—Ya está corregido, revísalo —dijo Lorena, tratando de ser profesional.El sonido de un teléfono interrumpió el momento; era una llamada de Adrián.Lorena dejó la computadora a un lado y se alejó, dándole la espalda a César mientras contestaba.—Sí, está bien, lo sé. No me repitas lo mismo, ve a dormir. Buenas noches.Durante toda la llamada, César no apartó la mirada de Lorena, observándola intensamente hasta que colgó.—¿Era Adrián?Lorena lo miró con incredulidad. ¿No era acaso obvio?—¿Qué ocurre? ¿Es que Adrián no tiene suficiente dinero para mantenerte? ¿Todavía necesitas trabajar? —preguntó César, con sarcasmo.—Lorena, ¿por qué te rebajas así? ¿haciendo de todo para mantenerlo? ¿no se supone que su familia es rica? Parece que no es muy generoso contigo.No mostraba interés en los bocetos; en cambio, solo le interesaba meterse en la vida personal de Lorena.—Esto es algo privado, y no tengo la necesidad de informarte al respecto —respondió Lorena, con una mirada seria. No quería
Lorena sentía como si alguien dentro de su pecho le apretara el corazón una y otra vez. Esa tristeza y ese vacío parecían interminables. Permaneció quieta, dejando que sus emociones la dominaran por completo.Lorena pensó que todo esto eran las secuelas normales de una ruptura amorosa.Sabía que, una vez que superara esta crisis, sería borrón y cuenta nueva.Ya había decidido dejar a César atrás y no volver a mirar al pasado.Mientras tanto, César condujo directo a la estación de tren y recogió a Teresa, llevándola de regreso al hotel.Allí, reservó una habitación aparte para que se quedara.—César —dijo Teresa con disgusto, no vine hasta Chatelet para quedarme sola en otra habitación.—Pórtate bien. Tu salud es delicada, no pienses en cosas innecesarias.—Ok… —aceptó Teresa con un suspiro, caminando hacia su habitación con pasos lentos y mirando hacia atrás una y otra vez.Después de acompañar a Teresa hasta su habitación, César regresó a la suya. Ya eran las tres de la madrugada, y d
En el departamento de ginecología.El médico, ajustándose las gafas, revisó los resultados del análisis y miró sonriente a Lorena y Adrián.—Felicidades a los dos, tienes un mes de embarazo… ¡y son gemelos! Las náuseas son normales y deberían pasar en un par de meses. Cuida tu alimentación, evita las comidas pesadas… —el médico continuó entonces hablando.¡Estas embarazada! ¡Y de gemelos!Lorena quedó completamente pasmada.No sabía ni cómo salió del consultorio, y cuando recuperó el sentido, ya estaba en el pasillo.¡Estaba preñada!Hace un mes, César había sido insistente con ella, y en esos momentos no habían tomado precauciones.¡Pero! ¿No se supone que la probabilidad era baja?Había leído en internet que a muchas personas les costaba bastante trabajo concebir.¿Cómo es que a ella le pasó tan fácilmente?No, no podía tener a estos niños.—Doña Lore. —Adrián le dijo.—¿Esos niños…?En el rostro joven y delicado de Adrián apareció una expresión de preocupación poco habitual.—Son de
Lorena no recibió ninguna respuesta. Los embriones aún eran muy pequeños.Registró su cita, programó el aborto, y la enfermera, eficiente, gestionó todo rápidamente.La intervención quedó agendada para las tres de la tarde. Debía permanecer en ayunas.Adrián, quien la acompañaba, decidió que él tampoco comería.Al ver que aún faltaban varias horas para la cita y que no podían comer, pensó en llevar a Lorena al carro para descansar un poco.Mientras salían por la entrada principal del hospital, se encontraron con Blanco caminando hacia ellos.—¿Lorena? ¡Qué casualidad encontrarte aquí en Chatelet! —saludó Blanco, con confianza.—¿Te sientes mal? ¿Estás enferma?Al notar a Adrián a su lado, también lo saludó.—Adrián.—Blanco, mi hermano — Adrian le respondió. .—Vine por trabajo, pero la gastritis me está dando problemas, así que vine a una cita—respondió Lorena, usando su gastritis como una burda excusa.Su cara tan pálida, sumado al hecho de que no había desayunado y los exámenes médi
En el hospital.Después de completar los preparativos previos a la cirugía, Lorena se recostó en la camilla mientras le daban la anestesia.La luz del quirófano brillaba intensamente sobre sus ojos, al punto que era molesto.Lorena no es de llorar mucho, pero en ese momento, las lágrimas recorrieron toda su cara hasta empapar su cabello de tristeza.Ya en el avión.César, que acababa de abordar, apenas tomó asiento cuando, de la nada, se sintió muy inquieto. Antes de que el avión despegara, su corazón latía sin control y tuvo un muy mal presentimiento, como si algo horrible estuviera a punto de suceder.Pensó en la noche anterior. Sacó su celular y le escribió un mensaje a Lorena:—Aléjate de Adrián. Si no tienes suficiente dinero, puedo dártelo. Pero no sigas trabajando.Tras enviar el mensaje, realizó una transferencia de quinientos mil a su cuenta.—Por si ella necesita más de lo que le he dado—pensó.Con todo listo, activó el modo avión y se preparó para el despegue.Y mientras tan
Dos mujeres. Para César, no había ningún problema con eso.En su círculo, era común que los empresarios y presidentes tuvieran más de una mujer.Sin embargo, su obsesión carnal por Lorena solo aumentaba la culpa que sentía hacia Teresa en lo más profundo de su ser.En grupo, salieron del aeropuerto por la zona VIP y se fueron directamente al estacionamiento subterráneo.Blanco y Clara los seguían de cerca.Cerca del auto, Teresa miró a César con tristeza.—César, ¿vas a volver a la oficina a trabajar? —preguntó, con un tono melancólico.Pensando en cómo mantener a Lorena mientras seguía atendiendo a Teresa, un sentimiento de culpa lo invadió.—No, no estoy muy ocupado. Te llevaré a casa primero. —César sonrió con dulzura.Teresa pasó de la melancolía a la alegría inmediatamente.Blanco, observándolo todo, suspiró.—Clara, creo debemos irnos rápido del estacionamiento. No vaya a ser que interrumpamos a tu jefe en mitad de algo importante.Teresa, incómoda, bajó la mirada.César le lanzó
Él le había reservado un vuelo de regreso. Alguien la recogería en el aeropuerto, y podría volver al conjunto Los Prados.Justo después de enviarle el mensaje, apareció un signo de exclamación rojo en la pantalla.El mensaje no había sido recibido.¿Acaso lo había bloqueado?César no se molestó, solo se rio.Era bastante típico de Lorena.Inmediatamente marcó su número desde el teléfono que usaba para el trabajo.El tono sonó unas cuantas veces antes de que ella respondiera:—¿Bueno? ¿Quién habla? —preguntó Lorena con un tono educado pero distante.—Te reservé un vuelo. Recuerda volver sola, no con… —César no alcanzó a terminar su frase cuando una voz femenina lo interrumpió.—César, la cena tardará un poco más. No comiste nada en el avión, así que toma un poco de leche. La calenté hace un momento —dijo Teresa, acercándose con una taza de leche caliente que le ofreció.Lorena había pensado que la llamada era de un repartidor, por eso contestó.Cuando escuchó la voz de César, supo de in
—Sí, está bastante delicioso —dijo César mientras le daba un bocado.—¿No te acuerdas de que antes no te gustaba cocinar? —preguntó de repente, recordando algo.—César, ya dijiste que eso era antes. En estos tres años, sobreviviendo como podía en Estados Unidos… con el tiempo, aprendí de todo —respondió Teresa, pero su voz comenzó a quebrarse, esforzándose por contener las lágrimas en sus ojos.Al recordar cómo, hace tres años, su descuido había causado la desaparición de Teresa, obligándola a vagar y sufrir, el corazón de César se llenó de culpa.Con ternura, tomó un par de servilletas para secarle las lágrimas.—No llores más. No permitiré que algo así vuelva a pasar —le prometió con firmeza.Teresa miró hacia abajo, y llena de lágrimas, parecía aún más frágil y también aún más encantadora.—Confío completamente y con los ojos cerrados en ti —dijo con un tono serio pero optimista.—César, ya estoy completamente recuperada.César quedó paralizado por un momento. Su cuerpo se tensó.Te