¡¿Qué?! De la impresión me caigo del sillón —estaba sentada sobre el brazo del mueble— y suelto el teléfono como si hubiese visto un fantasma.
—¿Estás bien, Grace?
—S-sí, Mark, gracias. Hermana, ¿podemos hablar un momento?
—Sí. claro. Vamos a la cocina.
Tomo mi celular y me levanto, siguiendo a mi hermana.
—¿Qué fue lo que pasó allá?
—Recibí un mensaje de un número desconocido.
—¿Y eso qué? A todos nos pasa de vez en cuando.
—¿Un mensaje como éste? No lo creo, Grace. —Le entrego el celular a mi hermana y su reacción es de risa—. ¿Por qué la risa? —No estoy entendiendo nada.
—Esperaba demoraran en llegarte estos mensajes, pero al parecer me equivoqué. —dice elevando los hombros como si no fuera la gran cosa.
—¿Mensajes? —Interrogo incrédula.
—Pues sí, Grace. Le diste tu número al menos a cinco chicos.
—¿Qué? ¿Y por qué no lo evitaste?
—Lo intenté cada vez que lo hacías, pero cuando veías que me acercaba solo me ponías mala cara como si fueras a comerme.
—Oh, mi Dios. ¿Qué voy a hacer ahora? —digo agarrando mi cabeza sin creerlo.
—Bueno, primero cálmate y luego ya pensaremos en algo si te siguen llegando estos mensajes.
—No es de mucha ayuda eso, pero creo que no me queda de otra.
—¿Cómo te llegó el mensaje, por texto o W******p?
—W******p... ¿por qué?
—Perfecto. Porque así podrás verle la foto de perfil que tiene, y eso te puede dar algún recuerdo de anoche.
—¡Claro! Qué idiota. No lo había pensado. —Me fijo en la imagen de su rostro, pero de buenas a primera no logro reconocerlo.
—¿No lo recuerdas? —Niego con la cabeza—. Ojalá puedas a medida que sigue el día.
—Lo mismo digo, es horrible no poder recordar prácticamente nada de lo que hice anoche. Gracias a Dios estabas allí para cuidarme.
—Sabes que así será siempre. —Nos damos un abrazo—. Por cierto, necesito de tu ayuda para algo importante.
—Ya me asustas. Qué necesitas.
—Eres la primera persona a la que se lo digo. Mark todavía no sabe nada.
—Anda ya, ¡dime!
—¡Estoy embarazada!
Me tapo la cara ya que no me lo creo. Hace tiempo buscaban otro hijo y no se había dado. Mi sobrina ya tiene cinco años y querían darle un hermanito o hermanita.
—¡Felicidades! —Congratulo a Caroline sin ser excesiva—. ¿Y cuánto tiempo tienes ya?
—Dos meses. Hace dos semanas fui a médico para confirmar.
—Me alegro mucho por ustedes, hermana.
—Gracias. Te estoy pidiendo ayuda porque quiero darles la sorpresa a Mark y las niñas en grande, pero no se me ocurre cómo.
—Bueno, en ese sentido viniste a la persona correcta. Sabes que gracias a mi ingenio se me ocurren muchas ideas.
—Lo sé, Grace. Amo y envidio tu genialidad.
—Bien. Entonces déjame pensar en algo lindo para todos y te lo hago saber. Ahora debo descifrar qué hago con lo que hice anoche.
—Eso estará difícil si no recuerdas prácticamente nada.
—Eso ya lo sé, no me lo recuerdes. No tengo la mínima idea sobre qué voy a hacer.
—Relájate, antes que cualquier otra cosa.
—Para ti es fácil decirlo.
—Sí, hermana. Pero créeme si te digo que traté de evitar que le dieras tu número a todos los chicos con los que bailaste.
—Te creo, Caroline. Sólo espero acordarme de algo pronto.
Mientras conversamos otro poco, al rato me llega otro mensaje.
«Hola, guapa. Fue un placer bailar contigo anoche.»
Apenas lo recibo se lo muestro a mi hermana. Nos damos cuenta que es otro chico el que escribe. Sólo espero que no empiecen a escribirme todos los chicos a los que les di mi número. ¡Por Dios, qué vergüenza, yo no soy así!
—Tranquila, Grace.
—Pero ¿cómo quieres que me calme?
—Ya pensaremos en algo, ya te dije.
—Esto es desesperante.
Nos vemos interrumpidas cuando entra Mark a la sala.
—Las chicas se quedaron dormidas. —Nos avisa—. ¿Qué cotillean tanto?
Tengo tanta vergüenza de decirlo, pero a lo mejor Mark, nos puede ayudar a reconocer a alguien.
—Mira, amor. —Caroline, le enseña mi celular—. Con las locuras de mi hermana de anoche, le dio su celular a varios chicos. Lo malo es que no se acuerda de ellos.
—Vamos a ver...
Veo a Mark analizando las fotos.
—Tienes suerte. A estos dos los conozco. ¿A cuántos les diste tu celular?
—Según Caroline, a cinco.
—¡Vaya! Estás toda una rompecorazones.
—No seas idiota. —Lo golpeo—. No me agrada nada esto, además, te recuerdo que a mí me rompieron el corazón.
—Bueno, sí, pero por lo visto —señala mi celular—, es asunto totalmente olvidado.
—Ya que... —Digo resignada al hecho de que al parecer es verdad—. Y bien, ¿quiénes son?
—El primero —hace mención al del primer mensaje—, es Arthur. Es fisioterapeuta y trabaja en la universidad de Florida. Y el segundo, es Nick, trabaja en el restaurante de sus padres.
—Vaya, y ¿de dónde los conoces?
—Fuimos compañeros en la FIU1.
—¡Vaya suerte la mía! —Hablo irónicamente. Mi hermana y su marido se ríen de mi desgracia—. No se rían de mí. Esto es horrible.
—Al menos ya los conoces al menos, en base a eso, ya puedes averiguar un poco más. —Explica mi cuñado.
—Supongo tienes razón.
—Amor, a futuro, ¿alguno tiene posibilidad con la señorita?
—Pero ¿qué dices? Ya me quieres involucrar con alguno de ellos.
—Hermana, seamos realistas, ya es tiempo de que des vuelta la página y anoche ya diste el primer paso.
—A decir verdad, yo diría que sí, es cosa de tiempo nada más. No te diré con cuál, pero hay uno que tiene más posibilidades.
—¿Y todavía me quieres dejar con la incógnita? —exclamo exasperada por la situación.
—Déjanos algo, cuñada. Será divertido.
—Sí, claro, para ustedes lo será el reírse de mí. Será mejor vaya a ver a Mandy.
Me levanto del sillón dejando a los tortolos solos por un rato. ¡No puedo creerlo! Apenas estoy comenzando con esto de mi "nueva vida" y ya me quieren involucrar con alguien, ¡es insólito! y además les divierte.
Llego a la sala y veo como mi niña duerme plácidamente. Estoy segura que tuvo un gran día. Doy gracias a que tiene a los mejores tíos. Nos hacen olvidar todos nuestros problemas y logran que todos los momentos en familia valgan la pena.
Con cuidado la tomo en brazos para llevarla a la cama. Se mueve un poco y abre sus ojitos al darse cuenta que la estoy cargando, pero los vuelve a cerrar al ver que soy yo, quien la lleva. La dejo en la cama y la arropo lo suficiente porque sé que en la noche se tiende a mover un poco. Acaricio su pelo de forma suave para que vuelva a dormir y me quedo unos minutos con ella.
Mientras hago esto, no dejo de pensar en la conversación con los chicos y en lo sucedido anoche. ¿Podrá ser que pueda darme una nueva oportunidad? No quisiera equivocarme si tengo una nueva relación. Ya sufrí bastante por John y no quiero hacerlo de nuevo por nadie. Entre tantos pensamientos, lo único que tengo claro es que no volveré a sufrir ni llorar por ningún otro. A la primera falla, le diré adiós.
Sé que puedo darme una nueva chance, es solo el miedo a no ser capaz de ser feliz. Tengo muy claro que ante cualquier hombre que quiera aparecer en mi vida, mi pequeña princesa será siempre primero.
Agarro mi celular y veo las imágenes de los tipos que me enviaron mensajes. El primero Arthur, está solo y se ve en la cima de alguna montaña. Mark dijo que es fisioterapeuta, así que asumo le gusta estar al aire libre. A mí también me gusta eso. La libertad de sentirte libre, sin mayores preocupaciones. De hecho, muchas veces recurro a estos espacios al aire libre o la playa para inspirarme y poder escribir mis historias. De momento veo que algo tenemos en común.
El segundo, Nick, aparece con una mujer mayor. Asumo que podría ser su madre, mi cuñado mencionó que trabajaba en un restaurante con sus padres. Puede ser que éste sea de sus padres y él sea parte de los dueños o gerentes del lugar. Por otro lado, me agrada que tenga una foto de su mamá, eso significa que tienen una relación cercana si además trabajan juntos.
Será mejor no me cuestione más sobre esto y me desconecte un poco del tema. Le doy un beso a mi niña y la dejo dormir tranquila junto a su prima.
Cuando llego a la cocina para comer algo, veo que mi hermana está colgando el teléfono.
—Acabo de pedir una pizza. —Me explica.
—¡Qué bien! Muero de hambre. —Mi estómago ruge apenas termino de hablar. Caroline y Mark se ríen.
—Tranquila, tigresa. —bromea mi cuñado.
—Lo siento. —Me disculpo—. Comprenderás que las horas del día están cambiadas para mí hoy.
—Ya lo sabemos, Grace.
—¿Ya has pensado qué harás con tus nuevos galanes? —Consulta curioso el marido de mi hermana.
—Creo que les daré una oportunidad. Al menos una cita con ellos.
—Eso suena sensato. Sabes que no pierdes nada con intentarlo.
—Lo sé. Lo sé. Ya dejen de decirlo, por Dios.
—Queremos verte y feliz, hermana.
—Eres una gran mujer, Grace. Te mereces los mejor.
—Ya, chicos. Ya lo decidí. —Aunque no lo digo muy convencida del todo—. Les responderé a estos chicos a ver qué pasa.
Nos sumergimos en una nueva conversación hasta que suena el timbre.
—¡Ha llegado la pizza! ¡Yo abro! Caroline, trae mi cartera, por favor.
—Anda a abrir, ya te la llevo.
Me encamino hacia la puerta, entusiasmada de abrir y comer esta pizza. Apenas mi hermana me comenta que la ha encargado, se me abre el apetito.
Abro la puerta y...
—Hola, traje la piz... vaya... hola preciosa, no esperaba verte tan pronto...
—¿Perdón? —Le digo sin entender nada. —Tú y yo... El bar... Baile sensual... Me diste tu número. Estaba por llamarte, pero ya veo que no es necesario ya que ahora sé dónde vives. Estoy en shock y no logro decir nada. Mi hermana me ayuda sacándome al chico de encima y recibiendo la pizza. Cierra rápidamente la puerta para que no vuelva a decir más. —Vaya, cuñadita. Era verdad. Ya son tres, quizás cuántos más faltan por aparecer. —Se burla. —¡Eres un idiota, Mark! ¿Lo sabías? —La verdad, sí. Tu hermana me lo dice muchas veces. —¡Oye! —Reclama Carol ante sus dichos. —Bueno, bueno. Habrá que ver cómo ayudarte para salir de este lío. —Será difícil si sabemos que no puedo recordar absolutamente nada. —digo colocando mis manos en ambos lados de la cabeza, en señal de desesperación. —Algo se nos ocurrirá. Mientras tanto, será mejor que nos comamos la pizza o se nos enfriará. Mark se dirige al refrigerador por unas cervezas, mi hermana lleva la pizza al comedor y yo busco
Me despierto mucho más relajada. Hablar con Carol y Mark, me ayudó bastante a sentirme más tranquila, sin tener que preocuparme por el que dirán. Además, que conversar con este chico me animó bastante. Ahora siento que tengo la esperanza de poder volver a creer en algo. Tampoco hablo que me case ni nada, pero sin duda podría volver a confiar en alguien. Claramente mi ex, ya no volverá. Solo espero que la pequeña tormenta en mi cabeza se disipe pronto. A pesar de que trasnoché un poco, no tengo problema con despertarme temprano. Con todo lo que dormí después de nuestra salida, creo que ya es más que suficiente. Estiro mis brazos y me levanto. Lo primero que hago como siempre, es ir a ver a mi pequeña a su habitación, duerme plácidamente, por lo que prefiero no despertarla aún. Es domingo y tenemos todo el día para disfrutarlo en familia como tanto nos gusta. Vuelvo a mi habitación por algo de ropa y me dirijo al baño para una rápida ducha. Estoy de suerte, al parecer no hay na
Luego de un gran fin de semana en familia, es hora de volver a la realidad, por lo que ya estoy preparando a mi princesa para llevarla al jardín. Está contenta porque le encanta ir y jugar con sus amiguitos. Estoy tranquila porque sé que dentro de nuestra actual situación no se ha visto afectada en la escuela, ni con el aprendizaje ni con sus compañeritos, es un real alivio, porque era algo que me tenía muy preocupada cuando todo sucedió. Miro la hora y se me está haciendo tarde, así que me apresuro. Mientras Mandy trae su chaqueta reviso que tenga todo lo necesario en mi cartera. No me falta nada. Le pongo la prenda a mi niña y salimos. El trayecto al jardín es relativamente corto, además de que queda bastante cerca, por lo que no necesito usar la locomoción para llegar y podemos ir caminando. Al llegar, la primera persona que mi niña ve, es a la profesora Amanda, —según ella su favorita—, así que suelta mi mano y corre a saludarla con un fuerte abrazo. Como siempre hacemos,
Los días pasan y en todos, los encuentros con Eric fueron inevitables. Cada día que pasa, me siento más atraída hacia su sonrisa, es innegable, me siento bien cuando conversamos y compartimos un momento, aunque solo hayan sido unos minutos, pero su compañía es más agradable de lo que me gustaría reconocer. Por otra parte, las conversaciones con Arthur, han seguido siendo nocturnas, lo que por una parte me gusta porque tengo la privacidad que necesito y por otra, lo detesto, porque varias veces me ha pasado que cuando estamos charlando me llegan ideas para mi novela y necesito escribirlas lo más pronto posible. Mi hermana, me ha llamado al menos dos veces para saber cómo estoy y si he podido recordar algo más sobre la noche de la fiesta, le contesto que no, lo que es verdad, mas no he querido contarle es de Eric. No sé si es miedo o vergüenza, pero después de lo vivido estos días, siento que necesito algo de privacidad en mis cosas, no es fácil volver a “reinventarse” después de lo
El trayecto a mi departamento se hace más corto de lo pensado, es como si ambos tuviéramos apuro de llegar. Miro de reojo a Eric mientras conduce y lo noto tan nervioso como yo. Estamos por llegar y me estoy sintiendo como toda una quinceañera cuando se enamora por primera vez. Tengo un cumulo de sensaciones que no logro definirlas con claridad. Eso sin contar que, además, tengo un poco de alcohol en la cabeza. Solo espero no volver a comportarme como lo hice aquella noche. ―Dobla a la derecha y en la tercera casa. ―De acuerdo. ―Hace lo que le digo y estaciona frente a mi hogar. Se baja del auto y lo rodea abriendo mi puerta. ―Gracias. ―digo y le doy un beso en la mejilla. ―Si para recibir otro beso debo cargarte cual damisela, lo hago feliz. ―comenta riendo y me río también ante su comentario. ―Ya veremos. ―agrego coqueta. Caminamos hasta la entrada y nos detenemos frente a la puerta mientras busco la llave. Justo ahora es cuando detesto traer tantas cosas en la cartera
Mis ojos se abren poco a poco y la luz de la mañana me llega de golpe, al mismo tiempo que el olor a café recién hecho. Miro a mi alrededor y el otro lado de la cama está completamente desordenado y vacío. Sonrío al rememorar lo sucedido anoche, todo se sintió perfecto, como si lo que ocurrió fuese lo correcto. Me levanto arropada con la sábana y me dirijo al closet para buscar una polera ancha, me la pongo y dejo caer la tela al suelo. Saco una pantaleta del cajón de la cómoda y me la pongo. Ahora es el turno del olor a pan recién tostado el que se hace presente, por lo que me dirijo a la cocina para chequear a mi cita. ―Buenos días. ―saludo al llegar. ―Buenos días, hermosa. ―me da un beso en los labios―. ¿Cómo dormiste? ―Perfectamente. ―contesto coqueta―. ¿Y a qué debo este honor? ―Discúlpame por invadir tu casa, pero quería darte una sorpresa. ―comenta sonriendo, con esa mirada que me encanta. ―Descuida, me encanta. ¿Te ayudo en algo? ―Solo a poner la mesa, ¿te pare
Estamos llegando a la casa de mi hermana y no puedo evitar estar nerviosa. Solo la llamé para avisarle que iría a recoger a Amanda, pero no le mencioné que iría acompañada, así que estoy segura se sorprenderá de ver a mi acompañante y estará ansiosa de preguntarme por él. ―Deja de comerte las uñas. ―dice Eric, quitando mi mano de mi boca. ―Perdón, no me di cuenta de que lo hacía. Estoy con los nervios de punta. ―confieso. ―¿Por qué? ¿Por mí? ―me mira por un breve momento volviendo su cabeza hacia el frente. ―Sí. No me lo tomes a mal, pero como te dije antes, eres el primer hombre con el que estoy después de John y no sé, me sienta un poco incómodo. ―Ya verás que no sucederá nada. ―comenta y estaciona a un lado de la calle, parando el motor―. Hace un rato ya me diste el sí, para que comencemos algo juntos y estoy feliz por ello. ―Toma mi rostro con una mano y mi mano derecha con la otra y me acerca al suyo―. Y te lo voy a demostrar a diario, ya verás. ―agrega y me besa, lenta y s
Llegamos a un precioso parque de juegos en el centro de la ciudad y los niños se divierten como nunca. Los observo y lo único que veo en ellos es una sonrisa y la alegría de compartir juntos. ―¿Todo bien? ―consulta Eric al llegar a mi lado, sentarse y entregarme el helado que le pedí. ―Todo está genial. Míralos como se divierten. ―los señalo con la mano―. Debo decirte que estás criando a un pequeño caballero. Cuando llegan a los columpios, Sean lo sostiene para que Amanda se siente y la empuja. ―doy una lamida a mi helado de cono y sonrío, sin decirle a Eric, me ha traído mi sabor favorito, frutilla. ―¿De verdad? ―Sí. Por lo que veo de ellos, me da la sensación de que no habrá problema alguno para nosotros, solo esperemos que lo tomen bien. ―Ya verás que sí. Debo confesarte algo. ―¿Qué es? ―A pesar de que nuestros hijos solo tienen tres años, son muy perspicaces. Ya he tenido algunas conversaciones de grandes con Sean. Hace no mucho tiempo, me notó un poco triste, porqu