Cuando Cael regresó a la habitación para informar al Alfa que las prisioneras ya estaban encerradas como se le había ordenado, Alister le dio otra tarea. —Ve a donde se encuentra al sacerdote del Clan y traelo aquí. Pero, no le digas nada de lo que ha pasado, no aún. Yo me encargaré de darle los detalles —indicó. —Como usted diga, Alfa —replicó, para luego retirarse de nuevo. Yimar, claramente agobiado por la situación, expresó su deseo de saber qué haría Alister a continuación. No quería quedarse al margen.—Alfa... —articuló con un tono más suave, pero decidido—. Creo que tengo... el derecho de saber lo que va a suceder con mi hija. Alister permaneció en silencio por un momento, reflexionando sobre la petición. —Todavía hay cosas que debo discutir con Evangeline. Ella tiene información valiosa. Su conexión con el Clan Abyss es innegable y necesito que me diga todo lo que sabe. Sin embargo, si sigue negando su implicación con el enemigo, será casi imposible obtener esa informaci
La casa del bosque se había sumido en un ambiente incómodo, pues la atmósfera se había vuelto sofocante. Ofelia, la sirvienta que siempre había sido impecable en su comportamiento, la más recta de todas, se había convertido en el epicentro de una confesión que sacudió los cimientos del Clan. Siempre se había mostrado como un ejemplo de disciplina y obediencia, la perfecta imagen de lo que se esperaba de alguien en su posición. Y el hecho de que ella, de todas las personas, hubiese ayudado a Evangeline, la hija del Beta, era algo que nadie podía haber anticipado.La traición no solo había roto las reglas, sino que también había erosionado la confianza. Yimar, el segundo al mando de uno de los clanes más poderosos y temidos, estaba devastado. No solo por la traición en sí, sino por el dolor profundo que venía con la traición de su propia hija, la única conexión que le quedaba con su difunta compañera. Evangeline era su legado, lo único que mantenía vivo el recuerdo de la loba que había
Samira lo miró sin parpadear y su cuerpo se tensó por completo cuando vio a Alister arrodillarse. No deseaba eson ni esperaba que lo hiciera, por lo tanto la había tomado por sorpresa. Pero el Alfa no iba a detenerse, no podía ni quería hacerlo.—Fui un cobarde —admitió, con la voz más fuerte esta vez, como si hubiera tomado el dolor que sentía y lo estuviera dejando salir en forma de palabras—. Te dejé sola cuando más me necesitaste y no soy digno de tu perdón, lo sé... —sus ojos se nublaron, y por un momento, Alister tuvo que apartar la vista, incapaz de sostener su mirada—. Pero te lo pido igual. Desde lo más profundo de mi corazón... te suplico que me perdones.Las palabras se desbordaron como una cascada, cargadas de una emoción tan cruda que era imposible ignorarlas. Alister estaba de rodillas frente a ella, el gran líder de un poderoso Clan, ahora reducido a un hombre quebrado ante la única persona cuya opinión le importaba.—Samira... —murmuró, con las manos temblando mientras
Alister estaba frente a Samira, con una expresión de angustia en el rostro, sintiendo el dolor de su respuesta. A pesar de que ella ya había dejado claro su decisión, él permanecía allí, como si todavía esperara que sucediera algún milagro que pudiera cambiar la situación.—No te perdonaré, Alister —le dijo ella con frialdad, aunque había un toque de tristeza en su voz—. No puedo hacerlo. No después de todo lo que pasó.El Alfa asintió despacio, sintiendo la pena clavarse más profundo en su pecho, pero no era algo que no hubiera previsto. Lo sabía, lo había tenido claro desde el principio, pero enfrentarlo en persona era más duro de lo que pensaba.—Lo entiendo, Samira —respondió él, con su tono calmado, pero lleno de una tristeza que no podía ocultar—. Sabía que no sería fácil. Soy consciente de que te lastimé y que no cumplí las promesas que te hice... que te fallé de tantas maneras.—Claro que lo hiciste —recalcó—. Rompiste todas tus promesas. Dijiste que siempre me apoyarías y que
—Tal vez lo que sientes no es amor, sino culpa —dijo Samira, con un semblante que mostraba seriedad pero, por dentro, su corazón estaba empezando a agitarse—. Culpa por todo lo que me hiciste. Dijiste que te arrepientes, que te duele mucho, pero quizás solo es tu conciencia la que te está castigando por todo lo que pasó. Y eso no es amor, Alister. Puede que ya no quieras estar conmigo, pero confundes ese sentimiento con el deseo de arreglar las cosas, de enmendar lo que hiciste.—No es así —interrumpió Alister, sin una pizca de duda—. Puedes decir lo que quieras, pero no dudes de lo que siento. No estoy confundido. Sí, siento culpa, claro que la siento, pero eso no tiene nada que ver con la razón por la que quiero estar contigo. Como te dije, tú eres mi mate. Los dioses te han puesto en mi camino, ellos te eligieron para mí. Y, después de conocerte, de compartir mis días contigo, yo también te elegí a ti. Así que no me rendiré tan fácilmente. Lucharé por ti, por nosotros.Samira lo co
Evangeline estaba sentada en un rincón oscuro de la habitación en la que había sido encerrada, con la mirada perdida y fija en la nada. Apenas algunas lágrimas resbalaban por su rostro, pero no había sollozos, solo un silencio gélido que llenaba el aire.Todo se sentía irreal para ella. No podía creer que las cosas hubieran llegado a este punto. Había pensado que, a pesar de todo lo que había hecho, siempre sería intocable. Creía que nadie se atrevería a descubrir sus verdaderos planes, confiando en que su papel como hija del Beta la protegía de cualquier sospecha.Sin embargo, ahora estaba allí, atrapada, expuesta, con cada mentira y traición al descubierto. La voz de Alister aún resonaba en su mente, fría y tajante. Había sentido miedo antes, pero nunca como ahora.Mientras tanto, Ofelia estaba destrozada, llorando sin control en el mismo cuarto. Su dolor no venía de su propia situación, sino de la angustia que sentía al ver a Evangeline así, quebrada y derrotada.Con pasos vacilant
Evangeline se movió inquieta, apartándose un poco. Miraba a los lados como si buscara una salida. Sabía que si decía la verdad, estaba aceptando su culpa, pero quedarse callada tampoco era opción.—Padre… no sé qué decirte —murmuró, respirando con pesadez—. Me siento sola, sin nadie que me apoye. Si digo algo, cualquier cosa, lo usarán en mi contra y todo me caerá encima. No sé qué hacer. ¿Se supone que debo asumir la culpa de algo que no hice? ¿Debo pagar por los errores de otros?Yimar exhaló ruidosamente, cerrando los ojos por un momento. Luego, negó con la cabeza, mostrándose cansado.—Nadie te está pidiendo que asumas los errores de otros. Te estamos pidiendo que asumas los tuyos. Sabes perfectamente de lo que hablo, Evangeline. Basta de rodeos. Al menos conmigo, con tu padre, sé sincera. No tienes por qué mentirme, yo soy tu sangre.Evangeline lo miró con amargura.—¿Mi sangre? —resaltó—. No me defiendes, ni me proteges. ¿Cómo quieres que confíe en ti?Yimar apretó los puños, ag
Alister miró fijamente a Yimar, quien intentaba mantener la compostura, pero el dolor era notable en sus ojos. —Alfa, yo... le he rogado que no sea tan severo con ella. He tenido el atrevimiento de pedirle misericordia, y lo mantengo —expresó el Beta, aún con la cabeza gacha—. No dudo de las palabras del Alfa, sé que Evangeline es culpable, pero... se trata de mi hija. Ha cometido errores, pero no soportaré verla sufrir.—No quieres que le hagamos daño físico, ¿cierto? —cuestionó Alister—. ¿Temes que una daga atraviese su corazón?Yimar sintió como si le hubieran apretado el alma. Tragó saliva y asintió con tristeza.—Sí, Alfa. No quiero que mi hija muera. Sé que una traición como esta merece un castigo severo, como la tortura física y emocional, e incluso la muerte... pero es mi hija. Es lo único que me queda de mi mate —su voz se quebró ligeramente—. Sé... que ha llamado al sacerdote, y usted ha dicho que Evangeline no puede seguir estando en la manada. Puedo asumir que eso signifi