Uno en la noche por que debían dormir fue una promesa bastante optimista poco realista, Itsac era todo un semental como se había burlado Helene, era insaciable, fuerte y aguantaba como el demonio. Helene nunca había tenido más de un orgasmo por sexo, pero esa noche olvidó las veces que se corrió en las manos o la boca del piloto que parecía experto y muy decidido en darle todo lo que su experiencia le había otorgado. — Cómo dijo Ricardo Arjona — le comentó Helene en la madrugada mientras le acariciaba los suaves pelitos del pecho — si el pasado te enseñó a besarme así, bendita sea la que estuvo antes de mi — Itsac suspiró. — ¿No te dan celos las mujeres con las que estuve antes? — Helene negó. — Eso sería ridículo, además, sin ellas no serías el mejor amante del mundo — Itsac no se rio. — En cambio yo sí siento celos del que te enseñó a hundirlo hasta la garganta — Helene se rio y lo golpeó en el hombro — y del que te enseño a moverte así cuando estás arriba… ay no, por recordarlo
Helene apretó la hoja con tanta fuerza que la arrugó, Val movió con esfuerzo el mueble a su lado para sentarse frente a ella y cuando lo hizo se sentó y la miró de frente. Helene pasó saliva. — ¿De… de qué tenemos qué hablar? — Val la miró con suspicacia. — Pues de Itsac, cuéntame todos los detalles, ¿Cómo se conocieron? — Pues, me iba a matar el secuaz de un mafioso y él me salvó — Val asintió, extrañada. — Entiendo… ¿Y su primer beso? — Pues, estaba borracho, me besó y luego salió corriendo — Val esta vez sí se rio, pero Helene no entendió qué era lo gracioso. — ¿Por qué estás tan tensa? — le preguntó la rubia y Helene se encogió de hombros apartándole la mirada. Ni siquiera ella misma sabía ciertamente qué era lo que le pasaba, ya había visto que Itsac y Val no eran más que amigos, pero había pensado que la presencia de la rubia en la vida del piloto era tan significativa que ahora ya no sabía qué sentir. — Yo… quisiera poder ser honesta contigo — le comentó, Val se acomodó
— ¿Así que tú eres la resbalosa? — le dijo Ana Leticia a Brenda y Val la empujó. — ¡Ana! — La pelinegra se encogió de hombros.— ¡Val, Ana! — las llamó la mujer del vestuario y Val miró a Helene, como si considerara o no dejarla con la recién llegada. — Vayan — les dijo y las mujeres se fueron — ¿Qué haces aquí? — le preguntó Helene y Brenda caminó hacia el espejo y se espolvoreó el cabello. — Ya te lo dije, me gustaría que fuéramos amigas, además, cuando pregunté por qué no fuiste a clase hoy y me dijeron que estarías haciendo el comercial y no puede no venir. Era mi momento de brillar… como extra. — ¿Harry te trajo? — ella se rio. — Le mostré un poco las tetas y me dijo que me daría un papel de extra — Helene tomó el vestido del mueble y comenzó a ver como carambas se lo pondría, hasta que la pelirroja llegó con ella y le quitó el vestido — yo te ayudo. Quítate eso. — Helene comenzó a quitarse el vestido oscuro que tenía, hasta que se quedó en ropa interior y Brenda le ayudó a
Después del corte, se grabó una nueva escena donde llenaron el velo de Helene con un confeti que parecía copos de nieve y cuando Itsac lo levantó los copos volaron por sobre sus cabezas. Lo repitieron un par de veces más y pudieron dar por terminadas la grabaciones, para alivio de Helene, el vestido comenzaba a pesarle un montón. — ¿Qué les tocó grabar a ustedes? — le preguntó Helene e Itsac ladeó la cabeza. — Varias cosas, ya lo verás — le contó y ella hizo un puchero, el comercial saldría apenas en una semana, así que tendrían que esperar todo eso para poder ver el resultado. Cuando llegó al camerino, Portia la estaba esperando ahí, con el gesto fruncido mientras observaba la línea de maquillaje que estaba en la repisa. — Esto me trae malos recuerdos — le contó y Helene le dio un abrazo. — También a mí, recuérdame por qué elegimos el modelaje — Portia se encogió de hombros mientras la miraba de los pies a la cabeza. — Está hermosa, hermanita, la verdad no imaginé verte así nun
Lo siguiente que Helene debía hacer: Conseguir un testigo. Eso sería más fácil de lo que había imaginado, Carlo, Portia, hasta la misma Ana Leticia podría ayudarle, pero Helene había llamado a su cuñada Lia, la había preparado para traerla a la ciudad y se sintió mal si cambiaba de opinión repentinamente, así que cuando llegó en la noche a la casa de Itsac, se sentó en el borde de la cama y llamó por el teléfono fijo que tenía ahí directo al hotel. — Hotel Las Cumbres ¿en qué le puedo ayudar? —Helene suspiró. — Felipe, ¿Cómo estás? Soy Helene. — La gemela buena, ¿Cómo estás? Muy famosa en estos días, por cierto — Helene suspiró. — Bastante, de hecho. ¿Cómo está todo por allá?— Tu hermano está un poco… malgeniado, como siempre, pero nada más, ¿mis primos cómo están? — Carlo está aquí en Ciudad Costera, Esther allá con su vagabundo bien feliz — el mesero se rio al otro lado. — ¿Quieres que te pase a Oliver? — Helene negó. — Porfa, quiero hablar con Lia. — Ya la alcanzó — Helene
Helene parpadeó un par de veces para ver si se le pasaba, pero la cama comenzó a dar vueltas bajo ella por un par de segundos, y luego como llegó, se fue. — ¿Pasó algo? Te tensaste — le preguntó Itsac y se irguió para mirarla. Helene dejó la lata de cerveza en el suelo. — Es que me dio mareo, pero debe ser por la cerveza — Itsac se puso pálido de repente. — Acabe dentro de ti qué día y creeme, fue abundante — Helene se rio — ¿no estarás embarazada?— ¡Cállate! — bromeo Helene — y no seas exagerado, eso pasó hace unos días, se necesitan semanas para que lleguen síntomas y no, no estoy embarazada. Hice los cálculos, no estaba en etapa fértil ese día. — ¿Tu regla es regular? — Helene ladeó la cabeza. — Casi siempre — el piloto no pareció convencido. — Estoy bien, estamos bien — Helene tomó su cara entre sus manos y lo recostó de nuevo en su pecho. — Me asusté, no me malinterpretes, pero un hijo ahora sería una locura… ¿te imaginas un hijo de los dos? — Helene abrió la boca para de
Helene se despidió de un casto beso en los labios del piloto que debía continuar en el auto otro minuto. él la sujetó del brazo antes de que saliera. — ¿Qué está pasando? — le preguntó, Helene ladeó la cabeza en ambas direcciones. — Bueno, la verdad no sé, quiere hacer las paces. — Ten cuidado — Helene le dio otro piquito. — Lo tendré. Brenda la esperaba en la acera con su uniforme pulcro, pero su falda estaba más arriba de lo que Helene imaginó sería apropiado. — Brenda, buenos días, ¿qué haces aquí? — la pelirroja se encogió de hombros. — Estaba por entrar cuando vi que apareció el auto así que decidí esperarte, puedo desatrasarte del tema que vimos ayer — Helene asintió hacia ella y ambas caminaron juntas hacia el auditorio donde los demás compañeros comenzaron a entrar. Brenda buscó una silla junto a ella y Helene no dejó de sentirse incómoda, le parecía interesante el cómo la pelirroja quería librarse de la culpa por lo que había hecho, pero Helene no podía olvidar tan fá
Itsac estaba observando el aterrizaje de un avión desde su oficina, el ala derecha bajó solo un poco antes que la izquierda e Itsac apretó los labios. Esos pilotos supuestamente eran perfectos, según su tío, pero no eran más que viejos barrigones y arrogantes. Alguien tocó a la puerta y él se volvió, era Carlo e Itsac evitó entornar los ojos. El otro rubio entró y se cruzó de brazos en medio de la oficina. Itsac le dio la espalda mientras contemplaba de nuevo la pista de aterrizaje, su tío tenía razón, si quería manejar la compañía, debía dejar de lado su sueño de seguir volando.— ¿Vienes a seguir tratándome mal? — le preguntó el piloto y Carlo suspiró un momento antes de contestar. — No, yo… venía a disculparme — Itsac lo miró, y el otro se sentó en el mueble estirando los pies cuan largos eran. — No pareces ser un hombre de los que pide disculpas — Carlo se rio. — No confundas mi excesiva belleza y masculinidad con ser un machito, sé reconocer cuando meto la pata — Itsac asinti