Capítulo 2.2

Congelada en la puerta, Anna observó a la mujer frente a ella, era nada más y nada menos, que la directora del instituto Montanari, mejor conocida como su abuela.

–B-Buenos días…–balbuceó Anna

–Kaliméra Anna –la interrumpió –Este bimestre vuelves a llevar gretz, así que, por favor, ponlo en práctica apenas entres a esta aula –

Anna asintió y se aclaró la garganta antes de corregir su saludo –Kaliméra diefthyntí –

Al escucharla, su abuela le hizo un gesto con la mano para indicarle que pasara, por lo que, obediente, Anna corrió a su lugar al fondo del aula.

–Abu… directora –se corrigió Anna de inmediato, pues tenía prohibido llamarla abuela en la escuela, sobre todo, en las aulas –¿La profesora Raptis no vendrá hoy? –

–No, está de licencia por su embarazo, daré su clase hasta que consiga un sustituto –le explicó su abuela mientras conectaba su portátil a un proyector –Anna ¿Acabas de llegar? –preguntó levantando su mirada en su dirección

–No señora, llegué diez minutos tarde, pero la señorita Vitale me atrapó y me llevó a su oficina para asignarme un castigo –mintió a medias

–Bien, de igual forma hablaré con ella –dijo su abuela antes de volver a su tarea

–Si señora –mustió Anna confiando en que su profesora la cubriera, así que, en silencio, se dedicó a observar cómo su abuela preparaba su clase.

Alda Rizzo, una mujer de sesenta y un años, la cual, era la dueña y directora del instituto Montanari, era una mujer muy estricta con todos sus estudiantes, pero, especialmente con su nieta. Sí bien Anna tenía buenas calificaciones, era de las que se dormían en clase, o se las saltaba directamente, también, era de las que platicaban con sus amigos, o llegaba tarde, a resumidas cuentas, era la típica chica revoltosa para un profesor, por lo que su abuela recibía quejas constantes sobre su comportamiento.

Sin embargo, la situación con su abuela se había complicado cuando, el bravucón en turno, Aarón Giordano, estaba molestando a su compañero, Arthur Ziegler.

Durante un receso, el cavernícola de Aarón había regado las cosas de Arthur sobre el piso y encima, le había quitado sus gafas. Mientras que Arthur intentaba reunir sus pertenencias, Aarón se puso sus gafas y comenzó a imitarlo, mientras sus amigos, se reían a carcajadas, lo que provocó que, a Anna, le hirviera la sangre.

Sin pensárselo mucho, se fue directa a Aarón y le dio una fuerte bofetada, aprovechando la distracción, le quitó las gafas y se las entregó a Arthur, acto que sólo logró enfurecer a Aarón, quien, en múltiples ocasiones, la había invitado a salir, mismas que había sido rechazado.

 Molesto, Aarón la tomó de ambos brazos bruscamente y comenzó a estrujarla, preguntándole si Arthur era su novio y cosas por el estilo, sin embargo, la forma en la que este la estaba zarandeando, la hizo enfurecer, y sin pensarlo dos veces, y le dio un fuerte rodillazo en sus partes, por lo que el chico, se dobló de dolor y cayó de rodillas frente a ella, quien no dudó en volver a darle otra bofetada.

Como respuesta ante tal acto, los amigos de Aarón se acercaron inmediatamente e intentaron sujetarla, pues esta, estaba intentando llegar a él nuevamente, pero, para su sorpresa, los mellizos Benedetti se acercaron presurosos a ayudarla.

Egan Benedetti la defendió de los matones, mientras que su hermana, Elizabeth Benedetti, trataba de alejarla a ella y a Arthur del lugar, para su mala suerte, se toparon de frente con su abuela, quien no dudó en llamarlos a todos a su despacho.

Gracias a que los mellizos se involucraron, la situación se manejó con mucha discreción, por lo menos en la escuela, en casa, su abuela le había gritado por varios minutos por haberse comportado de esa manera, pero, siendo Anna como era, no se había quedado callada y le había contestado a su abuela alegando que lo que había hecho, lo había hecho por defender a su compañero, por lo que ambas se hicieron de palabras, dejándole a Anna una frase grabada en su mente:

“¡No eres un animal salvaje!”

No entendía muy bien el motivo, pero esas palabras la habían herido y desde entonces la relación entre ambas se había torcido un poco y eso, a Anna la hacía sentirse incómoda en su presencia.

El sonido de la campana y el de su teléfono, la sacaron de sus pensamientos, al comprobar la pantalla, se encontró con un mensaje de su amiga, Adeline.

Adeline: “¿¡Dónde estás?!”

Anna observó el mensaje confundida, su amiga parecía preocupada, pues el mensaje incluía muchos emojis asustados, por lo que no tardó en responder.

Anna: “Estoy en el aula de lenguas, por favor no se tarden, mi abuela estará de sustituta”

Adeline: “Creo que después de lo que nos acabamos de enterar, tú abuela será el menor de tus problemas, hoy eres la estrella del instituto”

–Apaga eso Anna –le ordenó su abuela al verla escribir en su teléfono

Sin decir nada, Anna guardó su teléfono sintiéndose muy confundida por las palabras de su amiga, no recordaba haber hecho nada para llamar la atención, de hecho, era algo que odiaba. Si bien, debido a sus actividades, había ocasiones en que no podía evitar ser el centro de atención, Anna prefería pasar desapercibida, así que no lograba entender de qué estaba hablando su amiga, lo que la hizo preguntarse sí sus compañeros se habían enterado de lo que le había pasado esa mañana en la entrada.

“Imposible, no había nadie aparte de la Señorita Vitale y ella no diría nada” –pensó

Con ese pensamiento en mente, intentó relajarse en su asiento, pero apenas vio a los mellizos Benedetti entrar por la puerta, se le hizo un nudo en el estómago.

Si bien se habían hecho buenos amigos desde el incidente con Aarón, con lo que había pasado esa mañana con su hermano mayor, estaba segura de que los dos la molestarían con el tema, sobre todo, Egan, por lo que intentó esconderse tras su libro de gretz, pero obviamente, fracasó miserablemente, pues ambos hermanos se sentaron justo a su lado.

–Bueno, bueno, así que nuestra querida Annita hizo travesuras hoy –dijo Egan de forma burlona mientras que, con una mano, bajaba el libro de Anna

–No sé de qué hablas –dijo Anna levantando una ceja y torciendo ligeramente la boca

–Hablo de tu bochornoso encuentro con Dante –le respondió Egan sonriendo al ver como los ojos de Anna se abrían completamente y sus mejillas se tornaban rosas

“Lo saben…” se lamentó Anna

–A mí lo que me sorprende, es que sigas viva, con lo especial que es mi querido hermano con sus cosas, y, sobre todo, con esa estúpida camioneta –dijo Elizabeth con fastidio –Apenas tiene dos días en casa y ya me ha gritado más veces de las que puedo contar, es un amargado, no sé cómo tiene tantas admiradoras –agregó tras tomar el libro de Anna para que esta, no volviera a ocultarse tras él

–Bueno, nadie te mandó a intentar sacar la camioneta de la propiedad sin su permiso –dijo Egan mientras le daba palmaditas en el hombro a Anna, quien había cubierto su cara con sus manos

–¿Cómo lo supieron? –preguntó abochornada

–Todo se lo debes a tu amiga Antonella, iba pasando por el pasillo con su séquito de brujas mientras les contaba todo a pleno pulmón –dijo Elizabeth al tiempo que dirigía su mirada a la puerta –Ah, por fin llegan –dijo al ver entrar a una chica morena de ojos color avellana y a un rubio alto, de ojos color castaño, mejor conocidos como, Adeline y Connor.

Adeline, se acercó presurosa y tomó el asiento que tenía Anna delante, mientras que el chico se sentó justo atrás.

–¿Acaso nos están robando la exclusiva? –preguntó Connor fingiendo molestia

–Por supuesto, después de todo, es un tema familiar –respondió Egan observando divertido, cómo Anna se dejaba caer sobre su escritorio

–Además de que llegamos primero –dijo Elizabeth triunfante

–Eso fue culpa de Adeline, si no se hubiera entretenido mandando el bendito mensaje, hubiéramos llegado primero –se quejó Connor

–Bueno, en mi defensa, pensé que había huido –dijo Adeline encogiéndose de hombros

–¿Qué le pasa a la Señora Rizzo? –preguntó Elizabeth haciendo que el grupo dirigiera su atención a la directora, la mujer los observaba con el ceño fruncido.

–¿Qué le pasa? La clase ni siquiera ha comenzado, alguien debería ponerle valium a su té de las mañanas –dijo Connor mirando a Egan

–A mí ni me veas rubio –le respondió Egan –Suficiente regañina tuve desde que ayudé a esta señorita con esos brutos –

–Está de mal humor porque volví a llegar tarde –intervino Anna por primera vez desde que habían llegado sus amigos.

–Espera, ¿Está molesta porque llegaste tarde? –preguntó Adeline con sorpresa –¿No sabe lo que te pasó? –

–Vaya, yo ya te imaginaba en el calabozo por haber armado un alboroto en la entrada –dijo Connor cuando Anna negó con la cabeza

–Le dije que la señorita Vitale me había atrapado y me había llevado a su despacho para asignarme un castigo –

–Lo cual no es cierto ¿verdad? –preguntó Adeline –Eres la favorita de la señorita Vitale, estoy segura de que no te castigaría después de lo que pasó, sobre todo si ella estuvo ahí –

–Enserio, ¿qué tanto saben? –preguntó Anna comenzando a preocuparse de los datos tan específicos que manejaban sus amigos

–Todo –respondieron todos al unísono

–Ibas en tu bicicleta –empezó Egan

–Y seguramente, ibas en las nubes, como siempre, pues no viste la puerta de la camioneta blanca –continuó Connor

–Y te estrellaste de lleno con ella –continuó Elizabeth

–Lo que provocó que el joven Dante te ayudara a levantarte, así que estuviste hablando con él hasta que… –siguió Adeline

–No le digas joven, sólo sus admiradoras locas lo llaman así –la interrumpió Elizabeth

–Hasta que llegó la señorita Vitale a revisarte –cortó Egan a su hermana, dándole un suave golpe en el brazo –Después de un rato te marchaste del lugar–

–¿Cómo supo Antonella todo eso? Les puedo asegurar que no había nadie en el patio principal y, mucho menos, en la entrada –dijo Anna tratando de recordar si había alguien más

–Bueno, yo tengo una teoría…–empezó Elizabeth, sin embargo, fue interrumpida por la directora que dio unos golpecitos en su escritorio para llamar la atención de la clase.

Frustrada, Anna tomó su libro del escritorio de Elizabeth y buscó la página que estaba indicando su abuela, sin embargo, ella apenas y lograba concentrarse, le daba vueltas al asunto de cómo Antonella se había enterado del suceso.

Antonella Santoro, la popular del instituto, odiada por muchos y adorada por otros, para Anna, era simplemente la hija de papi que era caprichosa, presumida y que siempre trataba de llamar la atención, así que jamás le dio mucha importancia a las cosas que hacía o decía, pues ese tipo de personas no le agradaban, sin embargo, por algún motivo que desconocía, Antonella parecía odiarla.

No tenía ni idea de por qué se había ganado su odio, pero, lo que sabía con seguridad, era que Antonella tenía una obsesión con Dante Benedetti. Había escuchado una historia que decía que Dante, la había salvado del ataque de un animal salvaje cuando ella tenía solo trece años y, que, desde ese momento, se había obsesionado con él.

Para Anna esa historia no tenía sentido, pues de ser verdad, Dante tendría solamente dieciséis años en ese momento, ¿Qué podría haber hecho un adolescente desarmado contra un animal salvaje?

No, para ella, la historia era más simple, algo como que se conocieron a esa edad, y ella, como la niña que era, se encaprichó con él, al grado de jurar que algún día se casaría con él. Lo último, era totalmente cierto, pues, a pesar de sus diecisiete años, Antonella lo seguía afirmando.

Cuando los tres coincidieron en el instituto, Anna pudo ver con sus propios ojos algo de esa obsesión, pudo ver como la chica se la pasaba pegada como una lapa al brazo de Dante, a quien, de hecho, no parecía incomodarle, incluso, más de una vez, los vio marcharse juntos del instituto.

Anna pensaba que no tenía nada de malo que a la chica le gustara Dante, el problema, era que Antonella no soportaba que él saliera o hablara con otra chica. Muchas veces había escuchado rumores, que, ahora empezaba a pensar que tal vez eran ciertos, de que cada chica que osaba hablar con él, sin mencionar aquellas que se atrevían a confesarle sus sentimientos, terminaban por abandonar la escuela debido al acoso que les hacía sufrir Antonella, quien, era lo suficientemente inteligente para que ningún profesor o incluso su abuela pudieran darse cuenta de esto.

Tras esa serie de pensamientos, Anna suspiró pesadamente, si Antonella ya la odiaba, estaba convencida que todo empeoraría tras su pequeño encuentro con Dante.

–¿Qué está pasando por esa linda cabecita? –le preguntó Egan en un susurro

–Estaba pensando en tú futura cuñada –bromeó Anna

–Oh por Dios, no, no juegues con eso –volvió a susurrar Egan poniendo cara de asco haciéndola reír suavemente

Cuando la campana dio por finalizada la clase, los cinco se apresuraron a la salida para evitar el ya conocido tumulto que se hacía en ese pasillo.

–Dios, ha sido la clase más larga que he tenido en mi vida –se quejó Connor –Ojalá vuelva pronto la profesora Raptis –

–A mí no me pareció tan larga –dijo Anna sujetándose del brazo de su amigo.

–Bueno, eso sería porque tú y mi hermano hablaron toda la clase –le dijo Elizabeth poniendo los ojos en blanco –Al menos les agradezco eso, su parloteo evitó que me quedara dormida –

–¿Enserio? Yo no escuché nada –dijo Connor mirando a Anna

–Esos audífonos te van a dejar sordo –dijo Anna riendo

–Te pareces a mi madre –se quejó el rubio

Aun riendo, Anna se soltó de su amigo, lo que Egan aprovechó para ponerse entre los dos y abrazarlos por los hombros de cada uno, recargándose un poco más en Anna.

–Pesas ¿Lo sabías? –le dijo Anna tratando de soltarse

–Que va, soy ligero como una pluma –dijo Egan acercándola más a él

–Eh, alerta pelirroja –les advirtió Adeline, quien caminaba detrás de ellos junto a Elizabeth

Ante el aviso, los tres levantaron la mirada para ver a una pelirroja que caminaba en su dirección seguida de cuatro chicas más.

–¿Soy la única que se siente en “Mean Girls” cada vez que esas brujas están cerca? –preguntó Elizabeth observando cómo la gente se apartaba presurosa para dejarlas pasar

–No –respondieron Anna, Adeline y Connor al mismo tiempo

–¿Mean qué? –preguntó Egan sin entender

–Olvídalo –resopló su hermana

Las cinco chicas pasaron por su lado, y, a ninguno, se le escapó la mirada de odio disfrazada con una sonrisa que Antonella le dirigió a Anna quien se quejó de algo al tiempo que llevaba su mano a su brazo izquierdo

–¿Qué pasa? –preguntaron Connor y Egan

–Déjame ver –pidió Adeline apartando la mano de Anna, solo para descubrir que su amiga tenía un profundo rasguño en su brazo –¿Con qué demonios lo hicieron? –preguntó alterada al tiempo que les mostraba a los demás la herida de Anna.

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