Evangeline pasó por una serie de rituales, juramentos y ceremonias importantes para integrarse a su nuevo Clan: El juramento de lealtad, la desactivación de la marca de traición y, por último, el ritual de integración a su nueva manada.Todas se habían llevado a cabo en el bosque, pero la que había dejado la atmósfera más pesada y cargada de tensión fue la desactivación de la marca. La magia oscura utilizada durante ese proceso había dejado una sensación inquietante en el bosque, como si las sombras mismas se hubieran agitado con las fuerzas oscuras invocadas. No se realizaron el mismo día o la loba no lo soportaría, así que todo aquello les llevó un tiempo.Una vez terminados los rituales, Evangeline se reunió con Froilán, Ricardo y el Beta de la manada, cuyo nombre era Aric.Los tres lobos la miraban con expectación, y Froilán, impaciente, fue el primero en hablar.—Es hora de que dejes de jugar con nosotros, Evangeline —su voz tenía un tono autoritario, casi amenazante—. Dinos de u
[Retrocediendo al día del juramento de lealtad...]Alister estaba en su estudio, revisando unos documentos digitales de la empresa que Yimar le había pedido que revisara y aprobara, cuando de pronto, uno de los lobos de su Clan entró con el rostro tenso, indicándole que algo extraño había sucedido en el bosque.—¡Alfa! —exclamó, alterado.—¿Qué ocurre? —cuestionó Alister, intrigado por el comportamiento inusual del lobo.—Vi un rayo de luz lanzarse hacia el cielo —dijo, con un tono preocupado.—¿Un rayo de luz? —Alister frunció el ceño y su mente comenzó a trabajar rápidamente en posibles explicaciones. Un fenómeno como ese sólo podía significar una cosa: un ritual, algún tipo de ceremonia poderosa, pero el hecho de que no pudieran identificar de qué se trataba lo inquietó.El líder del Clan se levantó de su asiento y caminó hacia la ventana, mirando en dirección al bosque que estaba bajo el manto de una noche oscura. —¿Dónde exactamente lo viste? —preguntó, con la mirada fija en el
Alister había notado que algo extraño estaba sucediendo en el bosque. Un ambiente pesado y opresivo lo rodeaba, acompañado por susurros y voces que parecían flotar entre los árboles. Ese lugar, que alguna vez había sido un refugio de paz, se estaba transformando en un lugar lúgubre y con un aire difícil de respirar. Esto lo llenaba de inquietud y lo primero que vino a su mente fue Samira. El bosque había sido pensado como un sitio tranquilo para ella, una alternativa más serena que la ciudad, pero ahora parecía estar bajo una especie de amenaza invisible.Preocupado, Alister comenzó a preguntarse qué tipo de fuerzas o eventos podían estar causando ese cambio, sin tener ni la más remota idea de que los Abyss habían recurrido a la magia oscura, la cual está totalmente prohibida en el mundo de los lobos.Sin embargo, a pesar de no poder deducir qué tramaban, tenía en cuenta una cosa que no se le salía de la cabeza, y eso era el hecho de que el Clan Abyss tenía una parte de su territorio
Samira observó a Alister sin emitir sonido, con el ceño ligeramente fruncido, mientras se percataba de las profundas ojeras que se extendían bajo sus ojos. Él estaba de pie frente a ella, con los hombros caídos y una expresión tensa en el rostro, como si cargara con el peso del mundo entero.—¿Tienes pesadillas en las que nos atacan? —preguntó ella con suavidad, preocupada por el evidente desgaste en el semblante del Alfa—. Pero, ¿porqué?Alister soltó un suspiro pesado antes de responder.—Están ocurriendo cosas extrañas en el bosque —no quería preocuparla, pero habían quedado en que Samira estaría al tanto de lo que ocurría en la casa o alrededor de ésta, ya que como ella estaba viviendo allí, era importante que estuviera informada—. Debo estar alerta todo el tiempo. Tengo que vigilar la casa, estar pendiente de los miembros del Clan, asegurarme de que todo esté en orden. No puedo permitirme bajar la guardia.Samira frunció los labios, notando no solo la fatiga en sus palabras, sino
Alister extendió las comisuras de sus labios y una sonrisa ligera, casi juguetona, se dibujó en su boca, una que contrastaba con el peso de la tensión que habitualmente los rodeaba. Intentaba, en su propio estilo tosco, suavizar la conversación con un toque de humor.—Bueno, no te lo estoy pidiendo en realidad. Tampoco te lo estoy exigiendo. Solo te comento lo que me haría bien, pero no es algo que yo pueda obligarte a hacer. Sin embargo, si alguna vez quieres ayudarme, no rechazaré tu amabilidad.Samira entrecerró los ojos. Se dio cuenta de que Alister trataba de ser simpático para aligerar el ambiente. Pero, a pesar de lo que él intentaba, las cosas entre ellos no eran tan simples.—Por supuesto que no puedes obligarme —respondió ella con firmeza—. Sabes perfectamente cómo están las cosas entre nosotros.Alister asintió, sin perder la sonrisa, pero su tono se tornó algo más serio.—Sí, ya lo sé —admitió, bajando ligeramente la mirada como si las palabras pesaran más de lo que quería
[Un par de días después...]Samira salió de su habitación, aún inmersa en sus pensamientos, sin prestar demasiada atención a su alrededor. El eco de sus pasos resonaba por los pasillos mientras avanzaba con la mirada perdida en el suelo. Estaba tan distraída que no se dio cuenta de la sirvienta que venía en dirección contraria, hasta que casi chocaron. La sirvienta llevaba una charola con una delicada taza de té de hierbas y ambas se sobresaltaron ante el casi accidente.—Lo siento, lo siento mucho —dijo Samira rápidamente, mirando a la sirvienta con algo de vergüenza.La sirvienta, una joven que parecía casi igual de nerviosa que Samira, le devolvió la disculpa con una pequeña reverencia.—No, señorita, no se preocupe —respondió con voz suave—. Estoy tratando de llevar esto al Alfa.Las palabras hicieron eco en la mente de Samira. El Alfa. Esa frase captó su atención de inmediato, como si esas dos simples palabras pesaran más de lo esperado.—¿El Alfa? —susurró Samira.Resulta que ha
Samira se detuvo un momento antes de girarse completamente hacia él para mirarlo con seriedad.—¿Para qué quieres que me quede? —cuestionó—. No tengo nada que hacer aquí.Alister la observó sin emitir sonido, pero su postura no mostraba ninguna intención de dejarla ir.—Tampoco tenías la obligación de traerme esta taza de té —continuó, señalando la taza con su mano libre—. Pero aun así lo hiciste.Alister la miró sin parpadear, con la intención de evaluar cada una de sus palabras. Samira, por su parte, tragó saliva y se volvió a aclarar la garganta.—Como ya te dije, solo me crucé con la sirvienta afuera. Ella tocó la puerta, pero tú no le prestaste atención. Así que, abrí la puerta, te vi durmiendo, y por simple cortesía, le dije que se podía ir y que yo te dejaría la taza. Eso fue todo. Solo intenté ser amable.Alister arqueó una ceja, escéptico, y se inclinó hacia adelante ligeramente, sin dejar de escrutarla.—¿De verdad? —preguntó, como queriendo ponerla en una posición nerviosa.
La noche caía sobre el bosque bajo la luz de la luna llena y en la casa del Clan Valkyria reinaba un silencio junto con una tranquilidad abrumadores. Alister, como de costumbre, estaba en guardia, inspeccionando los alrededores de la casa donde se encontraba viviendo junto con una parte de su manada y con Samira. A pesar de haber fortalecido la seguridad, una corazonada le decía que el Clan Abyss estaba planeando algo.En medio de su vigilancia, los recuerdos de los de los días felices con Samira comenzaron a inundar su mente. Recordaba las risas compartidas, las tardes tranquilas bajo el sol y las noches llenas de afecto. Cada momento parecía brillar con una luz propia, pero ahora, esos recuerdos se sentían lejanos y difusos.La realidad lo golpeó con fuerza una vez más: Samira ya no estaba tan cerca de él. La distancia entre ellos se había ido ampliando y la calidez que una vez compartieron se había convertido en invierno. Aquellas risas que solían ser su refugio ahora eran ecos de