Helene saltó del avión a la pista de aterrizaje y sus zapatos sonaron, cerró la compuerta que había abierto y apagó la linterna. — ¿Y ahora? — preguntó y Toro le habló a través del auricular. — ¡Corre! — le dijo — la señal del celular entró al aeropuerto, está en la sala de espera de los pilotos, pero quien lo tiene parece que tiene la intención de irse, fue hasta la salida, pero regresó, parece que olvidó algo. Helene comenzó a correr hacia el lugar, tenía el corazón acelerado y los puños apretados, si dejaba que la persona que agarró el celular se escapara con él estarían fritos, pero fritos de verdad, así que corrió con el estado físico que le daba el correr todas las mañanas y cuando llegó a la entrada del aeropuerto se encontró con la puerta cerrada. — ¡¿Qué hago?¡ — preguntó a Toro, pero el hombre no contestó. Un segundo después la puerta se abrió. — Itsac es el bueno para esto, pero algo he aprendido de verlo a diario frente a estos aparatos — Helene sonrió y cuando a
Viajaron a la casa en el auto de Itsac, y fue un viaje extraño, cargado de un largo silencio que para nada fue incómodo, pero ninguno dijo nada. Casi que simplemente disfrutaron de la compañía del otro perdidos en sus propios pensamientos hasta que inevitablemente se tuvieron que separar para bajar del auto. Helene entró a la casa mientras Itsac parqueaba el auto y cuando vio la cara de Toro en la sala blanqueó los ojos. — No pasó nada. — ¿Se dieron muchos besitos? — Helene le lanzó un cojín y se sentó en el mueble a su lado. Itsac apareció, se veía extrañamente descansado. El video que grabó Helene le había quitado un enorme peso de encima, y mientras le explicaba a Toro cosas legales que Helene no entendió muy bien sobre cómo proceder, le contó sobre su idea de ir a la hacienda. — ¿Crees que sea buena idea? — preguntó Toro — con todo lo que está pasando en la aerolínea y lo de Bertinelli — Itsac asintió. — Claro que sí, en la hacienda es más fácil proteger a Helene, además,
Helene recortó, lentamente, la distancia que los separaba, sintió como el calor del hombre se pegó al suyo cuando lo atrajo con la mano en el cuello. Cuando los labios del hombre se juntaron con los suyos Helene enredó los dedos en su rubio cabello y lo besó y se dejó besar. Esta vez fue diferente, hubo un poco más de pasión en el beso, la lengua del piloto entró en su boca un poco buscando la suya y cuando ambas se encontraron Helene sintió una ráfaga de energía que le atravesó la columna. Paloma rumia pasto a su lado con la inocencia de no saber qué era lo que estaba pasando a su lado, y Helene sintió que las cosas se estaban saliendo de control cuando Itsac la recostó contra la yegua y apoyó sus fuertes manos lado a lado de su cabeza. Su boca la devoraba, su estómago se pegó contra el de Helene y ella sintió como la dureza comenzaba a formarse y luego la duda la asaltó. — No – cortó él el beso. El piloto tenías las mejillas muy rojas, con los labios aún más enrojecidos — e
Helene sintió como el pesado cuerpo de Itsac se estrelló contra ella y la lanzó al suelo. Los disparos comenzaron a romper las ventanas y los fragmentos de vidrio cayeron sobre sus cuerpos. Itsac trató de cubrir a Helene todo lo que pudo, poniendo su ancha mano en sus ojos, pero Helene la apartó, necesitaba mirar. Las balas rompían todo alrededor, la tela de las cortinas caía hecha jirones y volaba por el aire en todas direcciones. — ¡Toro! — gritó Itsac, pero el ruido de los disparos ahogó su grito. Helene pensó que era imposible que el hombre no escuchara lo que estaba pasando. — ¿Qué hacemos? — preguntó Helene, la voz le tembló tanto que temió que Itsac no le hubiera entendido, pero el hombre miró las escaleras. — Debo llegar a mi cuarto y activar los drones de seguridad — Helene miró alrededor, la alacena de abajo estaba recibiendo el impacto mayor de las balas, así que se salió de debajo de la protección del hombre y se arrastró por el suelo a pesar de la negativa de é
Estaban los tres sentados en la sala de la casa de la hacienda cuando el reloj marcó la media noche. Habían cenado unas ciruelas pasas con pan y mermelada y tuvieron que beber agua en los únicos vasos que sobrevivieron a la balacera.— ¿Y ahora qué haremos? — les preguntó Helene a los hombres, Itsac se veía más cansado todavía que cuando estaba en la ciudad y eso la preocupó. Luego se preguntó por qué le preocupaba y se cayó. — Ahora hay que tratar de detener a Bertinelli — comentó Toro y Helene negó. — Ahora me voy — les dijo — ya han arriesgado mucho su vida por salvar la mía — la voz se le rompió — tendré que abandonar el curso, me voy a ir de Ciudad Costera, debo hacerlo, así podría denunciar a Bertinelli sin que corra riesgo. — Eso no servirá de nada, si decides hablar contra Bertinelli él te cazará como un gato hasta que te encuentre — le comentó Itsac — lo he investigado en estos días, es un hombre peligroso, ha desaparecido familias enteras… incluido niños, sus influencias
Cuando Helene despertó, la luz cálida del sol entraba por la ventana e inundaba la habitación con luz resplandeciente. Se levantó cansada, como si hubiese peleado toda la noche, y asumió que así había sido, así que se dio otro baño de agua fría y cuando bajó, se encontró con Itsac que limpiaba la casa con un recogedor y en una camisa sin mangas. — ¡Te ves mucho mejor! — era cierto, con las mejillas nuevamente rosadas y las ojeras menos notorias — ¿Ves? El cuarzo funcionó — Itsac dejó el recogedor con unos vidrios en la esquina y se dirigió a la estufa. — Se le llama descansar, no cuarzos milagrosos — la señaló con un tenedor lleno de huevos revueltos — ese que tienes en el cuello es de protección, ¿No? Pues no te ha servido de mucho, casi te matan cuando llegaste a la ciudad, te salvé; te atacaron esa noche, te salvó Toro; Nos atacaron anoche y nos salvaron mis drones, o sea yo — Helene se rio. — ¿No funciona mi cuarzo, eh? pero sigo viva y sana a pesar de todo, a mi me parece
HORAS ANTES A Toro se le comenzaron a acabar los favores, y tuvo que esperar un muy largo rato en la sala de espera del hospital para que el doctor que le debía el favor le diera la autorización para ver al prisionero. Los dos policías que lo custodiaban salieron del área del hospital donde estaba, cosa que se le hizo extraño a Toro, pero lo dejó pasar, el hombre estaba moribundo, ¿A dónde iba a escapar? Una mujer con un gorro de lana entró por las pertas que daban al ala del hospital Toro permaneció sentado y la vio desaparecer. En esa área había mucha gente y eso ya comenzaba a ponerlo nervioso. La misma mujer salió nuevamente un rato después y pasó junto a Toro sin mirar atrás, no pudo verle la cara. Esperó, esperó y esperó, pero el doctor que le haría el favor no apareció, así que se puso de pie y caminó hacia el área. Cuando abrió las puertas de doble ala, notó todas las habitaciones que había allí. Era el ala de estado crítico, y espero a que el hombre, aunque ya hubiera
Helene apretó el celular contra el pecho mientras los regaños de su hermano resonaban por el parlante de su teléfono. Toro miró a Helene y la señaló. — Menos mal que es un hombre tranquilo y maduro — se burló Toro y Helene le enseñó el dedo de en medio y corrió por las escaleras donde nadie pudiera escucharla. — Me dijiste que podía confiar en ti — le decía Oliver — que ya habías cambiado y estabas madurando, y cuando llegué al hotel lo primero que vi era que todos estaban reunidos en la sala viendo las noticias donde mi hermanita estaba saliendo con un piloto. No me preocupé, me dije, ella es libre de salir con quien quiera y él parece un hombre serio, pero de ahí a casarte… Helene, parece que no aprendes de los errores del pasado y eso no es madurar. — Oliver, escúchame. Esa boda es falsa, es solo un matrimonio por contrato. Lo hago para ayudar al piloto… — ¡Entonces es mucho peor! — le gritó él — ¿Cómo te vas a casar solo por hacer un favor? — No seas exagerado, tú te cas