Finlay.
- "No sé por qué siempre me tienes que llevar el contrario hijo, Elise Reid, es un muy buen partido para ti, hija del ex socio de tu padre, volverían a unirse las dos empresas de nuevo. ¿no ves las ventajas?, y todo eso lo llevarías tú, tu serías el presidente, y el mayor accionista de las dos empresas, Elise no le gustan los negocios le gusta más ser una mujer de sociedad, y..."- la mire serio interrumpiendo a mi madre con una mirada que no admitía un comentario más, mi mirada era muy parecida a la que tenía mi padre, y con la señora Alacintye, siempre había funcionado.
- "Mamá ¿Crees que voy a casarme con la hija del hombre que traicionó a nuestra familia, dejándonos prácticamente en la banca rota? ¿Con el responsable de que mi padre muriera de agotamiento por evitar que su empresa naufragara? Llevó casi cinco años, desde que me gradué en la universidad, luchando para que el último esfuerzo de papá no haya sido en vano, para proteger la empresa familiar y de paso vengarme del malnacido de Malcon Reid, y ahora que hemos superado a Reid internacional y se encuentra en dificultades gracias a mí, después de que nos hemos convertido en un referente en el transporte aéreo y marítimo, ¿quieres que me case con la hija del cerdo que traicionó a mi padre? Dime la verdad ¿De quién fue la idea? ¿De Malcon Reid o de la elitista Susan Reid?"- le dije harto que su madre fuera tan influenciable por la esposa de su enemigo, pese a todo lo que nos había hecho esa familia, mi madre continuaba considerando a Susan Reid como su mejor amiga.
- "Sólo fue un comentario vago..."- no puede evitar interrumpirla para hacerle ver que con Malcon Reid y su mujer nada era accidental, esa manipuladora familia, vivían para ser parásitos de cualquier ser al que pudieran sacarle benéficos.
- "¿No que es extraño que ahora después de años ignorándote, mamá, de repente se interesen por casarme con la inútil de Elise?"- ante mis preguntas mi madre no pudo objetar, de todas formas, Seelie Alacintye, es el ser más bueno, y falto de toda maldad que haya conocido, nunca ve las malas intenciones.
Mi padre solía decir que él tenía toda la maldad y las intenciones más oscuras, que a mi madre el faltaba, ya que su esposa era un ángel, un maldito ser de luz que llego a su vida, dotándola de belleza, para evita que él no terminara en los infiernos, pagando por sus pecados.
Pero esta falta de maldad de su personalidad hacía que mi madre fuera la perfecta víctima, para que, personas como los Reid, se aprovecharan de su bondad.
- "Bueno sólo era una idea, tienes ya veinticinco años Finlay, deseo que te cases, que formes una familia, y que me des nietos, desde la muerte de tu padre, tengo miedo de que te ocurra lo mismo, y mueras de agotamiento, si me faltas tú, yo ya no tengo razón para seguir en este mundo."- me dijo llorosa, la señora Seelie Alacintye había pasado por mucho en poco tiempo, la verdad. Ella no se lo merecía.
- "Te prometo mamá que el día que encuentre a la mujer adecuada, esa mujer que me llené, como tú llenaste a mi padre, esa mujer que, con sólo mirarla, o estar a su lado, ya me siento completo, te aseguro que cuando eso ocurra, te prometo que no la dejaré escapar, así tenga que perseguirla hasta los confines de la tierra, o a los mismos infiernos."- le prometí haciéndola sonreír.
Lo que no sabía yo, al hacer esta promesa, era que unos años después tendría que cumplirla, y de la manera más desesperada, y totalmente desquiciante. Y sin proponerlo, de esta manera, sellé mi destino.
Hanna.
- "Mamá es la cuarta vez que llamo a el psicópata de tu hijo, y sigue ignorándome, dime la verdad, ¿Papá y tú han decidido castigarme por no contarles lo de mi matrimonio, y por eso han mandado al rey de reyes, al incontrolable Arturo, para amargarme la vida? ¿Es eso? ¿verdad?."- le pregunté a la diosa Miller desesperada.
Desde que hace dos años que Roy William Miller, CEO del grupo Miller, y mi hermano mellizo, llegó a Londres, mi vida ha sido un maldito infierno. Al principio no era muy descarado la investigación, y el acoso, al que estaba sometiendo a Walter sin él saberlo, mi marido ni conocía la existencia de mi hermano, tenía miedo de que al ser tan conocido supiera quien era él, y descubrir mi identidad, dada la forma de ser egoísta de la madre de Walter, y la poca intensidad que, hacia ese hombre de mí ante su progenitora, periferia seguir ocultando mi verdadera identidad.
Cuando me empezaron a llegar fotos de mi marido cuando saludaba, miraba a una mujer, o comía en un restaurante con una compañía femenina, a lo que, siempre que le preguntaba, Walter, tenía una excusa más que creíble, comencé a dejar de mirar las fotos, y los informes que Arturo me enviaba.
Esto sólo consiguió que ese maldito mandón, obsesivo, redoblara los esfuerzos, de lo que el denominó como "mi apertura de ojos hacia la realidad".
Bastante tenía yo con lidiar con la guerra abierta que ya tenía con mi suegra que, ya no se tapaba delante de mí, sólo delante de su hijo, a la hora de expresar sus disgustos, ante mi falta de fertilidad para concebir un hijo, y darle a la familia Patel, la oportunidad de tener un heredero para sus escasas pertenencias, que ellos denominaban como si fuera una gran fortuna.
- "Déjamelo a mí, hoy mismo lo resuelvo."- esta fue la última comunicación con mi madre.
Lógicamente, y conociendo a Arturo, tuve una queja por parte de ese gilipollas, dos horas más tarde, mientras yo trabajaba en los planos de la última restauración, que iba a sufrir la suite presidencial del Hotel Miller Place, de Dubái.
-" Ailan Caroline Miller, me da igual las veces que llames a mamá, te voy a proteger de ese cerdo, pese a ti misma, así que por mí llámala la veces que quieras, y otra cosa, sería interesante que esta noche te pasaras por el Gran Hotel Miller Continental, de seguro que te interesa, lo que veras allí"- el muy estúpido creía que me podía intimidar, ¡si estuvimos juntos en mismo vientre!, se más cosas de él, que él mismo.
- "¡Idiota! Deja de meterte en mi vida. Mira que eres pesado, Roy. Nos vemos esta noche, y espero que no sea una de tus estupideces, o sabes cómo me las gasto, y por cierto me llamo Ailan Caroline Patel, no lo olvides."- le dije para terminar de cabrearle, conocía perfectamente que, yo ya fuera una Patel, y no una Miller, hacia rabiar a sobre manera al todo poderoso CEO.
Dicho esto, supe que tendría que estar preparada, con Roy nunca se podía bajar la guardia algo me tendría preparado esta noche, para conseguir alejarme de Walter. Pero yo no lo iba a creer, tenía confianza en mi marido.
Ailan.- "¿Qué has hecho qué?"- le pregunté tras salir de la habitación donde el asistente de Roy, Gordon, me llevó, desde mi ático, a uno de los hoteles de grupo Miller, que era donde se celebraba el evento.Allí en la habitación presidencial me esperaba el idiota de Roy, y tras una de nuestras muchas discusiones sobre el hombre que ama, mi marido, al que mi hermano no aceptaba, porque dice que no me merecía, que ocultaba algo, terminamos como siempre retándonos.Así que antes de subir al ascensor que nos llevaba a la fiesta, donde Roy me había enseñado, después de que él babeara por las imágenes de una atractiva mujer con un traje rojo, que despertó el interés de mi hermano, algo raro en él, la imagen de Walter, al que yo creí de viaje de negocios, así que tuve que tragarme durante unos segundo la sorpresa y el desconcierto, pero me di cuenta que yo tampoco podía pedirle sinceridad completa, cuando yo no lo estaba siendo, así que decidí que yo confiar en él, algo debía de haber pasa
Ailan.- "¿Quién es ella?"- preguntó mi hermano cuando al bajar del ascensor nos vimos a Walter hablando con la preciosa mujer de rojo que había llamado la atención de mi hermano.Me sentí incomoda, la actitud de la preciosa mujer no denotaba un interés especial por su parte, hacia mi esposo, pero la actitud de Walter era diferente, se mostraba muy concentrado mirándola, como si ella estuviera diciéndole algo muy interesante, incluso cuando ni hablaba.- "Creo que es una de las acompañantes, que ha contratado el hotel para que se relacionen con los invitados, pertenece a una empresa de Damas de compañía."- dijo Gordon el asistente de Arturo, haciéndome sentir más tranquila, conocía las reglas de la agencia de modelos, y el sexo estaba totalmente prohibido, pero la sensación de incomodidad seguía ahí, algo estaba mal.- "¿Damas de compañía?"- la relación de mi hermano era de desagrado, al parecer no le gustaba las estrategias de márquetin de algunos hoteles de la cadena.Yo conocía las
Ailan.Mientras mi marido me abrazaba, para el mundo no había un hombre que amara más a una mujer, que como me amaba Walter a mí. Y como siempre, me sentí culpable de nuevo, algo me decía que, entre los dos, él era el que más me quería, ya que él se había entregado a mí, totalmente sin secretos, ni mentiras.En cambio, yo le mantenía oculta una parte de mi vida. Quizás, había metido la pata, quizás, yo era un estúpida, pero no podía dejarme vencer así ante el primer tropiezo desde que estábamos casados, fue por esto, y porque soy una Miller, que considera que el fracaso no estaba en mi vocabulario, que, abrazándolo, lo perdoné.Me dejé arrastrar en sus brazos hacia la habitación que tenía Walter reservada, que al contrario de lo que me había dicho Roy, y Walter me aclaró, cuando llegamos a ella, era solo para dormir en ella esa noche, ya que había asistido a ese evento, antes de viajar, para acompañar a su jefa que estaba en la fiesta, y que seguramente ahora estaba enfadada por irse
Finlay- “¿Al final te decides o no? ¿O vas a continuar en tu despacho de todo poderoso CEO, en Edimburgo? Eres el ser más raro del mundo, tienes dos compañías navieras, y tres aerolíneas comerciales, y odias viajar, y eso que vivimos en una puta isla, tienes que mirarte eso, Connor MacLeod.”- me dijo esa piedra en el zapato que llevaba arrastrando años, Oliver Duncan, uno de los dos únicos amigos que me había quedado tras que casi quebrara la compañía de mi padre, la cual tuve que sacar con mi esfuerzo con apenas veinte años. Oliver, Murray y yo habíamos estudiado juntos, y cuando la empresa de mi familia cayó en desgracia, y mi padre falleció, intentando salvarla, Oliver se impuso a su padre como el heredero de Duncan Architecture Firm, para que continuara cumpliendo los contratos que tenían con nuestra empresa, haciendo que lo transportes de materiales a las obras de esa empresa de arquitectura, que tenían por todo el mundo, continuara, ayudándome así a salir del hoyo en que había
Finlay - “Dime la verdad, ¿tu futura esposa tiene problemas mentales, o algo de eso?, ¿La drogaste para que dijera que sí? ¿Verdad?”- le dije sin salir de mi asombró. - “’ ¡Gilipollas! Llevo enamorado de esa mujer desde hace un año, y por fin la convencí, no es tan extraño. ¡Joder!”- me dijo, y supe en seguida que no se trataba de la mujer por la que él ha estado obsesionado, la segunda hija del conde Lascalles, Daisy Lascalles. Oliver siempre había enamorado de ella desde el primer día que la vio, a los ocho años, y ella tendría seis. Los Lascalles habían llegado al internando para llevar al primogénito de los Lascalles, Vermont. Oliver se quiso hacer amigo de Vermont que era dos años mayor que nosotros, para así poder conocer a esa preciosa niña de pelo dorado, y ojos marrones. Pero Vermont era un maldito esnob que sólo se trataba con los de su clase social, y pronto comenzó una guerra, que duraba hasta el día de hoy, entre esos inglesitos gilipollas, y nosotros los highlander de
Ailan. Tras una mañana de pruebas ginecológicas y analíticas, la respuesta a la última de las pruebas no la entendía del todo. Tras los resultados de la analítica que me habían hecho de mi carga hormonal, cada vez me sentía más confusa, según esa prueba tenía una carga hormonal, fuera de lo común. Caminaba cerca de la cafetería del hospital, como una zombi, cuando decidí entrar a sentarme, no me sentía bien, necesitaba algo fuerte, mejor sería un coña, pero en la cafetería de un hospital no se servía alcohol, así que me conformaría con un café cargado. Nada más entrar en la cafetería, entre tanta gente y batas blancas, alguien que reconocí, me llamó la atención, y sin pensarlo me acerqué a ella. Estaba distraída desayunando, y sólo cuando estuve casi sobre ella, levantó la vista para ver quien se había acercado a su mesa. - “Creo que nos conocemos, estabas con mi marido en esa fiesta”- le dije mientras trataba de que los nervios que me comían por dentro, y la incertidumbre no se
Ailan. - “Gracias por llamarme, eres un ángel, si no es porque te tengo de espía, o Roy a Angus, mi padre nos la hace como siempre, Connelly.”- le dije por teléfono a la hija de mi madrina, los mejores amigos de mis padres. - “Para eso estamos, ya Angus había avisado a primo Roy, pero al parecer estos viejales, se adelantan siempre a los planes que ellos mismo hacen. Si no es porque pasaba por el despacho de mi padre, mientras organizaba con tío Norman, el viaje a Londres, para que no se enterara tía Yvaine, y mi madre, esos dos revoltosos maduritos, se salen con la suya.”- me dijo Connelly Blake, una jovencita de diecisiete años, que cumpliría muy pronto dieciocho, la única hija del mejor amigo y antiguo asistente de mi padre, Jason Blake, y mi madrina y mejor amiga de mi madre, Kimberly Blake. La verdad es que este planificado control para la protección entre los hijos de las dos familias la comenzó mi hermano Roy y mi primo Angus, cuando éramos niños. Con los progenitores que te
Ailan. - “Dime la verdad Ailan ¿qué es lo que sucede?”- me dijo mi padre mientras cenábamos. Había tardado casi toda la tarde en hacerme esa pregunta, cuando yo pensaba que me lo haría desde que saliéramos del despacho de Arturo. Mi padre es un ser directo, como Roy, no le gusta irse por las ramas. Pero al parecer había cambiado de estrategia empresarial conmigo, esa tarde me llevó de compras, ya que como dijo hacía años que no mimaba a su princesa, mientras los escoltas se encargaban de protegernos, y yo no puede eludirlos, como me hubiera gustado, como había hecho estos últimos cuatro años, cuando mi identidad ha estado encubierta. Pero lógicamente si voy de comparas con unos del empresario más importante del sistema empresarial mundial, lógicamente la seguridad se da por descontada, además no quería que mi padre preguntara, pero trataba de pasar desapercibida. Si mi padre encontraba extraño que su hija mayor, fuera con gafas de sol y un gorra de lana tipo bolina, junto a un eno