Capítulo 2.1

Conforme avanzaba, Marcia agradecía que los pasillos estuvieran vacíos, si bien su olfato le indicaba que un par de rebeldes se escondían en los baños, por esa ocasión, decidió pasarlo por alto, pues tenía entre manos problemas más importantes.

El primero y el único que ella podía solucionar, era el aroma de Anna, pues desde que ella había cumplido doce años, este había comenzado a cambiar, era una mezcla muy extraña entre humano y algo más dulce, por lo que se había llegado a la decisión de mantenerlo oculto, para mantener a salvo su identidad debido a los cuatro jóvenes lobos que asistían a su instituto.

Dos de ellos, no representaban graves problemas, pues eran los hijos mellizos del alfa Basil Benedetti, que, hasta la fecha, no habían dado señales de reconocer algo en Anna.

Por otro lado, estaba Arthur Ziegler, hijo del alfa Caden Ziegler, quien tenía una pésima reputación por cómo había obtenido su título, sí bien el joven era tranquilo e incluso se podía decir que era un poco tímido, Arthur acababa de cumplir dieciséis, lo que le indicaba que su lobo estaba despierto, al igual que todos sus sentidos, y en más de una ocasión lo había visto dedicarle miradas curiosas a Anna.

El mayor de sus problemas era Antonella Santoro, hija menor del alfa Guido Santoro. Antonella era el cliché de la típica chica popular del instituto, la mayoría de sus profesores la tenían en un pedestal, muchos estudiantes la adoraban e incluso la admiraban, lo que la había convertido en una pequeña diva, la cual, por algún motivo, tenía a Anna entre ceja y ceja, por lo que, si se descubría quien era ella en verdad, podría causar problemas entre los futuros alfas, pues la pequeña manipuladora, tenía a su hermano entre sus manos.

Con Antonella rondando en su cabeza, Marcia apresuró el paso, por lo que, al abrir la puerta de su despacho, lo hizo de manera brusca, provocando que la chica sentada frente a su escritorio diera un respingo y dejara caer su teléfono por el sobresalto.

–¡Señorita Vitale! Lo siento mucho, sé que llegué tarde y encima… –Anna bajó un poco la voz sintiéndose cada vez más apenada –Encima provoqué un escándalo…–susurró tímidamente

Marcia la miró con cariño, sabía de sobra que Anna no era nada tímida, incluso podría decir que era algo rebelde, era del tipo que no temía enfrentar a nadie cuando estaba segura de llevar la razón, no soportaba el abuso ni las injusticias, por lo que, en más de una ocasión, la había tenido que castigar por haberse involucrado en una pelea para proteger a algún alumno que estaba siendo abusado. Castigarla le había parecido estúpido, ella había ayudado a alguien que no podía defenderse, pero ese era el mundo de los humanos y, sobre todo, esas eran las normas del instituto, todo aquél que usara la violencia debía ser castigado.

–Tranquila Rizzo, no voy a castigarte –dijo Marcia antes de dirigirse a su escritorio –¿Estás segura de que no te hiciste daño? –

–Estoy bien señorita Vitale –dijo Anna soltando un suspiro aliviado antes de inclinarse para recoger su teléfono –De verdad ¿No va a castigarme? –

–No, creo que suficiente castigo has tenido al llamar la atención del joven Benedetti de esa manera tan original –dijo Marcia tratando de contener la risa al notar que las mejillas de Anna habían adquirido un color rosa

Sabía perfectamente que Anna era de las chicas que preferían pasar desapercibida, en todas sus clases, prefería los asientos del fondo, su grupo de amigos era reducido, y a diferencia del resto de los estudiantes, ella prefería quedarse en casa o irse de excursión en lugar de irse de fiesta.

–A cambio de no castigarte, me gustaría que me dijeras por qué llegaste tarde ¿Qué fue lo que te entretuvo? –preguntó Marcia mientras esta se levantaba para preparar café en la cafetera que tenía sobre un archivero

–Me he quedado dormida –dijo Anna tragando saliva –He puesto dos alarmas y ninguna ha sonado, justo cuando usted llegó estaba comprobando el teléfono para saber qué fue lo que pasó con ellas –

–¿Y? ¿Qué descubriste? –preguntó Marcia mirándola sobre su hombro

Avergonzada, Anna desbloqueó su teléfono y se lo mostró a Marcia, quien se tuvo que acercar para poder ver más claramente la pantalla, en la cual, se podía ver perfectamente el error:

La primera decía 6:40 PM y la segunda 7:20 PM

–Estas cosas sólo te pasan a ti Anna –dijo la profesora entre risas mientras volvía a su lugar

–Lo sé, anoche estaba tan cansada que ni si quiera lo comprobé –dijo una Anna visiblemente frustrada –Ni si quiera pude desayunar –masculló mientras se hundía en su asiento

–Puedo imaginarlo, pero, para tu buena suerte, yo tampoco desayuné –decía Marcia mientras rebuscaba en un cajón de su escritorio –Ve a la máquina que está afuera y compra algo para las dos ¿Está bien? –preguntó mientras le extendía un par de billetes

–¿De verdad, profesora? –preguntó al tiempo en que se enderezaba en su asiento.

–Por supuesto, a tu primer clase aún le quedan veinte minutos –dijo Marcia sonriéndole con amabilidad –Yo me encargaré de cubrirte con el profesor Bell –dijo guiñándole un ojo

–¡Muchas gracias, profesora! –exclamó Anna emocionada antes de apresurarse a salir de la oficina

En cuanto la puerta se cerró, Macia se apresuró a sacar unas llaves de su bolso, el cual, había colgado en un pequeño perchero a su lado. Sin titubear, se levantó y caminó deprisa hasta el archivero, introdujo una llave en el cerrojo del primer cajón, y de este, sacó una pequeña caja de color violeta oscuro, la cual, tenía una pequeña media luna en la esquina inferior derecha. Colocó la caja sobre su escritorio e introdujo una segunda llave en el cerrojo de esta y la abrió completamente, su interior estaba forrado con gamuza negra y estaba acojinado para proteger seis pequeños frascos.

Tomó dos de ellos con rapidez y volvió a cerrar la caja para después, volverla a meter en el fondo de su archivero, enseguida, dejó uno de los frascos sobre su escritorio, mientras que el segundo lo vaciaba en una taza, donde preparó el café tal y como Anna lo bebía.

“Eso no es café, eso es azúcar con café, y es asqueroso…”  gruñó su loba

Marcia rio por lo bajo, pues ni a ella ni a su loba les gustaban las cosas dulces.

Con cuidado, dejó la taza frente a la silla donde Anna había estado sentada, después, sacó su teléfono nuevamente y le envió un mensaje a Neilan: “Situación controlada”

Finalmente, cuando la adrenalina dejó de correr por su cuerpo, se desplomó pesadamente sobre su silla y dirigió su mirada hacia el reloj que se encontraba sobre la puerta de su pequeño despacho.

–Increíble, aún no son ni las nueve…–gruñó Marcia antes de pellizcar el puente de su nariz

“Le exigiremos vacaciones al alfa” –gruñó su loba

Por su parte, Anna estaba indecisa sobre que escoger de la máquina dispensadora. Tras un largo rato observando los productos, seleccionó un cuernito relleno de chocolate para ella y un sándwich de jamón y queso para su profesora, pues sabía de sobra, que, a ella no le gustaban las cosas dulces. Era algo que había notado a lo largo de los años, pues, en diferentes ocasiones había visto como algunos pretendientes le regalaban chocolates y ella, o bien los rechazaba amablemente o, los regalaba a los estudiantes que visitaban su oficina.

La Señorita Vitale era su profesora y consejera favorita, era una mujer sumamente amable y hermosa, sin mencionar, que era una mujer increíblemente inteligente.

Sinceramente, Anna no podía entender como una mujer como ella podía mantenerse soltera tras la pérdida de su marido hace ya casi dieciséis años, nunca conoció al hombre, pero sabía que ella lo amaba profundamente por la manera en que le hablaba de él, pues solía llamarlo “su alma gemela”.

También sabía que la señorita Vitale tenía una hija y que esta era un año mayor que ella, sin embargo, su hija estaba viviendo fuera de la ciudad con una amiga suya, por lo que nunca había tenido la oportunidad de conocerla.

Cuando la máquina le escupió el cambio, Anna lo tomó y se dirigió de vuelta a la oficina de su profesora, sólo para encontrarla sentada con la cabeza echada hacia atrás y con los ojos cerrados, al parecer, se había quedado dormida.

Con cuidado, dejó los productos en el escritorio junto al cambio y se sentó en la silla que había estado usando hasta hace un rato. Observó unos segundos a su profesora antes de clavar su mirada en la taza de café que estaba frente a ella, iba a tomarla, sin embargo, prefirió esperar a que su profesora se lo indicara.

–Tranquila Rizzo, es para ti –dijo Marcia sin abrir los ojos

–¿Cómo supo que era yo? –preguntó Anna tomando su taza alegremente

–Conozco a mis estudiantes –dijo Marcia antes de abrir los ojos para poder dedicarle una amable sonrisa –¿Lo he hecho bien? –preguntó tras tomar el sándwich que Anna había traído.

–Creo que sí conoce a sus estudiantes –sonrió Anna antes de beber otro sorbo –¿Se encuentra bien Profesora?

–¿Por qué lo preguntas Rizzo? –preguntó Marcia tras darle un buen mordisco al sándwich

–Es solo que me pareció un poco extraño verla descansar, usted siempre tiene tanta energía, sobre todo en las mañanas –dijo Anna antes de dar un mordisco a su cuernito dejando un pequeño hilo de chocolate.

“¿Cómo es que puede comer tanto dulce?” preguntó Maravel completamente asqueada.

–Es solo que ha sido una mañana interesante, ¿No te parece? –dijo Marcia tratando de esconder su sonrisa ante el comentario de su loba.

Anna no respondió, sentía como sus mejillas se incendiaban así que optó por darle otro mordisco a su cuernito, prefería no recordar el ridículo que había hecho frente al joven Benedetti.

–Oh no te preocupes, si bien has hecho una presentación interesante, no creo que lo hayas hecho enojar, al contrario, creo que incluso has captado su atención –le dijo guiñándole un ojo

–No diga eso profesora, el joven Benedetti tiene muchas admiradoras, ¿Se imagina a la pobre mujer que tenga que enfrentar a esa panda de locas? –dijo Anna fingiendo un escalofrío –Sobre todo, a la loca mayor –

–¿Tú estás entre ellas? Entre las admiradoras quiero decir, no entre las locas –preguntó Marcia dando otro mordisco a su bocadillo

–Bueno, el joven Benedetti es muy atractivo y, parece interesante, y no deja indiferente a nadie, no puedo negarle eso –dijo Anna con un suspiro –Pero, no lo sé, hay algo en él que lo hace ver algo inalcanzable, como si estuviera en otro nivel –dijo antes de beber de la taza –Pero ¿Puedo contarle algo? –

–Claro ¿Qué sucede? –preguntó Marcia

–Bueno, debo admitir que me sentí algo extraña cuando me tocó esta mañana –

–¿Ah sí? ¿Qué sentiste? –preguntó Marcia antes de dejar lo que quedaba de su bocadillo sobre el escritorio para después, colocar sus codos sobre este y entrelazar los dedos de sus manos para poder recargar su barbilla sobre ellos.

–Pues, como una especie de corriente eléctrica, una muy cálida –dijo Anna mirando su antebrazo, sobre todo, la zona donde él la había sujetado para ayudarla a ponerse de pie.

–¿Con qué una corriente eléctrica eh? –dijo Marcia casi en un susurro

–Sí, fue extraño, pero lo más seguro es que hayan sido los nervios del accidente, prácticamente entré en shock cuando vi que era él, Dios, que vergüenza, cómo pude hacerle eso a su puerta –dijo esto mientras se hundía en su silla con la taza de café entre las manos

-Sí, seguramente fueron los nervios –dijo la profesora no muy convencida sin apartar su mirada de ella

–¿Sucede algo profesora? ¿Por qué me ve así? –le preguntó Anna tras levantar la mirada y notar como la veía Marcia

–No es nada Rizzo, es solo que tu historia me parecía encantadora –logró decir Marcia antes de alejarse un poco de su escritorio para encender su ordenador.

–¿Qué es eso profesora? –preguntó Anna señalando un pequeño frasco con un líquido que se le hacía extrañamente familiar

–¿El qué? –le preguntó Marcia escribiendo la contraseña de acceso

–Esto –respondió Anna mientras tomaba el frasco y lo giraba entre sus dedos para poder verlo más detenidamente.

Al levantar la mirada y observar lo que Anna tenía entre sus dedos, Marcia sintió como su estómago se hundía, por lo que, sin pensarlo mucho, le arrebató el frasco y lo guardó en el cajón de su escritorio –Ah, perdona, es solo qué pensé que lo había olvidado en casa –dijo torpemente

–¿Y qué es? –preguntó Anna extrañada ante el comportamiento de Marcia

–E-Es un tónico familiar, mi abuela solía dárnoslo como refuerzo para las defensas, por eso de los cambios de temperatura y eso en esta época, ya sabes –logró mentir Marcia

“Pero ¿Qué? ¿Cómo te va a creer que…?” empezó su loba

–Oh, vale, entiendo, mamá me daba algo similar –dijo Anna no muy convencida, pero eligiendo confiar en ella.

“Pues nada…” gruñó Maravel

–Muy bien jovencita, con el estómago lleno, es hora de ir a clases –dijo Marcia sintiéndose aliviada, aunque algo culpable –A tu clase le quedan cinco minutos y lo mejor es que no te encuentres con el profesor Bell hasta después del almuerzo, es decir, hasta que yo haya hablado con él ¿Está bien? –

–Está bien, profesora –dijo Anna antes de dar el último sorbo a su taza de café –Me voy directa a mi clase de lenguas –añadió con una sonrisa

–Buena chica –dijo Marcia devolviéndole la sonrisa –Ah y aléjate de la directora –

Anna asintió y le agradeció por todo antes de salir de la oficina.

Tal y como se le había indicado, la joven evitó pasar por el pasillo donde estaba el aula del profesor Bell, lo que la hizo rodear un poco. Al llegar a su aula de lenguas, giró el pomo con cuidado y entró sintiéndose aliviada de que este no tuviera seguro, sin embargo, su alivio desapareció tan pronto sus ojos se clavaron en la persona sentada en el escritorio de su profesora.

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