Conforme avanzaba, Marcia agradecía que los pasillos estuvieran vacíos, si bien su olfato le indicaba que un par de rebeldes se escondían en los baños, por esa ocasión, decidió pasarlo por alto, pues tenía entre manos problemas más importantes.
El primero y el único que ella podía solucionar, era el aroma de Anna, pues desde que ella había cumplido doce años, este había comenzado a cambiar, era una mezcla muy extraña entre humano y algo más dulce, por lo que se había llegado a la decisión de mantenerlo oculto, para mantener a salvo su identidad debido a los cuatro jóvenes lobos que asistían a su instituto.
Dos de ellos, no representaban graves problemas, pues eran los hijos mellizos del alfa Basil Benedetti, que, hasta la fecha, no habían dado señales de reconocer algo en Anna.
Por otro lado, estaba Arthur Ziegler, hijo del alfa Caden Ziegler, quien tenía una pésima reputación por cómo había obtenido su título, sí bien el joven era tranquilo e incluso se podía decir que era un poco tímido, Arthur acababa de cumplir dieciséis, lo que le indicaba que su lobo estaba despierto, al igual que todos sus sentidos, y en más de una ocasión lo había visto dedicarle miradas curiosas a Anna.
El mayor de sus problemas era Antonella Santoro, hija menor del alfa Guido Santoro. Antonella era el cliché de la típica chica popular del instituto, la mayoría de sus profesores la tenían en un pedestal, muchos estudiantes la adoraban e incluso la admiraban, lo que la había convertido en una pequeña diva, la cual, por algún motivo, tenía a Anna entre ceja y ceja, por lo que, si se descubría quien era ella en verdad, podría causar problemas entre los futuros alfas, pues la pequeña manipuladora, tenía a su hermano entre sus manos.
Con Antonella rondando en su cabeza, Marcia apresuró el paso, por lo que, al abrir la puerta de su despacho, lo hizo de manera brusca, provocando que la chica sentada frente a su escritorio diera un respingo y dejara caer su teléfono por el sobresalto.
–¡Señorita Vitale! Lo siento mucho, sé que llegué tarde y encima… –Anna bajó un poco la voz sintiéndose cada vez más apenada –Encima provoqué un escándalo…–susurró tímidamente
Marcia la miró con cariño, sabía de sobra que Anna no era nada tímida, incluso podría decir que era algo rebelde, era del tipo que no temía enfrentar a nadie cuando estaba segura de llevar la razón, no soportaba el abuso ni las injusticias, por lo que, en más de una ocasión, la había tenido que castigar por haberse involucrado en una pelea para proteger a algún alumno que estaba siendo abusado. Castigarla le había parecido estúpido, ella había ayudado a alguien que no podía defenderse, pero ese era el mundo de los humanos y, sobre todo, esas eran las normas del instituto, todo aquél que usara la violencia debía ser castigado.
–Tranquila Rizzo, no voy a castigarte –dijo Marcia antes de dirigirse a su escritorio –¿Estás segura de que no te hiciste daño? –
–Estoy bien señorita Vitale –dijo Anna soltando un suspiro aliviado antes de inclinarse para recoger su teléfono –De verdad ¿No va a castigarme? –
–No, creo que suficiente castigo has tenido al llamar la atención del joven Benedetti de esa manera tan original –dijo Marcia tratando de contener la risa al notar que las mejillas de Anna habían adquirido un color rosa
Sabía perfectamente que Anna era de las chicas que preferían pasar desapercibida, en todas sus clases, prefería los asientos del fondo, su grupo de amigos era reducido, y a diferencia del resto de los estudiantes, ella prefería quedarse en casa o irse de excursión en lugar de irse de fiesta.
–A cambio de no castigarte, me gustaría que me dijeras por qué llegaste tarde ¿Qué fue lo que te entretuvo? –preguntó Marcia mientras esta se levantaba para preparar café en la cafetera que tenía sobre un archivero
–Me he quedado dormida –dijo Anna tragando saliva –He puesto dos alarmas y ninguna ha sonado, justo cuando usted llegó estaba comprobando el teléfono para saber qué fue lo que pasó con ellas –
–¿Y? ¿Qué descubriste? –preguntó Marcia mirándola sobre su hombro
Avergonzada, Anna desbloqueó su teléfono y se lo mostró a Marcia, quien se tuvo que acercar para poder ver más claramente la pantalla, en la cual, se podía ver perfectamente el error:
La primera decía 6:40 PM y la segunda 7:20 PM
–Estas cosas sólo te pasan a ti Anna –dijo la profesora entre risas mientras volvía a su lugar
–Lo sé, anoche estaba tan cansada que ni si quiera lo comprobé –dijo una Anna visiblemente frustrada –Ni si quiera pude desayunar –masculló mientras se hundía en su asiento
–Puedo imaginarlo, pero, para tu buena suerte, yo tampoco desayuné –decía Marcia mientras rebuscaba en un cajón de su escritorio –Ve a la máquina que está afuera y compra algo para las dos ¿Está bien? –preguntó mientras le extendía un par de billetes
–¿De verdad, profesora? –preguntó al tiempo en que se enderezaba en su asiento.
–Por supuesto, a tu primer clase aún le quedan veinte minutos –dijo Marcia sonriéndole con amabilidad –Yo me encargaré de cubrirte con el profesor Bell –dijo guiñándole un ojo
–¡Muchas gracias, profesora! –exclamó Anna emocionada antes de apresurarse a salir de la oficina
En cuanto la puerta se cerró, Macia se apresuró a sacar unas llaves de su bolso, el cual, había colgado en un pequeño perchero a su lado. Sin titubear, se levantó y caminó deprisa hasta el archivero, introdujo una llave en el cerrojo del primer cajón, y de este, sacó una pequeña caja de color violeta oscuro, la cual, tenía una pequeña media luna en la esquina inferior derecha. Colocó la caja sobre su escritorio e introdujo una segunda llave en el cerrojo de esta y la abrió completamente, su interior estaba forrado con gamuza negra y estaba acojinado para proteger seis pequeños frascos.
Tomó dos de ellos con rapidez y volvió a cerrar la caja para después, volverla a meter en el fondo de su archivero, enseguida, dejó uno de los frascos sobre su escritorio, mientras que el segundo lo vaciaba en una taza, donde preparó el café tal y como Anna lo bebía.
“Eso no es café, eso es azúcar con café, y es asqueroso…” gruñó su loba
Marcia rio por lo bajo, pues ni a ella ni a su loba les gustaban las cosas dulces.
Con cuidado, dejó la taza frente a la silla donde Anna había estado sentada, después, sacó su teléfono nuevamente y le envió un mensaje a Neilan: “Situación controlada”
Finalmente, cuando la adrenalina dejó de correr por su cuerpo, se desplomó pesadamente sobre su silla y dirigió su mirada hacia el reloj que se encontraba sobre la puerta de su pequeño despacho.
–Increíble, aún no son ni las nueve…–gruñó Marcia antes de pellizcar el puente de su nariz
“Le exigiremos vacaciones al alfa” –gruñó su loba
Por su parte, Anna estaba indecisa sobre que escoger de la máquina dispensadora. Tras un largo rato observando los productos, seleccionó un cuernito relleno de chocolate para ella y un sándwich de jamón y queso para su profesora, pues sabía de sobra, que, a ella no le gustaban las cosas dulces. Era algo que había notado a lo largo de los años, pues, en diferentes ocasiones había visto como algunos pretendientes le regalaban chocolates y ella, o bien los rechazaba amablemente o, los regalaba a los estudiantes que visitaban su oficina.
La Señorita Vitale era su profesora y consejera favorita, era una mujer sumamente amable y hermosa, sin mencionar, que era una mujer increíblemente inteligente.
Sinceramente, Anna no podía entender como una mujer como ella podía mantenerse soltera tras la pérdida de su marido hace ya casi dieciséis años, nunca conoció al hombre, pero sabía que ella lo amaba profundamente por la manera en que le hablaba de él, pues solía llamarlo “su alma gemela”.
También sabía que la señorita Vitale tenía una hija y que esta era un año mayor que ella, sin embargo, su hija estaba viviendo fuera de la ciudad con una amiga suya, por lo que nunca había tenido la oportunidad de conocerla.
Cuando la máquina le escupió el cambio, Anna lo tomó y se dirigió de vuelta a la oficina de su profesora, sólo para encontrarla sentada con la cabeza echada hacia atrás y con los ojos cerrados, al parecer, se había quedado dormida.
Con cuidado, dejó los productos en el escritorio junto al cambio y se sentó en la silla que había estado usando hasta hace un rato. Observó unos segundos a su profesora antes de clavar su mirada en la taza de café que estaba frente a ella, iba a tomarla, sin embargo, prefirió esperar a que su profesora se lo indicara.
–Tranquila Rizzo, es para ti –dijo Marcia sin abrir los ojos
–¿Cómo supo que era yo? –preguntó Anna tomando su taza alegremente
–Conozco a mis estudiantes –dijo Marcia antes de abrir los ojos para poder dedicarle una amable sonrisa –¿Lo he hecho bien? –preguntó tras tomar el sándwich que Anna había traído.
–Creo que sí conoce a sus estudiantes –sonrió Anna antes de beber otro sorbo –¿Se encuentra bien Profesora?
–¿Por qué lo preguntas Rizzo? –preguntó Marcia tras darle un buen mordisco al sándwich
–Es solo que me pareció un poco extraño verla descansar, usted siempre tiene tanta energía, sobre todo en las mañanas –dijo Anna antes de dar un mordisco a su cuernito dejando un pequeño hilo de chocolate.
“¿Cómo es que puede comer tanto dulce?” preguntó Maravel completamente asqueada.
–Es solo que ha sido una mañana interesante, ¿No te parece? –dijo Marcia tratando de esconder su sonrisa ante el comentario de su loba.
Anna no respondió, sentía como sus mejillas se incendiaban así que optó por darle otro mordisco a su cuernito, prefería no recordar el ridículo que había hecho frente al joven Benedetti.
–Oh no te preocupes, si bien has hecho una presentación interesante, no creo que lo hayas hecho enojar, al contrario, creo que incluso has captado su atención –le dijo guiñándole un ojo
–No diga eso profesora, el joven Benedetti tiene muchas admiradoras, ¿Se imagina a la pobre mujer que tenga que enfrentar a esa panda de locas? –dijo Anna fingiendo un escalofrío –Sobre todo, a la loca mayor –
–¿Tú estás entre ellas? Entre las admiradoras quiero decir, no entre las locas –preguntó Marcia dando otro mordisco a su bocadillo
–Bueno, el joven Benedetti es muy atractivo y, parece interesante, y no deja indiferente a nadie, no puedo negarle eso –dijo Anna con un suspiro –Pero, no lo sé, hay algo en él que lo hace ver algo inalcanzable, como si estuviera en otro nivel –dijo antes de beber de la taza –Pero ¿Puedo contarle algo? –
–Claro ¿Qué sucede? –preguntó Marcia
–Bueno, debo admitir que me sentí algo extraña cuando me tocó esta mañana –
–¿Ah sí? ¿Qué sentiste? –preguntó Marcia antes de dejar lo que quedaba de su bocadillo sobre el escritorio para después, colocar sus codos sobre este y entrelazar los dedos de sus manos para poder recargar su barbilla sobre ellos.
–Pues, como una especie de corriente eléctrica, una muy cálida –dijo Anna mirando su antebrazo, sobre todo, la zona donde él la había sujetado para ayudarla a ponerse de pie.
–¿Con qué una corriente eléctrica eh? –dijo Marcia casi en un susurro
–Sí, fue extraño, pero lo más seguro es que hayan sido los nervios del accidente, prácticamente entré en shock cuando vi que era él, Dios, que vergüenza, cómo pude hacerle eso a su puerta –dijo esto mientras se hundía en su silla con la taza de café entre las manos
-Sí, seguramente fueron los nervios –dijo la profesora no muy convencida sin apartar su mirada de ella
–¿Sucede algo profesora? ¿Por qué me ve así? –le preguntó Anna tras levantar la mirada y notar como la veía Marcia
–No es nada Rizzo, es solo que tu historia me parecía encantadora –logró decir Marcia antes de alejarse un poco de su escritorio para encender su ordenador.
–¿Qué es eso profesora? –preguntó Anna señalando un pequeño frasco con un líquido que se le hacía extrañamente familiar
–¿El qué? –le preguntó Marcia escribiendo la contraseña de acceso
–Esto –respondió Anna mientras tomaba el frasco y lo giraba entre sus dedos para poder verlo más detenidamente.
Al levantar la mirada y observar lo que Anna tenía entre sus dedos, Marcia sintió como su estómago se hundía, por lo que, sin pensarlo mucho, le arrebató el frasco y lo guardó en el cajón de su escritorio –Ah, perdona, es solo qué pensé que lo había olvidado en casa –dijo torpemente
–¿Y qué es? –preguntó Anna extrañada ante el comportamiento de Marcia
–E-Es un tónico familiar, mi abuela solía dárnoslo como refuerzo para las defensas, por eso de los cambios de temperatura y eso en esta época, ya sabes –logró mentir Marcia
“Pero ¿Qué? ¿Cómo te va a creer que…?” empezó su loba
–Oh, vale, entiendo, mamá me daba algo similar –dijo Anna no muy convencida, pero eligiendo confiar en ella.
“Pues nada…” gruñó Maravel
–Muy bien jovencita, con el estómago lleno, es hora de ir a clases –dijo Marcia sintiéndose aliviada, aunque algo culpable –A tu clase le quedan cinco minutos y lo mejor es que no te encuentres con el profesor Bell hasta después del almuerzo, es decir, hasta que yo haya hablado con él ¿Está bien? –
–Está bien, profesora –dijo Anna antes de dar el último sorbo a su taza de café –Me voy directa a mi clase de lenguas –añadió con una sonrisa
–Buena chica –dijo Marcia devolviéndole la sonrisa –Ah y aléjate de la directora –
Anna asintió y le agradeció por todo antes de salir de la oficina.
Tal y como se le había indicado, la joven evitó pasar por el pasillo donde estaba el aula del profesor Bell, lo que la hizo rodear un poco. Al llegar a su aula de lenguas, giró el pomo con cuidado y entró sintiéndose aliviada de que este no tuviera seguro, sin embargo, su alivio desapareció tan pronto sus ojos se clavaron en la persona sentada en el escritorio de su profesora.
Congelada en la puerta, Anna observó a la mujer frente a ella, era nada más y nada menos, que la directora del instituto Montanari, mejor conocida como su abuela. –B-Buenos días…–balbuceó Anna –Kaliméra Anna –la interrumpió –Este bimestre vuelves a llevar gretz, así que, por favor, ponlo en práctica apenas entres a esta aula – Anna asintió y se aclaró la garganta antes de corregir su saludo –Kaliméra diefthyntí – Al escucharla, su abuela le hizo un gesto con la mano para indicarle que pasara, por lo que, obediente, Anna corrió a su lugar al fondo del aula. –Abu… directora –se corrigió Anna de inmediato, pues tenía prohibido llamarla abuela en la escuela, sobre todo, en las aulas –¿La profesora Raptis no vendrá hoy? – –No, está de licencia por su embarazo, daré su clase hasta que consiga un sustituto –le explicó su abuela mientras conectaba su portátil a un proyector –Anna ¿Acabas de llegar? –preguntó levantando su mirada en su dirección –No señora, llegué diez minutos tarde, pe
Boquiabiertos, todos observaron el brazo de Anna, su cárdigan estaba rasgado por encima del codo, lo que les permitió ver una herida superficial que apenas y sangraba. –Pero ¿Esa está loca o qué? –preguntó Elizabeth visiblemente indignada –¿Con qué hizo eso? –preguntó Connor frunciendo el ceño –Parece el corte de un cúter…–susurró Adeline –Es un corte limpio – Ante la herida de Anna, Egan arrugó el ceño, se dio la media vuelta y comenzó a buscar al grupo de brujas con la mirada, sin embargo, ellas ya habían desaparecido entre la multitud de estudiantes. –No, Egan –dijo Anna tomándolo del brazo cuando este, intentó ir a buscarlas –No le des importancia – –¿Que no le dé importancia? –preguntó Egan molesto –Anna, eso no es una simple broma – –Tiene razón Anna, hasta donde sabemos, la pelirroja jamás había herido a nadie –dijo Connor, quien también arrugaba el ceño –Lo sé, chicos, pero, si alguno de ustedes puede probar que fue alguna de ellas, estaré encantada de ir y decírselo a
Cuando su hermana se levantó, Egan se llevó la palma de su mano a la cara y su profesor, la miró con gesto confundido debido a su arrebato. –Oh… Disculpe profesor Cooper –se disculpó la joven torpemente al ver que todos la observaban –Es sólo que me he frustrado, ¿Podría explicar nuevamente la fórmula? –El profesor Cooper la observó por unos instantes antes de acceder, no sin antes advertirle que debía controlar su frustración.“¿Qué diablos te pasa?” –preguntó Egan cuando su hermana volvió a sentarse y el profesor Cooper comenzó a repetir su explicación“Te lo explicaré en casa”“Me lo explicas ahora, después de semejante ridículo no me vas a dejar así” “Bien, te lo contaré después de la clase” –accedió Elizabeth“No, no voy a dejar a Anna sola con la psicópata esa acosándola”“No la vamos a dejar sola, Adeline y Connor estarán con ella, además, creo que ya va siendo hora de que le digas lo que sientes, no pierdes nada con hacerlo” –lo aconsejó su hermana“Sabes que no puedo Eliza
Connor observó lo que la pantalla del celular mostraba, una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro antes de apresurarse a la zona que estaba designada a los equipos de sonido. Al ver que su amigo encendía una de las bocinas, Anna comenzó a hacer profundas inhalaciones, esta era una de las actividades que más le gustaban, pero también, era una de las que más nerviosa la ponían, pues todas las miradas, se centraban en ella.“Operación Ragnarok” era un código que usaban en clase para interrumpir lo que otro estudiante estaba haciendo, lo cual, estaba permitido por el profesor, pues esto le permitía observar de mejor manera el avance de sus estudiantes, ya que podía hacerse con instrumentos o con pistas para apoyar la voz, tal y cómo ella lo iba a hacer.Anna estaba decidida a no darle el gusto a Antonella de pensar que ella también se dejaría intimidar, así que, decidida, se dirigió a la zona donde estaba un juego de tres micrófonos, tomó uno y lo encendió, apenas la música inició, ella
Extrañada por la pregunta, Anna dirigió su mirada hacia dónde Egan apuntaba. En las escaleras del pórtico de su casa, había dos hombres, uno de ellos, era su padre, Luka Rizzo, quien observaba la camioneta con curiosidad, mientras que el segundo, no dudó en ponerse de pie al tiempo que metía sus manos en los bolsillos de su pantalón. –No, nunca lo había visto –dijo con voz queda al mismo tiempo que clavaba su mirada en el hombre que estaba de pie. Era cierto, nunca lo había visto, pero, algo en él, le parecía muy familiar–Bueno, eso es normal, el líder Moretti no suele dejarse ver fuera de su propiedad –dijo Dante, quien tenía la mirada clavada en ella a través del espejo retrovisor –Ayúdala por favor, iré a saludarlo –le indicó a Lysander quien asintióPresuroso, el joven abrió la puerta para Anna y la ayudó a bajar, después, ambos se dirigieron al maletero de la camioneta donde ella tomó su mochila y se apresuró a dirigirse a dónde su padre se encontraba.Para ella, era una imagen
Sin saber que hacer, Anna observó la mano que Alastor le tendía, después, dirigió su mirada hacia su padre, Luka, quien le sonrió tiernamente y asintió lentamente indicándole que debía confiar en el hombre frente a ella.Cuando al fin se decidió a hacerlo, Anna sintió cómo el hombre apretaba su mano con suavidad para disimular el temblor en ella, por lo que, cuando Anna se levantó, ambos observaron sus manos unidas, lo que provocó que Alastor sonriera ampliamente antes de guiarla fuera de la cocina.Mientras caminaban, Anna seguía con la mirada fija en sus manos, el calor de la mano de ese hombre, de su padre, era un calor agradable, uno que, de hecho, le gustaba, por lo que una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, sin embargo, tan pronto llegaron al salón, esta desapareció.Al dirigir su mirada al salón, vio a los mellizos sentados juntos con Lysander de pie detrás de ellos, al verlos entrar, Egan intentó ponerse de pie, pero Lysander lo obligó a sentarse de nuevo. Por su parte, D
Al escuchar las palabras del hombre, Anna se estremeció. Había intentado ser fuerte, pero la información que estaba recibiendo, no la estaba ayudando en absoluto. No había mentido cuando había dicho que podía entender que, de hecho, él era su verdadero padre, incluso, había comenzado a lidiar con la idea de que no sólo era el hombre más poderoso de Wolfsong, si no que, también, era un hombre lobo y un alfa. Después de todo ¿Cómo dudar de eso? ¡Había visto a su consejera escolar transformarse frente a sus propios ojos! Sin embargo, ya no estaba tan convencida de querer saber los motivos tras su abandono, le dolía la cabeza, y sabía de sobra que sería un tema difícil, pues tanto Alastor como Dante, habían mencionado una guerra, y eso, en ningún mundo, podía ser algo bueno. En silencio, Anna observó como Alastor volvía al salón, y tras echarle un rápido vistazo a la chimenea, el hombre se inclinó sobre ella para encenderla. –¿Estás bien? –le preguntó una ronca, pero suave voz a sus e
Con el humor renovado, Alastor volvió a su lugar y tras tomar otro sorbo de agua, intentó seguir relatando su historia, sin embargo, los jóvenes continuaron con sus preguntas, lo cual no le sorprendió en absoluto, ellos eran así por naturaleza, mientras que los adultos, sólo se limitaban a escucharlo.–Señor, si me permite preguntar, ¿Por qué se refugió en el pueblo de Wolfsong? Quiero decir, esta ciudad, siempre ha estado rodeada por cuatro manadas –preguntó Lysander con curiosidad tras haberse sonado la nariz ruidosamente–Eso deberías saberlo bien, joven beta –dijo Alastor sonriéndole –Basil siempre ha sido precavido, además, es un hombre que sabe sacar provecho de las oportunidades que se le presentan –dijo riendo –Terminé en Wolfsong porque él estaba en negociaciones con el antiguo alfa Adriano Moretti, así