Alister extendió las comisuras de sus labios y una sonrisa ligera, casi juguetona, se dibujó en su boca, una que contrastaba con el peso de la tensión que habitualmente los rodeaba. Intentaba, en su propio estilo tosco, suavizar la conversación con un toque de humor.—Bueno, no te lo estoy pidiendo en realidad. Tampoco te lo estoy exigiendo. Solo te comento lo que me haría bien, pero no es algo que yo pueda obligarte a hacer. Sin embargo, si alguna vez quieres ayudarme, no rechazaré tu amabilidad.Samira entrecerró los ojos. Se dio cuenta de que Alister trataba de ser simpático para aligerar el ambiente. Pero, a pesar de lo que él intentaba, las cosas entre ellos no eran tan simples.—Por supuesto que no puedes obligarme —respondió ella con firmeza—. Sabes perfectamente cómo están las cosas entre nosotros.Alister asintió, sin perder la sonrisa, pero su tono se tornó algo más serio.—Sí, ya lo sé —admitió, bajando ligeramente la mirada como si las palabras pesaran más de lo que quería
[Un par de días después...]Samira salió de su habitación, aún inmersa en sus pensamientos, sin prestar demasiada atención a su alrededor. El eco de sus pasos resonaba por los pasillos mientras avanzaba con la mirada perdida en el suelo. Estaba tan distraída que no se dio cuenta de la sirvienta que venía en dirección contraria, hasta que casi chocaron. La sirvienta llevaba una charola con una delicada taza de té de hierbas y ambas se sobresaltaron ante el casi accidente.—Lo siento, lo siento mucho —dijo Samira rápidamente, mirando a la sirvienta con algo de vergüenza.La sirvienta, una joven que parecía casi igual de nerviosa que Samira, le devolvió la disculpa con una pequeña reverencia.—No, señorita, no se preocupe —respondió con voz suave—. Estoy tratando de llevar esto al Alfa.Las palabras hicieron eco en la mente de Samira. El Alfa. Esa frase captó su atención de inmediato, como si esas dos simples palabras pesaran más de lo esperado.—¿El Alfa? —susurró Samira.Resulta que ha
Samira se detuvo un momento antes de girarse completamente hacia él para mirarlo con seriedad.—¿Para qué quieres que me quede? —cuestionó—. No tengo nada que hacer aquí.Alister la observó sin emitir sonido, pero su postura no mostraba ninguna intención de dejarla ir.—Tampoco tenías la obligación de traerme esta taza de té —continuó, señalando la taza con su mano libre—. Pero aun así lo hiciste.Alister la miró sin parpadear, con la intención de evaluar cada una de sus palabras. Samira, por su parte, tragó saliva y se volvió a aclarar la garganta.—Como ya te dije, solo me crucé con la sirvienta afuera. Ella tocó la puerta, pero tú no le prestaste atención. Así que, abrí la puerta, te vi durmiendo, y por simple cortesía, le dije que se podía ir y que yo te dejaría la taza. Eso fue todo. Solo intenté ser amable.Alister arqueó una ceja, escéptico, y se inclinó hacia adelante ligeramente, sin dejar de escrutarla.—¿De verdad? —preguntó, como queriendo ponerla en una posición nerviosa.
La noche caía sobre el bosque bajo la luz de la luna llena y en la casa del Clan Valkyria reinaba un silencio junto con una tranquilidad abrumadores. Alister, como de costumbre, estaba en guardia, inspeccionando los alrededores de la casa donde se encontraba viviendo junto con una parte de su manada y con Samira. A pesar de haber fortalecido la seguridad, una corazonada le decía que el Clan Abyss estaba planeando algo.En medio de su vigilancia, los recuerdos de los de los días felices con Samira comenzaron a inundar su mente. Recordaba las risas compartidas, las tardes tranquilas bajo el sol y las noches llenas de afecto. Cada momento parecía brillar con una luz propia, pero ahora, esos recuerdos se sentían lejanos y difusos.La realidad lo golpeó con fuerza una vez más: Samira ya no estaba tan cerca de él. La distancia entre ellos se había ido ampliando y la calidez que una vez compartieron se había convertido en invierno. Aquellas risas que solían ser su refugio ahora eran ecos de
Froilán se había concentrado en estudiar minuciosamente el plano y no pudo evitar que una sonrisa torcida se trazara en sus labios mientras sus pensamientos se entrelazaban con sus ambiciones. Sabía que el Clan Abyss no tenía posibilidad de derrotar al poderoso Clan Valkyria simplemente mediante la fuerza bruta. Sin embargo, la información clave proporcionada por Evangeline le había dado una nueva perspectiva. Con esa valiosa inteligencia, podían concentrar sus esfuerzos en el punto más vulnerable del enemigo.Su estrategia era astuta: en lugar de atacar directamente a Alister, su verdadero objetivo era la mujer que había logrado despertar en él una profunda pasión y amor: Samira, su mate. Froilán comprendía que si lograban desestabilizar a Alister a través de su conexión emocional, tendrían una oportunidad real de ganar la batalla. La idea de desatar el caos en el corazón del enemigo lo llenaba de satisfacción y estaba decidido a llevar a cabo su plan con precisión.—Con esta informa
Alister corrió a toda velocidad por el bosque y su forma de lobo resaltaba entre las sombras que proyectaban los árboles. El aire gélido rozaba su pelaje, pero el frío no era nada comparado con el fuego que ardía en su pecho. La noticia del rapto de Samira había despertado en él una ira incontrolable y ahora solo tenía una cosa en mente: salvarla, sin importar las consecuencias. Su respiración era agitada y cada zancada era más rápida que la anterior, sus garras arañaban el suelo con fuerza, dejando surcos profundos en la tierra húmeda.El territorio del Clan Abyss se acercaba rápidamente. Alister podía sentirlo, podía oler el descaro de esa manada en el aire. Froilán, el líder del Clan enemigo, había cruzado una línea al llevarse a Samira. El corazón de Alister palpitaba aceleradamente debido a la cólera. Sabía que Froilán no tenía intenciones de matarla… aún. Ella era una pieza clave, una herramienta de chantaje que usaban para quebrarlo, para hacerle cometer un error, pero aún así
Samira sintió el frío metal de las esposas alrededor de sus muñecas que estaban sujetadas a los reposabrazos de una silla que no podía ver. La venda en sus ojos la dejaba en completa oscuridad y el nudo apretado que cubría su boca silenciaba cualquier intento de protesta. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que la habían capturado, pero el corazón le martilleaba en el pecho y su mente trabajaba frenéticamente en busca de una salida.Un chirrido agudo rompió el silencio, probablemente el sonido de una puerta abriéndose, y después, unos pasos firmes resonaron en el suelo. Unas personas se acercaban. Samira trató de calmar su respiración, pero cada paso que oía hacía más evidente que la situación era grave.De repente, alguien tiró de la venda que cubría sus ojos y la luz le cegó momentáneamente. Parpadeó rápidamente, ajustándose a la claridad que ahora llenaba la habitación. Frente a ella, vio a dos hombres. Uno de ellos, claramente el líder, tenía una presencia imponente. Su cabe
El viento soplaba con fuerza entre los árboles del territorio de los Valkyria, agitando las ramas con una furia que reflejaba el estado de ánimo de Alister. Los miembros del Clan estaban dispersos, cada uno en su puesto, vigilando la frontera con atención.Alister, por su parte, caminaba por los pasillos de la casa con la mente aún nublada por el secuestro de Samira. Esperar lo llenaba de impaciencia y le quemaba las entrañas. Quería ir a buscarla en ese instante, pero primero debía pensar en una estrategia. Era difícil, pero tenía que pensar en que Samira estaría segura por el momento.—Ella está bien, tiene que estar bien. Por favor, a todos los dioses, les pido que la protejan hasta que llegue. Por favor, solo hasta que llegue... —balbuceaba. Repetir aquello lo ayudaba a mantenerse cuerdo, pues confiaba en que los dioses lo escucharían.Cada paso que daba resonaba en el silencio, y aunque el peso de la situación era abrumador, no estaba preparado para lo que iba a encontrar.El air