Samira sintió rabia al escuchar a Alister decir aquello, pues aseguraba que ella lo seguía amando a pesar de todo, y eso la enfurecía.—¡No quiero amarte! —exclamó—. No quiero volver a sentirme así, atrapada, desgarrada entre lo que soy y lo que fuimos. Amarte es como caminar sobre vidrios rotos, siempre sangrando, siempre herida. Si te dejo ahora, si me alejo, puede que sufra un tiempo, puede que mi corazón llore, pero al final, te olvidaré. Te superaré. Pero si me quedo… si me quedo contigo, el dolor será interminable. Nunca podré ser feliz.Alister sintió un nudo en la garganta y el hecho de que le dijera una y otra vez que no quería amarlo ni estar más con él lo destrozaba. Aun así, no podía rendirse, no con ella. No con la mujer que los dioses le habían destinado y que él mismo había elegido tras conocerla, pues entendió que los dioses fueron demasiado benevolentes con él al ponerla en su camino.—No me importa cuántas veces me rechaces, yo sé lo que sientes. Y aunque ahora no pu
Evangeline corría entre los árboles en su forma de loba, con su pelaje oscuro brillando bajo la pálida luz de la luna. Llevaba semanas deambulando, sin rumbo ni propósito. Su manada, su familia, la había desterrado. El peso de la humillación aplastaba cada parte de su ser, no había un lugar al que pudiera llamar hogar. Aullaba en las noches, no por consuelo, sino por el odio que la consumía. Se alimentaba de lo que encontraba, la carne de presas salvajes llenaba sus días y su desesperación llenaba sus noches. El mundo se había vuelto gris, vacío de todo sentido.Aquel destierro era más que un simple castigo físico: era un golpe devastador a su orgullo y su corazón. El Clan Valkyria había sido su hogar durante tanto tiempo, pero ahora estaba prohibida de volver. Si lo intentaba, si siquiera osaba acercarse al territorio, la marca de traición que se había colocado sobre ella la delataría. Alister sentiría que ella estaba cerca y tomaría medidas drásticas para alejarla de nuevo.Para Eva
Evangeline se encontraba sumida en sus pensamientos, caminando lentamente por el bosque, mientras las palabras de Ricardo se repetían en su mente. La propuesta que él le había hecho era ahora su única opción. Su vida había quedado vacía, no tenía familia, no tenía Clan, no había un lugar al cual pertenecer. Vivir como humana era una posibilidad, ya lo había hecho antes, mezclándose en la ciudad, adoptando una vida que no era la suya. Pero esa vida la había tenido mientras aún contaba con el respaldo de su familia y su manada. Ahora, sin nadie que la acogiera, el mundo humano le parecía frío y peligroso.Aún transformada en su forma de loba, Evangeline vagaba por el bosque y sus patas dejaban leves huellas en el suelo cubierto de hojas. Sabía que, si decidía vivir entre los humanos, tendría que dejar atrás cualquier vestigio de su naturaleza licántropa. Ya no podría cazar ni correr por los bosques. La soledad que eso implicaba la asfixiaba, y aunque intentaba convencerse de que podría
Evangeline entró a la oficina con el nerviosismo calando sus entrañas. Siempre había sido una loba dura, pero en ese momento su propia vida estaba en juego. Sin embargo, aun así, permaneció con la expresión firme.Luego de que entrara, la puerta se cerró detrás de ella. Ricardo la contempló con satisfacción y Froilán la escrutó sin emitir una palabra, aunque separó sus manos entrelazadas y comenzo a tamborilear sus dedos sobre la superficie del escritorio.El ambiente en la oficina era sofocante, iluminado por la luz de los rayos solares que ingresaban a través de la gran ventana de vidrio. El silencio pesaba como una losa y cada respiración parecía resonar en el aire denso. Evangeline sintió el peso de las miradas de ambos hombres sobre ella, pero no dijo nada al principio. Ricardo, quien seguía parado rígido al lado de su líder, tampoco hizo ningún esfuerzo por romper el incómodo silencio. Era evidente que el primer paso le correspondía a ella.Finalmente, Evangeline inhaló profunda
Evangeline sintió una carga aun más pesada al escuchar aquello. Sabía que su vida estaba en juego, pero que el mismo Froilán lo dijera aumentaba su estado ansioso, el cual quería ocultar a toda costa. Se quedó observándolo por un rato, claramente desconfiada, pero también intrigada por el asunto de desactivar la marca.—¿Me podrías explicar cómo es que desactivarían la marca? —preguntó, en tono escéptico—. Porque, hasta donde yo sé, y eso nos enseñaron dentro del Clan, esa marca de traición no se puede borrar. Es permanente. Se le coloca a un licántropo para que nunca más pueda ser acogido en ninguna manada. No existe forma de deshacerse de ella.Froilán asintió lentamente.—Tienes razón. No puede ser borrada. Por eso Ricardo no te dijo que la borraríamos. Él dijo que la desactivaríamos.Evangeline lo miró, confundida.—Creí que con eso se referían a que la eliminarían —indicó—. Pero, ¿desactivarla? Entonces, ¿qué quieres decir con eso?—Exactamente lo que escuchaste. La marca seguirá
El cielo sobre el bosque se cernía oscuro, cubierto por nubes que parecían trazar patrones ominosos en lo alto. El aire estaba frío y el viento traía un ligero murmullo, como si la misma naturaleza supiera lo que estaba a punto de ocurrir. En el centro del círculo de piedras que formaban un altar, Evangeline esperaba con su figura rígida por la tensión que se acumulaba en su pecho. El pacto que estaba a punto de forjarse sería eterno, con consecuencias más profundas de lo que cualquiera de ellos podría imaginar.Todo el Clan Abyss rodeaba el altar, con sus ojos puestos en Evangeline, esperando a que el proceso comenzara. Un evento como este siempre requería de la participación de todos los miembros del Clan, pues ellos serían testigos de la promesa que la loba le hacía a la manada.Evangeline avanzó lentamente hacia el centro del altar, donde había una mesa de piedra tallada con inscripciones antiguas. En el centro de la mesa, descansaba un cuenco de plata adornado con símbolos mágico
La desactivación de la marca era un ritual desconocido para el resto del mundo, solo el Clan Abyss se atrevía a hablar de él. La hechicera que les había enseñado esto había hecho varios experimentos con lobos marcados por traición, y muchos de ellos murieron al principio, pues lo que la hechicera buscaba era eliminar la marca, lo cual era imposible. Finalmente logró desactivarla y con eso fue suficiente para que un lobo marcado pudiera retomar su vida, aunque la hechicera no lo hacía con esos fines, sino para usar a los licántropos como espías en otras manadas.La hechicera ya había muero y Froilán junto con su Clan eran los únicos que sabían de este ritual. El Alfa de los Abyss estaba familiarizado con cada paso del proceso. Su rostro, endurecido por siglos de poder y oscuridad, no mostraba piedad alguna. Aquella noche, el viento aullaba alrededor, como si la misma naturaleza se opusiera a lo que estaba a punto de desatarse.Evangeline, de pie frente a él, sentía el peso del destino
Evangeline pasó por una serie de rituales, juramentos y ceremonias importantes para integrarse a su nuevo Clan: El juramento de lealtad, la desactivación de la marca de traición y, por último, el ritual de integración a su nueva manada.Todas se habían llevado a cabo en el bosque, pero la que había dejado la atmósfera más pesada y cargada de tensión fue la desactivación de la marca. La magia oscura utilizada durante ese proceso había dejado una sensación inquietante en el bosque, como si las sombras mismas se hubieran agitado con las fuerzas oscuras invocadas. No se realizaron el mismo día o la loba no lo soportaría, así que todo aquello les llevó un tiempo.Una vez terminados los rituales, Evangeline se reunió con Froilán, Ricardo y el Beta de la manada, cuyo nombre era Aric.Los tres lobos la miraban con expectación, y Froilán, impaciente, fue el primero en hablar.—Es hora de que dejes de jugar con nosotros, Evangeline —su voz tenía un tono autoritario, casi amenazante—. Dinos de u