Erwan estaba decidido a seguir adelante con sus planes. No veía la necesidad de permanecer en un matrimonio que ya no tenía sentido. Seguiría siendo el albacea de Tatiana durante un par de años más, cumpliendo con él último deseo de Mikhail, también cuidando del hijo que esperaba, pero no continuaría con esa farsa.Giró la cabeza buscando la mirada de Victoria, anhelando encontrar en sus ojos la confirmación de que compartía sus pensamientos.Sin embargo, la expresión de Victoria era un caleidoscopio de emociones. El dolor por la noticia del hijo de Erwan con otra mujer se mezclaba con la amarga certeza de que la madre del futuro bebé era su hermana. Y en la profundidad de su mirada, Erwan detectó una negativa rotunda a sus deseos de anunciar el divorcio.Erwan suspiró, resignado ante la firmeza de su amada Odette.—Necesito tiempo para pensar —murmuró—. Les pido que me dejen solo. Acabo de llegar y mi mente está nublada.A pesar de no ser un hombre acostumbrado a huir de sus problema
Tatiana también había aprovechado la oportunidad para marcharse, pero no tuvo tanta suerte. En el pasillo, se encontró de frente con Sergey, quien la observaba con una mirada interrogante.— ¿Qué sucede, Tatiana? ¿Por qué saliste tan pronto esta mañana y sola? —le preguntó, arrebatándole el papel que llevaba en las manos.Sergey ya sabía que los americanos habían regresado y, como era de esperar, estaba celoso. Se había pasado todo el mes con ella, pensando que tardaría mucho más en volver a ver a esos dos.La fulminó con la mirada y la agarró de la mano, tirando de ella hasta la primera habitación vacía que encontró.— ¿Me puedes decir qué significa esto? ¿Es la causa de que tu esposo haya regresado?Tatiana no sabía cómo responder, odiaba tener que mentirle, odiaba no poder gritar al mundo entero que su corazón pertenecía, no a un hombre importante de negocios como lo era Erwan Roussell, sino a un simple jefe de seguridad como Sergey.—Si, él está aquí por esto — le respondió tomand
Ella no dejaba de removerse de buscar más, apretando todo lo que podía con sus paredes esos dos dedos eran insuficientes para ella. No obstante, se enfrentaban en una lucha de egos donde ninguno de los dos cedería. Por lo que ella no dudó en jugar sucio también, llevando su mano derecha en medio de ambos hasta llegar al bulto escondido en los pantalones de Sergey liberando su gruesa y húmeda extensión, masturbándolo.—Sergey, si así no pares…— le exigió, deslizando su mano una y otra vez al ritmo con la que la poseía apretando los lugares que sabía que lo haría gemir. Mientras ella disfrutaba de los labios de Sergey en su pecho, sabiendo que tendría sus marcas por un par de días. — Así… dámelo….— exigió Sergey introduciendo un tercer dedo donde ya había introducido los dos primeros y penetrándola con ellos en un rápido y duro movimiento, levantando la vista mientras mordisqueaba sus pezones y no podía dejar de observarla, adoraba su rostro cuando él placer estaba presente en él.La p
— Te necesitaba cerca, — susurró Victoria acariciando su nuca con suavidad y rozando sus narices en un gesto lleno de cariño— Te amo tanto Erwan.No esperó la respuesta de él, se fundió en un desesperado beso con el padre de su hijo, decidiendo si debía contárselo o no.En el instante en que sus labios se rozaron, sus lenguas jugaron, sus dientes se reclamaban, todo parecía tener sentido estando así juntos en su burbuja personal, pero de vuelta al mundo real para Victoria todo se volvía complicado.— Yo también quería contarte algo antes de que Alexa nos interrumpiera.— insistió Victoria.Ese beso era algo que Erwan anhelaba con toda su alma. Tras finalizarlo, no pudo separarse de Victoria, ni siquiera permitir que ella se alejara. Acercó su frente a la de ella, rozando sus narices en un gesto lleno de intimidad.—Entonces, dímelo —susurró ella con voz ronca— No permitamos que esa mujer horrible se interponga entre nosotros.Apenas terminaba de pronunciar estas palabras, un estruendo
Tras la última consulta con el doctor, Victoria tomó una decisión firme: era hora de volver a la danza. El dolor en su tobillo ya era cosa del pasado, y no solo necesitaba recuperar su estado físico, sino también despejar su mente de las preocupaciones que la atormentaban.Si bien la ropa le quedaba más ajustada debido a los cambios en su cuerpo, Victoria se sentía cómoda y segura con ella. Su vientre, ligeramente abultado, era un recordatorio del milagro que gestaba en su interior.Llevó una mano a su tripa acariciandola ligeramente y observandola a través del espejo por un momento, luego comenzó a calentar al ritmo de la música del Lago de los Cisnes, la obra que marcó su debut como primera bailarina, una suave sonrisa se dibujó en sus labios el recordar esa marca de cisne negro que adornaba la piel de Erwan como si fuera un presagio o una señal de que debían conocerse.La música inundó la sala y ella se movía a su ritmo, recordando los primeros días juntos a Erwan cuando ninguno de
Alexa se encontraba en aquel hotel a las afueras de San Petersburgo, a punto de revelar uno de sus secretos mejor guardados. Su interlocutor era Slavik Petrov, el único superviviente de la familia que, un par de décadas atrás, el viejo Mikhail se había empeñado en eliminar.—Alexa, ¿estás segura de que nadie te ha seguido? —preguntó Slavik al abrirle la puerta y cerrarla rápidamente tras su entrada.—Completamente segura —respondió Alexa, observándolo de arriba abajo. Slavik seguía conservando su atractivo de antaño. La edad, lejos de marchitarlo, parecía haberle otorgado un aura de madurez y distinción que a ella le encantaba.Él no pasó por alto la forma en que Alexa lo miraba, esa mujer había estado enamorada de él siempre, y ahora le sacaría el partido que siempre debió sacarle, Alexa sería la herramienta perfecta para recuperar todo lo que un día fue de los Petrov y el viejo Volkova les arrebató.— Ya estaba ansiando volver a verte — Aseguró Petrov Atrayéndola contra su cuerpo pa
Era una mañana como cualquier otra en la mansión Volkov, excepto por la intranquilidad que anidaba en el corazón de la joven Victoria. Hoy era el día de su cita con el ginecólogo, el día en que finalmente sabría si llevaba en su vientre un niño o una niña.Victoria se dirigió a la consulta del ginecólogo. El camino se le hizo eterno, cada segundo intensificaba su ansiedad, del resultado dependía el futuro de su bebé, ella no quería esa herencia solo quería vivir tranquila. Al llegar, la recibió una amable enfermera que la guió hacia la sala de espera. Allí, rodeada de barrigas prominentes, Victoria se sintió aún más pequeña e indefensa.Finalmente, llegó su turno. Entró en la consulta con las piernas temblorosas y se encontró con la cálida sonrisa del doctor. Tras una serie de preguntas y un examen minucioso, el doctor anunció la noticia.— Por favor, doctor. Me gustaría que esto fuera un secreto que nadie más supiera hasta el día del parto.— El secreto profesional la ampara señorit
Tatiana no pudo soportar el instante en que Sergey giró el rostro y siguió caminando hacia adelante. Negó molesta y con pasos firmes caminó en su dirección hasta bloquearle el paso. — ¡Vas a seguir así mucho tiempo, Sergey! – exclamó con voz quebrada, cargada de una mezcla de rencor por la forma en que la había estado ignorando – Hace dos meses ya de nuestra pelea y ni siquiera me has dirigido la palabra. ¿Acaso te importa tan poco lo que pasó?— se llevó una mano al vientre acariciándolo por inercia — ¿Tan poco te importa cómo me encuentro o como se encuentra nuestro hijo?Sergey la miró con frialdad, sus ojos grises no reflejaban ninguna emoción que ella pudiera descifrar a pesar del infierno interior en el que vivía.— No tiene caso seguir con esto, Tatiana. Ya está todo dicho, no hay nada más que hablar.— ¡No para mí! – replicó ella, elevando la voz. – Yo no he podido olvidar lo que pasó entre nosotros, no puedo seguir como si nada.— Ese es tu problema no el mío — hizo un gesto