Uno solo

Cubrí mi rostro como única reacción, deseando que la tierra me tragara y me escupiera en otro universo. No me di cuenta de nada a mi alrededor, pues me dejé envolver por el momento y por lo bien que me sentía conmigo misma, que no pensé en que Gabriel llegaría tan de repente. Se supone que debería estar trabajando, no aquí, respirando tan cerca de mi oído y tentándome a más no poder con el calor que desprende su cuerpo y ese aroma tan varonil y envolvente de su colonia.

—Sin duda alguna, la mejor decisión que tomé fue haberme devuelto —susurró, apartando mis manos de mi rostro—. No sientas vergüenza, mi diosa. Todos, en algún momento de nuestra vida y con más frecuencia de la que crees, jugamos con nosotros mismos. Además, estamos en el derecho de conocer nuestro cuerpo, descubrir zonas sensibles que otros nunca han descubierto y explorar nuestra piel las veces que queramos. Te veías tan linda y sexi atendiendo tus deseos y complaciendo tus ganas —sentí su mano por mi espalda baja y u
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