Capítulo 479
Después de aterrizar, tomó un taxi y se dirigió directamente al hotel donde se hospedaba Yolanda.

Dejó su equipaje en la habitación contigua y pensó en dormir un poco antes del amanecer, pero no podía tranquilizarse.

Acostado en la cama, la inquietud lo llevó a levantarse y llamar a la puerta de la habitación de al lado.

El sonido resonó en el silencio del pasillo, interrumpiendo la calma.

Yolanda, molesta por haber sido despertada en un país extranjero, preguntó con voz temerosa: —¿Quién es?

Sebastián respondió con firmeza: —Soy yo.

...

Tras un breve silencio, la puerta se abrió. Yolanda, con los ojos entrecerrados y confundida, se frotó los ojos y preguntó: —¿Sebastián? ¿Qué haces aquí?

La mujer, que normalmente tenía una expresión seductora, lucía desorientada, con un tirante del sujetador deslizándose por el hombro y el otro cayendo flojamente sobre su brazo.

Sebastián le acomodó el tirante: —¿Por qué vuelves a usar tirantes?

...

Yolanda, de repente más alerta, lo miró con enfado:
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