SIN CASTIGO

Tendida en una cama de hospital, el hospital más descuidado de la zona, Mercedes sintió como poco a poco su cuerpo se comenzó a mover. Un impulso le había hecho despertar así como las últimas imágenes y las palabras de la doctora sobre su hijo.

Los ojos de Mercedes se abrieron de par en par solo para encontrar a su amiga Luna llorando al pie de la cama. No entendía que era lo que acababa de pasar ahora.

— ¿Luna, qué es lo que está pasando?

Luna quiso cercarse las lágrimas al momento pero ya era demasiado tarde, Mercedes tenía que saberlo tarde o temprano.

— ¡Luna, te hice una pregunta!

— ¡Ay, amiga!

— ¿Qué pasa?      

—Sucede que… sucede que…

— ¿Qué?

—Amiga, se llevaron a tu bebé, no sé cómo fue lo que pasó peo alguien sacó a tu bebé de aquí.

Negando con la cabeza mientras una sonrisa de incredulidad se mostraba, las lágrimas comenzaron a salir de los ojos de Mercedes. Alguien le había quitado a su hijo, eso era lo último que ella podía esperar.

            Más de tres horas habían sido de viaje para que los hombres de Emilia llevaran a su nieto hasta donde ella los había citado. No era el momento de que su hijo mayor se diera cuenta de lo que ellos estaban planeando hacer hasta que de pronto, la puerta del departamento más lujoso que Emilia tenía a su nombre, se abrió. Ahí entró su hombre de confianza junto con otros dos más.

— ¡Misión cumplida, mi señora! —Le hizo saber mientras a Emilia le dejaba ver el bebé que llevaban entre sus brazos.

—Es por eso que sabía que podía confiar en ustedes, tráiganlo para acá.

Con los brazos abiertos, Emilia recibió a su nieto. El momento de la verdad había llegado aunque ella tendría que esperar un poco más para poderle decir a Willy que ya podía despedirse de su puesto como CEO en la compañía “Bela”, las joyas más reconocidas hechas por ellos.  

—Tú serás quien le dé luz a mi vida pequeño José Luis, de ahora en adelante ese será tu nombre, José Luis —dijo Emilia sonriendo al bebé que tenía entre sus brazos.

            Estando en su escritorio, habiendo terminado con la mayoría de los pendientes que tenía para ese día, de pronto Willy se sintió un poco mal pensando en su pasado, en el tiempo que pasó y que no supo aprovechar.

Ahora eran los inversionistas quienes le pedían algo tan sencillo como caminar, como engendrar una familia. Si alguien en el pasado le hubiera dicho que su vida y la posición en la empresa dependían de que él moviera las piernas, la verdad es que no se lo iba a creer.

Teniendo entre sus manos la última foto que él se tomó con la persona que llegó a querer mucho y que fue la misma que murió en el accidente que a él lo dejó invalido, Willy sintió la tristeza hacerse en su corazón otra vez. Su nombre era Rubí. Su dulce Rubí.

Entrando a la oficina de Willy sin permiso, Renato traía unos nuevos documentos que él tenía que firmar.

— ¿Cómo estás, Willy? ¿Ya te sientes mejor? —Preguntó después de que los inversionistas lo hicieran enojar otra vez.

—Ya sabes que es difícil que yo me sienta bien en esta m*****a silla y que sin ella no soy nada.

— ¡Por favor, ya, Willy, no seas tan cruel contigo mismo!

— ¡No lo soy, es solo que pienso que ahora me quieren quitar el puesto solo porque no puedo caminar, no puedo engendrar una familia! Mientras a muchos les importa la mujer con la que se van a casar al final, a mí solo me importa caminar, no me importa la mujer con la que tenga que hacer esto posible, solo quiero tener un hijo para que nadie me quite el puesto.

En ese momento Renato sintió tener la solución al pesar de su mejor amigo y jefe.

— ¿Estás seguro que solo quieres engendrar un hijo sin importar nada?

— ¡Sí, sí, estoy seguro de eso! Julio está por acabar sus estudios y será él quien reclame el puesto si yo no hago nada.

—Willy, conozco un lugar donde las mujeres dan a rentar sus vientres por mucho, muchísimo dinero. ¿Por qué no lo intentamos?

Esas palabras de Renato hicieron a que él levantara la vista. ¿Sería capaz de hacer algo como eso?

UN MES DESPUÉS

            Con la vista perdida, Mercedes se mantenía en la cama mientras abrazaba a uno de los tres osos que ella le había comprado a su hijo para el momento en que este llegara a vivir con ellas. Ahora no quedaba nada de la Mercedes que estaba tan feliz por aquel niño que iba a traer al mundo, todo lo que tenía en la mente era que quería a su hijo de vuelta, así tuviera que ir hasta el fin del mundo por él, no le importaba.

 — ¿Seguirás en esa posición hasta que te mueras? —Peguntó Luna, harta de su amiga no hiciera nada por levantarse y salir adelante.

Lo que no sabía Luna era que justamente ese día Mercedes había tomado una decisión y había pensado las cosas.

— ¿Luna?

— ¿Qué quieres, Mercedes? ¡¿Cómo hacerte entender que no puedes llorarle a tu hijo toda la vida? Sal y búscalo si es lo que más quieres!

— ¿Es cierto todo lo que me dijiste sobre ese trabajo tuyo sobre la renta de vientres?

—Sí, ¿por qué?

—Porque si me quiero vengar de los hombres que me hicieron esto, si quiero encontrarlos y sobre todo, encontrar a mi hijo, creo que voy a necesitar mucho, muchísimo dinero. Quizá cumpla con los requisitos y podré ser la madre de un hijo que alguien más necesita.

Luna sonrió. Su amiga ya no era la misma, toda inocencia se había ido de ella y ahora era Mercedes quien iba a luchar para convertirse en otra persona sin contar que alguien estaba por aparecer en su camino.

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