Capítulo 467
Al abrir la puerta, me encontré con un hombre desconocido.

Vestía un traje de chaleco impecable, era alto y esbelto, y llevaba un abrigo oscuro en el brazo.

Parecía tener poco más de treinta años, pero su porte era solemne y enigmático, como el de un hombre mayor.

No lo reconocía, así que me quedé un momento confundida: —Hola, ¿a quién busca?

—Hola —respondió con una leve inclinación de cabeza—. Busco a Diego.

—¿Diego? —mi mente quedó en blanco por un segundo, pero rápidamente reaccioné.

—Sí.

—¿Y usted es...?

—Soy su padre, Sebastián García.

—Ah, claro.

Su tono de voz era formal, lo que coincidía con la breve descripción que Diego me había dado de su padre: un viejo anticuado.

Sebastián no intentó mirar dentro de la casa, mantuvo la mirada fija en mis ojos: —Hoy es el día de la comida familiar de los García. He venido a recogerlo.

Según sabía, los García eran una de las tres familias más poderosas, junto a los Vargas y los Hernández, pero siempre habían sido los más discretos y complej
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