Ailan.
- "¿Quién es ella?"- preguntó mi hermano cuando al bajar del ascensor nos vimos a Walter hablando con la preciosa mujer de rojo que había llamado la atención de mi hermano.
Me sentí incomoda, la actitud de la preciosa mujer no denotaba un interés especial por su parte, hacia mi esposo, pero la actitud de Walter era diferente, se mostraba muy concentrado mirándola, como si ella estuviera diciéndole algo muy interesante, incluso cuando ni hablaba.
- "Creo que es una de las acompañantes, que ha contratado el hotel para que se relacionen con los invitados, pertenece a una empresa de Damas de compañía."- dijo Gordon el asistente de Arturo, haciéndome sentir más tranquila, conocía las reglas de la agencia de modelos, y el sexo estaba totalmente prohibido, pero la sensación de incomodidad seguía ahí, algo estaba mal.
- "¿Damas de compañía?"- la relación de mi hermano era de desagrado, al parecer no le gustaba las estrategias de márquetin de algunos hoteles de la cadena.
Yo conocía las empresas que había contratado el hotel, muchos de nosotros las conocíamos, porque en ocasiones Bruno, mi jefe, lo había hecho para las fiestas de presentación de proyectos, cuando había una gran desigualdad entre invitados hombres y mujeres. Mi dulce Christine, mi asistente, me había contratado en ocasiones los servicios de acompañantes masculinos, para fiestas donde debía ir como una Miller, y debía llevar acompañante, estaba claro que no podía ir con Walter, si no quería que todo se descubriera.
Por la reacción de mi hermano él no sabía nada, o si lo sabía, sus ideas sobre este tipo de empresas eran retrogradas, y para reírme de él, por ser tan machista y cuadriculado, decidí no sacarle de sus errores, quería saber hasta dónde podía meter la pata, además de manifestarse un interés genuino por la dama de rojo, y eso era una información muy valiosa para mí, poco acostumbrada a estos gestos humanos de mi hermano.
- "¡Vaya hermanito!, ¿desde cuándo la cadena de hoteles Milton se ha vuelto tan vanguardista?"- decidí para echar más leña al fuego, además me parecía que el enfado de mi hermano era demasiado desorbitado, y creía saber quién era la responsable. –"Y papá ¿sabe esto?"- le dije metiendo más el dedo en la llaga. Adoro molestar a Arturo.
Mientras mi hermano se dedicaba discutir con Gordon sobre las nuevas estrategias de marketing de sus hoteles, yo me dedique a observar las reacciones de Walter, que no sabía que yo estaba ahí.
- "¿Desde cuándo mi marido era tan hablador, e interesante?"- pensé mientras me acercaba, algo comenzaba a preocuparme.
Normalmente nuestras conversaciones, incluso las más íntimas, consisten en que yo habló, y él accede a todo, no da sugerencias, ni me enfrenta, cuando no le gusta algo, es conformista, lo contrario que los hombres que ha habido en mi vida, como mis hermanos y mis padres, hombres fuertes, y decididos, quizás esa razón porque me sienta cómoda junto a Walter, no tengo porque mantenerme en guardia cada momento.
Durante años mi marido ha sido sometido a las órdenes de su madre, y creo que a mí me ve, cómo la ve a ella, de ahí el choque de voluntades que hay entre las dos, su madre me siente como alguien que le roba la atención de su hijo.
En un momento Roy me agarró del brazo, para continuar hacía la pareja que estaba junto al gran ventanal que daba a la terraza. Al aproximarme a ellos, la voz clara de Walter me llegó haciendo que algo golpeara con dolor en mi corazón, no podía creer que esa palabra saliera de mi tranquilo, y estable marido.
- "Y ¿quieres animarme esta noche, preciosa?, yo podría darte algunas calientes y deseables ideas."- casi me ahogue de la furia, pero aun así no podía creer que ese fuera mi Walter., nunca había sido así conmigo, eso debía de ser alguna broma. Había oído mal seguro.
- "¿Y se puede saber Patel, que ideas tienes con tu amiguita de turno?"- dijo mi hermano sacándome de mi incredulidad, y de esa sensación de que algo estaba mal en todo esto.
Al girase hacia nosotros a Walter se puso colorado, se le veía nervioso, como cuando a un niño se le pilla haciendo algo malo. Y fue esa reacción al que me dijo que quizás no eran imaginaciones mías. Algo estaba pasando. Todo se borró para mí, hasta que mi hermano estaba allí, mirando con rabia a la guapa acompañante.
- "¿Qué haces aquí, Walter?, ¿No se suponía que estabas de en la oficina? ¿y por qué te ofreces para animar a tu amiga?, ¿Has olvidado que estas casado?"- le dije y mientras la sensación de haber ido engañada comenzaba a hacer mella en la coroza que me había puesto para defender a mi marido.
Ni me di cuenta de que la acompañante se despedía alejándose de nosotros, ni que mi hermano la seguía, más bien están centrada en mirar a los ojos de un huidizo Walter, que no me sostenía la mirada, por una segundo las ganas de salir de allí se me hicieron insostenible, incluso hice un movimiento de alejarme, pero Walter me sujetó del brazo.
- "No es lo que tú estás pensando"- dijo el estúpido usando la primera frase que usa un traidor.
- "Búscate una excusa mejor estúpida, no quiero hablar contigo ahora."- le dije empujándole para alejarme de él, intentado salir de la fiesta.
Pero no llegué mi lejos, como siempre que discutíamos, que no solía ser muy a menudo, ya que mi marido eludía siempre las confrontaciones directas, Walter me abrazo desde atrás, diciéndome que me amaba que era imposible que el fuera infiel y que yo lo sabía, finalmente dijo una frase que hizo que mi intención de huir de él, alejándome para pensar que iba a hacer con esto, comenzara a tambalearse.
- "Sabes que no puedo vivir sin ti, si te alejas de mí, no tengo porque seguir viviendo, lo eres todo para mí, no haya nada más. Eres mi luz, y lo sabes, sólo hay oscuridad sin ti en mi vida."- dijo haciendo que todos no miraran, con ternura, poco a poco cedí.
En ese momento no sabía o no quería ver la verdad de bajo de todo esto, que las cosas no iban a salir como yo esperaba, ni mucho menos, quizás las señales que no supe interpretar me debieron golpear más fuerte en mi orgullo y sentido común, para que despertara, de mi sueño, que en realidad era una pesadilla, pero no fue así.
Ailan.Mientras mi marido me abrazaba, para el mundo no había un hombre que amara más a una mujer, que como me amaba Walter a mí. Y como siempre, me sentí culpable de nuevo, algo me decía que, entre los dos, él era el que más me quería, ya que él se había entregado a mí, totalmente sin secretos, ni mentiras.En cambio, yo le mantenía oculta una parte de mi vida. Quizás, había metido la pata, quizás, yo era un estúpida, pero no podía dejarme vencer así ante el primer tropiezo desde que estábamos casados, fue por esto, y porque soy una Miller, que considera que el fracaso no estaba en mi vocabulario, que, abrazándolo, lo perdoné.Me dejé arrastrar en sus brazos hacia la habitación que tenía Walter reservada, que al contrario de lo que me había dicho Roy, y Walter me aclaró, cuando llegamos a ella, era solo para dormir en ella esa noche, ya que había asistido a ese evento, antes de viajar, para acompañar a su jefa que estaba en la fiesta, y que seguramente ahora estaba enfadada por irse
Finlay- “¿Al final te decides o no? ¿O vas a continuar en tu despacho de todo poderoso CEO, en Edimburgo? Eres el ser más raro del mundo, tienes dos compañías navieras, y tres aerolíneas comerciales, y odias viajar, y eso que vivimos en una puta isla, tienes que mirarte eso, Connor MacLeod.”- me dijo esa piedra en el zapato que llevaba arrastrando años, Oliver Duncan, uno de los dos únicos amigos que me había quedado tras que casi quebrara la compañía de mi padre, la cual tuve que sacar con mi esfuerzo con apenas veinte años. Oliver, Murray y yo habíamos estudiado juntos, y cuando la empresa de mi familia cayó en desgracia, y mi padre falleció, intentando salvarla, Oliver se impuso a su padre como el heredero de Duncan Architecture Firm, para que continuara cumpliendo los contratos que tenían con nuestra empresa, haciendo que lo transportes de materiales a las obras de esa empresa de arquitectura, que tenían por todo el mundo, continuara, ayudándome así a salir del hoyo en que había
Finlay - “Dime la verdad, ¿tu futura esposa tiene problemas mentales, o algo de eso?, ¿La drogaste para que dijera que sí? ¿Verdad?”- le dije sin salir de mi asombró. - “’ ¡Gilipollas! Llevo enamorado de esa mujer desde hace un año, y por fin la convencí, no es tan extraño. ¡Joder!”- me dijo, y supe en seguida que no se trataba de la mujer por la que él ha estado obsesionado, la segunda hija del conde Lascalles, Daisy Lascalles. Oliver siempre había enamorado de ella desde el primer día que la vio, a los ocho años, y ella tendría seis. Los Lascalles habían llegado al internando para llevar al primogénito de los Lascalles, Vermont. Oliver se quiso hacer amigo de Vermont que era dos años mayor que nosotros, para así poder conocer a esa preciosa niña de pelo dorado, y ojos marrones. Pero Vermont era un maldito esnob que sólo se trataba con los de su clase social, y pronto comenzó una guerra, que duraba hasta el día de hoy, entre esos inglesitos gilipollas, y nosotros los highlander de
Ailan. Tras una mañana de pruebas ginecológicas y analíticas, la respuesta a la última de las pruebas no la entendía del todo. Tras los resultados de la analítica que me habían hecho de mi carga hormonal, cada vez me sentía más confusa, según esa prueba tenía una carga hormonal, fuera de lo común. Caminaba cerca de la cafetería del hospital, como una zombi, cuando decidí entrar a sentarme, no me sentía bien, necesitaba algo fuerte, mejor sería un coña, pero en la cafetería de un hospital no se servía alcohol, así que me conformaría con un café cargado. Nada más entrar en la cafetería, entre tanta gente y batas blancas, alguien que reconocí, me llamó la atención, y sin pensarlo me acerqué a ella. Estaba distraída desayunando, y sólo cuando estuve casi sobre ella, levantó la vista para ver quien se había acercado a su mesa. - “Creo que nos conocemos, estabas con mi marido en esa fiesta”- le dije mientras trataba de que los nervios que me comían por dentro, y la incertidumbre no se
Ailan. - “Gracias por llamarme, eres un ángel, si no es porque te tengo de espía, o Roy a Angus, mi padre nos la hace como siempre, Connelly.”- le dije por teléfono a la hija de mi madrina, los mejores amigos de mis padres. - “Para eso estamos, ya Angus había avisado a primo Roy, pero al parecer estos viejales, se adelantan siempre a los planes que ellos mismo hacen. Si no es porque pasaba por el despacho de mi padre, mientras organizaba con tío Norman, el viaje a Londres, para que no se enterara tía Yvaine, y mi madre, esos dos revoltosos maduritos, se salen con la suya.”- me dijo Connelly Blake, una jovencita de diecisiete años, que cumpliría muy pronto dieciocho, la única hija del mejor amigo y antiguo asistente de mi padre, Jason Blake, y mi madrina y mejor amiga de mi madre, Kimberly Blake. La verdad es que este planificado control para la protección entre los hijos de las dos familias la comenzó mi hermano Roy y mi primo Angus, cuando éramos niños. Con los progenitores que te
Ailan. - “Dime la verdad Ailan ¿qué es lo que sucede?”- me dijo mi padre mientras cenábamos. Había tardado casi toda la tarde en hacerme esa pregunta, cuando yo pensaba que me lo haría desde que saliéramos del despacho de Arturo. Mi padre es un ser directo, como Roy, no le gusta irse por las ramas. Pero al parecer había cambiado de estrategia empresarial conmigo, esa tarde me llevó de compras, ya que como dijo hacía años que no mimaba a su princesa, mientras los escoltas se encargaban de protegernos, y yo no puede eludirlos, como me hubiera gustado, como había hecho estos últimos cuatro años, cuando mi identidad ha estado encubierta. Pero lógicamente si voy de comparas con unos del empresario más importante del sistema empresarial mundial, lógicamente la seguridad se da por descontada, además no quería que mi padre preguntara, pero trataba de pasar desapercibida. Si mi padre encontraba extraño que su hija mayor, fuera con gafas de sol y un gorra de lana tipo bolina, junto a un eno
Ailan. - “¡Robin, Amelia! , ¿quieren dejar de buscarse entre los dos? ¡Malditos, niñatos pesados!”- me queje, durante el trayecto que hicimos toda la familia, a la mansión de Arturo, que estos días se convertiría en la sede central del imperio Miller. Mis dos hermanos, los menores, como toda una hermana mayor que adora a sus hermanos, y que siempre los vería así, pequeños, a pesar de que ellos ya no eran niños. En el caso de la nada femenina y decidida de Amelia Earhart, que en realidad se llama Amelia Paula Miller, tenía veintiún años. En el caso del enano terrorista de Robin Hood, o mejor dicho Marcus Philip Miller, tenía dieciocho años de edad. Pero como siempre, eran insoportables cuando estaban juntos. - “¡Eh, Wendy! que a ti no te guste crecer, no se nos aplica a nosotros, ¡Ni que fuéramos los niños perdidos, no te fastidia!”- se quejó Robin sacándome la lengua demostrando que muy maduro no era la verdad. Ese enano, me sacaba más de media cabeza, iba a ser tan alto como Roy y
Ailan. En la clínica me hicieron varios tratamientos, uno para bajar mis niveles hormonales y regular mis ciclos menstruales, el otro para aumentar la productividad y maduración de mis óvulos, durante esas dos semanas se trató mi salud, y también me sirvieron para recoger las pruebas que los detectives contratados pudieran reunir contra la madre de Walter. No me podía creer lo que descubrí sobre la verdadera razón por lo que la madre Walter me había estado dando esas sustancias, que consisten en una mezcla de anticonceptivos y drogas que provocaban la esterilidad en las mujeres, según habían descubierto en la clínica, tras varios estudios. Esa maldita loca desquiciada, lo hizo para ocultar una verdad más increíble, que ni siquiera tenía que ver conmigo. Al parecer, cuando Walter era un niño, por una negligencia de su niñera, sufrió paperas, que lo dejaron estéril, afectando a la movilidad de su esperma. Esta era una enfermedad que la zorra de Evelyn ocultó a su hijo, y a su mari