Era una mañana fría en la ciudad de Wolfsong, una pequeña ciudad ubicada en el país de Idania, país que era conocido por sus crudos inviernos, y esto, se podía sentir, sobre todo, en el famoso bosque Flor de Luna, un bosque ubicado en la zona oeste de la ciudad.
Por fin, el invierno había dejado paso a la primavera, lo que indicaba, que marzo estaba por terminar, por lo que no era raro de ver que algunos árboles comenzaran a florecer. Si bien, las frías temperaturas que acompañaban al invierno aún estaban presentes, el amanecer en ese bosque era un espectáculo digno de ver, así que no era de extrañar ver muchos corredores hacer sus carreras diarias antes de ir al trabajo.
El corredor que más destacaba ese día era un enorme lobo de oscuro pelaje, el cual, corría entre la espesura del bosque con agilidad, camuflándose entre las sombras para no asustar a los humanos. El hermoso cielo cobrizo y el suave trinar de las aves que comenzaban a despertar, eran sus cómplices mientras que sorteaba los árboles y los charcos de lodo, que la lluvia de hace algunos días había dejado como recuerdo.
Tras más de media hora de carrera, el lobo se detuvo por sólo unos instantes cuando la ciudad de Wolfsong se hizo visible. Era una hermosa y pequeña ciudad provinciana, la cual, él se había jurado proteger cuando tan sólo tenía catorce años, y todo debido a la amabilidad y al amor que había recibido de la gente que ahí vivía, sobre todo, por aquella persona que ellos cuidaban sin saber.
Cuando por fin alcanzó los límites de la ciudad, el lobo disminuyó la velocidad de su carrera y comenzó a disfrutar de la vista que su arduo trabajo le ofrecía, se sentía orgulloso de todo lo que había logrado con ayuda de los demás, de aquella ciudad pobre y casi muerta, ahora se podía apreciar una ciudad hermosa, prospera y, sobre todo, llena de vida.
Cuando por fin estuvo cerca de su objetivo, gruñó con alegría, pues una pequeña casa ubicada a las afueras del norte de la ciudad provocó que su corazón latiera con emoción, por lo que no tardó en aumentar la velocidad para cruzar la carretera antes de adentrarse nuevamente a la zona boscosa que rodeaba la casa.
Al estar lo suficientemente cerca, pudo distinguir como una mujer vigilaba atentamente el lugar. Ella se encontraba recargada en un árbol, escondido de la vista de los habitantes, pero gracias a la ubicación de este, ella podía ver perfectamente la entrada de la casa y parte del patio trasero.
Al acercarse más, pudo observar mejor a la mujer, ella llevaba su cabello suelto sobre sus hombros y sus bonitos ojos cafés estaban clavados en la puerta de la entrada. Se encontraba recargada contra el árbol y tenía sus brazos cruzados, por lo que, de vez en cuando, los frotaba para poder calentarse un poco, lo que le indicó al lobo, que la única prenda que llevaba puesta era la larga gabardina de color beige que cubría su cuerpo.
Cuando por fin estuvo frente a ella, la mujer dejó su tarea de vigilar la entrada y a continuación, hizo una profunda reverencia ante él.
–Alfa –dijo en voz baja pero lo suficientemente clara
El lobo la observó unos segundos, después, retrocedió unos pasos y un fuerte chasquido de huesos llenó el sitio, ahora, en el lugar donde antes había estado el enorme lobo, se encontraba un atractivo hombre, de cuerpo atlético, bastante alto, de una cabellera abundante de un color morado oscuro, color que hacía una bonita combinación con el gris de sus ojos, los cuales dirigieron toda su atención a la entrada de la casa.
–Marcia…–la saludó quedamente
Marcia sonrió, pero antes de decir algo más, se inclinó sobre el bolso que tenía a sus pies.
–Te traje algo de ropa, ya que supuse que no traerías el uniforme –dijo quedamente mientras le extendía un pantalón de mezclilla
–Hiciste bien –susurró antes de agachar la mirada hacia su cuerpo desnudo para inmediatamente después, tomar el pantalón que Marcia le extendía –¿Ya se fue? –preguntó ansioso
–No, llegaste a tiempo, a diferencia de ella –dijo Marcia riendo mientras le extendía una camiseta de manga larga de color negro –Creo que llegará tarde, otra vez –
Sin querer apartar la mirada de la puerta, el hombre tomó la camiseta y se la puso rápidamente antes de tomar los calcetines que Marcia le extendía.
–Tranquilo, no debe de tardar –dijo Marcia riendo suavemente mientras sacaba un par de botas negras del bolso y las dejaba a la disposición del hombre –Marco y Gino intentaron esperarla, pero hoy es su examen final –dijo mientras consultaba su reloj –Ocho menos quince –susurró
–Por favor, no seas dura con ella –rio él mientras se ponía las botas –¿Luka y Camelia están en casa? –
–Sí, ambos se tomaron el día, Luka me pidió que te dijera, que entraras por la cocina –le informó mientras ella volvía a su lugar en el árbol –Maldita sea Alastor, de todo lo que pudo heredar de ti ¿Por qué tenía que heredar tú impuntualidad? –preguntó tras volver a consultar su reloj
Alastor no pudo evitar soltar una carcajada, la cual, se apagó inmediatamente, pues la puerta de la entrada se abrió de golpe dejando paso a una joven adolescente que luchaba por ponerse un cárdigan sin soltar su mochila
–¡Mierda! –gritó exasperada cuando la tostada que llevaba en la boca cayó al suelo al igual que todo lo que llevaba en sus manos
–Anna ¡Cuida tu lenguaje! –la reprendió una voz desde el interior de la casa
–¡Lo siento papá! ¡Ya me voy! –
Una vez que se colocó el cárdigan, cerró la puerta y corrió hacia una bicicleta que descansaba en la entrada del pórtico, la tomó después de haberse echado la mochila en los hombros y se encaminó hasta la carretera, se aseguró que ningún auto viniera y presurosa, echó una carrera antes de subir a su bicicleta encaminándose así, a la pequeña ciudad.
–Debes irte, usa algo del dinero que te envié ayer, asegúrate de que coma algo rico –dijo Alastor saliendo de su escondite para ver a la joven alejarse por el camino
–Sí, Alastor –y tras una rápida reverencia, Marcia se quitó su gabardina, la dobló y la guardó en su bolso junto a su reloj. Una vez lista, el aire no tardó en llenarse por el mismo chasquido de huesos que Alastor había producido y en el lugar donde antes había estado Marcia, ahora se encontraba una loba de pelaje café claro.
La loba inclinó la cabeza hacia su alfa antes de tomar el bolso con el hocico y echar a correr por el camino que antes había recorrido el lobo.
Una vez que ella desapareció, Alastor metió sus manos en sus bolsillos y soltó un largo suspiro.
“Nuestra cachorra ha crecido mucho” dijo una voz irrumpiendo en sus pensamientos.
–Después de todo, han pasado prácticamente dieciséis años Aníketos –dijo Alastor en voz alta –Dieciséis años desde que la dejamos… –soltó con notable tristeza en su voz.
“¿Crees que nos perdone?” preguntó esa voz nuevamente en su cabeza
–Tal vez…–murmuró mientras dirigía su andar rumbo hacia la parte trasera de la casa, tal y como le había indicado Marcia –Aún no hay señales de su loba ¿verdad, Aníketos? –
“No…” respondió secamente
Alastor suspiró aliviado, era sabido que los hombres lobo se transformaban por primera vez a los dieciocho años, por lo que, normalmente, solían despertar a los dieciséis para formar un vínculo con su parte humana, sin embargo, en su familia, eso no era así. Los lobos en su familia eran más salvajes, más puros, por ende, ellos despertaban desde sus doce años y comenzaban a formar un vínculo con su humano haciendo que la transformación ocurriese a los dieciséis.
“No es algo por lo que debas alegrarte…” lo regañó Aníketos.
–Discúlpame, lo único que me alegra es que la conexión con ellos se haya debilitado y ella pueda tener una vida de loba, en lo que cabe, normal...–
“Pero ¿Qué m****a estás diciendo?” gruñó ferozmente Aníketos
Al escucharlo, Alastor se detuvo a unos metros de la puerta y retrocedió unos pasos, al parecer, había molestado a su lobo. Ahora tenía que calmarlo antes de entrar a la casa para hablar con la pareja humana que ya lo esperaban y lo saludaban entusiasmados desde la cocina. Él les devolvió el saludo e inmediatamente les hizo un gesto con su mano para indicarles que le permitieran un momento.
–¿Ahora qué te sucede? –preguntó Alastor con fastidio alejándose un poco de la casa
“¿Qué tiene de normal nuestra cachorra? ¡Es hija de un licántropo! Lleva nuestra sangre, ella ocupará nuestro lugar algún día y no solo como alfa de nuestra manada, si tan solo tuvieras el coraje de volver…”
–Basta ya, Aníketos, no pises ese terreno –gruñó Alastor interrumpiéndolo –No éramos bienvenidos en ese mundo, además, ya no pertenecemos a esa familia –dijo con evidente rencor en la voz. Esos recuerdos aún le dolían, por lo que, instintivamente, llevó su mano derecha a su costado opuesto, donde recordaba tener una larga cicatriz –La única familia que tenemos es la que nos brindaron nuestros padres, Adriano y Nora, sin mencionar, la oportunidad de vida que nos brindó Basil sacándonos de ese espantoso lugar –
Al recordar a aquel hombre, Alastor no pudo evitar sonreír. Basil Benedetti, el hombre al que le debía la vida, no, el hombre al que le debía todo. Si él no lo hubiera sacado de su hogar en Arcadia a los catorce años, seguramente hubiera muerto a manos de su propio tío y prácticamente, con la aprobación de su padre.
Si bien su padre nunca lo había tocado, jamás hizo nada por detener los brutales ataques de su tío, recordaba todo tan claramente: el olor del acónito, el olor de su propia sangre, el sonido del látigo con punta de plata golpeando su cuerpo, el momento en que su lobo despertó y forzó la transformación para protegerlo cuando él solo tenía diez años, pero sobre todo, recordaba las palabras de su tío ante tal acontecimiento: “Lo ves hermano, la hechicera tenía razón, es él, él es el que traerá el caos, aquel que lo destruirá todo…”
En aquel entonces no entendió lo que su tío quería decir y tenía que admitir que aún ahora, siendo un hombre de treinta y siete años tampoco lo entendía.
¿Caos? ¿Destrucción?, por la gran Diosa, ¡Él sólo era un cachorro! ¡Él sólo quería seguir los pasos de su padre y de su abuelo!
Había tratado, por la Diosa Selene que había tratado por todos los medios de entender todo lo que había pasado en aquella época, sin embargo, jamás llegó a nada y desgraciadamente, ahí era donde Aníketos, su lobo, tenía razón, si quería respuestas, solo las obtendría de “su familia”.
Sin embargo, desde que había sido nombrado Alfa en su nueva manada, la unión con su Luna, el nacimiento de su primogénita, los motivos y los ataques que causaron su separación, la reconstrucción de su territorio, entre otros acontecimientos más importantes, sus prioridades habían cambiado y había dejado el tema atrás.
“Pero ese pasado nuestro tarde o temprano la alcanzará nuevamente, así como sucedió con la guerra contra las familias reales y no sabemos cómo podría afectarla esta vez” le recordó Aníketos.
Con frustración, Alastor golpeó un árbol cercano, provocando que, de este, saltaran algunas astillas, odiaba tanto a su familia, la supuesta noble familia real, no entendía cómo aún después de abandonar el reino seguían torturándolo, él era sólo un cachorro que ansiaba seguir los pasos de su padre, pero ¿cómo podría ser una amenaza ahora? ¡Ya ni si quiera le importaba lo que le pasara a Arcadia! ¿Por qué no podían dejarlo en paz? De verdad, él ya no quería esa vida, no para él, no para sus hijos.
“Sí me preguntas a mí, todo es culpa del apestoso de tú tío…” soltó Aníketos con asco
Alastor no pudo evitar sonreír ante el recuerdo. Aníketos siempre solía decirle que su tío olía a huevos podridos y a burdel, si bien él no podía recordar ese olor, recordaba muy bien que su lobo siempre se lo decía y por algún motivo eso siempre lo hacía reír y lo sacaba de su miseria.
Otra cosa que tenía muy presente era que su lobo, siempre había estado con él cuando su tío lo disciplinaba por cualquier cosa que él hubiera hecho, incluso, a veces llegaba a tomar el control de su cuerpo para que él no pudiera sentir el dolor que le causaba aquel hombre.
“Oh venga ya, no te pongas sentimental” se burló el lobo
Alastor bufó, no era sentimentalismo, pero realmente estaba agradecido con su lobo, por lo que sentía que, al igual que él, merecía una explicación y ahora, era capaz de exigirla.
–Muy bien, tú ganas, veré cómo se desarrollan las cosas con el regreso de Anna, entonces decidiré si volver o no –al escuchar a su lobo aullar, no pudo evitar sonreír
“Nuestra cachorra volverá a casa” ronroneaba Aníketos
–Pareces un maldito gato –fue el turno de Alastor burlarse de su lobo
“Tú también estas emocionado” sentenció Aníketos sin inmutarse.
Alastor debía darle la razón, en una semana, su hija cumpliría dieciséis años y loba o no ya era hora de que ella volviera a casa y supiera la verdad sobre quién era.
“La verdad”, esas palabras le pesaban bastante, pero se prometió ser completamente sincero con su hija, una vez volvieran a reunirse, le diría todo, incluso su tormentoso pasado como el hijo rechazado del Rey Licántropo y el destino que ambos compartían.
–Mi pequeña volverá a casa…–susurró mientras se dirigía de vuelta a la cocina.
–Excelente manera de terminar la semana –refunfuñaba una joven Esta era la tercera vez que Anna Rizzo se quedaba dormida, por ende, era la tercera vez en la semana que llegaba tarde al instituto. –¿Cómo diablos pasó esto? –se preguntó al mismo tiempo que tomaba la calle principal Estaba completamente convencida de que había puesto dos alarmas en su celular, la primera, la despertaría veinte minutos antes de las siete, pues ella necesitaba sus buenos minutos antes de empezar a funcionar por las mañanas. La segunda, se suponía que tendría que haber sonado a las siete veinte, la hora perfecta para bajar a desayunar con su familia y no hacer esperar a Gino, el mejor amigo de su hermano, pues ese día, ambos presentarían su examen final en el instituto y quería desearles suerte y, bueno, para qué mentir, quería aprovechar el viaje en auto. Pero, para su mala suerte, ninguna de sus dos alarmas había sonado, lo que le costó su desayuno, el viaje en auto y, seguramente, un buen castigo por
Sentado en la parte trasera de su camioneta, Dante mantenía fija su mirada en su mano derecha, la sensación de hormigueo que había sentido al tocar a aquella humana, aún prevalecía en su piel, y si bien la había sujetado por encima del cárdigan que llevaba, recordar esa dulce sensación, lo hizo estremecer. –“¿Será posible…?”– se preguntó –“El vínculo con los humanos es diferente, con ellos no importa la edad, si fuera nuestra, lo sabríamos” –gruñó su lobo, quien, de hecho, parecía igual de confundido que él. –¿Cómo sabes eso? –preguntó Dante en voz baja, sin embargo, como respuesta, su lobo sólo gruñó –¿Me vas a decir que sucede? –preguntó Lysander desde el asiento del conductor –¿Ya te respondió el alfa? –preguntó Dante echando su cabeza hacia atrás –Aún no – –Sigue intentando …–gruñó Dante –¿Puedo comprar algo para desayunar? –preguntó Lysander –Acabas de desayunar – –¿Almorzar? –Bien…–dijo Dante cerrando los ojos –Sólo déjame pensar… – –¿En la niña bonita? –preguntó Lys
Conforme avanzaba, Marcia agradecía que los pasillos estuvieran vacíos, si bien su olfato le indicaba que un par de rebeldes se escondían en los baños, por esa ocasión, decidió pasarlo por alto, pues tenía entre manos problemas más importantes. El primero y el único que ella podía solucionar, era el aroma de Anna, pues desde que ella había cumplido doce años, este había comenzado a cambiar, era una mezcla muy extraña entre humano y algo más dulce, por lo que se había llegado a la decisión de mantenerlo oculto, para mantener a salvo su identidad debido a los cuatro jóvenes lobos que asistían a su instituto. Dos de ellos, no representaban graves problemas, pues eran los hijos mellizos del alfa Basil Benedetti, que, hasta la fecha, no habían dado señales de reconocer algo en Anna. Por otro lado, estaba Arthur Ziegler, hijo del alfa Caden Ziegler, quien tenía una pésima reputación por cómo había obtenido su título, sí bien el joven era tranquilo e incluso se podía decir que era un poco
Congelada en la puerta, Anna observó a la mujer frente a ella, era nada más y nada menos, que la directora del instituto Montanari, mejor conocida como su abuela. –B-Buenos días…–balbuceó Anna –Kaliméra Anna –la interrumpió –Este bimestre vuelves a llevar gretz, así que, por favor, ponlo en práctica apenas entres a esta aula – Anna asintió y se aclaró la garganta antes de corregir su saludo –Kaliméra diefthyntí – Al escucharla, su abuela le hizo un gesto con la mano para indicarle que pasara, por lo que, obediente, Anna corrió a su lugar al fondo del aula. –Abu… directora –se corrigió Anna de inmediato, pues tenía prohibido llamarla abuela en la escuela, sobre todo, en las aulas –¿La profesora Raptis no vendrá hoy? – –No, está de licencia por su embarazo, daré su clase hasta que consiga un sustituto –le explicó su abuela mientras conectaba su portátil a un proyector –Anna ¿Acabas de llegar? –preguntó levantando su mirada en su dirección –No señora, llegué diez minutos tarde, pe
Boquiabiertos, todos observaron el brazo de Anna, su cárdigan estaba rasgado por encima del codo, lo que les permitió ver una herida superficial que apenas y sangraba. –Pero ¿Esa está loca o qué? –preguntó Elizabeth visiblemente indignada –¿Con qué hizo eso? –preguntó Connor frunciendo el ceño –Parece el corte de un cúter…–susurró Adeline –Es un corte limpio – Ante la herida de Anna, Egan arrugó el ceño, se dio la media vuelta y comenzó a buscar al grupo de brujas con la mirada, sin embargo, ellas ya habían desaparecido entre la multitud de estudiantes. –No, Egan –dijo Anna tomándolo del brazo cuando este, intentó ir a buscarlas –No le des importancia – –¿Que no le dé importancia? –preguntó Egan molesto –Anna, eso no es una simple broma – –Tiene razón Anna, hasta donde sabemos, la pelirroja jamás había herido a nadie –dijo Connor, quien también arrugaba el ceño –Lo sé, chicos, pero, si alguno de ustedes puede probar que fue alguna de ellas, estaré encantada de ir y decírselo a
Cuando su hermana se levantó, Egan se llevó la palma de su mano a la cara y su profesor, la miró con gesto confundido debido a su arrebato. –Oh… Disculpe profesor Cooper –se disculpó la joven torpemente al ver que todos la observaban –Es sólo que me he frustrado, ¿Podría explicar nuevamente la fórmula? –El profesor Cooper la observó por unos instantes antes de acceder, no sin antes advertirle que debía controlar su frustración.“¿Qué diablos te pasa?” –preguntó Egan cuando su hermana volvió a sentarse y el profesor Cooper comenzó a repetir su explicación“Te lo explicaré en casa”“Me lo explicas ahora, después de semejante ridículo no me vas a dejar así” “Bien, te lo contaré después de la clase” –accedió Elizabeth“No, no voy a dejar a Anna sola con la psicópata esa acosándola”“No la vamos a dejar sola, Adeline y Connor estarán con ella, además, creo que ya va siendo hora de que le digas lo que sientes, no pierdes nada con hacerlo” –lo aconsejó su hermana“Sabes que no puedo Eliza
Connor observó lo que la pantalla del celular mostraba, una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro antes de apresurarse a la zona que estaba designada a los equipos de sonido. Al ver que su amigo encendía una de las bocinas, Anna comenzó a hacer profundas inhalaciones, esta era una de las actividades que más le gustaban, pero también, era una de las que más nerviosa la ponían, pues todas las miradas, se centraban en ella.“Operación Ragnarok” era un código que usaban en clase para interrumpir lo que otro estudiante estaba haciendo, lo cual, estaba permitido por el profesor, pues esto le permitía observar de mejor manera el avance de sus estudiantes, ya que podía hacerse con instrumentos o con pistas para apoyar la voz, tal y cómo ella lo iba a hacer.Anna estaba decidida a no darle el gusto a Antonella de pensar que ella también se dejaría intimidar, así que, decidida, se dirigió a la zona donde estaba un juego de tres micrófonos, tomó uno y lo encendió, apenas la música inició, ella
Extrañada por la pregunta, Anna dirigió su mirada hacia dónde Egan apuntaba. En las escaleras del pórtico de su casa, había dos hombres, uno de ellos, era su padre, Luka Rizzo, quien observaba la camioneta con curiosidad, mientras que el segundo, no dudó en ponerse de pie al tiempo que metía sus manos en los bolsillos de su pantalón. –No, nunca lo había visto –dijo con voz queda al mismo tiempo que clavaba su mirada en el hombre que estaba de pie. Era cierto, nunca lo había visto, pero, algo en él, le parecía muy familiar–Bueno, eso es normal, el líder Moretti no suele dejarse ver fuera de su propiedad –dijo Dante, quien tenía la mirada clavada en ella a través del espejo retrovisor –Ayúdala por favor, iré a saludarlo –le indicó a Lysander quien asintióPresuroso, el joven abrió la puerta para Anna y la ayudó a bajar, después, ambos se dirigieron al maletero de la camioneta donde ella tomó su mochila y se apresuró a dirigirse a dónde su padre se encontraba.Para ella, era una imagen