Capítulo 477
Las palabras de Mateo, una a una, recorrieron mi oído como una corriente eléctrica, llegando hasta lo más profundo de mi corazón.

Solté un largo suspiro, finalmente entendiendo la razón de su cambio de humor al mediodía.

Mateo notó mi alivio y preguntó: —¿Por qué suspiras?

—¿Y todavía lo preguntas?

Le pellizqué la cintura y, con tono de reproche, le dije: —Al mediodía, mientras tomabas la sopa, tu actitud cambió de repente. ¡Me diste un buen susto!

Mateo se quedó un poco sorprendido y, en voz baja, preguntó: —¿Por qué no me lo dijiste en ese momento?

—Yo...

Apreté mis manos. Poco a poco, bajo el efecto de su amor, comencé a reencontrarme conmigo misma, dejando atrás el miedo y la incomodidad por orgullo. Lo miré a los ojos y confesé: —Tenía miedo, Mateo. Hace tanto que no recibo algo verdadero que a veces me siento insegura.

Apenas terminé de hablar, su mano acarició mi cabeza. Mateo se inclinó hacia mí, y con una mirada llena de ternura y un toque de resignación, me dijo:

—Tranquila,
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