Helene buscó en el armario, pero no encontró nada “bonito” como le había dicho Itsac, así que se sentó en la cama, frustrada. Había llegado a Ciudad Costera apenas con unas cuantas prendas poco llamativas y ahora no sabía qué ponerse. Si al menos supiera qué era lo que tenía planeado el piloto tal vez podría saber si debía vestirse formal, casual, elegante o quién sabe qué. Portia y Carlo se fueron para la casa del hombre y prometieron pasar en la mañana para hablar de cómo sería el anillo de seguridad para proteger a Helene de Bertinelli, pero, aunque era claro que ella no quería tal anillo de seguridad, su cuñado no lo dejó a discusión. — ¿Qué es lo que planeas, rubiecito? — se preguntó en voz alta mientras decidía por unos zapatos o unos converse. Las palabras del Itsac le llegaron, flotando como espuma: “Yo sí quiero estar contigo” Aquella frase la había roto en dos, fue pronunciada con tanta emoción contenida por los labios del hombre que Helene sintió que le dio un vuelco el
Itsac estaba vestido con un saco, sin corbata, con el cabello rubio peinado hacia un lado y una sonrisa brillante, en cuanto vio a Helene, la sonrisa se le borró y la miró de los pies a la cabeza, anonadado. — Estás… estás hermosa, Helene — ella alisó el vestido, aunque este no tenía ninguna arruga y sonrió. — Gracias, Arnau me lo regaló — Itsac sonrió. — Claro, él haciendo de cupido, que raro — le señaló una silla y Helene avanzó hacia él. Cuando se saludaron, el hombre le dio un lento y sonoro beso en la mejilla — de verdad estás hermosa. — Tú igual, eres todo un adonis — Itsac se rio. — No tanto como tú cuñado — bromeo — pero lo intento — la ayudó a sentarse en la mesa de metal y Helene logró superar un poco el nerviosismo que le había regresado como para reparar en el lugar. Era el tercer piso de un edificio, en balcón hermoso lleno de enredaderas y luces de color cálido que le daban un aspecto acogedor. Todo el balcón estaba lleno hecho de un metal forjado a mano con forma
Helene apretó la mano de Itsac entre la suya. El piso en donde estaban contaba con una habitación linda, con ventanas grandes que daba a la ciudad desde donde se podía ver la luna llena sobre el mar y una brisa fresca entraba por la ventana. Cuando Helene se detuvo frente la cama, el pecho de Itsac chocó con sus espalda y le dio un beso en el cuello. La cama estaba llena de pétalos, sobre una manta de franela suave, velas y aromas y Helene se recostó en el pecho del hombre, sus manos rodearon su cuerpo y le acarició las caderas. — Qué bonito detalle de Val — comentó ella, pero Itsac negó con la voz. — No, esto sí lo hice yo — Helene dio la vuelta, encarando al hombre que la observó a los ojos, directo. Sus bocas se juntaron, sedientas del otro, sus lenguas jugando a acariciarse la una a la otra. Cuando la manos del hombre en sus glúteos la atrajeron a él sintió la dura erección del bajo el pantalón y movió las caderas, quería sentirlo cuan duro era, tocarlo, probarlo, probar to
Uno en la noche por que debían dormir fue una promesa bastante optimista poco realista, Itsac era todo un semental como se había burlado Helene, era insaciable, fuerte y aguantaba como el demonio. Helene nunca había tenido más de un orgasmo por sexo, pero esa noche olvidó las veces que se corrió en las manos o la boca del piloto que parecía experto y muy decidido en darle todo lo que su experiencia le había otorgado. — Cómo dijo Ricardo Arjona — le comentó Helene en la madrugada mientras le acariciaba los suaves pelitos del pecho — si el pasado te enseñó a besarme así, bendita sea la que estuvo antes de mi — Itsac suspiró. — ¿No te dan celos las mujeres con las que estuve antes? — Helene negó. — Eso sería ridículo, además, sin ellas no serías el mejor amante del mundo — Itsac no se rio. — En cambio yo sí siento celos del que te enseñó a hundirlo hasta la garganta — Helene se rio y lo golpeó en el hombro — y del que te enseño a moverte así cuando estás arriba… ay no, por recordarlo
Helene apretó la hoja con tanta fuerza que la arrugó, Val movió con esfuerzo el mueble a su lado para sentarse frente a ella y cuando lo hizo se sentó y la miró de frente. Helene pasó saliva. — ¿De… de qué tenemos qué hablar? — Val la miró con suspicacia. — Pues de Itsac, cuéntame todos los detalles, ¿Cómo se conocieron? — Pues, me iba a matar el secuaz de un mafioso y él me salvó — Val asintió, extrañada. — Entiendo… ¿Y su primer beso? — Pues, estaba borracho, me besó y luego salió corriendo — Val esta vez sí se rio, pero Helene no entendió qué era lo gracioso. — ¿Por qué estás tan tensa? — le preguntó la rubia y Helene se encogió de hombros apartándole la mirada. Ni siquiera ella misma sabía ciertamente qué era lo que le pasaba, ya había visto que Itsac y Val no eran más que amigos, pero había pensado que la presencia de la rubia en la vida del piloto era tan significativa que ahora ya no sabía qué sentir. — Yo… quisiera poder ser honesta contigo — le comentó, Val se acomodó
— ¿Así que tú eres la resbalosa? — le dijo Ana Leticia a Brenda y Val la empujó. — ¡Ana! — La pelinegra se encogió de hombros.— ¡Val, Ana! — las llamó la mujer del vestuario y Val miró a Helene, como si considerara o no dejarla con la recién llegada. — Vayan — les dijo y las mujeres se fueron — ¿Qué haces aquí? — le preguntó Helene y Brenda caminó hacia el espejo y se espolvoreó el cabello. — Ya te lo dije, me gustaría que fuéramos amigas, además, cuando pregunté por qué no fuiste a clase hoy y me dijeron que estarías haciendo el comercial y no puede no venir. Era mi momento de brillar… como extra. — ¿Harry te trajo? — ella se rio. — Le mostré un poco las tetas y me dijo que me daría un papel de extra — Helene tomó el vestido del mueble y comenzó a ver como carambas se lo pondría, hasta que la pelirroja llegó con ella y le quitó el vestido — yo te ayudo. Quítate eso. — Helene comenzó a quitarse el vestido oscuro que tenía, hasta que se quedó en ropa interior y Brenda le ayudó a
Después del corte, se grabó una nueva escena donde llenaron el velo de Helene con un confeti que parecía copos de nieve y cuando Itsac lo levantó los copos volaron por sobre sus cabezas. Lo repitieron un par de veces más y pudieron dar por terminadas la grabaciones, para alivio de Helene, el vestido comenzaba a pesarle un montón. — ¿Qué les tocó grabar a ustedes? — le preguntó Helene e Itsac ladeó la cabeza. — Varias cosas, ya lo verás — le contó y ella hizo un puchero, el comercial saldría apenas en una semana, así que tendrían que esperar todo eso para poder ver el resultado. Cuando llegó al camerino, Portia la estaba esperando ahí, con el gesto fruncido mientras observaba la línea de maquillaje que estaba en la repisa. — Esto me trae malos recuerdos — le contó y Helene le dio un abrazo. — También a mí, recuérdame por qué elegimos el modelaje — Portia se encogió de hombros mientras la miraba de los pies a la cabeza. — Está hermosa, hermanita, la verdad no imaginé verte así nun
Lo siguiente que Helene debía hacer: Conseguir un testigo. Eso sería más fácil de lo que había imaginado, Carlo, Portia, hasta la misma Ana Leticia podría ayudarle, pero Helene había llamado a su cuñada Lia, la había preparado para traerla a la ciudad y se sintió mal si cambiaba de opinión repentinamente, así que cuando llegó en la noche a la casa de Itsac, se sentó en el borde de la cama y llamó por el teléfono fijo que tenía ahí directo al hotel. — Hotel Las Cumbres ¿en qué le puedo ayudar? —Helene suspiró. — Felipe, ¿Cómo estás? Soy Helene. — La gemela buena, ¿Cómo estás? Muy famosa en estos días, por cierto — Helene suspiró. — Bastante, de hecho. ¿Cómo está todo por allá?— Tu hermano está un poco… malgeniado, como siempre, pero nada más, ¿mis primos cómo están? — Carlo está aquí en Ciudad Costera, Esther allá con su vagabundo bien feliz — el mesero se rio al otro lado. — ¿Quieres que te pase a Oliver? — Helene negó. — Porfa, quiero hablar con Lia. — Ya la alcanzó — Helene