientes. Con la mirada burlona de Marina encima, se apresuró a ponerse el traje.Al salir, ella sostenía una corbata. Luis levantó el mentón.—Marina, ¿no crees que esa corbata es bastante fea?Marina, sin inmutarse, le ató la corbata con total destreza.—Tu gusto en realidad es pésimo —replicó.Luis la miró de reojo.—Acabo de darme cuenta de algo.Marina levantó la vista.—¿Ah, sí?Luis suspiró.—Eres...La secretaria que había contratado era demasiado llamativa para su gusto, y su comportamiento desinhibido le resultaba algo incómodo, pero no tenía otra opción.Marina, ignorándolo por completo, miró de reojo la hora.—Es hora de irnos —le anunció....Los asistentes a la conferencia de Marbesol eran figuras clave de la industria tecnológica.Los reporteros se apresuraban a entrevistar a los líderes del sector, tratando de captar sus opiniones sobre las tende
Justo después de que Marina le dio una bofetada a Camilo, recibió una llamada de Luis. Contestó apresurada y empujó la puerta de la escalera de emergencia para salir.—Te esperaré en la entrada —dijo Luis antes de colgar. Luego, volvió a llamar a Pedro para que trajera el auto.Al salir del hotel, Pedro respetuoso le abrió la puerta del vehículo. Luis se sentó, soltando un ligero suspiro de alivio.—Por fin se acabó el trabajo —murmuró, quitándose la corbata y arrojándola al asiento. Su mirada se detuvo por un momento en el brazo de Marina, que mostraba una marca roja.—¿Qué te pasó en el brazo? —preguntó, preocupado.—No es nada —respondió ella, restándole importancia.Luis levantó con curiosidad una ceja, pero no insistió más.—Pedro, dirígete a la casa de Eloy.Pedro obedeció y comenzó a conducir.—Escuché que la última vez que acompañaste a Eloy al centro comercial, compraste un montón de cosas con la tarjeta de tu novio —comentó Luis con una sonrisa algo traviesa.—¿Y eso qué? —Ma