EN EL HOSPITALFernando apenas cruzó la puerta cuando Frigg se lanzó a sus brazos.Su cuerpo, blando como el de una serpiente, se enroscó a él, temblando.—Fer…, me siento mal, tan mal… —murmuró con voz entrecortada.—¿Qué tienes? ¿Qué te pasa? —preguntó Fernando, intentando apartarla con suavidad, pero Frigg lo abrazó más fuerte.—Me duele todo… —dijo ella, frotándose contra él, tomando su mano y colocándola sobre su pecho—. Aquí, Fer…, siento como si mil hormigas estuvieran caminando por mí. Pica, duele…, ¡ayúdame por favor!La mirada de Fernando se oscureció. Algo definitivamente no estaba bien.—Voy a llamar a un médico.—¡No quiero un médico! Te quiero a ti —insistió Frigg, aferrándose a su torso como un pulpo, y desabrochándole la camisa—. Fer, te lo suplico. Ayúdame. Siento que me muero. Si no me ayudas… de verdad no creo poder resistir.La situación se volvía cada vez más tensa. Al ver que intentaba desnudarse, Fernando la tomó por las muñecas con firmeza, deteniéndola.—Frigg,
Daisy vio cómo Fernando se acercaba para quitarle la mascarilla. Con un rápido movimiento, sacó una aguja plateada de su cintura y la clavó directamente en la palma de Fernando.—¡Ah!Un dolor agudo recorrió la mano de Fernando, quien soltó inmediatamente su agarre. Daisy aprovechó la oportunidad y, sin pensarlo, saltó desde el balcón.A pesar de la altura, aterrizó con gracia en el suelo. En los ojos de Fernando se reflejó un destello de admiración, pero también una ligera oscuridad.Sacó su teléfono y abrió una aplicación, donde un pequeño punto rojo brillaba en la pantalla.Desde el principio había sospechado que no estaba sola en la habitación. El leve sonido proveniente del armario, aunque apenas perceptible, no le pasó desapercibido. Cuando Frigg comenzó a desvestirse, él ya sabía que alguien más estaba allí.Se había retirado deliberadamente para poner a prueba su sospecha.Observando el punto en el rastreador, Fernando entrecerró los ojos.—Daisy… —murmuró en voz baja, su tono
Él, usualmente, no asistiría a una invitación como esa, pero la familia De Jesús era diferente. La cortesía obligaba.Fernando no dudó ni un segundo, y cuando la vio, la siguió instintivamente. La mujer que había visto de espaldas le resultaba extrañamente familiar, pero tan pronto como intentó acercarse, ella desapareció entre la multitud, despareciendo de su vista. No podía ser Daisy, pensó. No era tan astuta como esa mujer.—¿Qué pasa aquí? —murmuró Fernando, confundido, mientras se retiraba lentamente, sin entender por qué tantas mujeres se parecían tanto a ella—. ¿Es que todas las mujeres se ven iguales desde atrás?Daisy, desde un rincón, lo observó alejarse y, una vez que estuvo seguro de que se había ido, salió de su escondite.«¿Cómo puede ser que lo encuentre en todas partes?», pensó, inquieta. Siempre le había parecido que no tenían mucha conexión, pero ahora, después de todo lo sucedido, parecía que su destino se cruzaba con el de él una y otra vez.—Menos mal que conozco b
JARDÍN LIRA DORADAUn complejo de estilo jardín que combina gastronomía, relajación y entretenimiento, diseñado como un resort en medio de la naturaleza.Daisy llegó un día antes para hacer los arreglos. Aunque podría haber hecho una simple llamada telefónica, su presencia allí tenía un motivo claro: había alguien que quería verla y a quien también deseaba ver.Al entrar al vestíbulo, Daisy levantó la mano y llamó a un joven camarero.—Reservar el salón Cielo número uno —ordenó sin vacilar.El joven, con una sonrisa educada, respondió rápidamente:—Lo siento, señorita, el Cielo número uno no está disponible para reservas externas.Daisy frunció el ceño, preguntándose si en realidad estaba siendo rechazada o si solo era parte del protocolo.—¿Por qué? —preguntó con tono que bordeaba la provocación.El camarero, ligeramente nervioso, explicó con cortesía:—Ese salón ha sido reservado por la jefa para una cliente muy importante. Desde la apertura, nunca ha sido reservado fuera de ese acue
—¿Daisy?Blanca se frotó los ojos, sorprendida.—¡Realmente eres tú!La sorpresa la golpeó sin previo aviso, y no pudo evitarlo.Daisy, al ver a Blanca, sintió una punzada de molestia, como si fuera un mal presentimiento. Pensó que al estar en su propio terreno, no necesitaría ocultarse, pero la casualidad la había puesto cara a cara con su ex-cuñada, Blanca.La coincidencia entre ellos siempre parecía ser demasiado frecuente últimamente, y Daisy no podía dejar de sentirse un poco frustrada por ello. Pero respiró hondo, se recompuso y esbozó una sonrisa ligera.—Blanca, qué coincidencia.—¡Sí, qué coincidencia! —respondió Blanca, corriendo hacia Daisy y tomando su mano con fuerza—. ¡Te he buscado por todos lados! No me imaginé que te encontraría aquí.La emoción de Blanca era palpable, su sorpresa no podía ser más grande. Había pasado días intentando dar con ella, y nunca imaginó que el destino la traería justo hasta ella en este lugar.Blanca, aunque inicialmente no quería venir, habí
Fernando observó el té volando hacia su rostro, sus ojos se oscurecieron al instante.El esquivarlo no habría sido difícil para él, pero en el primer segundo de la situación, lo primero que hizo fue empujar a su hermana Blanca para apartarla. Ese movimiento le hizo perder el tiempo necesario para evitar el impacto, y en su lugar, el agua caliente se dirigía directamente a su rostro.Blanca, que fue empujada al lado, gritó angustiada.—¡Fernando!Lira, por fuera, fingió una disculpa, pero por dentro no podía estar más emocionada.El té recién hervido iba a hacerle un daño tremendo a Fernando. Si no fuera porque aún quedaba algo de sentimiento en su amiga por este hombre, probablemente él ya no sería más que una víctima de su venganza.Si bien su intención no era solo arruinar su rostro, la furia contenida en su mente la hacía imaginar un escenario mucho peor para él.Pero justo cuando todos, incluido Fernando, pensaban que ya era demasiado tarde, un milagro ocurrió.El agua que iba a de
A pesar de que Daisy ocultaba bien sus emociones, en cuanto regresó, Enzo notó que algo no estaba bien.Llamó a Lira en privado, y al enterarse de que todo era culpa de Fernando, Enzo sintió una furia incontrolable.El exmarido, ¿para qué mantenerlo en la vida de Daisy? Lo único que hacía era arruinarle el ánimo.Claro, eliminar a Fernando no sería tan sencillo, así que primero pensó en algo que pudiera levantar el ánimo de Daisy.A la hora del almuerzo, Enzo preparó una gran cantidad de comida deliciosa.Al ver la mesa llena de manjares, Daisy no pudo evitar que su estado de ánimo mejorara considerablemente. Comió más de lo que esperaba, y su rostro se iluminó por un momento.Cuando vio que Daisy se sentía algo mejor, Enzo aprovechó para decir:—Mañana, sobre el tratamiento de Frigg, ¿por qué no lo dejo en mis manos?Enzo estaba convencido de que si Daisy se mantenía alejada de esas personas, su humor no empeoraría.—¿Lira te lo dijo? —preguntó Daisy, aún algo distraída mientras masti
Frigg la miraba con ojos llenos de esperanza, esperando alguna respuesta de Jade. La joven, en silencio, sacó una caja de su maletín y extrajo una serie de agujas plateadas.—El tratamiento se divide en cuatro etapas. Hoy realizaremos la primera: acupuntura y sangrado.Frigg no esperaba esa respuesta. La mirada en sus ojos cambió rápidamente, aunque seguía con la fachada de vulnerabilidad.—Diosa de la Medicina, sé que mi solicitud debe parecerte difícil, pero realmente no tengo otra opción. He venido aquí porque… porque de verdad te necesito. Lo amo con todo mi ser, pero la diferencia de estatus ha hecho que su abuela nunca me acepte. Si ella no está de acuerdo, nunca podremos estar juntos. No pido un lugar formal a su lado… solo quiero ser su mujer, aunque no me dé un nombre.Sus palabras fueron cargadas de desesperación, un suspiro doloroso que flotaba en el aire. Pero Daisy, imperturbable, apenas levantó la ceja al escucharla.«Así que una amante suplicando por su exmarido, ¿eh? En