Después de ese desacuerdo, era muy difícil que Samira y Alister compartieran el mismo espacio. La humana optó por la soledad y evitaba bajar a desayunar, sabiendo que Evangeline estaría presente. Evidentemente no quería convivir con alguien que sabía intentó matarla.Alister, aunque le dolía, no quería obligar a Samira a hacer algo que la incomodara. Entendía la situación y le daba su espacio. Una mañana, Samira salió de su habitación y observó que todos en la casa estaban moviéndose de aquí para allá hacia distintos lugares. Sirvientes, jardineros y cocineros iban de un lado a otro, mientras que los guardias olfateaban los muebles y movían objetos, todo con el fin de seguir investigando sobre el asunto de la belladona. Samira los miraba indiferente, segura de que ya no encontrarían nada. Ella ya había encontrado la prueba más importante, la cual estaba ahora en manos de Alister.Mientras observaba el bullicio, Samira pensaba que deberían interrogar específicamente a la sirvienta en
Al día siguiente, la casa seguía siendo registrada, pero con más calma. Ya no había tanto alboroto y los sirvientes ya no se movían constantemente de un lado a otro, también los guardias habían reducido sus incursiones en los rincones de la residencia.Por su parte, Evangeline se dirigió a la empresa en su coche, mientras su mente continuaba siendo invadida por pensamientos intranquilos. Su rostro mostraba un claro signo de estrés, un estrés causado por las palabras de Samira. Si no hacía algo al respecto, sabía que era solo cuestión de tiempo para que Alister descubriera toda la verdad, lo cual la llenaba de ansiedad. Movía los dedos sobre el volante, se sobaba la frente y luego la nuca, todas estas acciones mostraban lo agobiada que se sentía. Estaba profundamente frustrada por cómo las cosas se estaban tornando en su contra, consciente de que tenía mucho que perder y poco tiempo para actuar. Murmuraba para sí misma, balbuceando que debía encontrar una manera de deshacerse de Samira
Norman la miró irritado y la tomó de la muñeca con firmeza.—¿Podrías dejar de andar con rodeos y decirme de una vez qué está pasando? ¡Sé directa! ¡Y ya deja de golpearme, mal-dita sea!Evangeline se zafó de su agarrre de un estirón y lo clavó con la mirada.—Resulta que ella fue llevada por el presidente a nuestra casa. ¿Entiendes? La encontró y la acogió, y ahora estamos viviendo bajo el mismo techo, siendo ella la protegida del presidente. Y ¿sabes qué? Me está causando demasiados problemas.—¿Qué tipo de problemas? —preguntó Norman, intrigado.—Está poniendo al presidente en mi contra —refunfuñó—. Nada de esto hubiera pasado si tú hubieses acabado con ella, pero ni siquiera eso pudiste hacer. —En verdad creí que estaba muerta, por esa razón organicé la boda para casarnos tú y yo. Pensé que ya no iba a ser una molestia para mí, pero volvió como un fantasma y se presentó en la boda en la que me dejaste plantado.—Todo eso es tu culpa también, pero tú insistías en que la culpable e
Como muchos objetos se habían mudado de lugar debido a la investigación, Samira estaba ayudando a acomodarlo todo en su sitio, en lo que Angelo, de repente, se aproximó a ella sosteniendo un ramo de rosas en sus brazos.—Señorita —pronunció y Samira dejó de lado lo que estaba haciendo para acercarse a él. Angelo era la única persona que sentía que la apoyaba, por esa razón lo respetaba profundamente.—Hola, Angelo. ¿Cómo estás? ¿Cómo va la limpieza en el jardín? ¿Necesitas mi ayuda? —preguntó ella con una calidez que envolvía suavemente al jardinero.—Todo va bien, no se preocupe —respondió él—. Mejor hábleme usted sobre la investigación. ¿Ha habido algún avance? ¿Se encontraron pistas para hallar al culpable?Samira cerró los ojos para exhalar con pesadez. Luego, tomó el brazo de Angelo y lo alejó de la presencia de los demás sirvientes que se encargaban de ordenar los muebles.—¿Recuerdas cuando me ayudaste a entrar a la habitación de Evangeline? —preguntó en voz baja, a lo que Ange
Tras escuchar las insinuaciones de Evangeline, Alister no pudo sacárselas de la cabeza durante todo el día. La simple idea de que Samira pudiera estar involucrada con otro hombre le revolvía el estómago. Nadie sabía que ella era su mate y tampoco había hecho oficial su relación, así que la posibilidad de que tuviera algo con alguien más lo llenaba de ansiedad, además de rabia y de celos. Entonces, finalmente decidió que debía presentar a Samira ante la manada como su compañera destinada, para que todos supieran que ella era intocable. Sin embargo, sabía que primero debía hablar con Samira y explicarle lo que significaba ser la mate de un alfa y la gran responsabilidad que eso conllevaba. Pero ¿cómo iba a hacerlo si ella lo evitaba? No quería forzarla a escuchar, pero necesitaba hablar con ella cuanto antes. Esa noche, el Alfa llegó a la habitación de Samira y golpeó la puerta. Ella abrió, sorprendida por su visita. —Alister —pronunció y él dio un asentimiento. —Buenas noches, Sam
Samira desató un suspiro. Aquello realmente la impactó. —Escucha, Alister, por favor—continuó Samira—. Estoy tratando de ser completamente honesta contigo. La verdad es que... cada vez es más difícil permanecer aquí. No puedo vivir bajo el mismo techo con alguien que intentó matarme. Tú eres el único que puede hacer algo al respecto, pero no quieres aceptar que Evangeline es la culpable. ¿Quieres que me quede aquí a merced de ella para que me vuelva a lastimar? —Yo te protegeré —alegó él, tomándola de los hombros con suavidad—. Vamos a mi habitación, durmamos juntos a partir de ahora. Desayunemos juntos y puedes trabajar en la empresa conmigo. Deberías estar cerca de mí en todo momento para que nada malo te suceda. Samira lo miró con incredulidad. —No tengo estudios universitarios, solo terminé el bachillerato. ¿Qué voy a hacer en tu empresa? —¿Quieres estudiar? Te apoyaré —dijo, emocionado—. Eres joven, te ayudaré a entrar a la universidad, tendrás un título y una carrera
Cuando Alister abrió la puerta y vio a Angelo parado frente a la habitación de Samira con un jarrón de flores en la mano, se sintió abrumado por la cólera. Su cuerpo se llenó de calor mientras la rabia lo invadía por completo. Angelo también se sorprendió al ver a Alister allí y hubo un tenso momento de silencio entre los dos. Nadie dijo nada mientras Samira, detrás de Alister y visiblemente confundida, observaba la escena. Finalmente, Angelo rompió el silencio. —Buenas noches, Alfa —inclinó la cabeza, mostrando respeto—. No esperaba encontrarlo aquí. —Lo mismo digo —respondió Alister, apretando la mandíbula y mirándolo fijamente—. ¿Qué estás buscando en la habitación de Samira? —Solo he venido a traerle este jarrón con flores —expuso con humildad. Alister entrecerró los ojos, observándolo con recelo. —¿Era necesario traerlo a estas horas de la noche? —cuestionó, a lo que Angelo bajó la cabeza con sumisión. —Pensé que si se lo daba ahora, la señorita podría tener una
Alister frunció el ceño ante la negativa de Samira.—No te lo estoy preguntando. A partir de hoy, dormiremos juntos.—¿Me estás dando una orden, entonces? —cuestionó ella—. ¿Soy acaso una de tus sirvientas o formo parte del personal de servicio? —reprochó con indignación.—No, no eres mi sirvienta, pero ya te he dado suficiente espacio y tiempo sola. Ya no quiero seguir así. Quiero que estés a mi lado y debes estar cerca de mí para que pueda protegerte —arguyó—. Y, por cierto, tienes prohibido volver a entablar conversación con el jardinero.—¿Qué? —parpadeó repetidamente debido a la perplejidad que le causó lo que acababa de escuchar—. Tú no puedes prohibirme eso.—Claro que puedo hacerlo, y ya lo hice. Ahora, vamos a la cama.—Alister, no dormiré contigo, especialmente después de lo que hiciste —declaró, a lo que el Alfa se mostró visiblemente disgustado por la situación.—¿Por qué estás tan molesta? ¿Querías seguir recibiendo flores de su parte? ¿Acaso te gusta él? —interrogó.—¡No