Ciudad N, a hora y media de Ciudad R.Daisy, completamente disfrazada, llegó puntual a la imponente casa de los Ortega.Con el pretexto de ofrecer un tratamiento médico, aprovechó que nadie la observaba para hipnotizar a Erik. Sin embargo, su plan no dio frutos y no consiguió obtener ni una pista útil de él.Con las manos vacías, Daisy caminaba perdida en sus pensamientos, cuando, de repente, un dolor punzante en la frente la sacó de su trance.—No puede ser…Las palabras de disculpa se quedaron atoradas en su garganta al levantar la mirada y ver quién estaba frente a ella.¿Fernando?Su mente se nubló por un instante. ¿Cómo era posible que él estuviera allí? «Qué pequeño es el mundo», pensó.Sin embargo, a pesar del shock inicial, en apenas dos segundos, Daisy desvió la mirada y se alejó sin decir ni una sola palabra ni mostrar expresión alguna.Fernando se quedó inmóvil, observando como la mujer se alejaba, mientras algo en su interior parecía agitarse. ¿Por qué había cambiado de ac
—¿Un billón? —Fernando no vaciló ni un segundo—. Hecho.Tres años atrás, un intento de asesinato lo había dejado al borde de la muerte, pero había sido una chica, Frigg, la que había arriesgado su vida para salvarlo. A pesar de las graves heridas, ella le dio la oportunidad de vivir. Aquella noche compartieron más que peligro: una noche de pasión que ardió con fuerza. Sin embargo, al amanecer, Frigg había desaparecido. En la oscuridad, no había podido verla claramente, pero jamás había podido olvidar su aroma a hierbas medicinales.Después de investigar, descubrió que pertenecía a la familia Mero. Frigg había enfrentado problemas de salud toda su vida, y se había mantenido a base de medicinas naturales. Según su relato, el día del ataque, ella había sido secuestrada y, al escapar, había coincidido con él.Con su cuerpo malherido, a sus apenas dieciocho años, le había dado todo lo que podía para salvarlo.Fernando le había prometido un matrimonio. Sin embargo, su abuela, María, estaba
Fernando miró de nuevo hacia el balcón con una mirada penetrante, hasta que finalmente dirigió un gesto casi imperceptible hacia Thiago, quien inmediatamente comenzó a revisarlo todo.—Señor, no hay nadie —informó al finalizar.—Ve a llamar al médico —ordenó Fernando, con una mirada fría, antes de añadir—: Y avísale a la administración del hospital, que bloqueen todas las salidas. ¡Solo pueden entrar, no salir!—¡Sí, señor!Cuando los médicos llegaron poco después y confirmaron que no presentaba heridas graves, Frigg finalmente pudo respirar tranquila.Sin embargo, la calma era superficial. El miedo seguía allí, latente. ¿Cómo no temer? Una desconocida había llegado sin previo aviso, burlando la seguridad, y con su estado delicado, no podía dejar de estar en alerta.Pero algo no le encajaba: ¿por qué le habrían sacado sangre? ¿Qué ganaban con eso?Mientras esas preguntas rondaban su mente, las lágrimas comenzaron a brotar con furia.—Fer… hay algo que no debería decirte, pero esa mujer
Cuando Fernando la giró y vio su rostro, su expresión se oscureció al instante.La mujer tenía una figura similar a la de Daisy, pero al mirarla de frente, no había comparación. Su rostro era común y corriente, completamente opuesto a la belleza única de Daisy. Al darse cuenta de que realmente encontraba a Daisy atractiva, la ira aumentó en su pecho.—Guapo, tu manera de ligar es única, me gusta —dijo la mujer, acercándose a Fernando, casi abrazándolo—. Mi casa está cerca, ¿por qué no…?—Me he equivocado de persona —la interrumpió Fernando, dando un paso atrás, haciendo que la mujer casi perdiera el equilibrio. Sin embargo, no se molestó, sino que, con una sonrisa, se acercó de nuevo. —No seas tímido, somos adultos. ¿Qué tiene de malo?Fernando lanzó una mirada helada hacia Thiago, quien se apresuró a intervenir, separando a la mujer y disculpándose rápidamente. Cuando ambos se marcharon, Daisy subió al coche de Enzo y, poco después, se quitó lentamente la máscara de látex que cubrí
EN EL HOSPITALFernando apenas cruzó la puerta cuando Frigg se lanzó a sus brazos.Su cuerpo, blando como el de una serpiente, se enroscó a él, temblando.—Fer…, me siento mal, tan mal… —murmuró con voz entrecortada.—¿Qué tienes? ¿Qué te pasa? —preguntó Fernando, intentando apartarla con suavidad, pero Frigg lo abrazó más fuerte.—Me duele todo… —dijo ella, frotándose contra él, tomando su mano y colocándola sobre su pecho—. Aquí, Fer…, siento como si mil hormigas estuvieran caminando por mí. Pica, duele…, ¡ayúdame por favor!La mirada de Fernando se oscureció. Algo definitivamente no estaba bien.—Voy a llamar a un médico.—¡No quiero un médico! Te quiero a ti —insistió Frigg, aferrándose a su torso como un pulpo, y desabrochándole la camisa—. Fer, te lo suplico. Ayúdame. Siento que me muero. Si no me ayudas… de verdad no creo poder resistir.La situación se volvía cada vez más tensa. Al ver que intentaba desnudarse, Fernando la tomó por las muñecas con firmeza, deteniéndola.—Frigg,
Daisy vio cómo Fernando se acercaba para quitarle la mascarilla. Con un rápido movimiento, sacó una aguja plateada de su cintura y la clavó directamente en la palma de Fernando.—¡Ah!Un dolor agudo recorrió la mano de Fernando, quien soltó inmediatamente su agarre. Daisy aprovechó la oportunidad y, sin pensarlo, saltó desde el balcón.A pesar de la altura, aterrizó con gracia en el suelo. En los ojos de Fernando se reflejó un destello de admiración, pero también una ligera oscuridad.Sacó su teléfono y abrió una aplicación, donde un pequeño punto rojo brillaba en la pantalla.Desde el principio había sospechado que no estaba sola en la habitación. El leve sonido proveniente del armario, aunque apenas perceptible, no le pasó desapercibido. Cuando Frigg comenzó a desvestirse, él ya sabía que alguien más estaba allí.Se había retirado deliberadamente para poner a prueba su sospecha.Observando el punto en el rastreador, Fernando entrecerró los ojos.—Daisy… —murmuró en voz baja, su tono
Él, usualmente, no asistiría a una invitación como esa, pero la familia De Jesús era diferente. La cortesía obligaba.Fernando no dudó ni un segundo, y cuando la vio, la siguió instintivamente. La mujer que había visto de espaldas le resultaba extrañamente familiar, pero tan pronto como intentó acercarse, ella desapareció entre la multitud, despareciendo de su vista. No podía ser Daisy, pensó. No era tan astuta como esa mujer.—¿Qué pasa aquí? —murmuró Fernando, confundido, mientras se retiraba lentamente, sin entender por qué tantas mujeres se parecían tanto a ella—. ¿Es que todas las mujeres se ven iguales desde atrás?Daisy, desde un rincón, lo observó alejarse y, una vez que estuvo seguro de que se había ido, salió de su escondite.«¿Cómo puede ser que lo encuentre en todas partes?», pensó, inquieta. Siempre le había parecido que no tenían mucha conexión, pero ahora, después de todo lo sucedido, parecía que su destino se cruzaba con el de él una y otra vez.—Menos mal que conozco b
JARDÍN LIRA DORADAUn complejo de estilo jardín que combina gastronomía, relajación y entretenimiento, diseñado como un resort en medio de la naturaleza.Daisy llegó un día antes para hacer los arreglos. Aunque podría haber hecho una simple llamada telefónica, su presencia allí tenía un motivo claro: había alguien que quería verla y a quien también deseaba ver.Al entrar al vestíbulo, Daisy levantó la mano y llamó a un joven camarero.—Reservar el salón Cielo número uno —ordenó sin vacilar.El joven, con una sonrisa educada, respondió rápidamente:—Lo siento, señorita, el Cielo número uno no está disponible para reservas externas.Daisy frunció el ceño, preguntándose si en realidad estaba siendo rechazada o si solo era parte del protocolo.—¿Por qué? —preguntó con tono que bordeaba la provocación.El camarero, ligeramente nervioso, explicó con cortesía:—Ese salón ha sido reservado por la jefa para una cliente muy importante. Desde la apertura, nunca ha sido reservado fuera de ese acue