Por la noche, tras ducharme, mientras me aplicaba los productos para la piel, le insistía a Diego que se fuera a dormir.Olaia entró, incrédula: —¡Vera está en tendencias!Me puse un poco de tónico y le respondí: —Lo raro sería que no lo estuviera.Ser hija de Eloy traía consigo un gran revuelo mediático.La mayoría no sabía que Vera estuvo perdida. Pensaban que Eloy la protegió durante más de veinte años, sin permitir que el público interfiriera en su vida.Ahora que apareció en un programa, la curiosidad por ella era enorme.—Pero el contenido es raro —dijo Olaia, pasándome el celular—. Mira esto, todos la alaban como si fuera perfecta. Que si hermosa por fuera y por dentro, bella pero tonta... están elevando a Vera a los cielos.[Vera es tan encantadora][Vera gana más seguidores][La hija de Eloy, la hermanita de la nación]Tomé el celular y noté que varios trending topics estaban inundados con su nombre.Con un solo avance del programa, ya había alcanzado el nivel de las grandes e
Al abrir la puerta, me encontré con un hombre desconocido.Vestía un traje de chaleco impecable, era alto y esbelto, y llevaba un abrigo oscuro en el brazo.Parecía tener poco más de treinta años, pero su porte era solemne y enigmático, como el de un hombre mayor.No lo reconocía, así que me quedé un momento confundida: —Hola, ¿a quién busca?—Hola —respondió con una leve inclinación de cabeza—. Busco a Diego.—¿Diego? —mi mente quedó en blanco por un segundo, pero rápidamente reaccioné.—Sí.—¿Y usted es...?—Soy su padre, Sebastián García.—Ah, claro.Su tono de voz era formal, lo que coincidía con la breve descripción que Diego me había dado de su padre: un viejo anticuado.Sebastián no intentó mirar dentro de la casa, mantuvo la mirada fija en mis ojos: —Hoy es el día de la comida familiar de los García. He venido a recogerlo.Según sabía, los García eran una de las tres familias más poderosas, junto a los Vargas y los Hernández, pero siempre habían sido los más discretos y complej
Diego saltó de emoción y me plantó un beso en la mejilla: —¡Tía, eres la mejor!Después corrió hacia el ascensor y se lanzó a los brazos de su papá.Sebastián lo cargó, se acercó y me devolvió el móvil con una leve inclinación de cabeza: —Ya hablé con Yolanda, así que me llevo a Diego.—¡Tía, me voy! —dijo Diego lanzándome un beso volado—. Pero no te preocupes, volveré antes de que oscurezca.¿Volverás?Lo miré sorprendida, y hasta Sebastián frunció levemente el ceño, pero no dijo nada.Le acaricié la cabeza: —Haz caso a tus padres.—¡Sí! —Diego asintió con fuerza.—Bueno, señorita Lamberto, nos retiramos. Perdón por la molestia —añadió Sebastián con cortesía.—No, no te preocupes —respondí.Aunque por alguna razón, la presencia de Sebastián me transmitía una fuerte sensación de autoridad....Sebastián entró al ascensor con Diego en brazos y le preguntó con calma: —No vas a quedar en casa esta noche, ¿quieres volver aquí?—SÍ.—¡Papá, tienes que llevarme de regreso! —dijo Diego, colga
Diego escuchaba atentamente, con los labios apretados, conteniendo la emoción.¡Papá iba a buscar a mamá!Si se esforzaba lo suficiente, nadie podría convertirse en su padrastro....En el set de grabación.El equipo del programa había alquilado parcelas donde los lugareños cultivaban arroz, maíz y otros productos.Después de almorzar, el director repartió las tarjetas de tarea: cosechar arroz.El tiempo era limitado y la tarea exigente.Todos los invitados debían participar.Vera, algo desconcertada, miró a Lucía y le susurró: —¿Puedo no ir?El arrozal estaba lejos de las casas donde se alojaban, y temía que alguien aprovechara para entrar en su habitación.Lucía, veterana del mundo del espectáculo, podría haberle ofrecido una excusa perfecta para que ella se quedara aquí, pero solo le dio una palmada en el hombro.—¿Te sientes mal? Puedo pedir que te lleven al hospital.—¡No, no hace falta! —respondió rápidamente Vera.Esa opción la alejaría aún más y podría ganarse la reputación de
Después de que ella bajó del coche, conduje directamente a la Empresa Innovatica.Estaba muy cerca, llegué en unos minutos.Al salir del ascensor, me acerqué a la recepción: —Hola, busco al señor Vargas.—¿Tiene cita? —preguntó la recepcionista.—No —respondí con una sonrisa, evitando incomodarla—. Dame un segundo, lo llamaré.Estaba a punto de sacar mi celular cuando una voz femenina interrumpió—¿Qué pasa aquí?La recepcionista respondió: —Lola, ella busca al señor Vargas, pero no tiene cita.—¿Al señor Vargas?La mujer frunció el ceño con curiosidad. Al girarme para mirarla, vi algo en su mirada que desapareció demasiado rápido: — ¿Quién eres? Conozco a todos los cercanos al señor Vargas, y no te he visto antes.Sus palabras me resultaron molestas, así que le respondí en tono frío.—Soy Delia. ¿Acaso necesitas aprobar a las personas que ve tu jefe?—No, no es eso, —dijo con un tono neutro—. Solo me sorprende, nunca he oído a Mateo hablar de ti. Como una de sus personas de confianza,
Asentí: —Sí.—Entendido.Mateo hizo una pausa breve, con una sonrisa en la voz, y sugirió suavemente: —¿Quieres que vaya a buscarte?Aunque estaba algo molesta, al escucharlo se me pasó el enfado:—No hace falta, tengo auto. Pero primero tengo que hablar con Olaia, puede que tenga que ver la tienda antes de ir a verte.Apenas terminé de decir esto, me llamó Olaia. Rápidamente le dije a Mateo: —Hablamos luego, voy a contestar a Olaia.Al descolgar, escuché la alegre voz de Olaia: —Delia, ¿ya estás en camino?Sonreí: —Estoy por salir.Con tono travieso, soltó una risa:—¿No prefieres quedarte un poco más con tu novio?Reí: —¿Qué pasó?Olaia suspiró: —La empresa de reformas no es buena, ya concerté una cita con otra. Si vienes ahora, solo te aburrirías esperando.—Bien —respondí sin dudar—, ¿entonces gracias?—¿Gracias? ¡Con el sueldo y las acciones que tengo, cualquiera me envidiaría! —dijo riendo.De repente, notó algo y exclamó: —¡Delia! No me digas que ya querías llegar tarde.Arranqu
La incomodidad de José fue solo un momento. Rápidamente recobró su expresión serena, sin mostrar emociones: —Sí, vine con Santiago. Aprovechamos para echar un vistazo.Olaia, con un vestido rojo que destacaba su piel de porcelana, miró con cierta pereza hacia afuera: —¿Y Santiago?Desde aquella noche en el cumpleaños de Mateo, Santiago no paraba de enviar los mensajes:[¿Te gusta este bolso?][¿Qué opinas de este collar?][¿Salimos a tomar algo?]Sus intenciones eran claras, y Olaia no era ninguna ingenua. Con una sola mirada, ya sabía lo que él quería.—Olaia, —dijo José, que normalmente no se metía en asuntos ajenos, pero esta vez la advirtió—. Santiago está interesado en ti, pero no te conviene.Olaia arqueó una ceja, sorprendida.'No te conviene' no es lo mismo que 'tú no le convienes a él'.Parecían lo mismo, pero el matiz era completamente diferente. Al menos, para Olaia, esas palabras no llevaban el tono arrogante de los ricos.Sonrió: —¿No está mal hablar así de tu amigo?José
Le di un golpe mientras le gritaba, furiosa: —¡¿Quieres matarme de la vergüenza?!Mateo se rio un buen rato, pero al ver que iba en serio, rápidamente me rodeó la cintura: —Ya, ya, no te enojes. Tarde o temprano todos te conocerán.—De esta manera, tendrás entrada libre a Grupo Vargas en cualquier momento.Al escucharlo, me sentí como si me acariciaran como a una gata: —¿No podías hacerlo de otra forma?Él respondió con naturalidad: —Así es más eficiente.Me quedé sin palabras.De repente, me di cuenta de que había caído en su lógica: —¡Qué descaro! Solo estamos saliendo, ¿quién es tu esposa?—¿No quieres casarte conmigo?Mateo sonrió levemente: —¿Y si me caso con otra?—¿Cómo te atreves?Alcé la cabeza y me encontré con su mirada brillante. Bajó la vista y notó mi mano derecha, que había estado escondiendo: —¿Qué tienes ahí?—Comida para perros.....Mateo soltó una carcajada y, antes de que pudiera reaccionar, me quitó el termo que estaba ocultando. Lo abrió y, al ver el contenido, s