Daisy pensaba que Fernando, aunque a veces pareciera indiferente, aún se preocupaba por lo que pensara su abuela. Si no, ¿por qué habría firmado sólo la mitad del papeleo antes de salir corriendo?Era claro para ella que Fernando no quería seguir casado, pero la presión de María lo mantenía atado.Sin decir más, Daisy dio la vuelta, lista para irse. Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso más, sintió un tirón en su cabello, que la detuvo en seco.Fernando, de una forma inesperada, había atrapado su coleta, un gesto tan íntimo, tan cercano, que la sorprendió. No estaba preparada para esto. Se quedó paralizada por un momento antes de volverse hacia él, su rostro completamente impasible.—Fernando —dijo con voz firme y fría—. Mírame bien. Soy Daisy, la misma Daisy que tanto odias. No soy Frigg.Un brillo extraño cruzó los ojos de Fernando, pero no dijo nada.Daisy lo miró con desdén. Estaba segura de que él había tomado algo, algo que lo había vuelto aún más impredecible.Pero él si
¡De acuerdo, pero a la fuerza! Daisy estaba a punto de estallar de rabia con Fernando. No era que no quisiera cuidar a la abuela María, sino que… ¿por qué él tenía que decidir por ella? ¿Acaso no se daba cuenta de que las cosas ya no eran como antes, donde él siempre tenía la última palabra?—Daisy, no has dicho nada… ¿será que no quieres? —La abuela María le apretó la mano, con una expresión de tristeza en el rostro—. Si Daisy no quiere, pues ni modo. Al fin y al cabo, solo es un dolor de espalda. No me va a matar, ¿verdad? —La abuela suspiró profundamente—. Cuando uno se hace viejo, se vuelve molesto para todos.—¡Claro que quiero! ¿Cómo podría no querer? —Aunque Daisy sabía que la abuela estaba exagerando, no tenía corazón para rechazarla.—¿De verdad? —Los ojos de María se iluminaron.—Sí, me quedaré a cuidarla.Al fin y al cabo, Fernando rara vez estaba por allí, y Daisy lo tomaría como una forma de devolverle a María el cariño y la protección que le había brindado durante esos tr
De pronto, su teléfono sonó: era una llamada de Javier.Él rara vez le llamaba, y menos a esa hora. Daisy, preocupada por que Fernando la escuchara, salió al balcón para contestar.—Javier, ¿qué pasó?—Nada grave. Solo quería decirte que tomé el medicamento que me diste, y está funcionando bien.—¿En serio? —Daisy sonrió, emocionada por el resultado—. Entonces sigue tomándolo a tiempo, y cuando se te acabe, te llevo más.Fernando salió del baño y, al escucharla hablar en el balcón, se acercó en silencio, justo para oír…—Claro que te extraño…¿A quién extrañaba? ¿A Enzo? Sus ojos oscuros se llenaron de una frialdad instantánea. Dando media vuelta, regresó a la habitación y, al pasar junto a una silla, la golpeó con el pie.La realidad era que Javier le había preguntado en tono de broma:—Hace días que no nos vemos, ¿acaso no me extrañas? —Daisy siempre había visto a Javier como un hermano, así que le respondió de forma casual—: Claro que te extraño…Al escuchar el ruido, Daisy colgó rá
Daisy no quería hacerle frente, pero si Fernando insistía, ya no iba a aguantar más. ¿Por qué seguir aguantando? Sin pensarlo, levantó su pie derecho y lo dirigió con precisión a su punto más vulnerable, pateando con fuerza.Fernando, alerta, reaccionó rápidamente y atrapó su pie en el aire, evitando el golpe.—Daisy, no importa si lo haces para retroceder o para atraparme, mejor detente antes de que sea tarde —dijo con tono calmado, pero con una chispa de advertencia en su voz.Daisy dejó escapar una risa fría.—¿Ah, sí? Fernando, tener confianza está bien, pero no te excedas. No eres el dinero, nadie va a quererte toda la vida.Fernando la miró fijamente, su mirada oscura penetrando su ser, y no dijo una palabra durante unos largos cinco segundos. Finalmente, rompió el silencio.—Entonces, dime, ¿cuánto quieres por tener un hijo mío?Daisy lo miró con dureza, su mano se levantó para sujetar el cuello de su camisón, acercándose peligrosamente.—¿De verdad quieres que tenga un hijo tuy
La frustración que sentía no la dejaba tranquila, así que se fue a caminar entre las plantas, esperando calmarse un poco.Se sentó en una banca del jardín, dejando pasar el tiempo hasta que finalmente sintió que su ánimo mejoraba. Aunque no quería regresar a la habitación, sabía que debía hacerlo. No quería incomodar a la abuela María, quien apenas había vuelto hoy y seguramente necesitaba una noche de paz.Cuando llegó a la puerta de la habitación, se detuvo y respiró hondo. La idea de compartir el espacio con Fernando le resultaba insoportable. Finalmente, después de varios intentos de armarse de valor, abrió la puerta.Apenas cruzó el umbral, escuchó la voz de Fernando hablando por teléfono en el balcón. Daisy intentó no prestarle atención, pero el volumen de la llamada, probablemente en altavoz, hacía imposible ignorarla.—Fer, desde anoche no contestas mis llamadas. Pensé que estarías muy ocupado con el trabajo… pero Blanca me llamó hace un rato y me dijo que señora La Torre ha vu
El tono serio de Daisy pareció alarmar a María, quien inmediatamente se llevó una mano al pecho, fingiendo un malestar repentino.—Ay, creo que anoche no descansé bien… me duele el pecho. Blanca, ayúdame a ir a mi cuarto.—Voy, abuela —respondió Blanca, levantándose apresurada.—Abuela… —Daisy no les dio la oportunidad de seguir con el teatro—. Sé que ya te imaginas lo que vengo a decir.Fernando, al comprender lo que ella estaba por hacer, la sujetó del brazo con fuerza.—¿Ya olvidaste lo que te dije?Daisy lo miró de reojo y, con un movimiento decidido, soltó su brazo de su agarre y volvió a dirigir la mirada hacia María.—Abuela, obligar algo que no tiene futuro no hará que funcione, y Fernando y yo… jamás hemos estado destinados a crecer en la misma rama.—Daisy… —María se acercó a ella, tomándole las manos con ternura—. Sé que este tonto ha cometido muchos errores y te ha lastimado, pero te pido, aunque sea una última vez, que le des otra oportunidad.—Sí, Daisy, Fernando ha cambi
Daisy sintió que el corazón se le oprimía de emoción y tristeza.—Gracias. Prometo que también las recordaré siempre.Cuando Daisy y Fernando desaparecieron en la distancia, Blanca miró a su abuela con reproche.—Abuela, ¿por qué permitió que Daisy y mi hermano se divorciaran? ¡Usted y yo acordamos ayudarles a arreglar las cosas!María suspiró.—Daisy ya cambió, querida. Está claro que ha perdido toda esperanza en Fernando.—¿Y aún así la dejó ir? —preguntó Blanca con incredulidad—. ¿No se da cuenta de que, si ahora se va, puede que nunca regrese? Si llega a enamorarse de otro hombre, ¿cómo va a encontrar una nuera tan buena como ella? ¡Y yo… yo nunca tendré una cuñada mejor que Daisy! —Las lágrimas amenazaban con salir de nuevo.María le dio un leve golpecito en la frente.—Ay, Blanca… ¿solo te has dado cuenta del cambio en Daisy? ¿No viste que tu hermano también está diferente?—¿Él? ¡Para nada! —Blanca resopló—. Sigue siendo el mismo de siempre: insensible, frío y egoísta. Abuela, s
DESPUÉS DE UNA GRAN EXPLOSIÓN***EN EL QUIRÓFANO***—¿Dónde está su esposo? ¿Cómo es que no ha llegado todavía? ¡No tenemos tiempo! —preguntó el médico, con evidente urgencia.—No quiere venir —respondió la enfermera, resignada—. Dijo que la dejemos… que se las arregle sola.Daisy La Torre, acostada en la camilla de operaciones, cubierta de heridas y apenas respirando, escuchó esas palabras y, con un esfuerzo que parecía imposible, levantó la mano.—Deme un teléfono…La enfermera, al verla luchar de esa manera, no dudó en pasárselo; tras lo cual Daisy, con el dolor recorriendo cada rincón de su cuerpo, marcó un número que había memorizado como si fuera parte de ella. Observó la pantalla mientras los tonos de llamada sonaban una y otra vez, a punto de desconectarse, hasta que finalmente una voz fría respondió:—Te lo dije. Si vive o muere, no tienen nada que ver conmigo. —Era la voz de Fernando, dura, sin una pizca de empatía.—Fernando… —cada palabra que salía de la boca Daisy le pro