Marina no se dio cuenta de cuándo Diego colgó la llamada.Seguía recostada en su pecho, su cuerpo temblando ligeramente, aún sensible después del clímax.—Dime, ¿qué te puso tan animada hoy? —preguntó Diego, apoyando su mentón en su hombro y rodeándola por la cintura.—Es que te veías de veras increíblemente atractivo hablando por el celular —respondió Marina entre jadeos, con los ojos entrecerrados, sin decir la verdad—. Quiero darme un baño.Diego le sujetó el mentón, girando su rostro hacia él, mirándola fijamente.Marina le devolvió una mirada desafiante.—Voy a bañarme. No tomaré la iniciativa la próxima vez. Lo complicas todo.Diego no notó nada inusual en su expresión.Ambos se ducharon juntos.Después, aún era temprano, y se acurrucaron en el sofá para ver una película.En realidad, Marina veía la película, Diego solo la acompañaba.—Esta película de terror da mucho miedo —dijo Marina, fingiendo estar asustada mientras se aferraba a la bata de Diego.—Oh, ahí está el fantasma.
Mafalda apenas había subido al auto cuando recibió un mensaje de otro desconocido, distinto al que le había comprado las fotos.Desconocido: [Señora Mafalda, ofrezco diez millones de dólares por información sobre Marina en el orfanato.]Al leer esa cifra, una mezcla de sorpresa y satisfacción la invadió. Pensó: ¿Cuántos enemigos habrá hecho mi hija mayor? ¡Qué mala suerte!Mafalda: [Por veinte millones te vendo una foto.]Desconocido: [Una foto no vale tanto. ¿Tienes los negativos?]Mafalda dudó un instante y respondió: [Por treinta millones te los doy.]Desconocido: [Hecho.]Alberto, el guardaespaldas asignado a Marina tras el accidente, le mostró el celular. Marina revisó el mensaje y se lo devolvió.—Gracias. Transfiérele los treinta millones y ve a recoger los negativos.Sabía que había dado muchas vueltas solo para asegurarse de recuperar los negativos. Si desde el principio hubiera accedido a pagar los setecientos millones por las fotos, Mafalda jamás los habría entregado. Ahor
Marina no sabía cómo describir lo que sentía.Al salir de la comisaría tras dar su declaración, se subió al auto, todavía empapada en sudor.Sus labios estaban pálidos.Esas personas tarde o temprano descubrirían que fue ella quien los delató.Años atrás, cuando dejó el orfanato, Marina y César pensaron ingenuamente en ir a la policía, pero algo los frenó.Esa gente no era buena. Para ellos, una vida solo representaba una cifra en sus bolsillos.Marina encendió el auto, mordiéndose los labios suavemente, tratando de bloquear los recuerdos dolorosos de esos años....Mafalda había vendido las fotos y los negativos de Marina, obteniendo treinta y dos millones de dólares.Al llegar a casa y ver a Jorge, no supo cómo explicarle lo sucedido.—¿Cuándo harán la transferencia? —preguntó Jorge, frunciendo el ceño.—Cariño... ella me engañó —respondió Mafalda, tensándose un instante antes de continuar, incómoda.Jorge, furioso, respiraba con dificultad.—Entonces, Marina no nos dará los setecien
Por la mañana, alrededor de las ocho, todos se apresuraban al trabajo, provocando un atasco.En ese momento, quienes tenían bicicleta o moto se sentían privilegiados, avanzando ágilmente entre los autos.Un deportivo rojo, muy llamativo, avanzaba a paso lento.Marina observó de nuevo la moto que la había adelantado y decidió que quería una.Se puso el manos libres.—¿Has encontrado buenos candidatos para la escuela?Carlos tomó un sorbo de café.—He encontrado tres, pero Proestrellas nos está presionando lo suficiente.Marina sonrió con desdén.—Eso era de esperarse. Hay que seguir muy de cerca el progreso de Blanca.Tras hablar un rato sobre temas laborales, colgó la llamada.Marina estacionó su auto en el aparcamiento subterráneo de TechNova.Al entrar en la empresa, se cruzó con Enzo.En la familia Vásquez apenas se hablaban y se trataban como extraños.Sabía por qué él la buscaba.—Marina, ¿podemos hablar?La reciente situación familiar había dejado a Enzo con un aspecto cansado.C
Por suerte, en la sala de descanso había varios trajes de repuesto. Después de terminar su sándwich, Luis fue a cepillarse los dientes. Con la mirada burlona de Marina encima, se apresuró a ponerse el traje.Al salir, ella sostenía una corbata. Luis levantó el mentón.—Marina, ¿no crees que esa corbata es bastante fea?Marina, sin inmutarse, le ató la corbata con total destreza.—Tu gusto en realidad es pésimo —replicó.Luis la miró de reojo.—Acabo de darme cuenta de algo.Marina levantó la vista.—¿Ah, sí?Luis suspiró.—Eres...La secretaria que había contratado era demasiado llamativa para su gusto, y su comportamiento desinhibido le resultaba algo incómodo, pero no tenía otra opción.Marina, ignorándolo por completo, miró de reojo la hora.—Es hora de irnos —le anunció....Los asistentes a la conferencia de Marbesol eran figuras clave de la industria tecnológica.Los reporteros se apresuraban a entrevistar a los líderes del sector, tratando de captar sus opiniones sobre las tende
Justo después de que Marina le dio una bofetada a Camilo, recibió una llamada de Luis. Contestó apresurada y empujó la puerta de la escalera de emergencia para salir.—Te esperaré en la entrada —dijo Luis antes de colgar. Luego, volvió a llamar a Pedro para que trajera el auto.Al salir del hotel, Pedro respetuoso le abrió la puerta del vehículo. Luis se sentó, soltando un ligero suspiro de alivio.—Por fin se acabó el trabajo —murmuró, quitándose la corbata y arrojándola al asiento. Su mirada se detuvo por un momento en el brazo de Marina, que mostraba una marca roja.—¿Qué te pasó en el brazo? —preguntó, preocupado.—No es nada —respondió ella, restándole importancia.Luis levantó con curiosidad una ceja, pero no insistió más.—Pedro, dirígete a la casa de Eloy.Pedro obedeció y comenzó a conducir.—Escuché que la última vez que acompañaste a Eloy al centro comercial, compraste un montón de cosas con la tarjeta de tu novio —comentó Luis con una sonrisa algo traviesa.—¿Y eso qué? —Ma
—Cierra la puerta, vamos al Jardín Cielorén.El conductor de inmediato cerró la puerta.Ese viaje parecía presagiar algo peligroso, y Quiles solo podía esperar que todo saliera bien....Yadira, de buen humor, regresó a casa temprano y jugaba con su hija en la sala cuando Camilo entró. Al verlo, se levantó emocionada, sorprendida por las feas marcas en su rostro.—¿Qué te pasó? —preguntó, bastante inquieta.—Mayordomo, trae el botiquín.—No es necesario, estaré bien en un par de días.Camilo subió rápidamente las escaleras, seguido de Yadira, y ambos entraron en el dormitorio. Mientras él se duchaba, Yadira echó un ligero vistazo al baño, luego sacó su celular y salió en ese momento a llamar a Quiles.Al conectarse, fue directa.—Quiles, necesito saber, ¿quién le pegó a Camilo?Quiles había anticipado que Yadira lo llamaría.—Lo siento mucho, señora, no tengo idea.Yadira sintió que Quiles se negaba a informarle. Con un semblante serio, mantuvo un tono educado.—¿A dónde fueron hoy?
—Lo compré cuando fui a comprarle a Luis —dijo Marina, riendo con cierta picardía mientras sostenía el volante.No imaginaba que esas palabras enfurecerían tanto a Diego, quien, en respuesta, la castigarían en la cama. A veces, los hombres podían ser tan mezquinos.A la mañana siguiente, Marina despertó emocionada por la idea de comprar una moto. Diego, aún con los ojos cerrados, levantó una mano y, con un brazo extendido, la presionó con sutileza para que no se levantara.—Duerme un poco más —le murmuró, aún perezoso.Esa noche, ella había estado insistiendo una y otra vez para que él se detuviera, pero ahora mostraba más energía que él. Diego nunca admitiría que se sentía agotado después de todo.Con su fuerte brazo sujetando su cintura, Marina no podía levantarse, así que se giró para mirarlo a los ojos, observándolo en silencio.Quizás, debido a la intensidad de su mirada, Diego abrió poco a poco los ojos.—¿Qué haces levantándote tan temprano un sábado? —preguntó, acariciando su