Capítulo 475
—Mateo no ha tenido problemas —dijo Antonio.

—¿Seguro? —preguntó Lola, desconcertada.

—Sí.

—Entonces es más extraño.

—Mateo acaba de llamarme y su voz sonaba rara. ¿Dónde estás?

—… En el Grupo Vargas.

—¿No estabas de viaje? ¿Por qué volviste antes?

Lola cambió repentinamente de tono: —¿No le habrás dicho a Mateo que lo que pasó la última vez fue intencionado por mí?

Antonio sintió un escalofrío. Ya no sabía qué responder.

Lo había hecho lo mejor que pudo.

Lola quería seguir hablando, pero la llamada se cortó.

Al entrar en la oficina del presidente, lo primero que vio fue a Antonio arrodillado en el suelo.

Su corazón dio un vuelco.

Mateo, apoyado en el escritorio, la miró con desdén, pero no dijo nada humillante. Simplemente le habló con frialdad: —La sucursal de Innovatica en los países nórdicos necesita un subdirector. Cuando termines tu trabajo aquí, ve y asume el puesto.

Las piernas de Lola flaquearon.

Ir a los países nórdicos significaba que ya no sería la mano derecha de Mateo.

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