— Ahora haz lo que te diré — dijo Alexa —Tatiana, es muy importante que quedes embarazada lo antes posible y para eso debes usar las armas que tienes como mujer.Observaba por última vez a su hija con ese conjunto de lencería francesa que le había comprado. Perfectamente arreglada y maquillada recién salida del salón de belleza. Esperaba que la tarde que habían pasado dándole indicaciones diera sus frutos y pronto pudiera celebrarse la abuela. A Tatiana no le hacía ilusión alguna acostarse con Erwan ya, lo había intentado todo y solo había conseguido su desprecio, la posibilidad de conseguir otra negativa solo hacía que quisiera huir, pero si madre tenía razón y tal vez no fue capaz de usar correctamente las armas que la naturaleza le había dado, al fin y al cabo cuando se acostó con Sergey él parecía encantado con su cuerpo.Sus esperanzas se fueron derrumbando a medida que la noche llegaba y después la madrugada, quedándose dormida con ese conjunto de lencería y sus esperanzas rota
Sergey se encontraba maldito, una maldición que él mismo había forjado en el momento en que sus ojos se posaron sobre ella. Era un simple guardaespaldas, enamorado de un imposible: Tatiana Volkova, la nieta mayor de su ex jefe Mikhail Volkov.¿En qué diablos estaba pensando cuando la besó ese día en el jardín? No se sentía culpable por haber estado con ella, sino por no ser el hombre adecuado para ella. Además, Tatiana no era una mujer libre, estaba casada. Aunque ella y su esposo no hubieran tenido intimidad, un papel los unía irremediablemente."¡Sergey, basta!", se recriminó a sí mismo, dejando de dar vueltas por la habitación y sentándose en el borde de la cama. Se dejó caer hacia atrás con los brazos abiertos y soltó un profundo suspiro.—Olvídate de ella, no eres más que un simple gato como dice su madre —se repitió esas palabras, cerrando los ojos con fuerza para evitar seguir pensando en Tatiana Volkova. Pero al abrirlos de golpe, se levantó de un salto.— Sergey. Sergey, ¿due
Tatiana agradeció que él se callara, es más, si no la hubiera besado lo habría hecho ella. Si tan solo pudiera decirle que también odiaba estar casada con alguien más. Pero no solo era Erwan quien impedía que pudieran estar juntos, también estaba su madre. Por lo que movió su cabeza tratando de dejar de pensar y así poder entregarse a ese momento.La lengua de Sergey se coló entre los labios de su amante poseyendo su boca del mismo modo en que poseía su cuerpo, lamiendo, saboreando, succionando, con lengua, dientes y labios.El cuerpo de Tatiana subía y bajaba por todo el colchón al ritmo incesante de las caderas de su amante. Disfrutando de que fuera él quien estuviera en medio de sus piernas, deslizándose por su estrecho coño llevándola a apretar las sábanas baja de ella en puños. Perdiéndose en una pasión prohibida.La forma en que sus paredes lo apretaban lo hacía moverse más rápido, adorando el roce, el placer que experimentaba en cada nuevo movimiento. Sergey sabía que estaba ma
Tatiana se incorporó y lo miró incrédula, sabía que estaba borracho, pero no esperaba que tanto como para no recordar absolutamente nada. — ¿Lo dices en serio?— se levantó de la cama y buscó rápidamente la bata de satén para cubrir su cuerpo desnudo aunque eran evidentes las marcas que se veían en su escote. Se cruzó de brazos frente al hombre, utilizando los recuerdos de la noche anterior para mostrarse molesta. Erwan trataba de recordar, pero entre más lo hacía, más fragmentos de él avanzando hacia Tatiana venían a su cabeza haciéndolo sentir culpable. — No solo pasó y para tu información más de lo que yo quería que pasara, porque te dije que no Erwan y te dio igual — se giró y caminó hasta el baño girándose justo antes de abrir la puerta — no te atrevas a querer humillarme más con esa actitud, lo hiciste, asume las consecuencias. Claro que recordaba que ella le pedía parar y él no paró, lo que lo hizo sentarse derrotado a la orilla de la cama. Por supuesto que eso no volv
Había pasado un mes entero desde la partida de Erwan y la calma reinaba en la mansión Volkov. Sin embargo, era una calma inquietante, como la del mar antes de un tsunami, presagiando una tormenta que pronto se desencadenaría.Victoria se encontraba en el consultorio médico, examinándose el tobillo. Debido a su embarazo, no podía hacerse radiografías, por lo que el doctor solo podía evaluar su lesión mediante el tacto.— ¿Te duele si hago esto? —preguntó el doctor, doblando ligeramente el pie de Victoria hacia arriba.— Creo que ya no me duele, a menos que lo fuerces mucho —respondió ella, negando con la cabeza.— Entonces, sigue con ejercicios moderados y todo saldrá bien.Victoria asintió y salió de la consulta para regresar a su habitación. Apenas hacía nada más que eso, como si la marcha de Erwan se hubiera llevado algo con él. Tal vez solo eran las hormonas del embarazo las que la tenían tan triste.Un mes, un maldito mes le había costado a Erwan volver de Estados Unidos a Rusia.
El supuso de lo que Victoria quería hablarle, si relación con él tal Pavel, a pesar de haberse marchado varios de sus hombres se quedaron en Rusia para protegerla, así que sabía perfectamente de sus constantes visitas, pero no le importaba, si tenía que matarlo para sacarlo del medio no se lo pensaría, nada volvería a separarlo de Victoria y aceptaría a ese hijo como si fuera suyo, la amaba, la necesitaba, no podía evitarlo coma lo había comprobado todo ese tortura durante meses en los Estados Unidos, lejos de ella.—No aquí—murmuró él mientras se ajustaba la ropa, al igual que ella lo hacía. Erwan había recobrado la compostura tras la pasión que los había consumido—. Vámonos a otro lugar, donde solo estemos nosotros dos, donde nadie...Su frase fue interrumpida por la voz cantarina y chillona de Alexa Volkova que los hizo compartir una mirada cómplice al saber que si esa mujer hubiera pasado por ahí minutos antes, los habría encontrado en pleno acto.—¿Erwan, eres tú?—preguntó la muj
Pavel no había sido invitado cordialmente a la mansión Volkov. Lo habían arrastrado hasta allí, uno de los hombres de Victoria lo sacó bruscamente del coche y lo agarró del brazo, casi arrastrándolo hacia adentro.—¡Suéltame, puedo caminar solo! —exclamó el joven intentando liberarse del agarre del hombre.—Las órdenes que tengo son traerte a la mayor brevedad, quieras o no—aseguró el guardia mientras avanzaba sin soltar al chico, apretando cada vez más su agarre.—¿No estás escuchando? Él puede caminar solo—Spike se encontraba caminando por la mansión Volkov en busca de su primo y jefe, con una manzana en la mano que pelaba con su daga.—Será mejor que no te metas, americano—le dijo el guardia al tirar del bailarín con brusquedad, pasando a su lado.El corazón de Pavel empezó a palpitar con fuerza al escuchar esa voz. Había extrañado mucho a Spike, sus visitas a Victoria se habían convertido en largas charlas lamentándose y hablando de lo mucho que extrañaban a los americanos. Y ahí
Erwan estaba decidido a seguir adelante con sus planes. No veía la necesidad de permanecer en un matrimonio que ya no tenía sentido. Seguiría siendo el albacea de Tatiana durante un par de años más, cumpliendo con él último deseo de Mikhail, también cuidando del hijo que esperaba, pero no continuaría con esa farsa.Giró la cabeza buscando la mirada de Victoria, anhelando encontrar en sus ojos la confirmación de que compartía sus pensamientos.Sin embargo, la expresión de Victoria era un caleidoscopio de emociones. El dolor por la noticia del hijo de Erwan con otra mujer se mezclaba con la amarga certeza de que la madre del futuro bebé era su hermana. Y en la profundidad de su mirada, Erwan detectó una negativa rotunda a sus deseos de anunciar el divorcio.Erwan suspiró, resignado ante la firmeza de su amada Odette.—Necesito tiempo para pensar —murmuró—. Les pido que me dejen solo. Acabo de llegar y mi mente está nublada.A pesar de no ser un hombre acostumbrado a huir de sus problema