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Casi dos o tres horas todos los días, Alina estaba tan agotada que parecía sacada del agua, empapada en sudor, incluso con el aire acondicionado encendido, seguía sudando a mares.

Lo reconfortante para ella era que, a diferencia de ella, Andrés nunca había caído en la desesperación, la autocompasión o la depresión.

Aunque solo podía mover la parte superior de su cuerpo, todavía insistía en que le trajeran las pesas, haciendo ejercicio con ellas todos los días, intentando fortalecer sus brazos, y hacía abdominales, tratando de mover la parte inferior de su cuerpo, sin renunciar ni un momento a sus piernas, lo que también lo dejaba empapado de sudor.

Hasta que un día, mientras lo estaba bañando, Alina notó algo increíble: ¡los dedos de los pies de Andrés se movieron un poco! Alina pensó que estaba alucinando, pero

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