Evangeline sintió una carga aun más pesada al escuchar aquello. Sabía que su vida estaba en juego, pero que el mismo Froilán lo dijera aumentaba su estado ansioso, el cual quería ocultar a toda costa. Se quedó observándolo por un rato, claramente desconfiada, pero también intrigada por el asunto de desactivar la marca.—¿Me podrías explicar cómo es que desactivarían la marca? —preguntó, en tono escéptico—. Porque, hasta donde yo sé, y eso nos enseñaron dentro del Clan, esa marca de traición no se puede borrar. Es permanente. Se le coloca a un licántropo para que nunca más pueda ser acogido en ninguna manada. No existe forma de deshacerse de ella.Froilán asintió lentamente.—Tienes razón. No puede ser borrada. Por eso Ricardo no te dijo que la borraríamos. Él dijo que la desactivaríamos.Evangeline lo miró, confundida.—Creí que con eso se referían a que la eliminarían —indicó—. Pero, ¿desactivarla? Entonces, ¿qué quieres decir con eso?—Exactamente lo que escuchaste. La marca seguirá
El cielo sobre el bosque se cernía oscuro, cubierto por nubes que parecían trazar patrones ominosos en lo alto. El aire estaba frío y el viento traía un ligero murmullo, como si la misma naturaleza supiera lo que estaba a punto de ocurrir. En el centro del círculo de piedras que formaban un altar, Evangeline esperaba con su figura rígida por la tensión que se acumulaba en su pecho. El pacto que estaba a punto de forjarse sería eterno, con consecuencias más profundas de lo que cualquiera de ellos podría imaginar.Todo el Clan Abyss rodeaba el altar, con sus ojos puestos en Evangeline, esperando a que el proceso comenzara. Un evento como este siempre requería de la participación de todos los miembros del Clan, pues ellos serían testigos de la promesa que la loba le hacía a la manada.Evangeline avanzó lentamente hacia el centro del altar, donde había una mesa de piedra tallada con inscripciones antiguas. En el centro de la mesa, descansaba un cuenco de plata adornado con símbolos mágico
La desactivación de la marca era un ritual desconocido para el resto del mundo, solo el Clan Abyss se atrevía a hablar de él. La hechicera que les había enseñado esto había hecho varios experimentos con lobos marcados por traición, y muchos de ellos murieron al principio, pues lo que la hechicera buscaba era eliminar la marca, lo cual era imposible. Finalmente logró desactivarla y con eso fue suficiente para que un lobo marcado pudiera retomar su vida, aunque la hechicera no lo hacía con esos fines, sino para usar a los licántropos como espías en otras manadas.La hechicera ya había muero y Froilán junto con su Clan eran los únicos que sabían de este ritual. El Alfa de los Abyss estaba familiarizado con cada paso del proceso. Su rostro, endurecido por siglos de poder y oscuridad, no mostraba piedad alguna. Aquella noche, el viento aullaba alrededor, como si la misma naturaleza se opusiera a lo que estaba a punto de desatarse.Evangeline, de pie frente a él, sentía el peso del destino
Evangeline pasó por una serie de rituales, juramentos y ceremonias importantes para integrarse a su nuevo Clan: El juramento de lealtad, la desactivación de la marca de traición y, por último, el ritual de integración a su nueva manada.Todas se habían llevado a cabo en el bosque, pero la que había dejado la atmósfera más pesada y cargada de tensión fue la desactivación de la marca. La magia oscura utilizada durante ese proceso había dejado una sensación inquietante en el bosque, como si las sombras mismas se hubieran agitado con las fuerzas oscuras invocadas. No se realizaron el mismo día o la loba no lo soportaría, así que todo aquello les llevó un tiempo.Una vez terminados los rituales, Evangeline se reunió con Froilán, Ricardo y el Beta de la manada, cuyo nombre era Aric.Los tres lobos la miraban con expectación, y Froilán, impaciente, fue el primero en hablar.—Es hora de que dejes de jugar con nosotros, Evangeline —su voz tenía un tono autoritario, casi amenazante—. Dinos de u
[Retrocediendo al día del juramento de lealtad...]Alister estaba en su estudio, revisando unos documentos digitales de la empresa que Yimar le había pedido que revisara y aprobara, cuando de pronto, uno de los lobos de su Clan entró con el rostro tenso, indicándole que algo extraño había sucedido en el bosque.—¡Alfa! —exclamó, alterado.—¿Qué ocurre? —cuestionó Alister, intrigado por el comportamiento inusual del lobo.—Vi un rayo de luz lanzarse hacia el cielo —dijo, con un tono preocupado.—¿Un rayo de luz? —Alister frunció el ceño y su mente comenzó a trabajar rápidamente en posibles explicaciones. Un fenómeno como ese sólo podía significar una cosa: un ritual, algún tipo de ceremonia poderosa, pero el hecho de que no pudieran identificar de qué se trataba lo inquietó.El líder del Clan se levantó de su asiento y caminó hacia la ventana, mirando en dirección al bosque que estaba bajo el manto de una noche oscura. —¿Dónde exactamente lo viste? —preguntó, con la mirada fija en el
Alister había notado que algo extraño estaba sucediendo en el bosque. Un ambiente pesado y opresivo lo rodeaba, acompañado por susurros y voces que parecían flotar entre los árboles. Ese lugar, que alguna vez había sido un refugio de paz, se estaba transformando en un lugar lúgubre y con un aire difícil de respirar. Esto lo llenaba de inquietud y lo primero que vino a su mente fue Samira. El bosque había sido pensado como un sitio tranquilo para ella, una alternativa más serena que la ciudad, pero ahora parecía estar bajo una especie de amenaza invisible.Preocupado, Alister comenzó a preguntarse qué tipo de fuerzas o eventos podían estar causando ese cambio, sin tener ni la más remota idea de que los Abyss habían recurrido a la magia oscura, la cual está totalmente prohibida en el mundo de los lobos.Sin embargo, a pesar de no poder deducir qué tramaban, tenía en cuenta una cosa que no se le salía de la cabeza, y eso era el hecho de que el Clan Abyss tenía una parte de su territorio
Samira observó a Alister sin emitir sonido, con el ceño ligeramente fruncido, mientras se percataba de las profundas ojeras que se extendían bajo sus ojos. Él estaba de pie frente a ella, con los hombros caídos y una expresión tensa en el rostro, como si cargara con el peso del mundo entero.—¿Tienes pesadillas en las que nos atacan? —preguntó ella con suavidad, preocupada por el evidente desgaste en el semblante del Alfa—. Pero, ¿porqué?Alister soltó un suspiro pesado antes de responder.—Están ocurriendo cosas extrañas en el bosque —no quería preocuparla, pero habían quedado en que Samira estaría al tanto de lo que ocurría en la casa o alrededor de ésta, ya que como ella estaba viviendo allí, era importante que estuviera informada—. Debo estar alerta todo el tiempo. Tengo que vigilar la casa, estar pendiente de los miembros del Clan, asegurarme de que todo esté en orden. No puedo permitirme bajar la guardia.Samira frunció los labios, notando no solo la fatiga en sus palabras, sino
Alister extendió las comisuras de sus labios y una sonrisa ligera, casi juguetona, se dibujó en su boca, una que contrastaba con el peso de la tensión que habitualmente los rodeaba. Intentaba, en su propio estilo tosco, suavizar la conversación con un toque de humor.—Bueno, no te lo estoy pidiendo en realidad. Tampoco te lo estoy exigiendo. Solo te comento lo que me haría bien, pero no es algo que yo pueda obligarte a hacer. Sin embargo, si alguna vez quieres ayudarme, no rechazaré tu amabilidad.Samira entrecerró los ojos. Se dio cuenta de que Alister trataba de ser simpático para aligerar el ambiente. Pero, a pesar de lo que él intentaba, las cosas entre ellos no eran tan simples.—Por supuesto que no puedes obligarme —respondió ella con firmeza—. Sabes perfectamente cómo están las cosas entre nosotros.Alister asintió, sin perder la sonrisa, pero su tono se tornó algo más serio.—Sí, ya lo sé —admitió, bajando ligeramente la mirada como si las palabras pesaran más de lo que quería