Ricardo cortó la llamada realizando un chasquido de lengua. Estaba visiblemente molesto, frustrado por la forma en que Evangeline le había hablado con esa actitud de superioridad que tanto detestaba. Sin embargo, sabía que tenía que cumplir su parte. Guardó el teléfono en su bolsillo y, como se encontraba en la empresa, se dirigió hacia la oficina de su líder en Nexus, aún pensando en la conversación reciente. Frente a la imponente puerta de la oficina del Alfa, quien tenía el nombre de Froilán. Ricardo respiró hondo, pues sabía que no era alguien con quien se pudiera hablar de manera casual. Tocó la puerta, esperando la respuesta. Desde dentro, se escuchó una voz firme y distante. —Adelante —articuló. Ricardo abrió la puerta y se encontró con la mirada fría del Alfa, sentado tras su amplio escritorio. Sin darle mucha oportunidad, el Alfa lo miró de manera inquisitiva, dejando claro que no estaba de humor para trivialidades. —Ricardo, ¿tienes algo importante que decir? —preguntó,
Alister tenía a Ofelia sujetada por el cuello, con sus dedos firmes alrededor de su garganta mientras la miraba fijamente con ojos llenos de furia y sospecha. La habitación estaba en silencio, pero el aire entre ambos estaba cargado de tensión.—Habla, Ofelia —exigió Alister, apretando un poco más—. ¿Por qué estás avisando a Evangeline sobre nuestra conversación? Eso debía quedar entre tú y yo. Si no hay nada que ocultar, ¿por qué le estás informando todo esto? Dime la verdad, y sé clara. Ofelia, con la voz entrecortada por el dolor y la falta de aire, procuraba no entrar en desesperación, pero era casi imposible. —No es por nada, Alfa, por favor... tenga piedad —suplicó ella, temblorosa.Alister no se inmutó, apretando aún más su agarre.—¡Habla de una vez! —rugió.Ofelia cerró los ojos con fuerza y, entre jadeos, comenzó a explicar.—Solo lo hice porque pensé que quizás Evangeline había hecho algo que lo haya enfurecido... Entonces le pregunté directamente si había cometido algún
—N-No entiendo porqué me dice eso, Alfa —expresó Ofelia—. Evangeline es... es inocente... —¡Basta! —gritó Alister en lo que su paciencia se agotaba. Ofelia estaba petrificada, paralizada ante el furioso grito del Alfa. Sus ojos se abrieron de par en par, llenos de pánico, y antes de que pudiera controlarse, un chillido escapó de sus labios. Alister, imponente y lleno de ira, le gritó directamente en la cara y su voz retumbó en el espacio como el trueno antes de la tormenta—. ¡Basta, Ophelia! Estoy harto, cansado de que me mientan en la cara, de que mi propia familia, mi propio Clan, los miembros de mi manada, me vean como un completo imbécil. ¡Dímelo de una vez! Porque, como te advertí, si no hablas por tu propia voluntad, tomaré medidas drásticas para hacerte hablar, y te aseguro que no te gustarán para nada.Ofelia comenzó a temblar, pues un miedo profundo sacudió todo su cuerpo. Sabía que no había escapatoria. Sus labios se movieron torpemente mientras trataba de encontrar las pal
Alister estaba perdido. No sabía cómo manejar toda la marea de emociones que lo inundaba: la rabia, la culpa, el arrepentimiento. Cada una de ellas lo consumía como un veneno lento que se expandía por su cuerpo, haciéndolo sentirse asfixiado. Ahora que conocía la verdad, ahora que todo había salido a la luz, ¿qué se suponía que debía hacer? Su mente estaba hecha un caos, pero una cosa era clara: Samira jamás lo perdonaría.Había escuchado una y otra vez sus súplicas, sus intentos desesperados por explicarle lo que había ocurrido, pero él nunca quiso escucharla. En cada oportunidad, él la había silenciado, ignorado, cegado por lo que creía que era la verdad. En su mente, la imagen de la traición estaba grabada a fuego. Pero esa imagen no era más que un cruel engaño, una mentira cuidadosamente orquestada para separarlos. Todo había sido manipulado, diseñado para romperlos, y lo peor de todo es que él había caído en la trampa como un tonto.Samira trató de salvarlo de esa mentira, de hac
Después de un largo silencio, Ofelia se armó de valor y miró a Alister con las pupilas llenas de preocupación.—¿Qué piensa hacer ahora? —preguntó en voz baja—. Me refiero a Evangeline. ¿Qué va a hacer con ella?Alister la miró brevemente y sus ojos reflejaban una frialdad que alteraba aun más a Ofelia.—Eso no es asunto tuyo —dijo con firmeza, manteniendo su postura distante—. Pero te aseguro que lo que suceda con Evangeline no será algo que le guste. Todo lo que ha hecho, cada una de sus acciones, me han traicionado profundamente. Jamás pensé que ella fuera capaz de algo así.Ofelia percibió el dolor en su voz, aunque intentaba ocultarlo bajo una fachada de indiferencia.—Creí que era alguien en quien podía confiar —continuó Alister, con amargura en su tono—. Pensaba que tenía principios, valores… pero solo me ha demostrado lo contrario. Ha destruido algo que jamás podré recuperar, mi relación con mi mate. Y lo que más me duele es que yo la consideraba alguien importante, pero ahora
Evangeline dio instrucciones precisas a Ricardo. Él debía entrar a la prisión donde mantenían encerrado a Norman. La puerta por la que debía acceder era discreta, la misma por la que Samira había escapado en su segundo intento. Aquella puerta, oculta entre las sombras del complejo facilitaba su tarea. Evangeline le había advertido que se encontraría con algunos guardias, pero le había dado luz verde para eliminarlos a todos si era necesario. Solo que debía hacerlo sin levantar sospechas. Era crucial que sus muertes fueran rápidas y silenciosas. Las instrucciones de Evangeline eran claras: apuñalarlos por la espalda, tomarles por sorpresa antes de que pudieran pedir ayuda. Ricardo planificó su aproximación con cuidado. Primero, simuló una inspección en los alrededores de la prisión, caminando con naturalidad para no levantar sospechas. Su mirada era calculadora y sus movimientos meticulosamente ensayados. Al llegar a la zona cercana a la puerta secreta, se dirigió a sus compañeros con
Ricardo había terminado su tarea: Norman yacía sin vida en el suelo de la prisión subterránea. Satisfecho con su trabajo, se dirigió hacia la salida, con su mente ya enfocada en informar a sus compañeros que no había encontrado a Norman, señalando que era muy probable que los Valkyria lo hayan eliminado. Sus pasos eran silenciosos en la penumbra de los pasillos de piedra y avanzó con sigilo, confiado en que todo iba según el plan. Había sido meticuloso, había eliminado a los guardias sin levantar sospechas y ahora solo faltaba completar la última parte de su misión. No se percató, sin embargo, de que en una celda oscura y alejada, los ojos de Angelo observaban en silencio.Angelo no había escuchado los primeros murmullos de caos. Había estado demasiado concentrado en su propio aislamiento, encerrado por tanto tiempo que las sombras y el silencio se habían convertido en sus únicos compañeros. Pero ahora, la atmósfera había cambiado y algo en el aire lo alertó. El olor a sangre fue inva
Evangeline se encontraba en una posición inusual, nunca le había pasado algo similar. Sin embargo, no se mostraba temerosa. No solía temer a nada ni a nadie, y en esa ocasión, aunque la situación era cuestionable, no sintió siquiera una pizca de inquietud, pues la presencia de Ricardo le daba una falsa seguridad. Se confiaba pensando que, quizás, solo quizás, mientras él estuviera allí, nada malo podría sucederle. Ricardo, después de todo, era su aliado, y creía que él podría controlar ese momento caótico de alguna manera, ya que el que intentaba subyugarla era compañero suyo, ni más ni menos. Aun así, en lo profundo, sabía que su presencia no garantizaba su protección. Ricardo podía ser su cómplice, pero no era alguien que se preocupara por ella. Aunque Evangeline lo miraba con una expresión que le decía que esperaba apoyo, Ricardo solo la contempló desde su posición, incapaz de hacer nada para cambiar las circunstancias. Por esa razón, Evangeline tomó su forma de loba, intentando