C136: No solo me debes tu lealtad, sino también tu vida.

Evangeline entró a la oficina con el nerviosismo calando sus entrañas. Siempre había sido una loba dura, pero en ese momento su propia vida estaba en juego. Sin embargo, aun así, permaneció con la expresión firme.

Luego de que entrara, la puerta se cerró detrás de ella. Ricardo la contempló con satisfacción y Froilán la escrutó sin emitir una palabra, aunque separó sus manos entrelazadas y comenzo a tamborilear sus dedos sobre la superficie del escritorio.

El ambiente en la oficina era sofocante, iluminado por la luz de los rayos solares que ingresaban a través de la gran ventana de vidrio. El silencio pesaba como una losa y cada respiración parecía resonar en el aire denso. Evangeline sintió el peso de las miradas de ambos hombres sobre ella, pero no dijo nada al principio. Ricardo, quien seguía parado rígido al lado de su líder, tampoco hizo ningún esfuerzo por romper el incómodo silencio. Era evidente que el primer paso le correspondía a ella.

Finalmente, Evangeline inhaló profunda
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