Fernando tenía una coartada, así que fue liberado temporalmente. Pero se negaba a irse, golpeando la puerta desesperadamente para reportar una desaparición:—¡Quiero denunciar! ¡Mi esposa se fue de casa! ¡No puedo encontrarla!Del otro lado lo miraron fijamente: —¿Ama usted a su esposa?Fernando se quedó perplejo, luego murmuró:—Yo... claro que la amo, ¿cómo no amarla? La he amado por diez años...Es cierto, casi olvidé que Fernando me eligió para el matrimonio arreglado.¿Cómo no me amaría?Pero también fue él quien me encerró en el congelador, solo para complacer a otra mujer.¿Cómo podría amarme?Nuestro amor comenzó hace diez años, y también terminó hace diez años.En ese entonces, yo era una joven tímida que se sonrojaba cuando él me miraba.Y él era un muchacho que solo tenía ojos para mí, que se puso rojo hasta las orejas al proponerme matrimonio y saltó de alegría cuando acepté.También me había dicho: —Daniela, desde la primera vez que te vi supe que quería casarme contigo.—
Al recordar esto, el sabor volvió a mi memoria y sentí náuseas involuntarias. Ese sabor era aún más repugnante que mis restos mutilados que yacían allí. Pensé en mi abuela... ¿habría gastado ya los quinientos mil? ¿Fernando seguiría enviándole dinero? ¿Se entristecería al enterarse de mi muerte? Mi mente era un caos.Fernando fue al hospital como un zombi, siguiendo el llamado del doctor Morales. Al llegar, el doctor lo recibió con expresión grave:—El bebé de Milena no pudo salvarse.Fernando pareció no comprender, su rostro inexpresivo.El doctor Morales frunció el ceño: —¡Fernando! ¿Ya no eres un hombre? ¡Milena perdió al bebé! ¿Y tú sigues lamentándote por otra mujer?Fernando se quedó perplejo, mirando torpemente a Milena, quien yacía débil en la cama del hospital.—Fernando, viniste. No te preocupes, tendremos más hijos después —se acercó para abrazarlo por el cuello con cariño—. Fernando, ¿nos casamos? ¡Vamos ahora mismo por la licencia!Fernando apartó las manos de Milena y ret
Fernando bajó al sótano, donde aún quedaban rastros de mi sangre, y se recostó mirando fijamente la radio.Fernando, ¿estás recordando lo que me dijiste mientras moría? Decías que debía sentir lo mismo que tu querida Milena, que debía tener una muerte horrible, que debía vivir peor que un animal. Pero Fernando, Milena solo tenía un resfriado, mientras que yo morí, asesinada por tus propias manos.De repente, Fernando se incorporó, su mirada recuperó la frialdad:—Daniela, tú te lo buscaste, ¿por qué fuiste tan estúpida de apagar el calentador?No soy tonta, sabía que Fernando me odiaba, ¿por qué buscaría problemas voluntariamente? Ese día, solo estaba en el baño haciéndome una prueba de embarazo, queriendo darte una sorpresa.¿Cómo terminó todo así?Solo recuerdo que estaba esperando ansiosamente el resultado cuando Milena irrumpió gritando que me largara:—¿Te crees digna de usar este baño? ¡Este es el baño de la señora de la casa! ¡El baño de la sirvienta está abajo! ¡Lárgate!Milena
Quise explicarlo, quise decirle que no era el modo de conservación, sino el de congelación. Milena había cambiado el modo secretamente. Pero hasta que se fue, no pude articular una sola palabra completa. Hacía demasiado frío, mi boca estaba llena y no podía decir nada.Me causaba gracia ver a Fernando tan perturbado. Fernando, te devolví mi vida, ¿qué más quieres?Fernando recibió dos correos. Uno era el análisis de la prueba de embarazo que envió, mostrando mi ADN. Fernando sonrió amargamente y tomó el segundo informe.Recordé, era la investigación que solicité cuando Milena apareció en nuestras vidas. Quién diría que el informe llegaría después de mi muerte.Detallaba la relación entre Milena y el doctor Morales, su plan para estafar a Fernando. También mencionaba el embarazo falso de Milena y cómo el doctor Morales falsificó documentos para encubrirla.Fernando estudió ambos informes por un largo rato, sus dedos finalmente se posaron sobre la prueba de embarazo.—Daniela, ¿creíste q
Mi abuela falleció el mismo día que se enteró de mi muerte. Abuela, después de resistir tanto tiempo, ¿ya no pudiste aguantar más? Espero que tu partida no haya sido tan dolorosa. Seguramente así fue, al menos no sufriste como papá, mamá y yo. Solo me pregunto si nos volveremos a ver después de la muerte... Papá y mamá murieron quemados, yo congelada, ¿tendré la oportunidad de ser su hija en otra vida? Al menos, supongo que no volveré a encontrarme con Fernando.Fernando se enteró de la muerte de mi abuela mientras estaba en prisión y organizó un funeral espléndido a través de terceros. Al menos ella tuvo una despedida digna. Pero nadie recordó que, de no ser por aquel incendio, ella habría sido la mayor accionista del grupo Ramos, mereciendo una partida aún más grandiosa. Sin ese fuego, yo también habría sido la querida heredera de los Ramos, con un amor hermoso y una familia feliz.Cuando arrestaron a Milena, estaba viendo un apartamento con el doctor Morales. Acababan de firmar el c
Doce días después de mi muerte, Fernando finalmente regresó a casa con Milena. Dicen que fueron a ver la aurora austral en la Antártida. Un viaje espontáneo y romántico.Milena temblaba, aparentemente aún sin recuperarse del frío antártico.—Eres tan delicada de salud y aun así insististe en ir a la Antártida. Me preocupas tanto —le reprochó Fernando.—¡Achú! —Milena estornudó acurrucada en los brazos de Fernando y, terca, contestó: ¡No me siento mal para nada! ¡Soy más fuerte de lo que crees!Fernando le pellizcó la nariz con cariño.—¡Siempre haciéndote la valiente! ¿Ya olvidaste cuando te dio fiebre por bañarte con agua fría?Hace quince días, apagué el calentador mientras Milena se bañaba, obligándola a ducharse con agua helada. Esa noche le subió la fiebre a más de cuarenta grados y casi no la cuenta.Al recordarlo, Fernando oscureció la mirada y dijo a su asistente:—Milena se quedara aquí está noche, díselo a esa mujer y que no fastidie. El asistente, quien también fue al viaj
Milena, toda caprichosa y haciendo pucheros, se negó:—No, no. Yo quiero todo nuevo—Ya, mi amor —le dijo Fernando, acariciándole el pelo—. Te compraré todo lo que quieras ¿Cómo negarle algo a mi tesoro?Milena iluminó el rostro y corrió a mi habitación.—¡Por fin puedo deshacerme de estas porquerías! —Exclamó. Los seguí arrastrando los pies.Supongo que tanto tiempo congelada me dejó los huesos hechos polvo, sin una pizca de calcio. Me dolía cada centímetro del cuerpo, supongo que el estar congelada, dejó mis huesos destrozados, tanto que se iban desparramando por el suelo. Al principio los recogía, pero luego caí en cuenta que ya estoy muerta, y no tenía caso irlos juntando. Me reí y dejé de preocuparme por eso.—Mi amor —le preguntó Milena a Fernando con voz melosa—, si un día me escapo de casa, ¿vendrías a buscarme?—¡Por supuesto! Daniela era una mentirosa, ¿cómo te atreves a compararte con ella? Mi Milena es pura y sincera.Me quedé recostada en la esquina, escuchando su char
Negué con la cabeza, con los ojos rojos, mientras intentaba desesperadamente, escapar del congelador por mis propios medios. Pero Fernando enfureció más mirándome, desde arriba, negar con insistencia. —Entonces quédate aquí hasta que entiendas tu error. Cuando lo hayas comprendido, me avisas.Milena, como desvalida le decía:—Fernando, tengo miedo de que Daniela intente lastimarme otra vez esta noche. Mejor me voy a casa, no me quedo aquí.Fernando, preocupado, ordenó que trajeran cadenas y rodearon todo el congelador, con ellas como si fuera una bestia salvaje. —Aunque se muera ahí dentro, no podrá escapar. Milena, duerme tranquila aquí. Mañana cuando te vayas la soltaré, ¿de acuerdo?Esa noche, Fernando organizó una fiesta de bienvenida para Milena. Todos celebraban en el primer piso, ahogando mis gritos desesperados de auxilio.Finalmente, reuní todas mis fuerzas y volqué el congelador, provocando un estruendo.Fernando interrumpió la fiesta, visiblemente molesto.—Daniela, veo