Pov FedericoEsta niña me va a matar, juro que lo hará. Cuando Luciana me dijo que tenía una hija, pensé que sería fácil, pero cuando conocí a Olivia me di cuenta de que no. La chiquita es rebelde, obstinada, tiene una lengua bastante suelta y a cada rato me hace enojar, pero lo peor de todo es que me encanta. La chiquita me encanta, me trae loco. Ella no tiene límites, le encanta desobedecerme y aparte ni me respeta; cuando la vi en ropa interior, juro que estuve a punto de tomarla ahí mismo y hacerla mía. La muy descarada logró lo que quería, excitarme como un adolescente, y lo peor de todo es que cada vez que me acuesto con Luciana, me imagino que es Olivia la que estoy follando. Esto se está saliendo de control y aparte está saliendo con ese tipo de esa moto que hace carreras ilegales. Eso me preocupa, tengo miedo de que le pase algo.- Amor, ¿qué te tiene tan pensativo? - dice Luciana, tapándose luego de haber tenido sexo.- Tu hija - digo sin pensarlo, pero me compongo -. Ella no
Pov OliviaDios, me duele todo el cuerpo. Siento mis párpados pesados, pero hago todo el intento de abrir los ojos hasta que lo logro. Al abrirlos, me topo con una figura masculina... qué hombre tan guapo. Al verme, se pone feliz, pero ni siquiera lo conozco, no sé dónde lo he visto y, además, no sé dónde estoy.—¿Quién... quién eres tú? —La mirada del hombre guapo muestra preocupación y rápidamente sale de la habitación, pero aparece a los segundos con un doctor.—Señorita, qué bueno que despertó. ¿Me quiere decir cómo se llama? —¿Cómo me llamo? Yo... yo...—Este, yo me llamo... —Mierda, ¿por qué no recuerdo cómo me llamo? ¿Qué me pasa?—¿Señorita?—Doctor, no sé cómo me llamo, no lo recuerdo.—¿Sabe por qué está aquí?—No, ¿qué me pasó?—Tuvo un accidente en una moto. —Dios, ¿por qué no lo recuerdo?—Doctor, no me acuerdo de nada, ¿por qué no me acuerdo de nada? —Comienzo a alterarme, pero el chico guapo toma mi mano y me tranquiliza.—Hey, pequeña, tranquila.—¿Quién eres tú? No me
Me levanto de golpe al sentir una puerta cerrarse de golpe. Cuando volteo, veo a Fede completamente dormido; al parecer nada lo despierta. Retiro su brazo de mi cintura y me paro con cuidado para meterme al baño a darme una pequeña ducha. Cuando salgo, veo que mi padrastro ya no está, así que me arreglo con tranquilidad.Es rara la pinta, lo sé, pero me encanta. Es atrevido, pero no importa.—Nena, ¿vamos al centro comercial? —dice Aleja por videollamada.—Mmm, no sé, sabes que no me puedo mover mucho todavía.—Lo sé, pero solo será un rato, es para que te despejes.—Está bien, nos vemos allá.Colgamos y tomo mis cosas, pero cuando voy a salir soy jalada de una manera muy fuerte. Cuando volteo para ver quién es, veo que es mi madre.—¡Mamá, qué susto me diste! —Ella me mira con furia y con ganas de matarme.—Que sea la última vez que te veo cerca de mi hombre.—¿Pero de qué hablas?—No te hagas la mosquita muerta. Los vi esta mañana mientras dormían muy juntitos en tu cama. ¡Deja de se
Federico me tiene acorralada contra la pared mientras me besa desaforadamente. Paso mis manos por su cuello y lo atraigo más hacia mí, haciendo que él suelte un gruñido de placer. Nos separamos un poco y él me mira con su mirada penetrante.— Me tienes loco, pequeña — murmura mientras ataca mi cuello, dejando leves marcas. Mientras tanto, yo comienzo a levantar su camisa. Con cuidado, él me tira sobre la cama y empieza a repartir besos por todo mi cuerpo, que está solo cubierto por mi ropa interior. Él acaricia mi cuerpo, haciéndome sentir sensaciones que nunca había experimentado. Con sus manos grandes, comienza a masajear mis senos, arrancándome gemidos.— Fede... — escucho como una puerta se cierra.— Fede, amor, ¿estás en casa? — Federico y yo nos miramos asustados y nos separamos de golpe.— ¿Qué hacemos? — digo mientras me pongo ropa.— Tranquila, vamos a actuar como si estuviéramos teniendo una conversación de padre a hija.— ¿En serio? — digo sin poder creerlo, pero es demasiad
Abel permanece parado enfrente de mí, sin importar que se esté mojando a causa de la lluvia. No sé si deba confiar en él, pero no tengo a dónde ir, no me queda más opción.- Está bien - tomo su mano algo tímida y me ayuda a montar mis cosas en su auto. Ambos nos montamos y él arranca el carro. Después de 20 minutos llegamos a un edificio. Él me ayuda a bajar mis cosas y tomamos un ascensor que nos lleva hasta el último piso. Cuando llegamos, veo un apartamento espacioso, aunque poco decorado.- Bienvenida a mi hogar - dice señalando el lugar.- Gracias - observo que tiene varias fotografías y pósters de motos.- Ven, te mostraré donde vas a dormir - me lleva a una habitación bastante cómoda.- Espero que sea de tu agrado. Puedes decorarla como quieras.- Abel, no te preocupes. Solo serán unos días que me quedaré aquí.- Preciosa - esa palabra, esa sola palabra me hace sentir una sensación que no me gusta.- No me digas así, por favor.- ¿Te molesta?- Es solo que me da una sensación in
**3 años después**Han pasado tres años desde que me fui a vivir a España, dejando todo mi pasado. Intenté hablar con Fede para explicarle por qué me fui así, pero él me trató muy mal, diciendo que era una desagradecida, entre otras cosas, sin siquiera dejarme explicar lo que pasó. Así que mejor no insistí más, aunque no hay día en que no piense en él. Ahora vivo en un apartamento en el centro. Abel, como siempre, ha estado conmigo. Al principio intentó que tuviéramos algo, pero tuve que ser sincera con él y confesarle que estaba enamorada de otro hombre. Él lo entendió y desde entonces nos hemos convertido como en hermanos, cuidando el uno del otro. Ahora trabajo para una editorial como secretaria del jefe y la verdad me ha ido bien, porque pronto podré empezar en la universidad.Estoy terminando de arreglar mi atuendo y luego me doy una pequeña maquillada.- ¡Abel! ¡Me voy! - Abel aparece con cara de poco sueño.- Cuídate, linda. - Me da un beso y luego se retira a su cuarto.Cuando
Me quedé quieta sin saber qué decirle a Greg. La verdad, nunca pensé decirle la verdad a Greg, pero aquí estaba él, preguntándome por qué negué a Federico y a Luciana.—Greg, las cosas entre nosotros no terminaron bien.—¿A qué te refieres? —pregunta él, queriendo saberlo todo.—Mi madre me echó de la casa porque me vio como una amenaza a su compromiso y, cuando intenté explicarle las cosas a Federico, este simplemente no me escuchó. Así que decidí empezar mi vida lejos.—Vaya, debió ser muy duro para ti.—Lo fue, pero de estas cosas se aprende.—¿Crees que podrás trabajar con ellos?—Soy profesional, no mezclo lo personal —él me sonríe.—Esa es mi chica. —Cuando volvemos a la reunión, veo a Federico y a Luciana bastante acaramelados. Creo que fue un golpe duro para mí.—Federico, qué pena interrumpir, pero nosotros ya nos vamos.—Bueno, que les vaya bien. Ah, les mandaré la invitación de nuestra boda. —Cuando dice eso, me tenso por completo, pero decido ser fuerte y responder.—Claro.
Escucho cómo alguien toca mi puerta, pero lo ignoro por completo. No quiero que nadie me vea en esta situación. Después de tantos años, me vuelvo a sentir muy débil y odio sentirme así.—Olivia, preciosa, abre la puerta. Sé que estás ahí —Greg hablaba y hablaba hasta que decidí abrir la puerta. Cuando lo vi, no lo dudé: me tiré en sus brazos y comencé a llorar. Al verme tan mal, nos llevó a la oficina y cerró la puerta. Luego nos sentamos en un sillón, y mientras lloraba, él solo besaba mi cabeza y acariciaba mi espalda.—Tranquila, aquí estoy.—Greg, me siento tan mal. Durante todo este tiempo intenté ser fuerte, pero hoy no puedo. Siento como si todas las barreras que coloqué a mi alrededor se estuvieran cayendo, y eso me hace sentir débil.—Preciosa, no está mal sentirse así. Todos, en algún momento, experimentamos eso. Lo importante es saber levantarse y no quedarse lamentándose.—Odio que ellos estén aquí.—Si tú quieres, rompo el negocio con ellos.—Perderías la editorial si lo r