capitulo 4

Federico me mira algo molesto mientras acaricia mi mejilla.

- Es mejor que te vayas a dormir, estás muy tomado y no sabes lo que haces.

- ¿Estás con ese imbécil? Por eso no me dejaste besarte.

- No se trata de eso. Tú eres el futuro esposo de mi madre, así que respétala y respétame a mí. - Subo las escaleras y entro a mi habitación. Lo sé, ¿quién me entiende? Primero lo quería provocar porque mi mamá me pegó, pero ahora no. Es mejor dejar las cosas así, ahorrar dinero y comenzar con mi carrera, pero en una universidad lejana, lejos de él y de mi madre. Me tiro a la cama y me quedo dormida.

A la mañana siguiente, me levanto temprano y entro al baño, dándome una ducha de 20 minutos, ya que todavía es temprano. Cuando salgo, busco una falda y una chaqueta. Amo el negro y, como no quiero ponerme tacones, decido colocarme unos botines bolicheros. Bajo a tomar el desayuno, pero cuando entro a la cocina, me encuentro con la horrible escena de mi madre besándose apasionadamente con Federico. No sé por qué verlos así me da un toque de rabia, como si tuviera... No, yo no puedo estar celosa. Ambos se percatan de mi presencia y se separan.

- Hija, lo siento, no te habíamos visto.

- Tranquila, sigan en lo suyo. Yo ya me voy.

- ¿No has desayunado? - dice señalando la comida, pero después de lo que vi, se me quitó el hambre y las ganas de estar cerca de ellos.

- Se me quitó el hambre. Ya me voy.

- Espera, nos vamos juntos - dice Federico.

- No, me voy sola. Pero no me iré en taxi, ya que Fede dice que esta casa también es mía. Supongo que sus autos también. Así que bajo a la cochera y veo todos los súper autos que tiene, hasta que me encuentro con un Audi que me tiene loca... Ese fue el que me subo y, antes de que sus guardias digan algo, arranco y me voy, dejándolos con cara de preocupación.

Al llegar a la oficina, todos me miran sorprendidos al ver en qué nave llegué.

- ¿Y ese auto? - dice Mafe.

- Es de la familia.

- ¿Acaso eres rica?

- Mi padrastro es rico, pero me presta sus cosas.

- ¿Y entonces, si es rico, por qué trabajas?

- No quiero que me mantenga él. - En ese momento, entra Federico con cara de pocos amigos. Al verme, su cara se pone peor.

- Señorita, la espero en mi oficina ahora. - Entra al ascensor y ambas nos miramos.

- Suerte con eso - dice Mafe mientras se va. Subo y, antes de entrar, tomo una bocanada de aire y entro.

- ¿Me necesitabas?

- Cierra la puerta. - Hago lo que me pide y él se levanta de golpe, caminando rápido hacia mí.

- ¿Se puede saber con qué permiso te llevaste mi auto? - Vaya, que estaba enojado, aunque me vale una... - Vamos, Fede, no te enojes. ¿No fuiste tú quien dijo que tu casa era mi casa? Pues yo deduje que también podía tomar los autos. Además... - Veo que se sienta, y soy tan mala que me siento encima de él, haciendo que se ponga nervioso.

- Tú ahora eres como mi padre, mejor padrastro, y se supone que los padrastros consienten a sus hijastras.

- No juegues conmigo, Olivia.

- No lo hago, es la verdad. ¿Por qué no puedes ser un padrastro normal?

- ¿Quieres que sea un padrastro normal? Está bien, vamos a empezar a poner reglas en la casa, porque eso hacen los padrastros. - Me paro de golpe y lo miro con cara de "quiero matarte".

- Tú no eres quien para ponerme reglas.

- Soy tu padrastro, y tu madre ya me dio la autorización de ponerte límites.

- No soy una niña pequeña.

- Pues, a veces, sí lo pareces. - No voy a discutir más con este imbécil.

- Sabes qué, haz lo que se te dé la gana. - Salgo de la oficina sin importarme sus gritos.

En la tarde, él entra como siempre a arruinar mi paz.

- Dame las llaves del auto. Tú te vas conmigo. - De mala gana, se las entrego, pero ni sueñes que me voy con él. Llamo a Abel.

- Hola, Abel, ¿qué haces?

- Hola, preciosa, acabo de salir de trabajar.

- Oye, ¿pasas por mí y hacemos algo?

- Claro, pásame la dirección.

- Ok, adiós. - Espero un rato y él me indica que ya llegó. Entonces, bajo. Cuando lo veo, este me recibe con un beso tierno.

- Estás preciosa.

- Gracias, tú estás muy guapo. - Me pasa su casco y, cuando me voy a montar, aparece corriendo Federico al lado de sus guardaespaldas.

- ¡Olivia! ¡No lo hagas!

- ¡Abel, arranca ya! - le grito y este, de inmediato, arranca, dejando a Federico y sus hombres atrás. Llegamos a su apartamento y allí pedimos comida china.

- Oye, ¿quién era ese?

- Era mi padrastro.

- Joder, pero si se ve joven.

- Pues sí, pero a mi madre le dio por meterse con un hombre mucho más joven que ella.

- No te gusta eso, ¿verdad?

- No lo sé... - Pasamos un rato viendo películas y dándonos uno que otro beso, hasta que llega mi hora de partir. Él me lleva a casa y, cuando entro, mi madre y Federico están allí en la sala.

- ¿Qué pasa, reunión familiar?

- ¿Por qué te estás yendo con un hombre en una moto? - Mi madre está enojada.

- ¿Te fuiste de sapo?

- Ella tenía que saber.

- Deja de meterte en mi vida.

- No le hables así. Respétalo, él solo se preocupa por ti.

- ¡Yo no le pedí que lo hiciera!

- Por Dios, Olivia, pareces una niña chiquita, conténtate.

- Sabes, Federico, me importa una m****a lo que pienses de mí.

- ¡Ya basta, Olivia! Me tienes cansado. Respeta a mi prometido.

- Pues ustedes también me tienen cansada.

- Olivia, no le digas esas cosas a tu madre. - Maldito infeliz, deja de meterte en mi vida.

- Tú deja de meterte donde no te han llamado. Porque tú eres un simple arrimado... - No termino la frase, ya que mi mamá me volvió a pegar, pero esta vez siento ardor y, al tocarme, veo manchas de sangre. Ambos me ven horrorizados, en especial esa señora que dice ser mi madre. Con la poca dignidad que me queda, me acerco a ella y le susurro:

- Esta será la última vez que me vuelvas a poner un dedo encima. Ahí te dejo con este. - Me subo a mi habitación. Veo que lo que me hizo fue un rasguño. Me lleno de ira y comienzo a tirar todo lo que tengo hasta que calmo mi rabia.

A la mañana siguiente, me levanto temprano, me doy una ducha y me coloco algo relajado, ya que no tengo que ir a trabajar. Veo que están los dos reunidos en la sala, tomando café, pero no quiero otro altercado, así que me voy directo a la puerta. Pero la voz de Luciana, o sea, mi madre, me detiene.

- Hija, ¿a dónde vas?

- Lejos de esta casa.

- Hija, ayer estaba muy enojada. Yo no... - La interrumpo antes de que diga otra m****a.

- Luciana, no te gastes. Ya lo hecho, hecho está.

- No me llames Luciana, soy tu madre.

- Desde que me colocaste por segunda vez la mano encima, dejaste de serlo. Así que, adiós...

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