Samira desató un suspiro. Aquello realmente la impactó. —Escucha, Alister, por favor—continuó Samira—. Estoy tratando de ser completamente honesta contigo. La verdad es que... cada vez es más difícil permanecer aquí. No puedo vivir bajo el mismo techo con alguien que intentó matarme. Tú eres el único que puede hacer algo al respecto, pero no quieres aceptar que Evangeline es la culpable. ¿Quieres que me quede aquí a merced de ella para que me vuelva a lastimar? —Yo te protegeré —alegó él, tomándola de los hombros con suavidad—. Vamos a mi habitación, durmamos juntos a partir de ahora. Desayunemos juntos y puedes trabajar en la empresa conmigo. Deberías estar cerca de mí en todo momento para que nada malo te suceda. Samira lo miró con incredulidad. —No tengo estudios universitarios, solo terminé el bachillerato. ¿Qué voy a hacer en tu empresa? —¿Quieres estudiar? Te apoyaré —dijo, emocionado—. Eres joven, te ayudaré a entrar a la universidad, tendrás un título y una carrera
Cuando Alister abrió la puerta y vio a Angelo parado frente a la habitación de Samira con un jarrón de flores en la mano, se sintió abrumado por la cólera. Su cuerpo se llenó de calor mientras la rabia lo invadía por completo. Angelo también se sorprendió al ver a Alister allí y hubo un tenso momento de silencio entre los dos. Nadie dijo nada mientras Samira, detrás de Alister y visiblemente confundida, observaba la escena. Finalmente, Angelo rompió el silencio. —Buenas noches, Alfa —inclinó la cabeza, mostrando respeto—. No esperaba encontrarlo aquí. —Lo mismo digo —respondió Alister, apretando la mandíbula y mirándolo fijamente—. ¿Qué estás buscando en la habitación de Samira? —Solo he venido a traerle este jarrón con flores —expuso con humildad. Alister entrecerró los ojos, observándolo con recelo. —¿Era necesario traerlo a estas horas de la noche? —cuestionó, a lo que Angelo bajó la cabeza con sumisión. —Pensé que si se lo daba ahora, la señorita podría tener una
Alister frunció el ceño ante la negativa de Samira.—No te lo estoy preguntando. A partir de hoy, dormiremos juntos.—¿Me estás dando una orden, entonces? —cuestionó ella—. ¿Soy acaso una de tus sirvientas o formo parte del personal de servicio? —reprochó con indignación.—No, no eres mi sirvienta, pero ya te he dado suficiente espacio y tiempo sola. Ya no quiero seguir así. Quiero que estés a mi lado y debes estar cerca de mí para que pueda protegerte —arguyó—. Y, por cierto, tienes prohibido volver a entablar conversación con el jardinero.—¿Qué? —parpadeó repetidamente debido a la perplejidad que le causó lo que acababa de escuchar—. Tú no puedes prohibirme eso.—Claro que puedo hacerlo, y ya lo hice. Ahora, vamos a la cama.—Alister, no dormiré contigo, especialmente después de lo que hiciste —declaró, a lo que el Alfa se mostró visiblemente disgustado por la situación.—¿Por qué estás tan molesta? ¿Querías seguir recibiendo flores de su parte? ¿Acaso te gusta él? —interrogó.—¡No
A la mañana siguiente, Alister se dirigió a su empresa. Estaba bastante inquieto y distraído, recordando el suceso de la noche anterior. A pesar de que buscó romper la amistad entre Samira y Angelo para estar tranquilo, no podía estarlo para nada. Samira quedó bastante triste después de haber tirado sus flores y ese no era el resultado que quería. Finalmente, decidió convocar a Yimar a su oficina. —Quiero que llames a la mejor florería de la ciudad y ordenes las flores y rosas más hermosas del lugar. Que los arreglen en ramos y sean enviados a la casa, específicamente al cuarto de Samira. No importa lo que cueste, quiero que se haga esta misma mañana —detalló. El Beta lo miró extrañado. —¿Es una ocasión especial, presidente? ¿Acaso es su cumpleaños? Alister le dedicó una mirada de disgusto. —Yimar, ya te he dicho que no cuestiones mis órdenes. Solo haz lo que te pido. El Beta asintió, sintiéndose un poco avergonzado. —Tiene razón. Lo siento. Llamaré a la florería de
Evangeline hizo un puchero. —Presidente, por favor, no sea tan duro conmigo. Es decir, si ellos se aman, necesitan apoyo para que puedan ser felices y no tratar de separarlos. —¿Estás insinuando que yo estoy arruinándoles su felicidad? ¿Soy yo el que intenta separarlos? —cuestionó en tono grave—. Hablas como si fuese el villano entre los dos.—No, no, para nada —respondió Evangeline rápidamente—. Sé que usted jamás se fijaría en una humana, porque la futura Luna tiene que ser una mujer que esté a su altura. Una humana no podrá cargar con la responsabilidad de la manada. Por otro lado, sé que usted está preocupado por el Clan, y tal vez le agobia pensar que la humana podría tener algo con uno de los miembros. Pero si no es con Angelo, será con cualquier otro. —Estás hablando como si apoyaras a Samira —dijo Alister con una voz más sombría. No tenía idea de donde sacaba tanta paciencia pero definitivamente esa conversación lo tenía con los nervios al tope. —No apoyo a Samira. Usted s
Las palabras de Angelo entristecieron a Samira. La idea de tener que distanciarse de él, su único amigo en esa casa, la devastó. —No quisiera que rompiéramos nuestra amistad —dijo con voz quebrada—. Tu amistad y tu confianza significan mucho para mí. Me sentiría muy sola si te alejaras.Angelo le dedicó una mirada compasiva. —Señorita, usted siempre podrá contar conmigo. Siempre estaré dispuesto a ayudarla y a apoyarla cuando lo necesite. Sin embargo, si no hay ninguna necesidad urgente, será mejor que no hablemos para evitar malos entendidos. Nunca antes había tenido problemas con el Alfa y no quiero generar más conflictos.Con un gesto de cortesía, Angelo se excusó y se alejó, dejando a Samira sola en el jardín. Ella permaneció allí, inmóvil, sintiendo que había perdido a un amigo valioso. Se dirigió de vuelta a la casa, tratando de olvidar lo ocurrido, aunque su mente seguía dándole vueltas.Al caer la noche, Samira se dirigió a la cocina, donde vio a Angelo preparando una taza d
La atmósfera en la habitación de Alister era pesada, pues el aire estaba cargado de preocupación. Samira, pálida y frágil, yacía sobre la cama dormida, mientras Jonás, el médico, realizaba una serie de pruebas para descartar cualquier posibilidad de envenenamiento. El Alfa, con una expresión severa y el ceño fruncido, observaba cada movimiento de Jonás. El médico se dirigió a su pequeño laboratorio para volver unos minutos después. —Alfa —pronunció—. Afortunadamente no se trata de ningún caso de envenenamiento ni intoxicación alimentaria. Le haré otros estudios para descartar otras posibles causas —expuso y dirigió la mirada hacia Samira. Jonás tenía sus sospechas de lo que podría estar ocurriendo, pero no quería mencionar nada antes de asegurarse.—Está bien, gracias —respondió Alister con una voz grave, tratando de ocultar su angustia.Mientras el médico salía de la habitación, Samira empezó a despertar. Sus ojos se abrieron lentamente y miró al Alfa con confusión. —Alister —menc
El silencio se volvió tangible. Evangeline sintió un golpe helado en su estómago y su cuerpo entero se estremeció. La rabia empezó a hervir dentro de ella, su respiración se aceleró y sus manos se cerraron en puños mientras temblaba. La incredulidad la invadía: ¿Cómo podía ser que una humana común y corriente fuera la compañera destinada del alfa? ¿Qué habían visto los dioses en ella?¿Por qué una humana sin ninguna cualidad especial era quien merecía estar al lado de alguien tan valioso como lo era el Alfa? Creyó que estaba ganando la batalla, pero en realidad, estaba lejos de salir victoriosa. Pensamientos furiosos y confusos nublaron su mente, pero Evangeline se forzó a mantener una fachada tranquila. No podía permitir que su agitación se hiciera evidente frente a todos. Por lo tanto, apretó los dientes, esforzándose por controlar sus emociones.Alister, ajeno al torbellino interno de Evangeline, continuó. —Ella es mi mate —repitió nuevamente—. Lo que significa que a partir de aho