Capítulo 18
—¿Pero qué te ocurrió en el cuello? ¿Quién te mordió? —Teresa preguntó temblorosa.

César no podía responderle.

Con el rostro serio y sin decir nada, desvió la mirada hacia Ricardo, buscando ayuda, esperando que él interviniera para sacarlo del apuro.

Ricardo, que hasta ese momento disfrutaba de la situación, recibió la mirada de César y arqueó una ceja.

¿En serio? Pensó para sí mismo.

¿De verdad habías dejado sola a tu primer amor, Teresa, ¿para irte por ahí con otra mujer? ¿Y encima dejas que te muerda de semejante forma?

¿Y ahora quieres que yo te ayude a justificarte?

César, ¿puedes ser más ruin?

Lorena ya es suficiente, pero ¿otra mujer más?

Con una expresión seria y fija, César seguía esperando que Ricardo lo ayudara.

Bueno, supongo que entre amigos hay que ayudarse en los momentos críticos. Pensó Ricardo finalmente.

Ricardo se ajustó sus gafas, esbozó una leve sonrisa y dijo:

—Querida compañera, la herida en el cuello de César... fue porque yo lo mordí. Espero que no te importe.

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