Ailan.
Mientras mi marido me abrazaba, para el mundo no había un hombre que amara más a una mujer, que como me amaba Walter a mí. Y como siempre, me sentí culpable de nuevo, algo me decía que, entre los dos, él era el que más me quería, ya que él se había entregado a mí, totalmente sin secretos, ni mentiras.
En cambio, yo le mantenía oculta una parte de mi vida. Quizás, había metido la pata, quizás, yo era un estúpida, pero no podía dejarme vencer así ante el primer tropiezo desde que estábamos casados, fue por esto, y porque soy una Miller, que considera que el fracaso no estaba en mi vocabulario, que, abrazándolo, lo perdoné.
Me dejé arrastrar en sus brazos hacia la habitación que tenía Walter reservada, que al contrario de lo que me había dicho Roy, y Walter me aclaró, cuando llegamos a ella, era solo para dormir en ella esa noche, ya que había asistido a ese evento, antes de viajar, para acompañar a su jefa que estaba en la fiesta, y que seguramente ahora estaba enfadada por irse sin comunicárselo, ya que estaba resolviendo tratos de negocios, pero mañana ya hablaría con ella.
Esa noche mi marido me hizo el amor, hacía ya meses que no lo hacíamos. Tengo que decir, que, en esto, tengo un secreto que yo sólo me guardo para mí, y nadie sabe, incluido mi madre. Además, el sexo entre nosotros no fue diferente, e incluso creo que, con cualquier hombre, ya que Walter es el único que he estado, es algo que yo no me gusta, de hecho, no lo echo sin practicarlo, por los abundantes viajes de Walter.
La verdad es que debo reconocer que no soy buena en esto, no me relajo del todo, y en ocasiones es doloroso, soso y aburrido, sé que el problema es mío, no soy una buena mujer para Walter. Primero no me quedo embarazada, y segundo no disfruto del sexo como sería lo normal. Estoy pensando visitar a un médico para que me diga si tengo algún problema de frigidez y fertilidad.
Cuando Walter finalmente terminó, como siempre, se durmió rápido, y yo me quedé pensando, que todo era debido a que yo no me sentía bien conmigo misma, al no contarle a mi marido, a el hombre que amo, con el que estoy compartiendo mi vida, toda la verdad sobre mí, y es por eso no me entrego totalmente. Decidí pensar sobre ello, y cuando volviera del viaje, hablarlo con él, tenía que dejar de sentirme culpable, incluso le iba proponer que viviéramos juntos, los dos solos, en el ático, y así alejarlo de su controladora madre. Además, iba a ir a un médico, desde que pudiera, para resolver mi problema.
Me llené de miles de promesas, que pensaba cumplir, además tenía tiempo, los viajes de Walter solían durar semanas, incluso meses, la empresa para la que trabajaba, y su jefa le exigían mucho. Pero yo siempre lo iba apoyar.
Narrador.
A la mañana siguiente antes de que despertara a su esposa, Walter Patel salió en silencio y con cuidado, de la habitación. Por desgracia había desperdiciado esa habitación con su mujer, alguien que le hubiera salido mucho más barato con el que tener sexo, si lo hubiera hecho en su casa, en su habitación, además tener sexo con Ailan no era divertido, era más bien una acto rutinario, casi mecánico, no es que su esposa no fuera atractiva y deseable, al contrario, por eso se casó con ella, la amaba a su manera, pero desde pequeño, su padre, le enseñó que un hombre tenía sus necesidades, y que su esposa era sólo para tener hijos, no podía irrespetarla con ciertos deseos, que él podría obtener en otro lado, con profesionales.
A Patel le gustaría que su esposa fuera como su madre, que dejara de trabajar y se dedicara a traer hijos a este mundo, y criarlos, aunque por un lado él tampoco cumplía muy a menudo como para que su esposa quedara embarazada, y, por otra parte, la buena vida que él se estaba llevando desde que se casó con Ailan, gracias al sueldo que ella le entregaba rigurosamente todos lo meses, le facilitaba mucho la vida que estaba llevando ahora.
Walter, no trabajaba, llegó a un acuerdo con su antigua jefa, que era su amante. Melody Smith era una mujer casada que odiaba a su marido, del cual no se podía divorciar, porque, debido a que no habían hecho un acuerdo prenupcial, ese hombre mentiroso, mujeriego y vividor, se quedaría con la mitad de sus posesiones.
El pacto que habían hecho Patel y su exjefa consistía en que él le satisfacía todas sus perversiones sexuales, que era muy diversas, y abarcaban de todo tipo de prácticas, en especial la dominación, donde su jefa era la sumisa de Patel. Esta doble vida, del marido de Ailan, nadie la conocían, y si alguien lo sabían, no conocía la verdadera realidad de todo, cuan de profundo era el lado oscuro de Walter Patel, que solía disfrutar golpeando y dominado a una mujer.
Antes de dejar el hotel para acompañar a su jefa, tuvo que escuchar sus quejas ya que estaba molesta. La presidenta de Smith Industries, Melody Smith, se había enfadado, porque su subalterno no había ido a su habitación a azotarla, para luego someterla con dolor. Walter tuvo que calmarla contándole que casi los descubrió su mujer, incluso tuvo que controlarla para que lo perdonara, él sabía que, en el Jet privado de Melody, tendría que cumplir su trato, lo estaba deseando, el sexo con su esposa era rutinario, nada apetecible, pero era normal, era una esposa, y así debía de ser.
Dejó la cuenta de habitación del hotel para que la pagara Ailan, como castigo por no cumplir su parte del trato, que no era otro que permanecer en su lugar como una amante y devota esposa, callada, que se concentraba en darle hijos, esperaba que tras esa noche esa mujer se hubiera quedado embarazada de una vez, y así él tener tiempo de seguir cumpliendo con su papel, con su jefa, mientras Ailan cuidaba a sus hijos en casa.
-"¿No te gustó que tu esposa te visitara anoche, amo?"- dijo Melody mientras acariciaba la entrepierna a Walter en la limusina de camino a el aeropuerto privado de Jet.
-"¿Quién te ha dado permiso para tocarme? Retira tu mano de ahí, ahora, y no hable de mi esposa, lo tienes prohibido."- le dijo Patel golpeándole la cara, con la palma abierta, haciendo que Melody, cayera hacia atrás gimiendo de placer.
-"Lo siento amo, debo ser castigada, por mi atrevimiento."- le dijo la otra agachando la cabeza en señal de sumisión.
-"Una vez en el aire, ya sabes lo que tienes que hacer, te espero, en la habitación , y no quiero que hables, ni un solo gemido, o el castigo será aún más doloroso"- le dijo Patel sin mirarla, sintiéndose fuerte, y seguro de sí mismo, mientras una sonrisa de anticipación por el dolor que iba a recibir, hizo que Melody temblara de placer.
A Patel le gusta comportarse así, durante toda su vida, había sido controlado por una mujer primero su madre, y luego su esposa, que en cierta forma, sin ser tan obsesiva como su m*****a madre, con esa forma de ser tan fuerte y decidida, tan diferente a la suya, lo hacía sentir inseguro, sólo con Melody podía ser el mismo, no la amaba, pero tampoco le hacía falta, era la sensación de poder y dominación lo que buscaba de ella, él sabía que amaba a Ailan, era su mujer, la futura madre de sus hijos.
Antes de subir al jet, se acordó de la reciente aparición del hermano mellizo de Ailan, ese maldito podía dificultar las cosas, si como hoy, intentaba hacerle abrir los ojos a su esposa. Así que decidió que durante una temporada no pasaría por casa, convencería a su manera a Melody para viajar por todo el mundo, mientras ella realizaba sus negocios, él sabría compensarla muy bien, el favor.
Finlay- “¿Al final te decides o no? ¿O vas a continuar en tu despacho de todo poderoso CEO, en Edimburgo? Eres el ser más raro del mundo, tienes dos compañías navieras, y tres aerolíneas comerciales, y odias viajar, y eso que vivimos en una puta isla, tienes que mirarte eso, Connor MacLeod.”- me dijo esa piedra en el zapato que llevaba arrastrando años, Oliver Duncan, uno de los dos únicos amigos que me había quedado tras que casi quebrara la compañía de mi padre, la cual tuve que sacar con mi esfuerzo con apenas veinte años. Oliver, Murray y yo habíamos estudiado juntos, y cuando la empresa de mi familia cayó en desgracia, y mi padre falleció, intentando salvarla, Oliver se impuso a su padre como el heredero de Duncan Architecture Firm, para que continuara cumpliendo los contratos que tenían con nuestra empresa, haciendo que lo transportes de materiales a las obras de esa empresa de arquitectura, que tenían por todo el mundo, continuara, ayudándome así a salir del hoyo en que había
Finlay - “Dime la verdad, ¿tu futura esposa tiene problemas mentales, o algo de eso?, ¿La drogaste para que dijera que sí? ¿Verdad?”- le dije sin salir de mi asombró. - “’ ¡Gilipollas! Llevo enamorado de esa mujer desde hace un año, y por fin la convencí, no es tan extraño. ¡Joder!”- me dijo, y supe en seguida que no se trataba de la mujer por la que él ha estado obsesionado, la segunda hija del conde Lascalles, Daisy Lascalles. Oliver siempre había enamorado de ella desde el primer día que la vio, a los ocho años, y ella tendría seis. Los Lascalles habían llegado al internando para llevar al primogénito de los Lascalles, Vermont. Oliver se quiso hacer amigo de Vermont que era dos años mayor que nosotros, para así poder conocer a esa preciosa niña de pelo dorado, y ojos marrones. Pero Vermont era un maldito esnob que sólo se trataba con los de su clase social, y pronto comenzó una guerra, que duraba hasta el día de hoy, entre esos inglesitos gilipollas, y nosotros los highlander de
Ailan. Tras una mañana de pruebas ginecológicas y analíticas, la respuesta a la última de las pruebas no la entendía del todo. Tras los resultados de la analítica que me habían hecho de mi carga hormonal, cada vez me sentía más confusa, según esa prueba tenía una carga hormonal, fuera de lo común. Caminaba cerca de la cafetería del hospital, como una zombi, cuando decidí entrar a sentarme, no me sentía bien, necesitaba algo fuerte, mejor sería un coña, pero en la cafetería de un hospital no se servía alcohol, así que me conformaría con un café cargado. Nada más entrar en la cafetería, entre tanta gente y batas blancas, alguien que reconocí, me llamó la atención, y sin pensarlo me acerqué a ella. Estaba distraída desayunando, y sólo cuando estuve casi sobre ella, levantó la vista para ver quien se había acercado a su mesa. - “Creo que nos conocemos, estabas con mi marido en esa fiesta”- le dije mientras trataba de que los nervios que me comían por dentro, y la incertidumbre no se
Ailan. - “Gracias por llamarme, eres un ángel, si no es porque te tengo de espía, o Roy a Angus, mi padre nos la hace como siempre, Connelly.”- le dije por teléfono a la hija de mi madrina, los mejores amigos de mis padres. - “Para eso estamos, ya Angus había avisado a primo Roy, pero al parecer estos viejales, se adelantan siempre a los planes que ellos mismo hacen. Si no es porque pasaba por el despacho de mi padre, mientras organizaba con tío Norman, el viaje a Londres, para que no se enterara tía Yvaine, y mi madre, esos dos revoltosos maduritos, se salen con la suya.”- me dijo Connelly Blake, una jovencita de diecisiete años, que cumpliría muy pronto dieciocho, la única hija del mejor amigo y antiguo asistente de mi padre, Jason Blake, y mi madrina y mejor amiga de mi madre, Kimberly Blake. La verdad es que este planificado control para la protección entre los hijos de las dos familias la comenzó mi hermano Roy y mi primo Angus, cuando éramos niños. Con los progenitores que te
Ailan. - “Dime la verdad Ailan ¿qué es lo que sucede?”- me dijo mi padre mientras cenábamos. Había tardado casi toda la tarde en hacerme esa pregunta, cuando yo pensaba que me lo haría desde que saliéramos del despacho de Arturo. Mi padre es un ser directo, como Roy, no le gusta irse por las ramas. Pero al parecer había cambiado de estrategia empresarial conmigo, esa tarde me llevó de compras, ya que como dijo hacía años que no mimaba a su princesa, mientras los escoltas se encargaban de protegernos, y yo no puede eludirlos, como me hubiera gustado, como había hecho estos últimos cuatro años, cuando mi identidad ha estado encubierta. Pero lógicamente si voy de comparas con unos del empresario más importante del sistema empresarial mundial, lógicamente la seguridad se da por descontada, además no quería que mi padre preguntara, pero trataba de pasar desapercibida. Si mi padre encontraba extraño que su hija mayor, fuera con gafas de sol y un gorra de lana tipo bolina, junto a un eno
Ailan. - “¡Robin, Amelia! , ¿quieren dejar de buscarse entre los dos? ¡Malditos, niñatos pesados!”- me queje, durante el trayecto que hicimos toda la familia, a la mansión de Arturo, que estos días se convertiría en la sede central del imperio Miller. Mis dos hermanos, los menores, como toda una hermana mayor que adora a sus hermanos, y que siempre los vería así, pequeños, a pesar de que ellos ya no eran niños. En el caso de la nada femenina y decidida de Amelia Earhart, que en realidad se llama Amelia Paula Miller, tenía veintiún años. En el caso del enano terrorista de Robin Hood, o mejor dicho Marcus Philip Miller, tenía dieciocho años de edad. Pero como siempre, eran insoportables cuando estaban juntos. - “¡Eh, Wendy! que a ti no te guste crecer, no se nos aplica a nosotros, ¡Ni que fuéramos los niños perdidos, no te fastidia!”- se quejó Robin sacándome la lengua demostrando que muy maduro no era la verdad. Ese enano, me sacaba más de media cabeza, iba a ser tan alto como Roy y
Ailan. En la clínica me hicieron varios tratamientos, uno para bajar mis niveles hormonales y regular mis ciclos menstruales, el otro para aumentar la productividad y maduración de mis óvulos, durante esas dos semanas se trató mi salud, y también me sirvieron para recoger las pruebas que los detectives contratados pudieran reunir contra la madre de Walter. No me podía creer lo que descubrí sobre la verdadera razón por lo que la madre Walter me había estado dando esas sustancias, que consisten en una mezcla de anticonceptivos y drogas que provocaban la esterilidad en las mujeres, según habían descubierto en la clínica, tras varios estudios. Esa maldita loca desquiciada, lo hizo para ocultar una verdad más increíble, que ni siquiera tenía que ver conmigo. Al parecer, cuando Walter era un niño, por una negligencia de su niñera, sufrió paperas, que lo dejaron estéril, afectando a la movilidad de su esperma. Esta era una enfermedad que la zorra de Evelyn ocultó a su hijo, y a su mari
Ailan. - “¿Enserio que vas a ir vestida así a la fiesta, Wendy?”- me dijo mi hermano al bajarse de la limusina al verme salir de mi edificio, cuando el chofer de Roy me abrió la puerta del vehículo No hacía falta que el viniera a recogerme, ya que entre mi ático y el suyo podíamos ir caminando, ya que los edificios estaban casi juntos, solo los separaban la plaza con jardín entre los modernos edificios, frente al rio. El uso de esta hermosa zona natural y abierta era exclusivo, de uso común y privado, de los inquilinos de los dos edificios. - “¿Qué problema hay con este precioso vestido, obispo Roy?”- le dije burlándome de él, esperando que empezara con sus tonterías de rígido puritano, controlador. - “¿Que es demasiado sexy?”- dijo Arturo con una expresión que daba a entender que, para él, la palabra sexy, referida a una de sus hermanas, era algo que no podía ir en una misma frase. Para mis hermanos, nosotras, sus hermanas, incluido yo que estaba casada, éramos como las monjas de