Vera deseaba con urgencia que Enzo encontrara una solución, aunque fuera para ganar tiempo.O…Enzo frunció el ceño y preguntó en voz baja: —¿Qué ha pasado?Tenía la intuición de que la situación no era sencilla.Vera rara vez se mostraba tan nerviosa.Se recompuso, cerró la puerta con llave y organizó sus pensamientos: —¡Eloy sospecha de mi identidad!—No...Dijo mientras sacudía la cabeza, angustiada: —¡No solo sospecha, quiere hacer una prueba de paternidad de nuevo!Al pensar en esto, admiraba mucho a Enzo.Al principio, tras ser reconocida por Eloy, había creído que todo estaba bajo control.Fue Enzo quien le recordó que siempre debía estar alerta.Incluso le había sugerido instalar micrófonos en la oficina y el dormitorio de Eloy.Por si algo sucedía y no tuviera tiempo para reaccionar.Los micrófonos los había colocado esa mañana, cuando la sirvienta salió a comprar y Eloy aún no había regresado de su carrera matutina.Lo que había escuchado momentos antes solo fue una prueba pa
Enzo deseaba esto más que Vera.Como hace dos años, Delia estaba tranquila en Solara, estudiando y recibiendo tratamiento, sin que nadie pudiera competir con su importancia para ella.No tenía que preocuparse de que alguien le quitara a Delia.Era perfecto.Sin embargo, sabía que Delia no volvería.Exhaló un suspiro pesado y desestimó la idea: —No puede ser.—Tienes un plan… seguro que lo tienes…Vera sabía que Enzo era implacable.Si él quería, ¡Delia podría desaparecer!Al oír esto, Enzo se mostró sorprendido: —¿Qué plan tengo?—Haz que…Los oscuros pensamientos de Vera emergieron, pero sabía que Enzo estaba encariñado con esa perra Delia.Finalmente, tras un momento de balbuceos, dijo: —¡Enciérrala! O… busca la forma de atarla…—¡Imposible!Las venas de Enzo se marcaron por la ira: —Te advierto, guarda esos pensamientos. Mientras ella esté en la Ciudad de Porcelana, asegúrate de que esté a salvo. Si ocurre un problema como el de la última cena, sea o no tu culpa, seré el primero en
A la mañana siguiente.Desperté entre sueños y, al girar, toqué algo que no debería estar ahí.No era un objeto.Era una persona.Me desperté de golpe al darme cuenta de que alguien me abrazaba, y el dueño de ese abrazo…Me miraba con ternura, como si quisiera agotar toda su dulzura:—¿Despertaste?Su voz sonaba un poco rasposa.A medida que los recuerdos de la noche anterior regresaban, me sentí algo avergonzada. Sin embargo, decidí abrazarlo y acurrucarme más en su pecho, justificándome: —No he despertado, todavía quiero dormir.Esa noche había disfrutado de un sueño profundo, algo que no experimentaba desde hacía tiempo.Era reconfortante y sin sueños.Mateo levantó una ceja, perezosamente: —¿Qué pasa?—Nada.Froté mi cabeza contra su pecho, el fresco aroma a menta me despejó un poco.Él soltó una risita: —¿Estás feliz?—Por supuesto.Le miré a los ojos y le di un beso en la mandíbula: —Le pertenecía, y me sentía feliz por ello.Estaba dispuesta a pertenecerle.Mateo se sorprendió un
El aire se tornó en un instante de silencio.Enzo no parecía sorprendido, con una cálida sonrisa: —He oído, felicidades.Luego miró a Mateo: —Delia ha sufrido mucho. Espero que, al estar contigo, ella sea más feliz.—Si no, como su mejor amigo, no me quedaré de brazos cruzados.Pensé que el ambiente podría volverse tenso.Aunque Enzo me prometió que solo seríamos amigos, los adultos podían notar cuándo alguien había dejado de esperar.En estos dos años, ya no tocó el tema de las relaciones, pero su preocupación diaria no podía ser falsa.Sin embargo, si él no lo mencionaba, tampoco podía ser yo quien insistiera.Ahora que tenía la oportunidad de hablarlo, su reacción fue natural, lo que me hizo sentir aliviada.Olaia levantó el puño hacia Mateo: —Cuenta conmigo, señor Vargas. Delia es mi mejor amiga y, si la molestas, no me importa quién seas, no te dejaré escapar.—Si la molesto —Mateo bajó la mirada—, seré el primero en disculparme.Hice un gesto de enfado y lo amenacé: —¡¿Cómo te at
Ella había vivido en los estratos más bajos durante más de veinte años y conocía bien el tipo de personas que atraían a esos fans.Al entrar en el patio de grabación, saludó a todos sus colegas.Con la etiqueta de ser la hija de Eloy, casi todos la recibieron con gran calidez.Había cámaras fijas y productores por todas partes. Vera, algo confundida, se comportó con dulzura, proyectando la imagen de una chica dócil ante sus mayores.Además, trajo regalos para todos, incluido el equipo de dirección.Podía imaginar que, cuando el programa se emitiera, recibiría numerosos elogios.No fue hasta la noche, al entrar en su habitación y cubrirse con una prenda para evitar las cámaras, que frunció el ceño, tomó su celular y se metió en el baño para llamar a Enzo.¡No sabía cómo le estaba yendo!Enzo, sentado en la oscuridad, miraba su celular que no dejaba de sonar, frustrado. Sin embargo, Vera no se desanimó.No soportó la interrupción del celular, respondió y gritó: —¿Estás loco?Vera respiró
Por la noche, tras ducharme, mientras me aplicaba los productos para la piel, le insistía a Diego que se fuera a dormir.Olaia entró, incrédula: —¡Vera está en tendencias!Me puse un poco de tónico y le respondí: —Lo raro sería que no lo estuviera.Ser hija de Eloy traía consigo un gran revuelo mediático.La mayoría no sabía que Vera estuvo perdida. Pensaban que Eloy la protegió durante más de veinte años, sin permitir que el público interfiriera en su vida.Ahora que apareció en un programa, la curiosidad por ella era enorme.—Pero el contenido es raro —dijo Olaia, pasándome el celular—. Mira esto, todos la alaban como si fuera perfecta. Que si hermosa por fuera y por dentro, bella pero tonta... están elevando a Vera a los cielos.[Vera es tan encantadora][Vera gana más seguidores][La hija de Eloy, la hermanita de la nación]Tomé el celular y noté que varios trending topics estaban inundados con su nombre.Con un solo avance del programa, ya había alcanzado el nivel de las grandes e
Al abrir la puerta, me encontré con un hombre desconocido.Vestía un traje de chaleco impecable, era alto y esbelto, y llevaba un abrigo oscuro en el brazo.Parecía tener poco más de treinta años, pero su porte era solemne y enigmático, como el de un hombre mayor.No lo reconocía, así que me quedé un momento confundida: —Hola, ¿a quién busca?—Hola —respondió con una leve inclinación de cabeza—. Busco a Diego.—¿Diego? —mi mente quedó en blanco por un segundo, pero rápidamente reaccioné.—Sí.—¿Y usted es...?—Soy su padre, Sebastián García.—Ah, claro.Su tono de voz era formal, lo que coincidía con la breve descripción que Diego me había dado de su padre: un viejo anticuado.Sebastián no intentó mirar dentro de la casa, mantuvo la mirada fija en mis ojos: —Hoy es el día de la comida familiar de los García. He venido a recogerlo.Según sabía, los García eran una de las tres familias más poderosas, junto a los Vargas y los Hernández, pero siempre habían sido los más discretos y complej
Diego saltó de emoción y me plantó un beso en la mejilla: —¡Tía, eres la mejor!Después corrió hacia el ascensor y se lanzó a los brazos de su papá.Sebastián lo cargó, se acercó y me devolvió el móvil con una leve inclinación de cabeza: —Ya hablé con Yolanda, así que me llevo a Diego.—¡Tía, me voy! —dijo Diego lanzándome un beso volado—. Pero no te preocupes, volveré antes de que oscurezca.¿Volverás?Lo miré sorprendida, y hasta Sebastián frunció levemente el ceño, pero no dijo nada.Le acaricié la cabeza: —Haz caso a tus padres.—¡Sí! —Diego asintió con fuerza.—Bueno, señorita Lamberto, nos retiramos. Perdón por la molestia —añadió Sebastián con cortesía.—No, no te preocupes —respondí.Aunque por alguna razón, la presencia de Sebastián me transmitía una fuerte sensación de autoridad....Sebastián entró al ascensor con Diego en brazos y le preguntó con calma: —No vas a quedar en casa esta noche, ¿quieres volver aquí?—SÍ.—¡Papá, tienes que llevarme de regreso! —dijo Diego, colga