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Angeline dormía plácidamente, las medicinas no solo le aliviaban el dolor, sino que también la hacían descansar un poco más. Josephine había viajado fuera de la ciudad por trabajo, así que ella permaneció el resto de los días de su recuperación en casa de Eliot.

—Ya despertó?

—Aún no, pero pronto lo hará, todavía es temprano. ¿Necesitas algo?

—Viene nuestro viejo amigo, así que...

—Pierde cuidado, yo me haré cargo.

Caroline preparó un té de hierbas, de esos que solo ella sabía mezclar. El sabor era desagradable, pero el efecto calmante y relajante no tenía comparación.

—Buenos días, pequeña dormilona. ¿Cuéntale a esta vieja como te sientes hoy? —saludó Caroline entrando a la habitación que le habían asignad

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