Capítulo 472
La incomodidad de José fue solo un momento. Rápidamente recobró su expresión serena, sin mostrar emociones: —Sí, vine con Santiago. Aprovechamos para echar un vistazo.

Olaia, con un vestido rojo que destacaba su piel de porcelana, miró con cierta pereza hacia afuera: —¿Y Santiago?

Desde aquella noche en el cumpleaños de Mateo, Santiago no paraba de enviar los mensajes:

[¿Te gusta este bolso?]

[¿Qué opinas de este collar?]

[¿Salimos a tomar algo?]

Sus intenciones eran claras, y Olaia no era ninguna ingenua. Con una sola mirada, ya sabía lo que él quería.

—Olaia, —dijo José, que normalmente no se metía en asuntos ajenos, pero esta vez la advirtió—. Santiago está interesado en ti, pero no te conviene.

Olaia arqueó una ceja, sorprendida.

'No te conviene' no es lo mismo que 'tú no le convienes a él'.

Parecían lo mismo, pero el matiz era completamente diferente. Al menos, para Olaia, esas palabras no llevaban el tono arrogante de los ricos.

Sonrió: —¿No está mal hablar así de tu amigo?

José
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