Los monstruos no lloran me solían decir cada de vez que me dan de golpes, tu eres un hombre y debes ser el rey del inframundo, debes estar a la altura, crecí sin esperanza sintiéndome solo y miserable, crecí sin fe odiando a todos y todo, no sabía que era el amor nunca había sentido cariño hasta que la vi un día acercarse al bosque maldito, ella era una niña hermosa nunca antes había visto algo así, lo quería lo añoraba pero sabía que si me acercaba un poco la matarían así que lo deje pasar,
Cada vez que me golpeaban, me pisaban y me insultaban recordaba su rostro para ser fuerte, dicen que los hombres no deben llorar pero llore de dolor y agonía, me estaban criando para ser una máquina de matar, ser frío y sin sentimientos, ser el rey despiadado aquel que no dejaba a nadie vivo si pisaban su bosque maldito, no conocía la piedad, solo de desesperación, un día donde me estaba entrenando caí y me arrastré por el bosque derrotado y cubierto de cortes y golpes con los huesos rotos, Me quedé inconsciente hasta que una sensación de calor me despertó me desespere quería quedarme con esa sensación para siempre, pero cuando abrí los ojos era esa hermosa niña al principio me sentí aterrado e intente huir, —no te muevas te estoy curando— dijo esa pequeña con una dulce voz y su aura brillante de un color verde esperanza, Ella no me dejó escapar, me apoyo la cabeza en sus piernas y me sonreía, me quedé quieto, me quedé completamente cautivado, Era por su belleza y su calor, por esos ojos morados que transmitían algo que no conocía, me daba curiosidad así que me quedé en sus muslos hasta que mis heridas se curaron por completo, —¿quién eres?—pregunte asombrado, estaba cautivado por esa hermosa niña y su aura brillante que lo envolvía, —soy Aine, soy una santa sanador—respondió con una sonrisa brillante, eran tan tierna y dulce, su voz se oía gentil, Quien la viera podría pensar que ella era feliz, que su sonrisa cautivadora era porque ella estaba en un lugar de luz, pero era todo lo contrario al igual que yo estaba en un lugar aterrador, dónde el egoísmo abunda y la corrupción manda, todo en nombre de lo sagrado, Aine sabía cosas que nadie debía saber por eso estaba en la mira de los más ricos y corruptos, El bosque maldito era el único lugar al que podía esconderse ya que nadie iría a ese bosque porque está plagada de muerte, si te vieran los demonios te matarían inmediatamente, es por eso que iba a ese bosque porque se sentía aliviada prefería morir a manos de los demonios que a mano de los de su pueblo, Aine era la santa sanadora, tenía poderes de la luz, pero vivía en el infierno, donde la depravación y maldad vivían cada día, pero de puerta para adentro, eso debía ser secreto, —¿en dónde estabas?—la golpeó con fuerza, tanta fuerza que la hizo sangrar, —se te dijo miles de veces que no puedes hacer lo que quieras tú le perteneces al templo sagrado de fuego y luz, debes quedarte en donde te puedan ver—dijo el sacerdote, —serás castigada en nombre de lo sagrado—él la arrastra del brazo y la lleva a los aposentos, El sacerdote sujeta una vara de acero y la golpea con fuerza, le golpea las piernas hasta dejarla malherida, —no quería hacer eso tú me obligaste, no debes olvidar que le perteneces al templo—el sacerdote la besa, —no debes emocionarte recuerda que ella es la santa—dijo uno de los sacerdotes, —bien, bien entonces tráeme uno de los niños—respondió, esa sonrisa perversa era algo que nunca se borraría del rostro de Aine, El otro sacerdote arrastra a Aine del brazo, y la deja tirada en la puerta de sus aposentos, Sangrando, a donde sea que Aine iba había un acto de depravación, había gritos de niños llorando, Aine se tapa los oídos para no escuchar esos gritos, nadie podía tocarla porque era la santa sanadora eso era lo único que la mantenía protegida, ¿pero quién protegida a los demás?, nadie lo hacía a nadie le importaba, ya que el templo movía miles y miles, eran los más ricos de la ciudad, pasaron meses y meses, hasta que Aine volvió al bosque, Un lobo del infierno le dijo a Damien que Aine estaba en el bosque, él no debía permitir que nadie la vea o sería su final, él corre veloz para ser el primero en llegar, —¿en dónde estas no te escondas?—grito Damien, Pero la pequeña Aine tenía mucho miedo, ella lo escucho, pero su mente estaba tan dañada que ya no podía confiar en nadie, —no voy a lastimarte—grito Damien, mientras la busca por todos lados, el mira en la maleza y no ve nada, pero no va a dejar de buscar, El la busca hasta que la encuentra escondida al interior del árbol, Pero no era como la recordaba, su mirada era triste y estaba cubierta de golpes y cortadas, esa aura de amor se había esfumado por completo, solo había miedo y tristeza, su corazón perdió la fe, —¿qué te paso?—pregunto Damien furioso, no había nada de esa pequeña niña que vio alguna vez, —¿puedo quedarme?—le pregunto la pequeña Aine, prefería vivir con los demonios que quedarse en el templo sagrado,b —no, lo siento no puedes debes volver o te meterás en problemas—respondió, —¿tienes hambre?—pregunto él, Ella asentó con la cabeza, entonces él decide ir a buscar comida y ropa, él hace todo lo posible para que no la vean, y vuelve con ella, —si eres una santa sanadora, ¿por qué no te curas?—pregunto Damien, —porque no puedo curarme a mí misma—respondió Aine, —¿qué?, eso suena muy tonto e injusto—respondió Damien, Aine se ríe haciendo que esa brillante sonrisa volviera momentáneamente volviendo a iluminar a Damien, por momentos era como la recordaba,El cura sus piernas y sus brazos, también leda de comer, —gracias, me siento mucho mejor—dijo Aine, —¿no puedo quedarme un poco más?—pregunto Aine, —deberías irte—insistió Damien, él no quería que se vaya, si fuera por él se quedaría toda la vida con Aine, él estaba tan cautivado por ella, que nunca dejó de pensarla ni por un segundo, pero debía dejar su egoísmo de lado y llevarla fuera del bosque por su seguridad, —¿quién te hizo Daño?—pregunto Damien, —vivo en el templo del fuego y la luz, ellos me castigan por mí bien—respondió Aine, Al escuchar esas palabras Damien se paralizó, ya que eran las mismas palabras usadas cada vez que le rompían las piernas, Damien entra en pánico no quería que ella sufra lo mismo que él, pero no había nada que pudiera hacer, —ten, úsalo si lo necesitas—le da una daga, Aine lo acepta y lo guarda escondiéndola en su ropa, Damien la acompaña hasta el final del bosque para asegurarse de que salga bien y que nada malo le pase, Pero Damien se había
—no se ve más pequeña que tu, cuántos años tiene, 10 como mínimo, es edad suficiente para entender que entrar al bosque está prohibido—respondió Alastor, —estar en el bosque es ilegal y el castigo es la muerte—dijo sonriendo, El se tiró sobre Aine pero Damien lo detuvo, golpeándolo, —¡corre!—le grito a Aine, y ella empezó a correr con todas sus fuerzas, Damien corrió detrás de ella para cuidar su espalda, —me gusta jugar a los depredadores—grito Alastor, Aine se cae y se golpea muy fuerte sus piernas ya no podía mantenerse en pie, ya tenía sus piernas muy lastimadas, —ven sube a mi espalda—él se agacha y ella se sube a su espalda, Él corre con Aine en su espalda, sabía que su hermano era el mejor cazando, y que está situación era solo un juego para él, —pequeñas ratas, las voy a matar a ambos—él iba a cortarle la cabeza a Aine, Pero el siervo de Damien lo evita sujetando la espada con su mano, —príncipe lamento arruinar su juego, pero su madre lo está buscando—dijo el siervo
—preparen todo, está noche será el día del casamiento sagrado—se acerca a Aine y le susurra en el oído, — me voy a encargar de que tu muerte sea dolorosa,—no te preocupes te voy a estar esperando en inframundo, donde saldrán a flote todos tus secretos para que los dioses te odien y aborrezcan—respondio Aine,su fin se acercaba pero a pesar de eso podía sentir un poco de felicidad, ya que al menos antes de morir podría ver la luz del sol nuevamente y sentir la brisa en su rostro, estaba todo preparado, estaban decorando todo el templo, la opinión de los aldeanos estaba dividida, algunos aceptaban lo que la suma sacerdotisa decía pero algunos no, decían que los dioses los castigarian si le hacían daño a una santa,pero estaba todo dicho, la sacerdotisa estuvo esperando paciente este momento y no iba a dejarlo pasar, quería venganza, quería que Aine muera y tuvo que esperar mucho para que eso pasara,ya estaba todo preparado Aine estaba vestida de novia y la estaban llevando a una cama
—¿te gustan los postres?—le acerca una porción de pastel,—nunca los probé—se acerca y lo muerde,—¡esto es muy delicioso!,—grito sorprendida,—entonces come más—el le acerca otros dulces,—escuchame, creo que deberías dormí en mis aposentos, si te tengo cerca de mí no tendré que preocuparme—dijo Damien,—esta bien, si su alteza real cree que es lo correcto entonces acepto—respondió Aine,Eso sorprende a Damien, ya que pensó que tendría que persuadirla para qué aceptará,—me alegra que aceptarás, no tienes nada de que tener solo quiero estar cerca de ti para estar tranquilo—respondió Damien,—¿por qué no vas a caminar un poco por el jardín?, seguro te gustara mandé a instalar una hamaca para ti—él la beso en la frente y se fue,¿qué es una hamaca?, me gustaría caminar por el jardín, hace tanto que no veo el sol, había olvidado lo lindo y cálido que es, no vuelvas a irte dijo mientras miraba el cielo, lo único que tenía ahora es a Damien ella no tenía familia ni amigos, y no sabía si re
—no tienes que estar tan asustada, solo vamos a dormir—dijo Damien, él la sujeta y la trae junto a el para abrazarla,Al principio se siente incómoda pero luego se relaja y se duerme, cuando están durmiendo plácidamente Damien empieza a tener pesadillas, empieza a gritar dormido y a llorar,—¡príncipe despierte es solo un mal sueño!—dijo Aine asustada, no sabía que hacer el príncipe lloraba mucho,Ella lo abraza muy fuerte intentando calmar su llanto hasta que él príncipe despierta,—quédate así conmigo—dijo Aine y lo apoya en su pecho y le acaricia el cabello esperando que su calor lo reconfortará,Damien se tranquiliza y se duerme, hacia tiempo que no podía dormir en paz, estar abrazado a su amada le da mucha calma, a la mañana siguiente despiertan, pero no hablaron sobre eso y Aine decide no preguntar porque no quería incomodar o hacer sentir avergonzado al príncipe,—¿iremos a desayunar al jardín?—prunto Aine,—si por supuesto—respondió Damien,—¿puedo invitar a Limar?, me gustar