Alister miró a Samira sintiéndose ansioso y su respiración se volvía más agitada mientras las palabras brotaban desde lo más profundo de su ser. La contemplaba como si fuera lo único que importara en ese momento, como si el mundo entero dependiera de lo que sucediera en los próximos instantes.—Samira, nunca he deseado tanto algo como lo estoy deseando ahora, y ese algo es un futuro contigo.Su mano, que momentos antes había estado tensada por la frustración, comenzó a relajarse. El toque de Alister se tornó más suave, más delicado. Con ternura, empezó a apartar los mechones rebeldes de cabello de Samira que caían sobre su rostro, acariciando sutilmente su oreja al mismo tiempo. Cada toque era como una súplica silenciosa, y a medida que lo hacía, notó cómo la oreja de Samira comenzaba a enrojecer ante el suave roce.—Jamás he deseado tanto tener a alguien conmigo como te deseo a ti —continuó y su voz fue llenándose de vulnerabilidad.Sus dedos trazaban lentamente la línea de su cabell
Samira sintió rabia al escuchar a Alister decir aquello, pues aseguraba que ella lo seguía amando a pesar de todo, y eso la enfurecía.—¡No quiero amarte! —exclamó—. No quiero volver a sentirme así, atrapada, desgarrada entre lo que soy y lo que fuimos. Amarte es como caminar sobre vidrios rotos, siempre sangrando, siempre herida. Si te dejo ahora, si me alejo, puede que sufra un tiempo, puede que mi corazón llore, pero al final, te olvidaré. Te superaré. Pero si me quedo… si me quedo contigo, el dolor será interminable. Nunca podré ser feliz.Alister sintió un nudo en la garganta y el hecho de que le dijera una y otra vez que no quería amarlo ni estar más con él lo destrozaba. Aun así, no podía rendirse, no con ella. No con la mujer que los dioses le habían destinado y que él mismo había elegido tras conocerla, pues entendió que los dioses fueron demasiado benevolentes con él al ponerla en su camino.—No me importa cuántas veces me rechaces, yo sé lo que sientes. Y aunque ahora no pu
Evangeline corría entre los árboles en su forma de loba, con su pelaje oscuro brillando bajo la pálida luz de la luna. Llevaba semanas deambulando, sin rumbo ni propósito. Su manada, su familia, la había desterrado. El peso de la humillación aplastaba cada parte de su ser, no había un lugar al que pudiera llamar hogar. Aullaba en las noches, no por consuelo, sino por el odio que la consumía. Se alimentaba de lo que encontraba, la carne de presas salvajes llenaba sus días y su desesperación llenaba sus noches. El mundo se había vuelto gris, vacío de todo sentido.Aquel destierro era más que un simple castigo físico: era un golpe devastador a su orgullo y su corazón. El Clan Valkyria había sido su hogar durante tanto tiempo, pero ahora estaba prohibida de volver. Si lo intentaba, si siquiera osaba acercarse al territorio, la marca de traición que se había colocado sobre ella la delataría. Alister sentiría que ella estaba cerca y tomaría medidas drásticas para alejarla de nuevo.Para Eva
Samira se despertó con un dolor punzante en la mejilla. La luz de la mañana se filtraba a través de las rendijas de la ventana, iluminando su pequeño cuarto de manera casi cruel. Se llevó una mano al rostro y sintió el calor y la hinchazón donde su suegra la había golpeado la noche anterior.Recordó el incidente con claridad: “¡Nunca serás lo suficientemente buena para mi hijo!” había gritado su suegra antes de abofetearla con una fuerza que aún sentía. Las palabras se habían clavado en su corazón más profundamente que el golpe mismo. Luchó por contener las lágrimas mientras recordaba la crueldad en los ojos de aquella mujer que nunca la había aceptado.Con esfuerzo, Samira se levantó y se miró al espejo. La imagen que reflejaba no era la de una mujer feliz. Sus ojos estaban hinchados y enrojecidos, y la marca en su mejilla era un recordatorio doloroso de su sufrimiento. Sabía que tenía que salir de esa situación, pero ¿cómo? Estaba atrapada en un matrimonio donde no solo su suegra, s
El bosque era como su segundo hogar en el cual podía tener sus momentos de calma, lejos de la bulliciosa ciudad. Cada rincón de esos árboles y sombras profundas, el lobo blanco los conocía muy bien. Mientras caminaba por el bosque esa noche, sus sentidos agudos captaron un olor familiar, uno que aceleró su corazón y encendió una chispa en su pecho. El olor de su mate, su alma gemela, estaba en el aire.Sin embargo, su interés se transformó rápidamente en preocupación cuando detectó otro aroma que lo acompañaba: el penetrante olor a sangre.El lobo Alfa, Alister, percibió que la situación era grave. Solo podía pensar en que probablemente su mate estaba herida. Por lo tanto, cierta determinación lo impulsó a correr.Sabía que debía llegar a ella lo antes posible. Sus pies apenas tocaban el suelo mientras corría, zigzagueando entre los árboles con una gracia sobrenatural. Finalmente, llegó al sitio de donde provenía el aroma.La escena ante él lo dejó ciertamente desconcertado. Una mujer
Alister se mantuvo callado mientras Samira continuaba sumida en su dolor. Después de un rato, decidió romper el silencio, sintiendo empatía por su sufrimiento.Las palabras del hombre la hicieron detener su llanto.—¿Quieres vengarte, dices? —articuló—. Puedo ayudarte con eso —dijo sin titubear.Samira parpadeó varias veces y sus ojos se abrieron con incredulidad mientras miraba fijamente a Alister. Sus labios temblaban ligeramente mientras procesaba las palabras que acababa de escuchar. No podía creer lo que estaba oyendo.—¿Ayudarme con mi venganza? —repitió en voz baja, como si necesitara confirmar que había entendido correctamente—. Pero, ¿por qué? Ni siquiera nos conocemos. ¿Por qué querrías involucrarte en algo así?—Porque nadie debería tener que pasar por lo que tú has pasado. Porque creo que nadie merece vivir con el peso del dolor sin justicia —respondió con sinceridad, dejando claro que su motivación venía del deseo de ayudarla, sin mencionar que en realidad estaban unidos
Samira se encontraba sumida en un profundo sueño, uno que parecía más real que cualquier otro. En su mente, veía un bosque oscuro, iluminado únicamente por la luz plateada de la luna llena. Allí, en medio de aquella luz, un majestuoso lobo blanco con destellos oscuros la observaba con sus penetrantes ojos dorados. De repente, el lobo comenzó a transformarse, su forma animal se desvaneció para dar lugar a un hombre alto y fuerte, con el cabello oscuro y ojos dorados. Samira sintió que conocía a ese hombre, que lo había visto antes.Luego, lo reconoció. Era Alister, Alister Frost.De pronto, se despertó de golpe, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Miró a su alrededor, confundida. El sueño había sido tan vívido que parecía más un recuerdo. ¿Pero cómo podía ser eso posible? ¿Un hombre lobo? La idea era ridícula, pero no podía sacarse de la cabeza la imagen de Alister transformándose frente a ella.Respiró profundamente y observó la habitación en la que se encontraba. Era una
Samira observaba desde la ventana de la casa mientras Alister y los demás miembros de la manada partían hacia la empresa.Decidida a no ser una carga, comenzó a ofrecer su ayuda en las tareas diarias. Aunque al principio los sirvientes se mostraron reticentes, poco a poco fueron aceptando su presencia y disposición. Samira ayudaba en la cocina, limpiaba y aprendía sobre las costumbres del hogar. Sin embargo, lo que más le llamaba la atención eran los hijos de algunas sirvientas. Eran cachorros, pequeños lobeznos que correteaban por la casa y llenaban el ambiente de risas y juegos.Samira se agachaba para jugar con ellos, sintiendo una ternura que le calentaba el corazón. Los cachorros se encariñaron rápidamente con ella y Samira se encontraba riendo y correteando con ellos por toda la casa. En esos momentos, los problemas y preocupaciones parecían desvanecerse.Además de los cachorros, Samira también observaba cómo algunos de los sirvientes se transformaban. Lo hacían con una naturali