Evangeline dio instrucciones precisas a Ricardo. Él debía entrar a la prisión donde mantenían encerrado a Norman. La puerta por la que debía acceder era discreta, la misma por la que Samira había escapado en su segundo intento. Aquella puerta, oculta entre las sombras del complejo facilitaba su tarea. Evangeline le había advertido que se encontraría con algunos guardias, pero le había dado luz verde para eliminarlos a todos si era necesario. Solo que debía hacerlo sin levantar sospechas. Era crucial que sus muertes fueran rápidas y silenciosas. Las instrucciones de Evangeline eran claras: apuñalarlos por la espalda, tomarles por sorpresa antes de que pudieran pedir ayuda. Ricardo planificó su aproximación con cuidado. Primero, simuló una inspección en los alrededores de la prisión, caminando con naturalidad para no levantar sospechas. Su mirada era calculadora y sus movimientos meticulosamente ensayados. Al llegar a la zona cercana a la puerta secreta, se dirigió a sus compañeros con
Ricardo había terminado su tarea: Norman yacía sin vida en el suelo de la prisión subterránea. Satisfecho con su trabajo, se dirigió hacia la salida, con su mente ya enfocada en informar a sus compañeros que no había encontrado a Norman, señalando que era muy probable que los Valkyria lo hayan eliminado. Sus pasos eran silenciosos en la penumbra de los pasillos de piedra y avanzó con sigilo, confiado en que todo iba según el plan. Había sido meticuloso, había eliminado a los guardias sin levantar sospechas y ahora solo faltaba completar la última parte de su misión. No se percató, sin embargo, de que en una celda oscura y alejada, los ojos de Angelo observaban en silencio.Angelo no había escuchado los primeros murmullos de caos. Había estado demasiado concentrado en su propio aislamiento, encerrado por tanto tiempo que las sombras y el silencio se habían convertido en sus únicos compañeros. Pero ahora, la atmósfera había cambiado y algo en el aire lo alertó. El olor a sangre fue inva
Evangeline se encontraba en una posición inusual, nunca le había pasado algo similar. Sin embargo, no se mostraba temerosa. No solía temer a nada ni a nadie, y en esa ocasión, aunque la situación era cuestionable, no sintió siquiera una pizca de inquietud, pues la presencia de Ricardo le daba una falsa seguridad. Se confiaba pensando que, quizás, solo quizás, mientras él estuviera allí, nada malo podría sucederle. Ricardo, después de todo, era su aliado, y creía que él podría controlar ese momento caótico de alguna manera, ya que el que intentaba subyugarla era compañero suyo, ni más ni menos. Aun así, en lo profundo, sabía que su presencia no garantizaba su protección. Ricardo podía ser su cómplice, pero no era alguien que se preocupara por ella. Aunque Evangeline lo miraba con una expresión que le decía que esperaba apoyo, Ricardo solo la contempló desde su posición, incapaz de hacer nada para cambiar las circunstancias. Por esa razón, Evangeline tomó su forma de loba, intentando
Alister cruzó la mansión con pasos firmes, pero en su interior se sentía derrotado, en lo que arrastraba consigo a Ofelia, la sirvienta que sollozaba en silencio. Su rostro estaba empapado en lágrimas, sus párpados se encontraban hinchados y rojos, los cuales reflejaban un profundo sufrimiento emocional. Él, sin embargo, seguía avanzando sin mirar atrás, completamente sumido en sus pensamientos. Todo lo que pasaba por su mente era un torbellino caótico, una maraña de culpa, remordimiento y una tristeza imposible de controlar.De repente, al girar una esquina, se encontró cara a cara con Samira. Precisamente la andaba buscando para que ambos pudieran regresar a la ciudad, pero el impacto de verla después de todo lo que había descubierto fue inmediato. El tiempo pareció detenerse mientras los dos se miraban. Alister sintió cómo su corazón se encogía en el pecho, golpeando con dolor. Todo en ella, desde su postura hasta su expresión, le recordaba lo que había perdido. Samira le devolvió
—¿La casa del bosque fue atacada? —dijo Samira con voz tensa—. ¿Qué sucedió?Alister pasó la mano por su cabeza, mostrándose impasible, pero agobiado por dentro.—Eso es lo que estoy a punto de averiguar —respondió con un tono seco—. Estamos volviendo precisamente por eso. Necesito respuestas, y créeme, las obtendré.Aunque en el fondo también tenía en mente contarle a Samira que Norman había muerto, decidió que ese momento aún no era el indicado. Primero debía enfrentarse a la situación en la casa.Alister condujo hacia el bosque mientras que Samira, sentada a su lado, lo observaba de reojo, notando cómo su mente parecía ocupada con pensamientos sombríos. Llegaron hasta donde el auto ya no podía avanzar más entre los árboles. Luego, todos salieron del coche. Alister, en silencio, se cambió a su forma de lobo, un ser imponente y feroz. A través del enlace mental, llamó a Ofelia.—Toma tu forma de loba y sígueme. No intentes escapar —le advirtió con frialdad—. Te juro que si intentas
Cuando Samira fue a su habitación, Alister suspiró profundamente, tratando de aliviar el peso que sentía en su pecho. Yimar regresó luego de realizar lo que su líder le había encomendado y Alister se acercó a éste. —Veamos en qué estado quedó la prisión —indicó, a lo que el Beta asintió con la cabeza. Los dos comenzaron a caminar y Alister iba al frente, atravesando el pasillo de piedra, mientras Yimar lo seguía de cerca. La atmósfera dentro de la prisión era pesada, invadida de un silencio sofocante, interrumpido solo por el eco de sus pisadas. Los rastros de la masacre reciente aún se mantenían en las paredes y el piso, y ciertos lugares teñidos de sangre que indicaban el sitio en el que los guardias habían sido brutalmente asesinados.Tras unos minutos, llegaron a la zona de las celdas, y aunque los cuerpos ya habían sido retirados, la evidencia del violento ataque seguía patente. Los guardias habían caído en su deber y la falta de señales de lucha indicaba que habían sido tomado
Alister no podía quitarse de la mente todo lo que había escuchado sobre Evangeline. A pesar de la conexión que siempre había tenido con ella, ahora no podía ignorar la creciente sospecha que lo carcomía. ¿Era posible que ella hubiera sido la traidora... otra vez? ¿Acaso Evangeline había facilitado la entrada de Ricardo al territorio, permitiendo que él cruzara la puerta escondida de la prisión? Pero antes de sacar conclusiones apresuradas, sabía que había algo más importante que resolver. Necesitaba hablar con Samira.Samira podría confirmar si Evangeline había sido quien la ayudó a escapar. Damon ya había insinuado que Evangeline fue la responsable de liberar a la humana, pero en ese momento, Alister había descartado la acusación. Había asumido que se trataba de una falta de habilidad o simple negligencia por parte de Damon. Sin embargo, ahora que todo parecía encajar, no podía dejar de lado esa posibilidad. Era crucial descubrir si Evangeline realmente había sido la responsable. Si
Alister se acercó a la puerta de la habitación de Samira y golpeó suavemente esperando respuesta. Cuando Samira abrió la entrada y lo vio, suspiró con evidente fastidio, rodando los ojos. Su reacción lo dejó claro: ya no sentía nada al verlo. No había emoción, no había temor, solo una evidente molestia. Atrás quedaron los días en los que su corazón se aceleraba al tenerlo cerca, ya fuera por nerviosismo o por miedo. Ahora, verlo era simplemente algo que no le importaba en absoluto.Samira se cruzó de brazos y lo miró con frialdad antes de hablar.—¿Y ahora qué, Alister? —refunfuñó. Él la contempló en silencio por un rato. —¿Por qué esa actitud? Pensé que querías estar al tanto de todo lo que está pasando. ¿O es que ahora te molesta que venga a informarte? No hay otra manera de que te enteres sin que yo te lo diga —respondió. Samira levantó una ceja.—Yimar u otro de los licántropos en la casa podría habérmelo dicho, no eras el único que podía hacerlo. Pero ya que estás aquí, dime