Mi abuela falleció el mismo día que se enteró de mi muerte. Abuela, después de resistir tanto tiempo, ¿ya no pudiste aguantar más? Espero que tu partida no haya sido tan dolorosa. Seguramente así fue, al menos no sufriste como papá, mamá y yo. Solo me pregunto si nos volveremos a ver después de la muerte... Papá y mamá murieron quemados, yo congelada, ¿tendré la oportunidad de ser su hija en otra vida? Al menos, supongo que no volveré a encontrarme con Fernando.Fernando se enteró de la muerte de mi abuela mientras estaba en prisión y organizó un funeral espléndido a través de terceros. Al menos ella tuvo una despedida digna. Pero nadie recordó que, de no ser por aquel incendio, ella habría sido la mayor accionista del grupo Ramos, mereciendo una partida aún más grandiosa. Sin ese fuego, yo también habría sido la querida heredera de los Ramos, con un amor hermoso y una familia feliz.Cuando arrestaron a Milena, estaba viendo un apartamento con el doctor Morales. Acababan de firmar el c
Doce días después de mi muerte, Fernando finalmente regresó a casa con Milena. Dicen que fueron a ver la aurora austral en la Antártida. Un viaje espontáneo y romántico.Milena temblaba, aparentemente aún sin recuperarse del frío antártico.—Eres tan delicada de salud y aun así insististe en ir a la Antártida. Me preocupas tanto —le reprochó Fernando.—¡Achú! —Milena estornudó acurrucada en los brazos de Fernando y, terca, contestó: ¡No me siento mal para nada! ¡Soy más fuerte de lo que crees!Fernando le pellizcó la nariz con cariño.—¡Siempre haciéndote la valiente! ¿Ya olvidaste cuando te dio fiebre por bañarte con agua fría?Hace quince días, apagué el calentador mientras Milena se bañaba, obligándola a ducharse con agua helada. Esa noche le subió la fiebre a más de cuarenta grados y casi no la cuenta.Al recordarlo, Fernando oscureció la mirada y dijo a su asistente:—Milena se quedara aquí está noche, díselo a esa mujer y que no fastidie. El asistente, quien también fue al viaj
Milena, toda caprichosa y haciendo pucheros, se negó:—No, no. Yo quiero todo nuevo—Ya, mi amor —le dijo Fernando, acariciándole el pelo—. Te compraré todo lo que quieras ¿Cómo negarle algo a mi tesoro?Milena iluminó el rostro y corrió a mi habitación.—¡Por fin puedo deshacerme de estas porquerías! —Exclamó. Los seguí arrastrando los pies.Supongo que tanto tiempo congelada me dejó los huesos hechos polvo, sin una pizca de calcio. Me dolía cada centímetro del cuerpo, supongo que el estar congelada, dejó mis huesos destrozados, tanto que se iban desparramando por el suelo. Al principio los recogía, pero luego caí en cuenta que ya estoy muerta, y no tenía caso irlos juntando. Me reí y dejé de preocuparme por eso.—Mi amor —le preguntó Milena a Fernando con voz melosa—, si un día me escapo de casa, ¿vendrías a buscarme?—¡Por supuesto! Daniela era una mentirosa, ¿cómo te atreves a compararte con ella? Mi Milena es pura y sincera.Me quedé recostada en la esquina, escuchando su char
Negué con la cabeza, con los ojos rojos, mientras intentaba desesperadamente, escapar del congelador por mis propios medios. Pero Fernando enfureció más mirándome, desde arriba, negar con insistencia. —Entonces quédate aquí hasta que entiendas tu error. Cuando lo hayas comprendido, me avisas.Milena, como desvalida le decía:—Fernando, tengo miedo de que Daniela intente lastimarme otra vez esta noche. Mejor me voy a casa, no me quedo aquí.Fernando, preocupado, ordenó que trajeran cadenas y rodearon todo el congelador, con ellas como si fuera una bestia salvaje. —Aunque se muera ahí dentro, no podrá escapar. Milena, duerme tranquila aquí. Mañana cuando te vayas la soltaré, ¿de acuerdo?Esa noche, Fernando organizó una fiesta de bienvenida para Milena. Todos celebraban en el primer piso, ahogando mis gritos desesperados de auxilio.Finalmente, reuní todas mis fuerzas y volqué el congelador, provocando un estruendo.Fernando interrumpió la fiesta, visiblemente molesto.—Daniela, veo
La voz irritada de Fernando resonó mientras Milena lo tranquilizaba con dulzura.Fernando, ¿te olvidaste por completo que estoy en el congelador? ¿Ni siquiera quieres abrirlo para echar un vistazo?Como confirmando mis sospechas, Fernando volvió a hablar:—Seguro que fue Daniela haciendo otro de sus berrinches, dejando carne podrida a propósito. Esta vez los perdono.—Encárguense rápido del congelador y preparen una sopa de pollo. Quiero cuidar bien la salud de Milena.Después de pensarlo un momento, agregó:—Los del primer piso, los que estén libres busquen a esa mujer, a Daniela. No vaya a ser que ande por ahí causando más problemas.—No tiene fin con sus berrinches.Me quedé mirando el altavoz, con ganas de hacerlo pedazos.Fernando, si no vas a usar el cerebro, podrías donarlo.¿Por qué asumes que podía escapar por mi cuenta?¿O es que para ti mi vida o muerte ni siquiera merece ser mencionada?Seguí vagando por la mansión, esperando que descubrieran mi muerte.Después de todo, rec
—¿La víctima es Daniela Ramos, tu esposa?Fernando al fin descubriría mi muerte. Sentía cierta expectativa.Al escucharlo, Fernando soltó una risa sarcástica, con la ira reflejándose nuevamente en sus ojos.—Daniela, qué gracioso que ahora te dediques a hacer llamadas de estafa. Mientras me quede algo de paciencia, ¡regresa y discúlpate con Milena! ¡No me obligues a divorciarme de ti!Furioso, Fernando arrojó el teléfono al suelo y lo pisoteó hasta hacerlo pedazos.En ese momento Milena empezó a quejarse: —Mi amor... me duele el vientre...Yo observaba con una sonrisa burlona desde un costado. Milena había usado mi prueba de embarazo, la embarazada era yo, no ella. ¿Por qué fingía dolor?Solo intentaba ganar tiempo para que Fernando no supiera la verdad, ahora que sabía de mi muerte.—¡Rápido, llama al doctor Morales, el bebé... el bebé...!¿Doctor Morales? Ah sí, el amante que Milena frecuentaba desde que regresó al país. Fue porque los descubrí saliendo juntos que ella planeó meticul
Fernando tenía una coartada, así que fue liberado temporalmente. Pero se negaba a irse, golpeando la puerta desesperadamente para reportar una desaparición:—¡Quiero denunciar! ¡Mi esposa se fue de casa! ¡No puedo encontrarla!Del otro lado lo miraron fijamente: —¿Ama usted a su esposa?Fernando se quedó perplejo, luego murmuró:—Yo... claro que la amo, ¿cómo no amarla? La he amado por diez años...Es cierto, casi olvidé que Fernando me eligió para el matrimonio arreglado.¿Cómo no me amaría?Pero también fue él quien me encerró en el congelador, solo para complacer a otra mujer.¿Cómo podría amarme?Nuestro amor comenzó hace diez años, y también terminó hace diez años.En ese entonces, yo era una joven tímida que se sonrojaba cuando él me miraba.Y él era un muchacho que solo tenía ojos para mí, que se puso rojo hasta las orejas al proponerme matrimonio y saltó de alegría cuando acepté.También me había dicho: —Daniela, desde la primera vez que te vi supe que quería casarme contigo.—
Al recordar esto, el sabor volvió a mi memoria y sentí náuseas involuntarias. Ese sabor era aún más repugnante que mis restos mutilados que yacían allí. Pensé en mi abuela... ¿habría gastado ya los quinientos mil? ¿Fernando seguiría enviándole dinero? ¿Se entristecería al enterarse de mi muerte? Mi mente era un caos.Fernando fue al hospital como un zombi, siguiendo el llamado del doctor Morales. Al llegar, el doctor lo recibió con expresión grave:—El bebé de Milena no pudo salvarse.Fernando pareció no comprender, su rostro inexpresivo.El doctor Morales frunció el ceño: —¡Fernando! ¿Ya no eres un hombre? ¡Milena perdió al bebé! ¿Y tú sigues lamentándote por otra mujer?Fernando se quedó perplejo, mirando torpemente a Milena, quien yacía débil en la cama del hospital.—Fernando, viniste. No te preocupes, tendremos más hijos después —se acercó para abrazarlo por el cuello con cariño—. Fernando, ¿nos casamos? ¡Vamos ahora mismo por la licencia!Fernando apartó las manos de Milena y ret