mí dulce tirano
mí dulce tirano
Por: Alma libre
prólogo

Los monstruos no lloran me solían decir cada de vez que me dan de golpes, tu eres un hombre y debes ser el rey del inframundo, debes estar a la altura, crecí sin esperanza sintiéndome solo y miserable, crecí sin fe odiando a todos y todo, no sabía que era el amor nunca había sentido cariño hasta que la vi un día acercarse al bosque maldito, ella era una niña hermosa nunca antes había visto algo así, lo quería lo añoraba pero sabía que si me acercaba un poco la matarían así que lo deje pasar,

Cada vez que me golpeaban, me pisaban y me insultaban recordaba su rostro para ser fuerte, dicen que los hombres no deben llorar pero llore de dolor y agonía, me estaban criando para ser una máquina de matar, ser frío y sin sentimientos, ser el rey despiadado aquel que no dejaba a nadie vivo si pisaban su bosque maldito, no conocía la piedad, solo de desesperación, un día donde me estaba entrenando caí y me arrastré por el bosque derrotado y cubierto de cortes y golpes con los huesos rotos,

Me quedé inconsciente hasta que una sensación de calor me despertó me desespere quería quedarme con esa sensación para siempre, pero cuando abrí los ojos era esa hermosa niña al principio me sentí aterrado e intente huir,

—no te muevas te estoy curando— dijo esa pequeña con una dulce voz y su aura brillante de un color verde esperanza,

Ella no me dejó escapar, me apoyo la cabeza en sus piernas y me sonreía, me quedé quieto, me quedé completamente cautivado,

Era por su belleza y su calor, por esos ojos morados que transmitían algo que no conocía, me daba curiosidad así que me quedé en sus muslos hasta que mis heridas se curaron por completo,

—¿quién eres?—pregunte asombrado, estaba cautivado por esa hermosa niña y su aura brillante que lo envolvía,

—soy Aine, soy una santa sanador—respondió con una sonrisa brillante, eran tan tierna y dulce, su voz se oía gentil,

Quien la viera podría pensar que ella era feliz, que su sonrisa cautivadora era porque ella estaba en un lugar de luz, pero era todo lo contrario al igual que yo estaba en un lugar aterrador, dónde el egoísmo abunda y la corrupción manda, todo en nombre de lo sagrado, Aine sabía cosas que nadie debía saber por eso estaba en la mira de los más ricos y corruptos,

El bosque maldito era el único lugar al que podía esconderse ya que nadie iría a ese bosque porque está plagada de muerte, si te vieran los demonios te matarían inmediatamente, es por eso que iba a ese bosque porque se sentía aliviada prefería morir a manos de los demonios que a mano de los de su pueblo,

Aine era la santa sanadora, tenía poderes de la luz, pero vivía en el infierno, donde la depravación y maldad vivían cada día, pero de puerta para adentro, eso debía ser secreto,

—¿en dónde estabas?—la golpeó con fuerza, tanta fuerza que la hizo sangrar,

—se te dijo miles de veces que no puedes hacer lo que quieras tú le perteneces al templo sagrado de fuego y luz, debes quedarte en donde te puedan ver—dijo el sacerdote,

—serás castigada en nombre de lo sagrado—él la arrastra del brazo y la lleva a los aposentos,

El sacerdote sujeta una vara de acero y la golpea con fuerza, le golpea las piernas hasta dejarla malherida,

—no quería hacer eso tú me obligaste, no debes olvidar que le perteneces al templo—el sacerdote la besa,

—no debes emocionarte recuerda que ella es la santa—dijo uno de los sacerdotes,

—bien, bien entonces tráeme uno de los niños—respondió, esa sonrisa perversa era algo que nunca se borraría del rostro de Aine,

El otro sacerdote arrastra a Aine del brazo, y la deja tirada en la puerta de sus aposentos,

Sangrando, a donde sea que Aine iba había un acto de depravación, había gritos de niños llorando, Aine se tapa los oídos para no escuchar esos gritos, nadie podía tocarla porque era la santa sanadora eso era lo único que la mantenía protegida, ¿pero quién protegida a los demás?, nadie lo hacía a nadie le importaba, ya que el templo movía miles y miles, eran los más ricos de la ciudad, pasaron meses y meses, hasta que Aine volvió al bosque,

Un lobo del infierno le dijo a Damien que Aine estaba en el bosque, él no debía permitir que nadie la vea o sería su final, él corre veloz para ser el primero en llegar,

—¿en dónde estas no te escondas?—grito Damien,

Pero la pequeña Aine tenía mucho miedo, ella lo escucho, pero su mente estaba tan dañada que ya no podía confiar en nadie,

—no voy a lastimarte—grito Damien, mientras la busca por todos lados, el mira en la maleza y no ve nada, pero no va a dejar de buscar,

El la busca hasta que la encuentra escondida al interior del árbol,

Pero no era como la recordaba, su mirada era triste y estaba cubierta de golpes y cortadas, esa aura de amor se había esfumado por completo, solo había miedo y tristeza, su corazón perdió la fe,

—¿qué te paso?—pregunto Damien furioso, no había nada de esa pequeña niña que vio alguna vez,

—¿puedo quedarme?—le pregunto la pequeña Aine, prefería vivir con los demonios que quedarse en el templo sagrado,b

—no, lo siento no puedes debes volver o te meterás en problemas—respondió,

—¿tienes hambre?—pregunto él,

Ella asentó con la cabeza, entonces él decide ir a buscar comida y ropa, él hace todo lo posible para que no la vean, y vuelve con ella,

—si eres una santa sanadora, ¿por qué no te curas?—pregunto Damien,

—porque no puedo curarme a mí misma—respondió Aine,

—¿qué?, eso suena muy tonto e injusto—respondió Damien,

Aine se ríe haciendo que esa brillante sonrisa volviera momentáneamente volviendo a iluminar a Damien, por momentos era como la recordaba,

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