Alister estaba perdido. No sabía cómo manejar toda la marea de emociones que lo inundaba: la rabia, la culpa, el arrepentimiento. Cada una de ellas lo consumía como un veneno lento que se expandía por su cuerpo, haciéndolo sentirse asfixiado. Ahora que conocía la verdad, ahora que todo había salido a la luz, ¿qué se suponía que debía hacer? Su mente estaba hecha un caos, pero una cosa era clara: Samira jamás lo perdonaría.Había escuchado una y otra vez sus súplicas, sus intentos desesperados por explicarle lo que había ocurrido, pero él nunca quiso escucharla. En cada oportunidad, él la había silenciado, ignorado, cegado por lo que creía que era la verdad. En su mente, la imagen de la traición estaba grabada a fuego. Pero esa imagen no era más que un cruel engaño, una mentira cuidadosamente orquestada para separarlos. Todo había sido manipulado, diseñado para romperlos, y lo peor de todo es que él había caído en la trampa como un tonto.Samira trató de salvarlo de esa mentira, de hac
Después de un largo silencio, Ofelia se armó de valor y miró a Alister con las pupilas llenas de preocupación.—¿Qué piensa hacer ahora? —preguntó en voz baja—. Me refiero a Evangeline. ¿Qué va a hacer con ella?Alister la miró brevemente y sus ojos reflejaban una frialdad que alteraba aun más a Ofelia.—Eso no es asunto tuyo —dijo con firmeza, manteniendo su postura distante—. Pero te aseguro que lo que suceda con Evangeline no será algo que le guste. Todo lo que ha hecho, cada una de sus acciones, me han traicionado profundamente. Jamás pensé que ella fuera capaz de algo así.Ofelia percibió el dolor en su voz, aunque intentaba ocultarlo bajo una fachada de indiferencia.—Creí que era alguien en quien podía confiar —continuó Alister, con amargura en su tono—. Pensaba que tenía principios, valores… pero solo me ha demostrado lo contrario. Ha destruido algo que jamás podré recuperar, mi relación con mi mate. Y lo que más me duele es que yo la consideraba alguien importante, pero ahora
Evangeline dio instrucciones precisas a Ricardo. Él debía entrar a la prisión donde mantenían encerrado a Norman. La puerta por la que debía acceder era discreta, la misma por la que Samira había escapado en su segundo intento. Aquella puerta, oculta entre las sombras del complejo facilitaba su tarea. Evangeline le había advertido que se encontraría con algunos guardias, pero le había dado luz verde para eliminarlos a todos si era necesario. Solo que debía hacerlo sin levantar sospechas. Era crucial que sus muertes fueran rápidas y silenciosas. Las instrucciones de Evangeline eran claras: apuñalarlos por la espalda, tomarles por sorpresa antes de que pudieran pedir ayuda. Ricardo planificó su aproximación con cuidado. Primero, simuló una inspección en los alrededores de la prisión, caminando con naturalidad para no levantar sospechas. Su mirada era calculadora y sus movimientos meticulosamente ensayados. Al llegar a la zona cercana a la puerta secreta, se dirigió a sus compañeros con
Ricardo había terminado su tarea: Norman yacía sin vida en el suelo de la prisión subterránea. Satisfecho con su trabajo, se dirigió hacia la salida, con su mente ya enfocada en informar a sus compañeros que no había encontrado a Norman, señalando que era muy probable que los Valkyria lo hayan eliminado. Sus pasos eran silenciosos en la penumbra de los pasillos de piedra y avanzó con sigilo, confiado en que todo iba según el plan. Había sido meticuloso, había eliminado a los guardias sin levantar sospechas y ahora solo faltaba completar la última parte de su misión. No se percató, sin embargo, de que en una celda oscura y alejada, los ojos de Angelo observaban en silencio.Angelo no había escuchado los primeros murmullos de caos. Había estado demasiado concentrado en su propio aislamiento, encerrado por tanto tiempo que las sombras y el silencio se habían convertido en sus únicos compañeros. Pero ahora, la atmósfera había cambiado y algo en el aire lo alertó. El olor a sangre fue inva
Evangeline se encontraba en una posición inusual, nunca le había pasado algo similar. Sin embargo, no se mostraba temerosa. No solía temer a nada ni a nadie, y en esa ocasión, aunque la situación era cuestionable, no sintió siquiera una pizca de inquietud, pues la presencia de Ricardo le daba una falsa seguridad. Se confiaba pensando que, quizás, solo quizás, mientras él estuviera allí, nada malo podría sucederle. Ricardo, después de todo, era su aliado, y creía que él podría controlar ese momento caótico de alguna manera, ya que el que intentaba subyugarla era compañero suyo, ni más ni menos. Aun así, en lo profundo, sabía que su presencia no garantizaba su protección. Ricardo podía ser su cómplice, pero no era alguien que se preocupara por ella. Aunque Evangeline lo miraba con una expresión que le decía que esperaba apoyo, Ricardo solo la contempló desde su posición, incapaz de hacer nada para cambiar las circunstancias. Por esa razón, Evangeline tomó su forma de loba, intentando
Alister cruzó la mansión con pasos firmes, pero en su interior se sentía derrotado, en lo que arrastraba consigo a Ofelia, la sirvienta que sollozaba en silencio. Su rostro estaba empapado en lágrimas, sus párpados se encontraban hinchados y rojos, los cuales reflejaban un profundo sufrimiento emocional. Él, sin embargo, seguía avanzando sin mirar atrás, completamente sumido en sus pensamientos. Todo lo que pasaba por su mente era un torbellino caótico, una maraña de culpa, remordimiento y una tristeza imposible de controlar.De repente, al girar una esquina, se encontró cara a cara con Samira. Precisamente la andaba buscando para que ambos pudieran regresar a la ciudad, pero el impacto de verla después de todo lo que había descubierto fue inmediato. El tiempo pareció detenerse mientras los dos se miraban. Alister sintió cómo su corazón se encogía en el pecho, golpeando con dolor. Todo en ella, desde su postura hasta su expresión, le recordaba lo que había perdido. Samira le devolvió
—¿La casa del bosque fue atacada? —dijo Samira con voz tensa—. ¿Qué sucedió?Alister pasó la mano por su cabeza, mostrándose impasible, pero agobiado por dentro.—Eso es lo que estoy a punto de averiguar —respondió con un tono seco—. Estamos volviendo precisamente por eso. Necesito respuestas, y créeme, las obtendré.Aunque en el fondo también tenía en mente contarle a Samira que Norman había muerto, decidió que ese momento aún no era el indicado. Primero debía enfrentarse a la situación en la casa.Alister condujo hacia el bosque mientras que Samira, sentada a su lado, lo observaba de reojo, notando cómo su mente parecía ocupada con pensamientos sombríos. Llegaron hasta donde el auto ya no podía avanzar más entre los árboles. Luego, todos salieron del coche. Alister, en silencio, se cambió a su forma de lobo, un ser imponente y feroz. A través del enlace mental, llamó a Ofelia.—Toma tu forma de loba y sígueme. No intentes escapar —le advirtió con frialdad—. Te juro que si intentas
Cuando Samira fue a su habitación, Alister suspiró profundamente, tratando de aliviar el peso que sentía en su pecho. Yimar regresó luego de realizar lo que su líder le había encomendado y Alister se acercó a éste. —Veamos en qué estado quedó la prisión —indicó, a lo que el Beta asintió con la cabeza. Los dos comenzaron a caminar y Alister iba al frente, atravesando el pasillo de piedra, mientras Yimar lo seguía de cerca. La atmósfera dentro de la prisión era pesada, invadida de un silencio sofocante, interrumpido solo por el eco de sus pisadas. Los rastros de la masacre reciente aún se mantenían en las paredes y el piso, y ciertos lugares teñidos de sangre que indicaban el sitio en el que los guardias habían sido brutalmente asesinados.Tras unos minutos, llegaron a la zona de las celdas, y aunque los cuerpos ya habían sido retirados, la evidencia del violento ataque seguía patente. Los guardias habían caído en su deber y la falta de señales de lucha indicaba que habían sido tomado