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Al escuchar esas dos simples palabras que transmitían mucho, los ojos de Angeline se desbordaron en lágrimas, un sollozo que anudaba su garganta se desató y la hizo romper en llanto. Un llanto doloroso e incrédulo de qué un hombre bañado en poder le confesase su amor. 

Angeline estaba dispuesta a entregarse a él cuántas veces fuera necesario, aunque él no le correspondiera, porque lo amaba. Se había dado cuenta de cuánto quería a ese hombre desde el primer día que la besó. Desde que la hizo estremecer en sus brazos con sólo un toque, su cuerpo supo que le pertenecía a ese hombre. Pero ahora al saberse correspondida sintió temor.

—No juegues conmigo, por favor— pidió ella entre el llanto.

—No lo hago mi hermoso fuego— confesó incorporándose y acorralándola con sus fuertes brazos para no dej

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