Estoy en mi cuarto organizándome para ir a la fiesta a la que me invitó Mafe. Me decido por una falda, un crop top y unas botas altas que me llegan más arriba de la rodilla.
—¿A dónde vas tan arreglada? —me volteo y veo a mi madre parada en la puerta.
—Voy a salir con gente de la oficina —respondo seca mientras peino mi cabello.
—Hija, no podemos seguir así. Lamento lo que hice, en serio, no quería pegarte, pero tú también te pasaste con tu comentario —me volteo para verla y me acerco a ella.
—Mamá, ya pasó, no hay problema —le dedico una sonrisa falsa y, como me conoce tan bien, solo suelta un suspiro.
—No vengas tarde y no tomes mucho.
—Tranquila, voy a estar bien —tomo mi bolso y bajo las escaleras, pero me encuentro con Federico, que está tomando una copa.
—¿A dónde vas?
—¿Acaso a todos debo darles una explicación? —este se levanta.
—Pues sí.
—No eres mi padre.
—Pero pronto seré tu padrastro —me río en su cara y le digo—: En tus sueños, jamás te voy a ver como un padre, así que vete sacando esa idea de la cabeza.
—¿Nunca nos vamos a llevar bien, verdad?
—No, creo que no. O tal vez sí, pero cuando yo me largue de aquí. —Salgo de la casa y me monto en un taxi que me lleva a la discoteca. Cuando entro, veo a Mafe bailando con un chico, pero al verme, se suelta y llega hasta donde estoy, dándome un abrazo.
—Qué bueno que viniste. Ven, te presento. —Toma mi mano y me arrastra hasta una mesa.
—Chicos, les presento a una compañera. Se llama Olivia y es asistente de presidencia. —Todos me saludan con un hola y cada uno se presenta.
—Yo soy Logan, estoy en Recursos Humanos.
—Yo soy Miriam, secretaria del gerente.
—Lucas, encargado de la parte contable. —Todos fueron súper formales conmigo. Bailamos, tomamos y en un momento veo de lejos a Abel, aquel chico que me atendió en el bar. Me acerco para confirmar que sí sea él.
—Abel. —Este se voltea y al verme, me sonríe.
—Hola, linda. ¿Qué sorpresa verte aquí? ¿Qué haces? —Me da un beso en la mejilla.
—Estoy con unos compañeros de la oficina, pero te vi de lejos y quise venir a saludar.
—Qué linda. Yo estoy con unos compañeros también, pero estoy algo aburrido. ¿Qué te parece si nos vamos a otro lugar? —Por un momento dudo, pero la verdad es que yo también estoy cansada del ambiente.
—Está bien. Espera, me despido de mis compañeros. —Voy a la mesa y me despido de todos, pero mi amiga Mafe nota que me voy con un chico, así que me guiña el ojo.
—Suerte con tu chico. —Le dedico una sonrisa y salgo con Abel. Pero cuando llegamos al estacionamiento, Abel se para enfrente de una moto.
—¿Eso es tuyo? —señalo la moto con algo de miedo.
—Sí, esta es mi bebé. —Me pasa un casco, pero yo me quedo pasmada.
—¿Pasa algo?
—Es que nunca he montado en una moto y creo que es mala idea. —Este se acerca y me coloca el casco.
—Vamos, linda, te va a gustar. Seré cuidadoso.
—¿Lo prometes?
—Sí, lo prometo. Ahora vamos. —Este se sube y luego yo, con mucho cuidado, me subo intentando que nada se me vea, ya que tengo falda.
—¿Bueno, a dónde vamos?
—Ya lo verás. —Arranca la moto y rápidamente rodeo su cintura con mis brazos, pegándome a su espalda. Luego de un rato, ya me siento más relajada y comienzo a levantar mis brazos, dejando que la brisa me pegue en toda la cara.
—¡Esto está genial! —grito mientras dejo que el viento me lleve.
—Te dije que te iba a gustar. —Después de subir y subir, llegamos a un mirador que tiene una vista increíble. Nos sentamos en el suelo, admirando el paisaje.
—Es precioso.
—Sí, cuando estoy triste o con problemas, siempre vengo aquí. Eres la primera chica que traigo a este lugar. —Volteo mi rostro y al ver su mirada, puedo ver que dice la verdad. Abel, a pesar de mostrar pinta de ser un hombre malo, sé que en el fondo tiene un gran corazón.
—Pues me siento muy halagada de ser la primera en compartir contigo esta preciosa vista. —Nos tiramos en el suelo y en un momento este junta nuestras manos mientras me mira.
—No sé qué tienes, Olivia, pero desde que te vi por primera vez en el bar, no he parado de pensar en ti. Dime, ¿qué me hiciste? —De a poco se empieza a acercar hasta que queda a unos centímetros de mi cara. Veo cómo observa mis labios, como pidiendo permiso, así que yo termino esta agonía y en un rápido movimiento pego mis labios con los suyos. Este pone sus manos en mis mejillas mientras profundizamos nuestro beso. Es un beso tierno y pausado; al parecer, ninguno tiene afán de nada. Cuando nos separamos por falta de aire, este me mira con adoración.
—Dame una oportunidad de conocerte. —Dios, ¿cómo negarme a este hombre?
—Claro que te doy esa oportunidad. —Nos volvemos a besar y luego seguimos hablando.
Cuando llego a la casa, le entrego el casco y este me pega a su cuerpo.
—Adiós, preciosa. —Me deja un beso casto en los labios.
—Adiós, Abel. Cuídate. Mándame un mensaje cuando ya hayas llegado a casa.
—Qué linda, ya te preocupas por mí. —Le doy un codazo y este me vuelve a besar hasta que escucho mi teléfono sonar. Cuando veo quién es, ruedo mis ojos y contesto.
—¿Qué quieres?
—Suelta a ese imbécil y entra ya mismo a la casa, sino quieres que vaya por ti. —¿Qué? ¿Cómo sabe...? Me espía. Miro hacia la casa, pero luego me centro en Abel.
—Bueno, ahora sí me voy. Nos hablamos. —Le doy un último beso y luego entro a la casa. Pero cuando cierro la puerta, unos brazos me acorralan contra la puerta.
—Dios, Federico, vas a matarme de un susto. —Este huele a licor, pero del fuerte.
—Estabas tomando?
—¿Importa? —Sí, estaba tomando y ahora está borracho.
—Déjame pasar, Federico. —Pero no se mueve.
—¿Quién era ese?
—Un amigo. —Responde seca.
—Claro, ¿y a tus amigos les das besos en la boca?
—¿Por qué me espías?
—Debo cuidar de ti.
—Federico, el papel de padrastro no te queda bien. Ahora déjame pasar que estoy cansada. —Cuando voy a pasar, este me toma de la cintura con fuerza, haciendo que todo mi cuerpo se erice con ese solo toque.
—Dime, ¿qué tienes? —No entiendo.
—¿Qué tengo de qué? —Se pega más a mí, quedando a solo metros de mi rostro.
—¿Qué tienes que me vuelves loco? —Oh, por Dios, ¿qué estaba diciendo? Dios, él se va a casar con mi madre, no puede andar diciendo esas cosas... aunque bueno, eso no era lo que querías, Olivia. Dios, no sé más cómo reaccionar y termino haciendo algo que no sé si fue buena idea.
Acabo de darle una bofetada...
Federico me mira algo molesto mientras acaricia mi mejilla.- Es mejor que te vayas a dormir, estás muy tomado y no sabes lo que haces.- ¿Estás con ese imbécil? Por eso no me dejaste besarte.- No se trata de eso. Tú eres el futuro esposo de mi madre, así que respétala y respétame a mí. - Subo las escaleras y entro a mi habitación. Lo sé, ¿quién me entiende? Primero lo quería provocar porque mi mamá me pegó, pero ahora no. Es mejor dejar las cosas así, ahorrar dinero y comenzar con mi carrera, pero en una universidad lejana, lejos de él y de mi madre. Me tiro a la cama y me quedo dormida.A la mañana siguiente, me levanto temprano y entro al baño, dándome una ducha de 20 minutos, ya que todavía es temprano. Cuando salgo, busco una falda y una chaqueta. Amo el negro y, como no quiero ponerme tacones, decido colocarme unos botines bolicheros. Bajo a tomar el desayuno, pero cuando entro a la cocina, me encuentro con la horrible escena de mi madre besándose apasionadamente con Federico. N
Estoy en casa de mi amiga Aleja pasando el día, ya que no quiero estar en casa. Bueno, si es que se le puede llamar casa. Le cuento todo a mi amiga y ella queda algo sorprendida, ya que mi madre nunca me ha puesto la mano encima.- Qué cagada con tu madre, amiga. Pero deberías relajarte, ella quiere estar con él. ¿O es que acaso tú...? Oh, por Dios, ¡tienes celos!- ¡Por Dios, cállate! Es el novio de mi madre.- ¿Y? Es un hombre bastante atractivo.- Sí, pero... Joder, amiga, no sé qué me pasa con él. Cuando estoy cerca de él, me pongo nerviosa y cuando me toca, siento cómo toda mi piel se eriza con su solo toque. Una parte de mí lo odia, pero otra parte de mí siente algo por él y me quiero matar porque ese hombre es prohibido para mí.- Estás en una tremenda vaca loca, amiga, pero pase lo que pase, yo te apoyo. Pero ahora, cuéntame del chico del bar.- Bueno, se llama Abel, tiene 23 años, trabaja de noche y en el día estudia ingeniería civil.- ¿Y qué tal es contigo?- Él aparenta ten
- Olivia, nos vamos ya de aquí.- Ya déjame, Federico. ¿Qué haces aquí? Además, ¿cómo sabías que estaba aquí?- Conozco gente que se mueve en este medio y supuse que estabas aquí - este me empieza a arrastrar, pero yo me niego.- ¡Basta, Federico! ¡No puedes obligarme a irme!- Claro que puedo. No puedo creer que estés en estos lugares. Ya no eres una niña.- Exacto, ya no soy una niña. Ya puedo hacer lo que se me cante - cuando intento soltarme, las sirenas de la policía empiezan a sonar.- ¡Mierda, la policía! - todo se volvió un caos. Federico toma con fuerza mi mano y comenzamos a correr. Ahora sí estoy cooperando, pero me preocupo por mi amiga y por Abel.- Vamos, ya casi llegamos al auto - cuando llegamos al auto, nos montamos rápidamente y arrancamos de golpe. Siento mi corazón que va a toda prisa por la adrenalina. Cuando estamos lo suficientemente alejados, él para en un camino desolado y toma una profunda respiración.- ¿Se puede saber por qué m****a estabas en una carrera il
Federico está parado en mi puerta con la cara roja, pero cuando ve lo que tengo puesto, su expresión cambia totalmente. Sus ojos se oscurecen y traga duro.- ¿Qué haces aquí? - Me escudriña con la mirada, pero luego reacciona.- Tápate, Olivia.- ¿Y si no quiero? - Digo en tono altanero.- Deja de comportarte como una niña. - Él y su maldito comentario. Me acerco a él y me pego a su cuerpo.- ¿Quieres que te muestre de nuevo lo que puede hacer esta niña? - Parece estático, así que lo tomo del saco y lo tumbó en la cama. Como suena música sexy, aprovecho y comienzo a bailarle de manera muy sensual, acariciando todo mi cuerpo.- ¿Te gusta lo que ves, papi? - Veo cómo su miembro comienza a despertar y sonrío por lo que he logrado. Pero ahora va mi venganza. Tomo el broche de mi sostén y lo quito, bajando lentamente el sostén para dejar expuestos mis senos. Antes de que esto suceda, Federico me detiene.- ¡No lo hagas! Por Dios, Olivia, soy tu padrastro, me casaré con tu mamá, no puedes ha
Pov FedericoEsta niña me va a matar, juro que lo hará. Cuando Luciana me dijo que tenía una hija, pensé que sería fácil, pero cuando conocí a Olivia me di cuenta de que no. La chiquita es rebelde, obstinada, tiene una lengua bastante suelta y a cada rato me hace enojar, pero lo peor de todo es que me encanta. La chiquita me encanta, me trae loco. Ella no tiene límites, le encanta desobedecerme y aparte ni me respeta; cuando la vi en ropa interior, juro que estuve a punto de tomarla ahí mismo y hacerla mía. La muy descarada logró lo que quería, excitarme como un adolescente, y lo peor de todo es que cada vez que me acuesto con Luciana, me imagino que es Olivia la que estoy follando. Esto se está saliendo de control y aparte está saliendo con ese tipo de esa moto que hace carreras ilegales. Eso me preocupa, tengo miedo de que le pase algo.- Amor, ¿qué te tiene tan pensativo? - dice Luciana, tapándose luego de haber tenido sexo.- Tu hija - digo sin pensarlo, pero me compongo -. Ella no
Pov OliviaDios, me duele todo el cuerpo. Siento mis párpados pesados, pero hago todo el intento de abrir los ojos hasta que lo logro. Al abrirlos, me topo con una figura masculina... qué hombre tan guapo. Al verme, se pone feliz, pero ni siquiera lo conozco, no sé dónde lo he visto y, además, no sé dónde estoy.—¿Quién... quién eres tú? —La mirada del hombre guapo muestra preocupación y rápidamente sale de la habitación, pero aparece a los segundos con un doctor.—Señorita, qué bueno que despertó. ¿Me quiere decir cómo se llama? —¿Cómo me llamo? Yo... yo...—Este, yo me llamo... —Mierda, ¿por qué no recuerdo cómo me llamo? ¿Qué me pasa?—¿Señorita?—Doctor, no sé cómo me llamo, no lo recuerdo.—¿Sabe por qué está aquí?—No, ¿qué me pasó?—Tuvo un accidente en una moto. —Dios, ¿por qué no lo recuerdo?—Doctor, no me acuerdo de nada, ¿por qué no me acuerdo de nada? —Comienzo a alterarme, pero el chico guapo toma mi mano y me tranquiliza.—Hey, pequeña, tranquila.—¿Quién eres tú? No me
Me levanto de golpe al sentir una puerta cerrarse de golpe. Cuando volteo, veo a Fede completamente dormido; al parecer nada lo despierta. Retiro su brazo de mi cintura y me paro con cuidado para meterme al baño a darme una pequeña ducha. Cuando salgo, veo que mi padrastro ya no está, así que me arreglo con tranquilidad.Es rara la pinta, lo sé, pero me encanta. Es atrevido, pero no importa.—Nena, ¿vamos al centro comercial? —dice Aleja por videollamada.—Mmm, no sé, sabes que no me puedo mover mucho todavía.—Lo sé, pero solo será un rato, es para que te despejes.—Está bien, nos vemos allá.Colgamos y tomo mis cosas, pero cuando voy a salir soy jalada de una manera muy fuerte. Cuando volteo para ver quién es, veo que es mi madre.—¡Mamá, qué susto me diste! —Ella me mira con furia y con ganas de matarme.—Que sea la última vez que te veo cerca de mi hombre.—¿Pero de qué hablas?—No te hagas la mosquita muerta. Los vi esta mañana mientras dormían muy juntitos en tu cama. ¡Deja de se
Federico me tiene acorralada contra la pared mientras me besa desaforadamente. Paso mis manos por su cuello y lo atraigo más hacia mí, haciendo que él suelte un gruñido de placer. Nos separamos un poco y él me mira con su mirada penetrante.— Me tienes loco, pequeña — murmura mientras ataca mi cuello, dejando leves marcas. Mientras tanto, yo comienzo a levantar su camisa. Con cuidado, él me tira sobre la cama y empieza a repartir besos por todo mi cuerpo, que está solo cubierto por mi ropa interior. Él acaricia mi cuerpo, haciéndome sentir sensaciones que nunca había experimentado. Con sus manos grandes, comienza a masajear mis senos, arrancándome gemidos.— Fede... — escucho como una puerta se cierra.— Fede, amor, ¿estás en casa? — Federico y yo nos miramos asustados y nos separamos de golpe.— ¿Qué hacemos? — digo mientras me pongo ropa.— Tranquila, vamos a actuar como si estuviéramos teniendo una conversación de padre a hija.— ¿En serio? — digo sin poder creerlo, pero es demasiad