Capítulo 8
Fernando bajó al sótano, donde aún quedaban rastros de mi sangre, y se recostó mirando fijamente la radio.

Fernando, ¿estás recordando lo que me dijiste mientras moría? Decías que debía sentir lo mismo que tu querida Milena, que debía tener una muerte horrible, que debía vivir peor que un animal. Pero Fernando, Milena solo tenía un resfriado, mientras que yo morí, asesinada por tus propias manos.

De repente, Fernando se incorporó, su mirada recuperó la frialdad:

—Daniela, tú te lo buscaste, ¿por qué fuiste tan estúpida de apagar el calentador?

No soy tonta, sabía que Fernando me odiaba, ¿por qué buscaría problemas voluntariamente? Ese día, solo estaba en el baño haciéndome una prueba de embarazo, queriendo darte una sorpresa.

¿Cómo terminó todo así?

Solo recuerdo que estaba esperando ansiosamente el resultado cuando Milena irrumpió gritando que me largara:

—¿Te crees digna de usar este baño? ¡Este es el baño de la señora de la casa! ¡El baño de la sirvienta está abajo! ¡Lárgate!

Milena
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