Evangeline estaba sentada en un rincón oscuro de la habitación en la que había sido encerrada, con la mirada perdida y fija en la nada. Apenas algunas lágrimas resbalaban por su rostro, pero no había sollozos, solo un silencio gélido que llenaba el aire.Todo se sentía irreal para ella. No podía creer que las cosas hubieran llegado a este punto. Había pensado que, a pesar de todo lo que había hecho, siempre sería intocable. Creía que nadie se atrevería a descubrir sus verdaderos planes, confiando en que su papel como hija del Beta la protegía de cualquier sospecha.Sin embargo, ahora estaba allí, atrapada, expuesta, con cada mentira y traición al descubierto. La voz de Alister aún resonaba en su mente, fría y tajante. Había sentido miedo antes, pero nunca como ahora.Mientras tanto, Ofelia estaba destrozada, llorando sin control en el mismo cuarto. Su dolor no venía de su propia situación, sino de la angustia que sentía al ver a Evangeline así, quebrada y derrotada.Con pasos vacilant
Evangeline se movió inquieta, apartándose un poco. Miraba a los lados como si buscara una salida. Sabía que si decía la verdad, estaba aceptando su culpa, pero quedarse callada tampoco era opción.—Padre… no sé qué decirte —murmuró, respirando con pesadez—. Me siento sola, sin nadie que me apoye. Si digo algo, cualquier cosa, lo usarán en mi contra y todo me caerá encima. No sé qué hacer. ¿Se supone que debo asumir la culpa de algo que no hice? ¿Debo pagar por los errores de otros?Yimar exhaló ruidosamente, cerrando los ojos por un momento. Luego, negó con la cabeza, mostrándose cansado.—Nadie te está pidiendo que asumas los errores de otros. Te estamos pidiendo que asumas los tuyos. Sabes perfectamente de lo que hablo, Evangeline. Basta de rodeos. Al menos conmigo, con tu padre, sé sincera. No tienes por qué mentirme, yo soy tu sangre.Evangeline lo miró con amargura.—¿Mi sangre? —resaltó—. No me defiendes, ni me proteges. ¿Cómo quieres que confíe en ti?Yimar apretó los puños, ag
Alister miró fijamente a Yimar, quien intentaba mantener la compostura, pero el dolor era notable en sus ojos. —Alfa, yo... le he rogado que no sea tan severo con ella. He tenido el atrevimiento de pedirle misericordia, y lo mantengo —expresó el Beta, aún con la cabeza gacha—. No dudo de las palabras del Alfa, sé que Evangeline es culpable, pero... se trata de mi hija. Ha cometido errores, pero no soportaré verla sufrir.—No quieres que le hagamos daño físico, ¿cierto? —cuestionó Alister—. ¿Temes que una daga atraviese su corazón?Yimar sintió como si le hubieran apretado el alma. Tragó saliva y asintió con tristeza.—Sí, Alfa. No quiero que mi hija muera. Sé que una traición como esta merece un castigo severo, como la tortura física y emocional, e incluso la muerte... pero es mi hija. Es lo único que me queda de mi mate —su voz se quebró ligeramente—. Sé... que ha llamado al sacerdote, y usted ha dicho que Evangeline no puede seguir estando en la manada. Puedo asumir que eso signifi
El Alfa y el sacerdote se quedaron solos en el estudio. Alister lo escrutó por un instante antes de romper el silencio.—Te agradezco mucho por haber venido —manifestó con seriedad.El sacerdote dio un asentimiento y respondió con la serenidad alojada en su voz.—Siempre estoy a disposición del Clan. Si me has mandado llamar, es porque hay una situación delicada en la que debo involucrarme, ¿cierto?—Así es —confirmó Alister—. La situación es grave, y quiero contarte todo en detalle.Con eso, el Alfa comenzó a explicar lo que había sucedido con Evangeline, la manera en que ella había traicionado la confianza de la manada y había actuado en contra de todo lo que habían jurado proteger. El sacerdote lo escuchó atentamente, pero no pudo ocultar su sorpresa. Sus ojos se agrandaron, y a medida que Alister habló, su expresión fue cambiando de incredulidad a una de decepción.—Es... una pena —murmuró el sacerdote al final, sacudiendo la cabeza—. Es doloroso escuchar que hayan tenido que pasa
Samira se despertó con un dolor punzante en la mejilla. La luz de la mañana se filtraba a través de las rendijas de la ventana, iluminando su pequeño cuarto de manera casi cruel. Se llevó una mano al rostro y sintió el calor y la hinchazón donde su suegra la había golpeado la noche anterior.Recordó el incidente con claridad: “¡Nunca serás lo suficientemente buena para mi hijo!” había gritado su suegra antes de abofetearla con una fuerza que aún sentía. Las palabras se habían clavado en su corazón más profundamente que el golpe mismo. Luchó por contener las lágrimas mientras recordaba la crueldad en los ojos de aquella mujer que nunca la había aceptado.Con esfuerzo, Samira se levantó y se miró al espejo. La imagen que reflejaba no era la de una mujer feliz. Sus ojos estaban hinchados y enrojecidos, y la marca en su mejilla era un recordatorio doloroso de su sufrimiento. Sabía que tenía que salir de esa situación, pero ¿cómo? Estaba atrapada en un matrimonio donde no solo su suegra, s
El bosque era como su segundo hogar en el cual podía tener sus momentos de calma, lejos de la bulliciosa ciudad. Cada rincón de esos árboles y sombras profundas, el lobo blanco los conocía muy bien. Mientras caminaba por el bosque esa noche, sus sentidos agudos captaron un olor familiar, uno que aceleró su corazón y encendió una chispa en su pecho. El olor de su mate, su alma gemela, estaba en el aire.Sin embargo, su interés se transformó rápidamente en preocupación cuando detectó otro aroma que lo acompañaba: el penetrante olor a sangre.El lobo Alfa, Alister, percibió que la situación era grave. Solo podía pensar en que probablemente su mate estaba herida. Por lo tanto, cierta determinación lo impulsó a correr.Sabía que debía llegar a ella lo antes posible. Sus pies apenas tocaban el suelo mientras corría, zigzagueando entre los árboles con una gracia sobrenatural. Finalmente, llegó al sitio de donde provenía el aroma.La escena ante él lo dejó ciertamente desconcertado. Una mujer
Alister se mantuvo callado mientras Samira continuaba sumida en su dolor. Después de un rato, decidió romper el silencio, sintiendo empatía por su sufrimiento.Las palabras del hombre la hicieron detener su llanto.—¿Quieres vengarte, dices? —articuló—. Puedo ayudarte con eso —dijo sin titubear.Samira parpadeó varias veces y sus ojos se abrieron con incredulidad mientras miraba fijamente a Alister. Sus labios temblaban ligeramente mientras procesaba las palabras que acababa de escuchar. No podía creer lo que estaba oyendo.—¿Ayudarme con mi venganza? —repitió en voz baja, como si necesitara confirmar que había entendido correctamente—. Pero, ¿por qué? Ni siquiera nos conocemos. ¿Por qué querrías involucrarte en algo así?—Porque nadie debería tener que pasar por lo que tú has pasado. Porque creo que nadie merece vivir con el peso del dolor sin justicia —respondió con sinceridad, dejando claro que su motivación venía del deseo de ayudarla, sin mencionar que en realidad estaban unidos
Samira se encontraba sumida en un profundo sueño, uno que parecía más real que cualquier otro. En su mente, veía un bosque oscuro, iluminado únicamente por la luz plateada de la luna llena. Allí, en medio de aquella luz, un majestuoso lobo blanco con destellos oscuros la observaba con sus penetrantes ojos dorados. De repente, el lobo comenzó a transformarse, su forma animal se desvaneció para dar lugar a un hombre alto y fuerte, con el cabello oscuro y ojos dorados. Samira sintió que conocía a ese hombre, que lo había visto antes.Luego, lo reconoció. Era Alister, Alister Frost.De pronto, se despertó de golpe, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Miró a su alrededor, confundida. El sueño había sido tan vívido que parecía más un recuerdo. ¿Pero cómo podía ser eso posible? ¿Un hombre lobo? La idea era ridícula, pero no podía sacarse de la cabeza la imagen de Alister transformándose frente a ella.Respiró profundamente y observó la habitación en la que se encontraba. Era una